Fidel Castro: autorretrato
EDITORIAL de El País, 15-08-2006
Autorretrato:
Está por ver que sea ése el veredicto final, por más que en un momento dado, tras derrocar a otro dictador, Fulgencio Batista, pareciera cierto el pronóstico hecho en su momento por el propio Fidel Castro. El veredicto definitivo no podrá prescindir de los 47 años de ejercicio personalista y omnímodo del poder. De momento es seguro que la sentencia exculpatoria no será compartida por los cubanos empujados al exilio; y es muy probable que tampoco lo sea por muchos cubanos de Cuba, en cuanto puedan expresarse sin temor. Así ha ocurrido en otros países en circunstancias similares: muchos de los que ahora halagan a Castro negarán haberlo hecho dentro de algunos años.
Frente a comentarios poco afortunados de Bush y su Gobierno sobre cómo se deberán desarrollar las cosas en Cuba tras la muerte de Castro, que han dado munición a los defensores del régimen, han sido en general ponderadas, salvo alguna excepción radical, las declaraciones de los más representativos portavoces de la disidencia cubana en La Habana, Miami y Madrid. Llamados seguramente a figurar entre los protagonistas del poscastrismo, casi todos ellos han expresado su esperanza en una transición hacia la democracia, la recuperación económica y la normalización internacional basada en la reconciliación, el diálogo y el pacto.
El presidente venezolano, Hugo Chávez, con el que el líder cubano comparte algunos rasgos de carácter y muchos intereses políticos, visitó ayer a Castro en el hospital. Aspira seguramente a heredar su liderazgo populista en América Latina. Sin embargo, en estos comienzos del siglo XXI, lo que menos necesita ese continente es esa permanente exaltación del jefe único y carismático, experto en agricultura, medicina, matemáticas y teología de la liberación (saberes, entre otros, que le han sido atribuidos estos días a Castro); sino políticas agrarias, ganaderas, turísticas, comerciales, entre otras, que favorezcan el crecimiento económico, abra oportunidades de desarrollo de las capacidades personales y potencie una sociedad civil dinámica y abierta. La nomenclatura que gobierna Cuba a la sombra del líder máximo bloquea hoy una evolución de este tipo e impide que aflore el real pluralismo político y social de la isla. Para que la historia pudiera un día absolver a Fidel Castro, sería condición mínima que él mismo facilitara este tránsito en el tiempo que le quede de vida.
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