Revista Proceso, 12/11/2006:)
Tras los estallidos del lunes 6, un estudio de la policía capitalina revela que durante el sexenio foxista las autoridades locales recibieron cientos de alertas de bomba, muchas de ellas auténticas. Un cruce de información con instancias federales de inteligencia hace temer que haya más detonaciones en la Ciudad de México y una intensa “guerra psicológica” en los días previos al 1 de diciembre.La Secretaría de Seguridad Pública (SSP) del Distrito Federal movilizó a todos sus grupos expertos en explosivos; las cámaras localizadas en las calles funcionan día y noche; los patrullajes son permanentes en la ciudad y la Policía Preventiva incrementó sus rondines por instituciones e instalaciones estratégicas. La razón, según diversos reportes de inteligencia recibidos por la dependencia capitalina, es que habrá más bombazos y una “guerra psicológica” para desestabilizar al país –en particular la capital– e impedir que Felipe Calderón tome posesión como presidente de la República el próximo 1 de diciembre.
La madrugada del lunes 6, las bombas tomaron por sorpresa a la policía capitalina, a pesar de que en los últimos cinco años sus expertos han desactivado decenas de artefactos que estuvieron a punto de explotar. Otros sí estallaron en bancos, instituciones, empresas privadas, centros comerciales e instalaciones estratégicas.
En un detallado estudio que realizó la SSP capitalina y al cual este semanario tuvo acceso, se dice que tales acciones fueron perpetradas por “grupos subversivos” que pretenden generar un clima de inestabilidad a través de la violencia. El diagnóstico se basa en información del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), la Secretaría de Gobernación y la Procuraduría General de la República (PGR), así como en fuentes hemerográficas.
Las autoridades policiacas explican que los grupos a los que atribuyen los bombazos del lunes 6 “realizan actividades de contrainteligencia para engañar a las autoridades, aparentando ser delincuentes y no pertenecientes a un grupo organizado. En cada grupo existe un mando, operan en equipo de entre ocho y 10 sujetos, y cuentan con logística y coordinación.
“A partir de su objetivo –continúa el estudio–, se tienen identificadas tres de sus principales acciones subversivas: allegarse recursos económicos, crear un clima de inseguridad e inestabilidad e infiltración en movimientos existentes. Estos grupos se caracterizan por la utilización de armas prohibidas (AK-57, AR-15, 9MM, 45) y explosivos, así como de documentos falsos. Entre otras acciones violentas, tratan de generar desestabilización en el ambiente político y social mediante ataques armados a instituciones e instalaciones estratégicas, embajadas, instituciones trasnacionales y empresas; homicidios de personajes políticos, sindicales, empresariales, exguerrilleros, policías y militares; delitos contra la seguridad nacional, como la conspiración, sedición, sabotaje, terrorismo, subversión y motín” .
Según el documento de la SSP del Distrito Federal, esas organizaciones son el Comando Revolucionario del Trabajo México Bárbaro, el Comando Jaramillista Morelense 23 de Mayo, el Comando Popular Revolucionario La Patria es Primero y Tendencia Democrática Revolucionaria Ejército del Pueblo. Sus integrantes, se detalla, “generalmente van encapuchados y evitan matar a ciudadanos inocentes. Sin embargo, no tienen consideraciones con policías y militares”.
Con base en su ideología, estas organizaciones parecen tener un histórico pleito con la derecha. Algunos de sus mensajes más frecuentes, trasmitidos en volantes y boletines, llaman a “no permitir que la derecha conservadora y reaccionaria imponga un presidente espurio y no aceptar, bajo ningún concepto, el escamoteo y la burla de que está siendo objeto la mayoritaria voluntad ciudadana depositada en las urnas. ¡Ni siquiera bajo protesta!”.
En otro de sus comunicados, que también se cita en el documento policiaco, advirtieron: “Si a pesar de todo los señores del poder y del dinero decidiesen consumar la usurpación del gobierno de la República, que no quepa duda: ¡más temprano que tarde, tendrán que pagar las consecuencias!”.
La caja negra
Entre la noche del domingo 5 y la madrugada del lunes 6, activistas de estos grupos entraron en acción. En forma sigilosa colocaron ocho bombas, de las cuales seis estallaron: dos en el edificio del PRI, otras tantas en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y dos más en una sucursal de Scotiabank en la avenida Arenal, delegación Tlalpan. No estallaron otros dos artefactos, uno localizado en un Sanborns frente a la sede del PRI, en Amado Nervo e Insurgentes, y otro localizado en el Scotiabank de Amatenango y el Eje 3 Oriente.
En el primer caso, la bomba no explotó debido a una falla en su elaboración; la que estaba en el banco fue reportada oportunamente por Efraín Romero, director de Seguridad Pública de la delegación Coyoacán, a quien le fue reportado el hallazgo de un morral que contenía una mochila de tela y que había sido colocado junto al cajero automático del Scotiabank.
Tras recibir la información, Romero dio una orden telefónica:–Urge que vayas rápido a revisar qué pasa en ese lugar –le dijo a Alejandro Delgado Águila, director de la Unidad de Policía Sectorial 1, en Universidad.Eran cerca de las 12 de la noche y Delgado iba saliendo de una agencia del Ministerio Público, adonde acababa de hacer un trámite. Al llegar al sitio indicado, le confirmó a Romero que cerca del cajero automático había un morral, en apariencia un bulto olvidado.En el interior había una mochila negra y, dentro de ésta, una caja de madera que a simple vista “parecía una bomba”, dice el policía.
Alejandro Delgado procedió a desactivar la fuente de poder: una batería de alto voltaje. Luego pidió el apoyo del grupo Zorros-Fuerza de Tarea y solicitó que le llevaran “con urgencia” un traje antibomba para terminar de desactivar el artefacto.Entrevistado por Proceso el jueves 9 en las instalaciones de la Secretaría de Seguridad Pública local, Delgado cuenta: “Cuando me entregaron el traje antibomba y los contendores para explosivos, continué desarmando el artefacto. Por fortuna, me apresuré a quitarle la fuente de energía. Eso fue vital para todos los que estábamos en el lugar, porque de lo contrario hubiera explotado, causándonos la muerte a todos. Me dicen que lo que hice fue muy osado, pero en ese momento no tenía otra opción. Había que salvar vidas. “Y todas las circunstancias se dieron a nuestro favor: haber llegado a tiempo y desactivar el explosivo en menos de tres minutos... Cerca de las 12:15 de la noche, cuando llegaron mis compañeros con el traje antibomba, se escuchó la primera explosión en Tepepan y medio minuto después oímos la segunda. Seguramente la que seguía era donde estábamos nosotros. Si esto estalla, no se lo estaría contando.”
–Cuando llegó al lugar y desactivó la fuente de poder, ¿qué sintió? ¿Tuvo miedo? –se le pregunta.
–No sentí miedo. Yo estoy entrenado para ese trabajo. Es como el médico que va a realizar una biopsia: sabe lo que va hacer. Eso sí me daría miedo porque no soy médico. Cuando escuchamos las explosiones, ordené a todas las patrullas realizar recorridos para ver si no había más bombas colocadas en otros sitos y para revisar los daños causados. “Estábamos a poca distancia de las explosiones: como a cinco kilómetros del Tribunal Electoral y a escasos 800 metros del banco en Tepepan. De inmediato corté la circulación en la calle donde estábamos, pedí que se retiraran los policías y terminé de desactivar la bomba completamente, pues pensé que tendría algún otro mecanismo peligroso.”
Alejandro Delgado Águila fue entrenado en el manejo de explosivos en Estados Unidos (con el FBI), Colombia (donde lo entrenó la Policía Nacional), Israel y Francia. Es uno de los más calificados expertos mexicanos en la materia.“Se puede colocar una bomba en una cajetilla de cigarros, de cerillos, y hasta en un puro”, dice el policía, quien afirma haber desactivado unas 30 bombas en el Distrito Federal durante los últimos cinco años.
Luego de cortar todos los alambres y desmontar las piezas, Delgado puede hablar de los materiales utilizados para fabricar las bombas que estallaron el lunes 6: “Era una caja de 30 centímetros de largo, 30 de ancho y 15 de alto. Estaba oculta en una mochila negra con gris. La caja estaba pintada de negro. Tenía una parte cóncava que apuntaba hacia el cajero del banco. El objetivo era claro: que estallara en el banco. “En el interior, la caja tenía tres kilogramos de pólvora, polvo de aluminio, una pila de nueve voltios marca Sony, una salchicha de hidrogel (explosivo) cubierta de maskingtape y un reloj Casio de pulso con cables rojos y negros, y un detonador de marcha lenta.” Según Delgado, la caja estaba cerrada y reforzada con cinco tornillos largos, bien apretados, los cuales quitó con la herramienta que le llevaron. “Aparte del polvo de aluminio, que es una sustancia utilizada para la fabricación de este tipo de bombas, la caja de madera contenía pólvora de la que le llaman rompiente, que puede romper la tablaroca, tirar vidrios y dañar el concreto, mas no derribarlo.“Hay tres tipos de pólvora –explica–: la deflagrante, que hace lumbre; la que sirve para impulsar, que utilizan los cohetes, y la que sirve para iluminar. Esta pólvora (la que contenía la bomba) se quema pero truena, revienta, es detonante, rompiente. Además, el hidrogel es un explosivo industrial que se ocupa para la minería, para abrir caminos. Los detonadores eléctricos también se utilizan para lo mismo. Esto no se puede comprar en una tlapalería, son sustancias restringidas y reguladas por la Secretaría de la Defensa Nacional.”
–¿Dónde se fabrican o se obtienen estos componentes peligrosos?
–Hay de diferentes marcas. La más conocida es Dupont. Todo esto está regulado por la Sedena. Aunque se fabrique en diversos estados y lugares de la República, la pólvora también está regulada por esta secretaría. Los lugares donde se elabora deben reunir ciertas características.
Lo que viene Los informes de inteligencia de la SSP capitalina y las fuentes consultadas por Proceso coinciden en que durante el sexenio de Vicente Fox, la policía del Distrito Federal estuvo muy activa: recibieron cientos de llamadas telefónicas que alertaban sobre la colocación de bombas en edificios públicos y de empresas. No todas esas alarmas fueron falsas: los expertos desactivaron muchos artefactos explosivos.
Al respecto, los reportes policiacos indican que desde la industria minera o incluso de diversas obras carreteras, pueden estarse desviando componentes químicos y explosivos para que grupos subversivos –que los compran o los roban– fabriquen bombas.
En diversos artefactos explosivos se han encontrado sustancias como el TNT (trinitrotolueno o dinamita), muy demandado en la industria minera; también se detectó Flex-X, un explosivo plástico que se utilizó en la guerra de Vietnam. Otro material peligroso, de uso bélico e industrial, es el Semplex-H, de fabricación rusa. Todo esto, aunque está regulado, termina en manos de grupos subversivos.
Los reportes de inteligencia señalan que, debido a esa restricción en el uso de esos materiales químicos, se prevé que tras algunos estallidos más “los grupos subversivos” dosifiquen sus ataques al no contar con grandes reservas de material explosivo. Por ello se cree que en los próximos días, al menos hasta el 1 de diciembre, se agudizará la “guerra psicológica”.
De acuerdo con datos registrados por la dependencia de seguridad del Distrito Federal, esa táctica comenzó momentos después de las explosiones del lunes 6: desde ese día y hasta el viernes 10, la SSP capitalina había recibido cerca un centenar de llamadas telefónicas para reportar supuestas bombas en diversos edificios.A todos los llamados acudieron expertos en desactivación de explosivos. Pero hasta el momento sólo una de esas alertas resultó auténtica y gracias a ella se pudo frustrar el estallido en el Sanborns de Amado Nervo e Insurgentes.Por ahora, la policía capitalina sigue movilizada. Con base en la información obtenida de las áreas de inteligencia federales, no se descartan más explosiones, las cuales pueden ocurrir con mayor probabilidad los lunes o los viernes, pues –explican las autoridades– los lunes la gente llega tarde a trabajar y los viernes muchos empleados quieren retirarse temprano de sus labores. “Esos vacíos de horarios, como de actividades, aumentan el riesgo de que ocurran mayores ataques con bombas”, establece el documento.Ante esa posibilidad, la policía sólo puede adoptar medidas preventivas e intentar una reacción oportuna, pues no hay forma de saber cuándo se está colocando una bomba.
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