17 ene 2008

Comentarios sobre la llegada de Mouriño


Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Publicado en Excelsior, 17/01/2008;
El calderonismo asume su propia personalidad
Hace varios meses decíamos en este espacio que uno de los principales problemas de diseño estructural del gobierno de Felipe Calderón era que, bien cubiertas, las áreas de seguridad, hacienda y política exterior, toda administración debía basarse en tres pilares: el partido en el poder, la gobernabilidad y la política social. Y que, por diferentes razones, ninguna de esas tres áreas estaban funcionando adecuadamente o se mantenían bajo el control del presidente Calderón.


Ya no es así: hoy esos tres pilares están cubiertos por quienes son tres de los hombres de mayor confianza del presidente Calderón, quienes han trabajado con él, no desde su llegada a Los Pinos, sino desde muchos años atrás. En diciembre, Germán Martínez se convirtió en presidente nacional del PAN y esta misma semana designó una comisión política de buen nivel que buscará, luego del oscuro periodo de Manuel Espino, tratar de que el panismo recupere su nivel. A la Sedesol llegó otro hombre cercanísimo desde hace años a Calderón: Ernesto Cordero. Y se confirmó ayer el reemplazo de Francisco Javier Ramírez Acuña y la llegada de quien ha sido, hasta ahora, el principal operador del Presidente, Juan Camilo Mouriño, a la Secretaría de Gobernación.
Mouriño ha demostrado un nivel de eficiencia desde la campaña y, sobre todo, después de la llegada a Los Pinos, que ha sorprendido a muchos. No sólo se convirtió en el jefe de las oficinas presidenciales, sino se transformó en el virtual coordinador de los gabinetes y en un secretario de Gobernación de facto. La duda que permanecía en Los Pinos era si Mouriño se mantendría en esa posición, donde podría operar más discretamente, o si asumía en pleno las funciones que ya estaba desempeñando y lo hacía desde la Secretaría de Gobernación. El presidente Calderón decidió llevar, de la relativa sombra al primer plano, a los reflectores públicos, a su equipo de confianza: Juan Camilo se encargará, así, de la gobernabilidad, y Cordero de la política social. En los discursos en los que se dio posesión a uno y otro, el presidente Calderón destacó que ambos encabezarán, no sólo sus dependencias, sino también todos los sectores involucrados en ellas. Otros movimientos, por ejemplo, la designación de Dionisio Pérez Jácome como subsecretario de Egresos, la posibilidad de que César Nava pase a encargarse de la oficina de Los Pinos y las designaciones que vendrán, sobre todo, en las áreas de gobernación (sin descartar la posibilidad de otros cambios en el gabinete, especialmente en áreas que no han funcionado con eficiencia en el pasado pero, más, desde el inicio de este 2008), reconfiguran por completo el equipo presidencial.
Se podrá argumentar que no son cambios tan trascendentes porque, en última instancia, es el mismo equipo, pero distribuido y con responsabilidades parcialmente diferentes. En realidad es un cambio tan profundo como aquel que generó Calderón para estas mismas fechas, hace dos años, al reconocer que había cosas que no funcionaban y ajustó su equipo de campaña. En esta oportunidad, el Presidente contará por primera vez con un gabinete casi completamente suyo y tendrá funcionarios que dejarán el bajo perfil y deberán asumir su responsabilidad, con el protagonismo bien entendido que ello requiere. Hasta ahora, sin esos tres pilares, el presidente Calderón obtenía beneficios, mas también asumía, sin intermediarios, todos los costos: desde las derrotas electorales panistas hasta una política social en la que salían más beneficiados los gobernadores y los alcaldes que el gobierno federal; desde una Secretaría de Gobernación por donde no pasaban ni las negociaciones ni la interlocución hasta una oficina en Los Pinos que comenzaba a recibir golpes de los que no podía defenderse. Ese ciclo se ha cerrado. El presidente Calderón tiene cubiertas ya las áreas de seguridad, las financieras y las hacendarias, la política social, la exterior, la educación, el trabajo, la gobernabilidad y su partido. Es verdad que quedan huecos o posiciones que no terminan de funcionar adecuadamente o trabajan con una agenda más personal que de gobierno, pero los capítulos centrales de la administración ya están cubiertos por hombres y mujeres que son parte del equipo real de Calderón y entienden y asumen su forma de ejercer el poder.
Ello provoca otro efecto no menor: abre la baraja de posibilidades políticas. Se dirá que ello es futurismo y es verdad, pero también lo es que la política y el poder se basan en buena medida en la generación de expectativas. Un Presidente, por lo menos en nuestro sistema político, puede ejercer mejor el poder cuando tiene verdadero control, mas también si hay, en su equipo más cercano y en el gabinete, personajes que se perciben con futuro político real. Hoy, Felipe Calderón tiene varias opciones que mostrar en ese sentido: Mouriño, Cordero, Germán, Carstens, Josefina, Lozano y otros que están allí y pueden crecer en el futuro. Eso le permite distribuir responsabilidades, contar literalmente con fusibles que sean a su vez interlocutores y responsables ante y del Presidente, con distintos sectores, y consolidar su propio ejercicio del poder.
El diseño institucional es el correcto, lo que viene ahora será probar la capacidad política en ámbitos mucho más públicos, abiertos y, por lo tanto, llenos de posibilidades y desafíos, de estos hombres y mujeres. El periodo de aprendizaje ya lo tuvieron en 2007. Este año es decisivo para esta administración y, de él, lisa y llanamente, dependerá su futuro.
Por cierto, y hablando de cambios pendientes: ¿por qué habría que designar en la Procuraduría del Medio Ambiente (un área que al presidente Calderón le interesa de modo genuino) a un ex gobernador que no tiene la menor idea del tema, perdió sus elecciones y en su estado terminó con muy mala imagen pública?
COLUMNA PLAZA PÚBLICA/Miguel Angel Granados Chapa
En Bucareli, un secretario ilegal
Reforma, 17/012/2008;
Si consta que la señora madre del nuevo secretario de Gobernación se naturalizó mexicana antes del 1o. de agosto de 1971, en que nació en Madrid Juan Camilo Mouriño, téngase por no dicho lo que aquí se dice sobre la nacionalidad del número dos del gobierno
Pareció que un mínimo rubor había condicionado el cargo recibido por Juan Camilo Mouriño de su amigo Felipe Calderón el 4 de diciembre de 2006: se le hizo jefe de la Oficina de la Presidencia y se le dotó de mayor poder que a los secretarios de Estado porque no podía ser uno de ellos, ya que no es mexicano por nacimiento. Y sin embargo, al asumir ayer la Secretaría de Gobernación, pasando por alto ese impedimento, Calderón y Mouriño infringen la ley, por más que el funcionario nacido en Madrid haya buscado tender una cortina de humo sobre su origen.
Mouriño nació en Madrid el 1o. de agosto de 1971, hijo de Carlos Mouriño y María de los Ángeles Terrazo Blanco, ambos naturales de Galicia. Ella nació en Avión, el mismo pueblo de donde son originarios los Vázquez Raña. Sin embargo, fue presentada por su ahora muy conocido hijo menor como mexicana, al optar por la nacionalidad del país al que llegó a los 7 años de edad. El 2 de octubre de 1989 Mouriño obtuvo el certificado de nacionalidad mexicana por nacimiento por ser "hijo de madre mexicana". Para efecto de su registro como candidato a diputado federal, Mouriño hizo certificar notarialmente ese documento, el 7 de abril de 1997. Ni ante la Secretaría de Relaciones Exteriores ni ante la autoridad electoral mostró el certificado de naturalización de su señora madre, si lo hay, indispensable para saber si fue expedido cuando la familia residía en España o si fue obtenido tras llegar a México en 1978.
La opción que hizo Mouriño en 1989, dos meses después de cumplir 18 años de edad, no fue óbice para que se ostentara como súbdito español. El diario campechano El Sur mostró que en agosto de 1996 Mouriño ingresó a territorio mexicano mediante el pasaporte 8800581 expedido por el Ministerio de Relaciones Exteriores de España a través de su consulado en Miami, y obtenido en la época en que el ahora secretario de Gobernación estudiaba en la Universidad de Tampa.
Se diría que la actual redacción del artículo 30 de la Constitución valida el status jurídico de Mouriño para ingresar en el gabinete formal. La fracción III de ese precepto extiende la condición de mexicanos por nacimiento (requisito para ser secretario de Estado, según el artículo 91 de la propia carta constitucional) a los hijos de padres mexicanos por naturalización, o de padre o madre en esa circunstancia. Pero el texto data apenas del 20 de marzo de 1997, y por lo tanto no es aplicable a quienes nacieron en fecha anterior. Al decidir obtener la nacionalidad mexicana en 1989 Mouriño partió del supuesto de que no la tenía.
A mayor abundamiento, el artículo 32, reformado también hace 11 años, establece que "el ejercicio de los cargos y funciones para los cuales, por disposición de la presente Constitución, se requiera ser mexicano por nacimiento, se reserva a quienes tengan esa calidad y no adquieran otra nacionalidad". La portación de un pasaporte español mostró que en su momento, si no es que actualmente aún, Mouriño había adquirido otra nacionalidad, lo que también lo inhabilita para el cargo.
Es probable, en consecuencia, que la actuación del nuevo huésped principal del ministerio de Bucareli esté afectada por la ilegalidad, por una suerte de incompetencia de origen. El refrendo que el nuevo titular de Gobernación otorgue a los decretos presidenciales, y cada uno de los actos que realice a partir de ayer miércoles puede ser impugnado porque no satisface uno de los requisitos constitucionales para ser secretario de Estado.
Al designarlo no obstante esa fragilidad jurídica, y convertirse con él en infractor de la Constitución, Calderón ha mostrado que las proclamas cotidianas por el Estado de derecho son mera palabrería. Mostró también que por encima de la ley está su interés en que la política interior, deficientemente gestionada por el secretario depuesto, quede a cargo de su mano derecha, la persona de mayor confianza entre quienes lo rodean.
Al retirarse contra su voluntad de Bucareli, el ex gobernador de Jalisco Francisco Ramírez Acuña no se ahorró recordar a quien lo nombró y ahora lo despide la antigüedad de su apoyo a su aspiración presidencial. En efecto, en mayo de 2004 el ahora político en desgracia presentó al entonces secretario de Energía -que lo fue sólo por 48 horas más después de aquel lance- como su candidato a la Presidencia de la República, en un rumboso mitin efectuado en el rancho de Abraham González, que seguramente a esta hora habrá dejado de ser subsecretario de Gobernación. En aquel momento, Mouriño era subsecretario de Electricidad en el ministerio que Calderón encabezó por sólo unos meses. Se aducía entonces como razón para que ejerciera ese cargo su experiencia legislativa. En efecto, como diputado en la LVIII Legislatura, había encabezado la Comisión de Energéticos pero no hay en esos años registro de alguna iniciativa o dictamen que mostrara las capacidades del legislador en esa materia. Más bien se le había asignado ese cargo por la presencia de su familia en el mercado de combustibles en la península de Yucatán, donde el Grupo Energético del Sureste, fundado por Carlos Mouriño Atanés, pionero de la reconquista española de la economía mexicana, era ya una presencia dominante.
El tránsito de Mouriño a un cargo en el gabinete tiene un ángulo positivo. Como secretario de Gobernación ejercerá atribuciones sobre las que rendirá cuentas, a diferencia del privilegio que lo acompañaba como virtual vicepresidente de la República.
Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán
El Universal, 17 de enero de 2008
Mouriño: ya es mortalSu posición no sólo de privilegio, sino de excepción legal y constitucional, hizo de él lo más parecido a “la mano de Dios”
En términos reales Juan Camilo fue echado de la gloria y llevado como uno más en el gabinete del presidente Calderón
Los viejos políticos mexicanos —esos que desde el PRI y el PAN se ufanaban de construir instituciones— decían que el hombre le da lustre al cargo, si no es que el hombre hace el cargo. En pocas palabras, que por más importante que fuera un cargo público, su eficacia y lucimiento serían limitados si el político seleccionado para desempeñarlo no era el adecuado.
Y viene a cuento la referencia porque en la remoción de Francisco Ramírez Acuña de la Secretaría de Gobernación y la designación en esa posición del otrora poderoso Juan Camilo Mouriño, en realidad asistimos a la exhibición pública de los dos extremos de esa máxima: las dos caras de la moneda.
Por un lado, no se deben preguntar las razones por las que Francisco Ramírez Acuña dejó Gobernación, porque ésas están a la vista de todos. En todo caso la interrogante de fondo debiera ser otra —que aquí y en muchos espacios se formuló en su momento—: ¿por qué llevarlo a esa estratégica posición, si sus limitaciones eran conocidas por todos? Hoy queda claro que la llegada de Ramírez Acuña a la casona de Covián no fue más que el pago de una factura de Calderón al amigo que se la jugó con él desde el gobierno de Jalisco.
Y si Calderón le prestó Gobernación a su amigo por sólo 13 meses, el señor Francisco Ramírez Acuña nunca entendió que él debía poner su parte si pretendía mantenerse. Así, en esos 13 meses Gobernación no existió y, cuando debió aparecer, lo hizo mal. Queda claro que en tanto político, Felipe Calderón es un hombre agradecido, que siempre paga los favores recibidos. Pero también está a la vista de todos que ese pago lo hace a costa de todos los ciudadanos. Muy caro salió a los ciudadanos el señor Ramírez Acuña, más allá de declaraciones interesadas.
En la otra cara de la moneda aparece el enigmático Juan Camilo Mouriño, otro amigo del Presidente, que en los mismos 13 meses ocupó una relevante posición política —más que cargo público—, que lo convirtió en algo así como el vicepresidente, jefe del gabinete o “supersecretario”. Su empleo formal era el de jefe de la Oficina de la Presidencia, pero en la práctica se desempeñaba como número dos de Los Pinos. Es decir, después del presidente Calderón, en la esfera del Ejecutivo, Camilo Mouriño era el hombre más poderoso.
¿Cómo fue que Mouriño alcanzó esa relevante posición? ¿Resulta de sus habilidades o de su cercanía con el Presidente? Está claro que en este caso la posición política de Mouriño es producto de esa nada transparente oficina que jefaturó. En los hechos, era el jefe del gabinete —figura que no existe legalmente—, lo cual le daba facultades extraconstitucionales, como la posibilidad de mediar entre el Presidente y los encargados de despacho, puente entre partidos políticos, empresarios, líderes y hasta ministros de culto. La “manga ancha” del cargo que desempeñaba Mouriño era en realidad el alma de su poder.
Esa posición lo colocó casi en la gloria de la política. Es decir, tenía todo el poder, metía las manos en todo, disponía y ordenaba por sobre los secretarios de Estado, palomeaba puestos, relevos y promociones; todo ello sin ninguna de las responsabilidades de esos secretarios de Estado. Esa posición no sólo de privilegio, sino de excepción legal y constitucional —y el poder total— hizo de Mouriño lo más parecido a “la mano de Dios”. Y ahí es donde aparece el problema. ¿Qué significa que el presidente Calderón haya decidido mover a Mouriño de esa posición de privilegio, de la gloria, para llevarlo a la tierra de los mortales?
Son muchos los que dicen que Mouriño resulta beneficiado con su designación de secretario de Gobernación, ya que gana la posibilidad de buscar un lugar en la sucesión presidencial —y tienen razón los que así lo piensan, ya que a partir de esa nueva posición Mouriño disputará con sus iguales un lugar en la caballada sucesoria—, mientras que muchos otros suponen que Mouriño se mudará con todo y su poder a la Secretaría de Gobernación, y que por fin habrá “timón” en esa dependencia.
Pero no podemos perder de vista que en términos reales Juan Camilo fue echado de la gloria y llevado como uno más de los mortales a los que jefaturaba en el gabinete de Felipe Calderón. Se puede argumentar que es el hombre más cercano al Presidente, que tiene línea directa, que su trabajo es indispensable… lo que se quiera, pero ya no podrá meter las manos en todo, porque su nuevo cargo tiene límites y responsabilidades; es uno más del gabinete, enfrentará a sus iguales, porque tendrá que ofrecer resultados y porque la suya será una gestión sometida al desgaste natural de los aciertos y errores, de la crítica y los resultados.
Y la primera andanada que enfrentará lo puede colocar ya como un candidato en desventaja —por su origen y una soterrada xenofobia—, ya que existen serias dudas sobre si es mexicano de origen. Pero incluso ese podría ser un asunto menor, frente a la descomunal tarea que ya debió encontrar en su escritorio de la Secretaría de Gobernación. El tamaño del cargo como titular de la gobernación interna del país es del tamaño del desgaste y la responsabilidad que asumirá, y va en proporción directa a la recurrencia de errores. También es cierto que puede resultar, en sentido contrario, una oportunidad única para ser el reinventor de la Secretaría de Gobernación. En todo caso, lo interesante del asunto es que el señor Mouriño baja de las alturas del poder, para asumir su papel de político terrenal y mortal.
Y con ello enfrentará la realidad, vivirá el rigor de los resultados y la eficacia, padecerá la guerra por la sucesión, intramuros y extramuros, los golpes bajos y lo álgido de las grandes crisis de seguridad, justicia, narcotráfico, grupos armados… El joven Mouriño parece verde para ocupar la casona de Covián; un puesto que si bien forjó carreras, también destruyó aspiraciones políticas. Y el caso más reciente es el de Santiago Creel, que hizo de esa secretaría una hamaca-trampolín para beneficios personales. ¿Qué papel jugará a partir de hoy Camilo Mouriño? Los hechos hablarán. Lo interesante es que Juan Camilo ya es terrenal. Al tiempo. aleman2@prodigy.net.mx
Columna Serpientes y Escaleras/Salvador García Soto
El Universal, 17 de enero de 2008
Los cálculos del PresidenteLa administración calderonista se apertrecha y se prepara para enfrentar un año que saben difícil, pero también que será clave para definir el panorama con el que el PAN llegue a las codiciadas y estratégicas elecciones intermedias de 2009
Hace no mucho tiempo, por ahí de noviembre del año pasado, empezó a perfilarse en el primer círculo del presidente Felipe Calderón el relevo que ayer se concretó en la Secretaría de Gobernación. Por esos días, cuando ya en el primer equipo de Los Pinos se veía como necesaria la salida de Francisco Ramírez Acuña, uno de los hombres más cercanos del Presidente, que hoy despacha en un partido, comentó en una reunión en corto: “¡Que le entre Juan Camilo, que se meta a los chingadazos de verdad! Es muy cómodo operar tras bambalinas y con el velo protector de la Presidencia, pero que le entre a la operación real, que se vaya a Gobernación”.
A partir de ayer, Juan Camilo Mouriño, el ex jefe de la Oficina de la Presidencia, se convirtió en secretario de Gobernación —el más joven, por cierto, en la historia reciente— y le entrará a “los chingadazos de verdad” de los que hablaba aquel calderonista de primer nivel. Mouriño no será más el operador que se mueve en las sombras, que negocia en la tenebra y que ejerce, sin tenerlas, las funciones del principal interlocutor político del Presidente y del gobierno.
Pero, ¿qué llevó al presidente Calderón y al mismo Juan Camilo a tomar la decisión de formalizar las funciones que, en la práctica, ya realizaba el ex asesor presidencial?
Hay varios cálculos en el movimiento estratégico que ayer concretó Calderón. El primero es la necesidad inaplazable que tenía de contar con un secretario de Gobernación. Francisco Ramírez Acuña había dejado de serlo en la práctica. El Congreso no hablaba con él, lo descalificaban en público y no le reconocían nivel de interlocución. La violencia generada por el narcotráfico lo había rebasado completamente y la seguridad nacional se le fue de las manos —si alguna vez la tuvo—, cuando con diferencia de meses el EPR le estalló bombas en instalaciones estratégicas de Pemex en el Bajío y Veracruz, en atentados que tuvieron costos elevados en lo económico y en lo político.
Con Mouriño, la apuesta de Calderón es recuperar, de manera inmediata la efectividad, eficiencia, el diálogo y la operación política en la Secretaría de Gobernación. Con todas las suspicacias que generó su labor desde las sombras, y al mismo tiempo el protagonismo que hasta en el interior del gabinete le cuestionaban, Juan Camilo ha demostrado ser un operador eficiente y efectivo. Un joven político que, con gran habilidad y métodos que más bien parecen ortodoxos, ha sido capaz de entenderse y de amarrar acuerdos con el ala más colmilluda y experimentada del PRI.
La relación que Mouriño ha trabado, sobre todo con Manlio Fabio Beltrones, pero también con Emilio Gamboa y con Beatriz Paredes, lo volvió el operador de los acuerdos. No fue una, sino varias las ocasiones en que Beltrones prefirió buscar y hablar con Juan Camilo que con el que tenía el cargo de Secretario de Gobernación, al tiempo que al experimentado priísta se le han escuchado comentarios por demás elogiosos para el joven político panista.
Son dos, pues, las condiciones que hacen que Calderón mueva a Mouriño hacia Gobernación: eficiencia y lealtad. Las dos tienen que ver con el otro motivo que explica este movimiento.
La convicción en el gobierno de que el panorama económico y social para este año se presenta “complicado”, hace que el Presidente decida que es momento de cohesionar a su equipo, deshacerse de los “secretarios de compromiso o de cuota” y colocar a sus hombres de confianza en las posiciones clave. La administración calderonista se pertrecha y se prepara para enfrentar un año que saben difícil, pero también que será clave para definir el panorama con el que el PAN llegue a las codiciadas y estratégicas elecciones intermedias de 2009.
Para decirlo llanamente: Calderón sabe que de su desempeño este año, particularmente complejo, dependen sus posibilidades de aspirar a ganar una mayoría en el Congreso federal en los comicios del próximo año.
A eso van Mouriño a Gobernación y Ernesto Cordero a la Secretaría de Desarrollo Social. Uno, a rescatar un área estratégica para el control político y de seguridad nacional; y el otro, a preparar el fértil terreno de la política social para que el PAN aspire a cosechar votos en 2009.
NOTAS INDISCRETAS… El lunes, en una comida a la que todavía asistió como subsecretario de Hacienda, Ernesto Cordero respondió a la pregunta de un periodista sobre la propuesta de Manlio Fabio Beltrones y el PRI para desaparecer la Sedesol y sobre todo a sus delegaciones federales, que los priístas tachan de cotos panistas. “El asunto es una presión política que tiene que evaluarse. El gobierno prepara un estudio que hará a nivel nacional, para evaluar a las delegaciones federales y determinar si hay duplicidad de funciones, gasto excesivo o situaciones que justifiquen su desaparición”, respondió Cordero.
Quién sabe si en ese momento, cinco horas antes del anuncio oficial, ya sabía que él sería el nuevo titular de Sedesol, pero hubo un momento en que Ernesto se apasionó tanto con el tema que lanzó casi una amenaza al PRI: “En todo caso, eliminar la Sedesol requeriría una reforma constitucional. Si insisten, podríamos ir incluso a la Corte y el gobierno federal podría dar la pelea”. Unas horas después, Ernesto Cordero fue nombrado secretario de Desarrollo Social...
Mientras los contadores públicos y contribuyentes se preparan y buscan la forma de ampararse contra el IETU, en Hacienda están muy tranquilos y confiados en que su flamante impuesto no podrá ser motivo de amparos que impidan su aplicación. Los abogados de la SHCP aseguran que han estudiado a fondo las bases legales que el Congreso dio al IETU y que “no hay manera” de que se los tiren por la vía del amparo. De entrada, afirman en el jurídico de la secretaría, no se puede hacer un machote para promover amparos en masa y, en todo caso, tendrían que ser alegatos individuales de los contribuyentes, lo que vacuna al impuesto contra la ola de amparos que le llovieron, por ejemplo, a la reformada ley del ISSSTE. “Tenemos bastante seguridad, no hay un claro elemento de inequidad que pueda argumentarse contra el IETU”, dijo un alto funcionario de Hacienda. Será entre el 1 y 12 de febrero cuando se abra el plazo —al iniciar su aplicación— para que se puedan presentar los primeros amparos que ya se están elaborando en muchos despachos contables… Los dados apuestan por Escalera. Acecha la Serpiente.
sgarciasoto@hotmail.com
Columna Juegos de Poder/Leo Zuckermann
Calderón: toda la carne al asadorExcelsior, 01/17/2008;
El presidente Calderón sabe que este año será crítico para su administración. Es en el que más probabilidad tiene de sacar reformas trascendentales. El calendario electoral lo favorece. Sólo hay elecciones en seis estados para elegir diputados locales y presidentes municipales. No hay ni un solo proceso para renovar alguna gubernatura. La competencia partidista será poca, lo que dejará espacio para una mayor colaboración. En cambio, el año que entra, vendrán las elecciones federales intermedias y, después de eso, inevitablemente comenzará el largo camino de la sucesión presidencial, amén de todas las elecciones estatales que habrá entre 2009 y 2012. Es ahora o nunca si el Presidente quiere sacar algo importante. Por eso resulta primordial el cierre de filas. Colocar a sus generales que le han sido más leales, a los que les tiene mayor confianza, en los puestos clave.
El círculo se ha cerrado. Germán Martínez a controlar al partido gobernante. Ernesto Cordero a manejar la política más política de todas que es la social. Dionisio Pérez-Jácome a administrar los dineros públicos. Juan Camilo Mouriño a conseguir las alianzas necesarias en el Congreso. César Nava a coordinar el staff presidencial. Y Maximiliano Cortázar a continuar gestionando la comunicación gubernamental. Un grupo de jóvenes políticos que tienen una característica común: son los hombres del Presidente.
De esta forma, Calderón ha echado toda la carne al asador. Nadie le disputa su liderazgo en su partido. Tiene en su poder todos los instrumentos políticos que le confiere la Presidencia de la República. Y la cepa más pura del calderonismo ocupa los puestos clave del gobierno y del PAN. En adelante, no puede haber pretextos.
Una reforma será particularmente importante este año crítico: la energética. Eso explica, en parte, el nombramiento de Mouriño como secretario de Gobernación. Conoce el tema energético y a los actores involucrados. Fue asesor de Calderón en la Secretaría de Energía y, posteriormente, subsecretario de Electricidad. No por nada la primera instrucción pública que recibió del Presidente fue la de promover “el diálogo y el acuerdo con los Poderes de la Unión, especialmente con el Legislativo, a fin de avanzar en las reformas que requiere nuestro país para enfrentar los desafíos del siglo XXI […] las reformas que harán al aparato productivo nacional avanzar más rápidamente hacia el desarrollo”. Pocas reformas podrían acelerar el crecimiento económico como la energética.
Es previsible que las negociaciones con el Congreso se trasladen de Los Pinos a Gobernación. En lo inmediato, Mouriño tendrá que sacar los nombramientos de los consejeros del IFE, proceso que terminó el año pasado con un desastre para el gobierno de Calderón gracias a una trampa de López Obrador. Además, deberá lograr la aprobación de la reforma de seguridad y justicia que quedó pendiente en el pasado periodo ordinario. Y todo indica que tendrá que empezar el proceso de negociación, discusión y aprobación de la reforma más polémica de todas: la energética.
La pregunta es si podrá Mouriño con esta responsabilidad. Y es que, si hace bien su trabajo, se posicionará como un aspirante muy viable para la candidatura presidencial del PAN en 2012. En este sentido, la oposición tiene todos los incentivos para sabotearlo. Así lo hicieron con Santiago Creel en el pasado. En todo caso, quizá le ayude que todavía es muy temprano en la carrera presidencial. Sin embargo, el desgaste político para Mouriño será real. Ahora sí tendrá que demostrar de qué está hecho. Porque una cosa es vivir a la sombra del jefe y otra muy diferente comenzar a brillar por sí mismo.
Columna Arsenal/Francisco Garfias
Excelsior, 17/01/2007:
Juan CamiloHay que ver lo que hizo Juan Camilo en la media hora que siguió a su nombramiento. Estableció contacto con todo el mundo. Es veloz, talentoso y ofrece comunicación. Eso es lo que un secretario de Gobernación debe hacer. El que así habla no es un calderonista ni un panista, sino, sorpréndase, un destacado miembro del Frente Amplio Progresista: el senador del PT Gonzalo Yáñez.
Por supuesto que las palabras de Yáñez no ilustran el sentir del muy obradorista FAP frente a la llegada de Mouriño a la Secretaría de Gobernación, pero sí reflejan la intención de fortalecer el diálogo con los partidos de oposición que tiene el Presidente de la República. Las primeras reacciones muestran también que la salida de Ramírez Acuña, quien no era interlocutor válido para la oposición, fue recibida con alivio por la izquierda que transita por los cauces institucionales.
“A mí no me gusta hablar mal de nadie, pero el trabajo político de la Secretaría de Gobernación simplemente no existía”, nos dijo el diputado del PRD Juan Guerra. Abundó: “Nosotros no hablamos con Felipe Calderón, pero sí con los secretarios. Pregúntame cuántas reuniones tuvimos con Ramírez Acuña. Javier González Garza lo vio una sola vez, y lo balconeó…”
La estrategia del presidente Calderón es clara. Interlocución hasta donde se pueda. El propio Juan Camilo lo dejó ver en sus primeras palabras como secretario de Gobernación. “Buscaré seguir promoviendo el diálogo y el acuerdo entre los Poderes de la Unión, particularmente con el Congreso, a fin de avanzar en las reformas necesarias para el país. De inmediato estableceré los contactos pertinentes, y mantendré abiertos todos los canales de diálogo para favorecer el entendimiento, la colaboración y la construcción de acuerdos”, dijo.
Y, como vimos, lo hizo.
n A los trasnochados que aún se sienten en la Alhóndiga de Granaditas y han desatado una andanada de críticas en contra de Mouriño por haber nacido en España, les recomendamos la lectura del artículo 30 de la Constitución, fracciones II y III, que a la letra dicen: Son mexicanos por nacimiento: hijos de padres mexicanos nacidos en territorio nacional, de padre mexicano nacido en territorio nacional, o de madre mexicana nacida en territorio nacional. Los que nazcan en el extranjero, hijos de padres mexicanos por naturalización, de padre mexicano por naturalización, o de madre mexicana por naturalización.
Juan Camilo es mexicano por nacimiento, según la Constitución, y no tiene impedimento legal ni siquiera para ser candidato a la Presidencia de la República, mucho menos para ocupar la Secretaría de Gobernación.
panchogarfias@yahoo.com.mx
http://panchogarfias.blogspot.com
Columna Agenda del debate/ José Carreño Carlón
Excelsior; 17 de enero de 2008;
Cambios en gabinete y medios: perdidos en los estereotipos
Reacomodos en los poderes —constitucionales y fácticos— tapan los riesgos reales del año
Los medios retoman el control cedido a conductores, y los políticos, el de los medios
Los cambios en el gabinete de la Presidencia de la República —uno de los poderes constitucionalmente establecidos— marcaron la agenda del debate público de la primera quincena del año, junto con una serie de cambios en los medios de comunicación —uno de los poderes fácticos— entre los que destaca, por la estridencia y las confusiones discursivas de su discusión, la salida de Carmen Aristegui de W Radio.
Un primer problema radica en los términos y el sobredimensionamiento abrumador de estos debates, que han desplazado de la agenda pública los temas relacionados con los riesgos reales que enfrentaremos los mexicanos a lo largo de 2008. Sólo dos ejemplos: los signos cada vez más inequívocos de la entrada en recesión de la economía estadounidense, con sus efectos en México, y la brutalidad con que el crimen organizado anunció desde el arranque del año que no cederá las plazas que controla sin dejar una dolorosa huella de sangre.
Pero hay un problema adicional, incluso en el tratamiento mismo de los cambios en el gabinete y los medios: su reducción a las rutinas y a los estereotipos más previsibles y, por tanto, menos esclarecedores del sentido de esos cambios y de lo que con ellos se juega.
Así, todavía ha habido en estos días quienes han mostrado asombro —e incluso han expresado reproches— ante el hecho de que, en la primera parte del ciclo del ejercicio del poder, un grupo gobernante —como el que se esfuerza en integrar el presidente Calderón— se haya propuesto precisamente concentrar los resortes del poder que quedaban fuera de su control, como su partido de pertenencia, a fin de constituirlo en la realidad en un partido gobernante. Y no hay que quebrarse la cabeza para concluir que a eso fue Germán Martínez desde diciembre al PAN.
También ha habido muestras de asombro ante el hecho de que, con el mismo sentido concentrador del poder, el Presidente haya colocado a una persona de su confianza plena en la dependencia encargada de garantizar la gobernabilidad y de conducir las relaciones con los demás poderes, los constitucionales y los fácticos. Y tampoco hay que darle vueltas: a eso fue a Gobernación Juan Camilo Mouriño a partir del martes.
Finalmente, se ha cuestionado la decisión de colocar en el área de desarrollo social a alguien que, en los cálculos presidenciales, tendría la capacidad técnica y de liderazgo lo mismo para encabezar una política pública urgida de visibilidad en este gobierno, que para prever una serie de acciones a favor de los grupos más damnificados de los estragos que habrá que esperar tanto de los rezagos nacionales como de la recesión de la economía internacional. Y a eso probablemente fue Ernesto Cordero a Sedesol a partir del lunes pasado.
¿“Extraña” intención sucesoria?
No han faltado en estos estereotipos y estas rutinas del debate las “advertencias” e incluso las “denuncias” sobre las probables intenciones sucesorias que se agregan a los discutidos propósitos de los cambios en el gabinete. Como si la consolidación del poder, el cumplimiento del programa de gobierno y la prolongación en el tiempo en las siguientes elecciones no fueran los objetivos de todo grupo gobernante. Como si esa no fuera la base de la estrategia del PRD en el Gobierno del DF y otras entidades bajo su control continuado. Como si no hubiera sido ese el trazo histórico de los gobiernos posrevolucionarios —imprecisamente englobados en la “época priísta”— aun sin elecciones competitivas. Y como si no estuvieran ya perfilados y en plena campaña los aspirantes a la sucesión presidencial de 2012 por el PRD y por el PRI.
De manera que no debería haber mayores elementos de sorpresa en un par de cambios de gabinete que parecen apuntar a la consolidación del poder a que aspira todo gobierno, al cumplimiento de los programas gubernamentales para atender las cuestiones ingentes (un nuevo énfasis en la política social y nuevos acuerdos con el Legislativo para logar las llamadas reformas estructurales), así como a la aprobación del electorado a fin de refrendar el poder del grupo o del partido en las siguientes elecciones.
En el punto de los objetivos que hizo explícitos el Presidente al anunciar los cambios llama la atención el encargo dado al nuevo secretario de Gobernación de refrendar el compromiso del gobierno con la libertad de expresión, un tema previamente colocado en la agenda del debate público a propósito de las recientes reformas electorales y de la no renovación del contrato de Carmen Aristegui con W Radio a partir del 5 de enero.
El debate de estos temas aparece otra vez polarizado esta semana ante el nuevo secretario de Gobernación.
En un frente están quienes ponen por delante las libertades y los derechos de los particulares, limitados por las recientes reformas que —en nombre de la equidad en las campañas políticas— les impiden a aquellos particulares concurrir al debate electoral en los espacios pagados de los medios.
En otro frente están los derechos de los comunicadores para disponer libremente de los espacios de los medios, de cara a los derechos de las empresas informativas para dirigir la política editorial y comercial y decidir los formatos de los medios bajo su responsabilidad.
Más del caso Aristegui
Específicamente en lo que seguramente se llamará desde ahora el caso Aristegui, nuevamente las rutinas y los estereotipos, los excesos retóricos y los desbordamientos de la comunicadora y de sus simpatizantes, particularmente del flanco partidista y activista, más la ofuscación inicial de la empresa, han desviado el debate a un nudo de confusiones nada favorables al esclarecimiento de la situación de los medios en nuestro país.
En esta confusión, nadie parece querer hacerse cargo de que hay una tendencia del poder político, en particular de los partidos dominantes en el Congreso, a retomar los controles de la comunicación pública y de los medios —por lo pronto en los periodos electorales— y a limitar los derechos de los particulares a la expresión y a la participación política.
Tampoco parece haber claridad sobre una nueva tendencia en las empresas mediáticas a recuperar la dirección editorial que habían cedido a los conductores, abdicando, en nombre del negocio, de las responsabilidades derivadas del título de concesión explotado por esas empresas. El caso Aristegui parece poner fin a un arreglo de negocio que dejaba el control editorial, de la información y de la opinión en la conductora, desplazando la participación y la responsabilidad de la empresa en los formatos y en los contenidos (editoriales y comerciales) de la emisora.
La conductora no ha acreditado censura a sus expresiones, informaciones y opiniones, sino una determinación empresarial —no aceptada por la conductora— de retomar la dirección editorial con sus propias reglas para la toma de decisiones editoriales, como suele ocurrir en los medios informativos de todo el mundo democrático.
jose.carreno@uia.mx

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