Delincuencia juvenil/Walter Laqueur
Traducción: José María Puig de la Bellacasa
LA VANGUARDIA, 03/02/2008;
El aumento de la delincuencia juvenil se ha convertido en un problema importante en Europa y en otras partes del mundo, aunque hasta fecha reciente no ha alcanzado la categoría de problema político preferente. Leo por ejemplo el titular destacado de The Sunday Times: "La ministra del Interior afirma que se siente insegura al andar de noche por las calles de Londres". En algunas ocasiones la cuestión forma parte de manera patente del problema más general y amplio de la inmigración en Europa (recuérdense los gritos proferidos por jóvenes turcos contra esos “alemanes de mierda”).
Como Angela Merkel, canciller alemana, informó, la mitad de los delitos registrados en Alemania son cometidos por jóvenes de menos de 21 años y de ellos la mitad son “de origen inmigrante”. Es imposible negar la gravedad del problema, que de forma creciente polariza la reclamación de medidas al respecto a cargo de las autoridades. Francia vive una situación similar. Un alto porcentaje de los internos de las cárceles franceses son negros o norteafricanos.
No obstante, en el Reino Unido la mayoría de los ataques delictivos son cometidos por bandas de jóvenes negros contra otros negros y de blancos contra otros blancos. Tampoco debería olvidarse el papel de grupos juveniles neonazis. Ciertos barrios de las capitales europeas se han convertido en zonas prohibidas e incluso las fuerzas policiales sólo entran en grupo.
En lo concerniente al terrorismo, se ha subrayado acertadamente que la cuestión se asocia a los abscesos o sarpullidos juveniles: el hecho de que en las sociedades del norte de África y de Oriente Medio, de elevada natalidad, la presencia de tantos jóvenes varones - muchos de ellos en paro- contribuye a una fácil caída en la violencia. Sobre la delincuencia juvenil se ha hablado habitualmente de la pobreza, pero, como máximo, tal factor es sólo parte del panorama completo. El índice de delincuencia juvenil en Finlandia (como en otros países nórdicos) y en Holanda es muy alto, aunque no son países pobres y el desempleo es escaso. Los delitos juveniles suelen cometerse bajo el influjo de drogas y alcohol (en Finlandia, la mitad de los casos). Se da un notable auge del fenómeno en Rusia y en China (e incluso en Japón).
Las estadísticas sobre delincuencia son sólo aproximadas; según cifras oficiales, hay menos delitos en Sudáfrica que en Canadá, pero ello significa meramente que sólo se informa a la policía y llega a juicio una parte de los delitos. Sólo al llegar al índice de homicidios y asesinatos (que deben declararse) se pone de relieve que Sudáfrica muestra uno de los índices más altos del mundo en tanto que el de Canadá es muy inferior.
¿Qué puede hacerse para lograr que las calles europeas sean más seguras y se reduzca la violencia juvenil? Los alemanes han enviado a jóvenes delincuentes a Siberia, en el Reino Unido se han instalado dispositivos en las escuelas para detectar cuchillos y otras armas, en China se manda a los jóvenes violentos a escuelas especiales donde han de trabajar muy duro. Algunos expertos (y muchos políticos) han recomendado la aplicación de castigos más severos, incluida la detención en cárceles a edad más temprana en casos extremos.
Algunos políticos han propuesto que los jóvenes inmigrantes en posesión de un largo historial de violencia deberían ser devueltos a su país de origen. En algunos países, la izquierda radical ha protestado contra los castigos más severos, pero, según los sondeos, la opinión pública no les secunda al respecto. En la mayoría de los países europeos, sigue abierta la cuestión de la detención a edad más temprana. Es interesante observar que, de acuerdo con los sondeos, la postura favorable al encarcelamiento en edad temprana muestra los índices más bajos en Francia, España y sobre todo Catalunya.
Muchos expertos han sugerido que debería considerarse a los padres responsables de las fechorías de sus hijos. Una propuesta, tal vez, juiciosa y sensata, pero ¿cómo llevarla a la práctica si la autoridad de la familia declina y los jóvenes ya no escuchan ni hacen caso de sus mayores y superiores? Hoy día la autoridad de la banda callejera suele contar mucho más. La calle y el grupo son el hogar de muchos jóvenes que dejaron la escuela (o fueron expulsados) y no se preparan para ningún oficio o profesión. Las bandas han adquirido importancia primordial no sólo en Europa, sino también en Norteamérica (incluido México). Probablemente sea cierto (como razonan algunos investigadores de la violencia juvenil) que la iniciativa y el liderazgo de grupos violentos se concentra en un puñado de líderes, de modo que si estos son identificados y apartados de la escena juvenil, el problema será más manejable.
Sea cual fuera la explicación dada y/ o aceptada, la violencia juvenil ha seguido aumentando desde los años setenta, a veces de modo espectacular, en Europa y asimismo en otras partes del mundo. No existe una única explicación ni un único remedio. Pero en cualquier caso sigue creciendo la demanda de hacer frente a este problema de modo más enérgico. Y los políticos - también de modo creciente- están tomando también mayor nota de ello.
Como Angela Merkel, canciller alemana, informó, la mitad de los delitos registrados en Alemania son cometidos por jóvenes de menos de 21 años y de ellos la mitad son “de origen inmigrante”. Es imposible negar la gravedad del problema, que de forma creciente polariza la reclamación de medidas al respecto a cargo de las autoridades. Francia vive una situación similar. Un alto porcentaje de los internos de las cárceles franceses son negros o norteafricanos.
No obstante, en el Reino Unido la mayoría de los ataques delictivos son cometidos por bandas de jóvenes negros contra otros negros y de blancos contra otros blancos. Tampoco debería olvidarse el papel de grupos juveniles neonazis. Ciertos barrios de las capitales europeas se han convertido en zonas prohibidas e incluso las fuerzas policiales sólo entran en grupo.
En lo concerniente al terrorismo, se ha subrayado acertadamente que la cuestión se asocia a los abscesos o sarpullidos juveniles: el hecho de que en las sociedades del norte de África y de Oriente Medio, de elevada natalidad, la presencia de tantos jóvenes varones - muchos de ellos en paro- contribuye a una fácil caída en la violencia. Sobre la delincuencia juvenil se ha hablado habitualmente de la pobreza, pero, como máximo, tal factor es sólo parte del panorama completo. El índice de delincuencia juvenil en Finlandia (como en otros países nórdicos) y en Holanda es muy alto, aunque no son países pobres y el desempleo es escaso. Los delitos juveniles suelen cometerse bajo el influjo de drogas y alcohol (en Finlandia, la mitad de los casos). Se da un notable auge del fenómeno en Rusia y en China (e incluso en Japón).
Las estadísticas sobre delincuencia son sólo aproximadas; según cifras oficiales, hay menos delitos en Sudáfrica que en Canadá, pero ello significa meramente que sólo se informa a la policía y llega a juicio una parte de los delitos. Sólo al llegar al índice de homicidios y asesinatos (que deben declararse) se pone de relieve que Sudáfrica muestra uno de los índices más altos del mundo en tanto que el de Canadá es muy inferior.
¿Qué puede hacerse para lograr que las calles europeas sean más seguras y se reduzca la violencia juvenil? Los alemanes han enviado a jóvenes delincuentes a Siberia, en el Reino Unido se han instalado dispositivos en las escuelas para detectar cuchillos y otras armas, en China se manda a los jóvenes violentos a escuelas especiales donde han de trabajar muy duro. Algunos expertos (y muchos políticos) han recomendado la aplicación de castigos más severos, incluida la detención en cárceles a edad más temprana en casos extremos.
Algunos políticos han propuesto que los jóvenes inmigrantes en posesión de un largo historial de violencia deberían ser devueltos a su país de origen. En algunos países, la izquierda radical ha protestado contra los castigos más severos, pero, según los sondeos, la opinión pública no les secunda al respecto. En la mayoría de los países europeos, sigue abierta la cuestión de la detención a edad más temprana. Es interesante observar que, de acuerdo con los sondeos, la postura favorable al encarcelamiento en edad temprana muestra los índices más bajos en Francia, España y sobre todo Catalunya.
Muchos expertos han sugerido que debería considerarse a los padres responsables de las fechorías de sus hijos. Una propuesta, tal vez, juiciosa y sensata, pero ¿cómo llevarla a la práctica si la autoridad de la familia declina y los jóvenes ya no escuchan ni hacen caso de sus mayores y superiores? Hoy día la autoridad de la banda callejera suele contar mucho más. La calle y el grupo son el hogar de muchos jóvenes que dejaron la escuela (o fueron expulsados) y no se preparan para ningún oficio o profesión. Las bandas han adquirido importancia primordial no sólo en Europa, sino también en Norteamérica (incluido México). Probablemente sea cierto (como razonan algunos investigadores de la violencia juvenil) que la iniciativa y el liderazgo de grupos violentos se concentra en un puñado de líderes, de modo que si estos son identificados y apartados de la escena juvenil, el problema será más manejable.
Sea cual fuera la explicación dada y/ o aceptada, la violencia juvenil ha seguido aumentando desde los años setenta, a veces de modo espectacular, en Europa y asimismo en otras partes del mundo. No existe una única explicación ni un único remedio. Pero en cualquier caso sigue creciendo la demanda de hacer frente a este problema de modo más enérgico. Y los políticos - también de modo creciente- están tomando también mayor nota de ello.
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