Crónica de Juan Pablo Becerra Acosta:
Rogaciano Alba Álvarez • Cacique de Guerrero
En 24 horas, suerte e infortunio de Don Rogaciano
Publicado en Milenio Diario, 20/05/2008;
En 24 horas, suerte e infortunio de Don Rogaciano
Publicado en Milenio Diario, 20/05/2008;
Del expediente ministerial sobre los hechos. Y de declaraciones de testigos…
Iguala. Sábado 3 de mayo. 00:20 horas de la madrugada. Un grupo de ganaderos guerrerenses recién había terminado de cenar en el céntrico restaurante El Arroyo, luego de concluir una jornada de labores durante la cual habían terminado de afinar los preparativos para la realización de la 18 asamblea estatal de la Unión Ganadera Regional del Estado de Guerrero (UGREG) —organización afín al PRI— que se llevaría a cabo ese fin de semana con la presencia de autoridades federales del ramo.
Posteriormente a su sobremesa, los ganaderos salieron del restaurante y caminaron 80 metros hasta el número cinco de la avenida Constitución, donde se ubica el hotel María Isabel. Cuando los empresarios llegaron a la puerta, alrededor de cinco hombres descendieron de una camioneta Nissan modelo X-Trail color arena, de la cual se desconocen las placas y, sin mediar palabra alguna, abrieron fuego contra los priistas.
Los sicarios dispararon 231 proyectiles calibre .223 (con fusiles de asalto AR-15) y calibre 7.62 (con rifles AK-47) en menos de medio minuto. Luego se dieron a la fuga.
La balacera causó siete muertos y siete heridos, seis de éstos graves.
Minutos después de la ejecución masiva el lugar de los hechos se convirtió en un sitio donde retumbaban gritos y llantos: hijos y esposas de los agredidos, que esperaban en sus habitaciones hoteleras a sus familiares, salieron al encuentro de los cadáveres y de los heridos bañados en sangre. Ya no acudirían a la feria ganadera, cuya inauguración había sido planeada para ese día, festejo cancelado que habían organizado sus padres y esposos.
En medio de la desgracia, hubo un afortunado que resultó ileso en medio del avispero de balas…
***
Cuando la ejecución inició, Rogaciano Alba Álvarez —líder de los ganaderos guerrerenses con 15 años de antigüedad— penetraba al pasillo principal del hotel y se hallaba a la altura de la recepción junto con el síndico procurador de Iguala, Cándido Echeverría Rubio, quien fue herido con dos impactos de bala que no pusieron en riesgo su vida. A Rogaciano no lo alcanzaron los proyectiles.
Rogaciano, el llamado cacique de la Costa Grande; Rogaciano, el ex alcalde de Petatlán que, ante las protestas de la oposición perredista por su arribo al poder en 1993 luego de un presunto fraude electoral, era escoltado por hombres armados con fusiles AK-47; Rogaciano, el amigo del ex gobernador Rubén Figueroa Alcocer, salía ileso, por segunda ocasión en su vida, de un intento de ejecución contra él: la vez anterior había ocurrido el 13 de agosto de 2006, cuando regresaba de Michoacán hacia Guerrero: esa vez huyó de una Hummer balaceada en la que se transportaba escabulléndose entre la maleza crecida al lado de una carretera.
Rogaciano, el que ha sido acusado por organizaciones defensoras de los derechos humanos de torturar, ejecutar y desaparecer campesinos, a quienes supuestamente despojaba de tierras madereras para apropiarse de éstas y hacer grandes negocios forestales, parecía inmune a las balas.
Rogaciano, el que alguna vez fuera acusado de mandar matar a Digna Ochoa, la defensora de derechos humanos que según las autoridades capitalinas se suicidó, parecía ser invisible ante cualquier comando de sicarios.
Rogaciano, junto a quien no quiso estar el ex presidente Ernesto Zedillo en un acto masivo en Atoyac de Álvarez el 18 julio de 1996 debido a la fama de narcotraficante que carga el oriundo de Petatlán, y que por ello fue aislado durante horas por miembros del Estado Mayor Presidencial aquel día, parecía inmortal a los fusiles.
Rogaciano, al que su copiosa leyenda negra le ha hecho ser merecedor de un corrido de un grupo sinaloense era, hasta esa madrugada de sábado del 3 de mayo, un hombre de pésima fama, pero de extraordinaria fortuna.
Sin embargo, la suerte sólo le duraría veinticuatro horas con diez minutos más…
***
Del expediente ministerial sobre los hechos. Y de declaraciones de testigos.
Petatlán. Domingo 4 de mayo. 00:30 horas de la madrugada. Calle 5 de mayo número 32, colonia Centro. Domicilio de Rogaciano Alba Álvarez. Alrededor de ocho vehículos, entre los cuales se pudieron identificar varias camionetas Jeep Cherokee blancas, una Dodge roja, otras Ford Explorer y una Suburban, arriban al lugar. Entre cuarenta y cincuenta individuos, que vestían uniformes y chalecos antibalas negros con siglas de la AFI, y que portaban armas largas, descienden de los automotores. Durante unos instantes entablan plática con Roosevelt Alba de la Cruz, de 31 años, y Alejandro Alba de la Cruz, de 26 años, hijos de Rogaciano, quienes estaban bebiendo cervezas y ron afuera de su casa con un grupo de diez amigos de entre 34 años (el menor) y 44 años (el mayor). Nueve eran guerrerenses y uno más era originario de Matamoros, Tamaulipas.
De pronto, el numeroso comando de sicarios empezó a disparar. Durante alrededor de un par de minutos, con 150 proyectiles calibres .223 (de rifles AR-15) y 7.62X39 (de fusiles AK47), ejecutó a los guerrerenses y al tamaulipeco. Enseguida, varios de los asesinos penetraron al domicilio del ganadero en su búsqueda. Al no encontrarlo, secuestraron a Ana Karen, su hija de 19 años.
Instantes después, la mitad del convoy de camionetas se dirigió hacia Zihuatanejo y Michoacán, y la otra mitad tomó rumbo hacia Acapulco. En ambos casos, los vehículos se alejaron sin prisa, a escasa velocidad, sin inmutarse por la presencia de policías municipales y por la existencia de un cercano cuartel militar.
Aunque Rogaciano había vuelto a librarse de una tercera ejecución en su vida, su fortuna se había esfumado: en unos cuantos minutos dos de sus cuatro hijos estaban muertos y una hija había sido levantada…
Juan Pablo Becerra-Acosta
Iguala. Sábado 3 de mayo. 00:20 horas de la madrugada. Un grupo de ganaderos guerrerenses recién había terminado de cenar en el céntrico restaurante El Arroyo, luego de concluir una jornada de labores durante la cual habían terminado de afinar los preparativos para la realización de la 18 asamblea estatal de la Unión Ganadera Regional del Estado de Guerrero (UGREG) —organización afín al PRI— que se llevaría a cabo ese fin de semana con la presencia de autoridades federales del ramo.
Posteriormente a su sobremesa, los ganaderos salieron del restaurante y caminaron 80 metros hasta el número cinco de la avenida Constitución, donde se ubica el hotel María Isabel. Cuando los empresarios llegaron a la puerta, alrededor de cinco hombres descendieron de una camioneta Nissan modelo X-Trail color arena, de la cual se desconocen las placas y, sin mediar palabra alguna, abrieron fuego contra los priistas.
Los sicarios dispararon 231 proyectiles calibre .223 (con fusiles de asalto AR-15) y calibre 7.62 (con rifles AK-47) en menos de medio minuto. Luego se dieron a la fuga.
La balacera causó siete muertos y siete heridos, seis de éstos graves.
Minutos después de la ejecución masiva el lugar de los hechos se convirtió en un sitio donde retumbaban gritos y llantos: hijos y esposas de los agredidos, que esperaban en sus habitaciones hoteleras a sus familiares, salieron al encuentro de los cadáveres y de los heridos bañados en sangre. Ya no acudirían a la feria ganadera, cuya inauguración había sido planeada para ese día, festejo cancelado que habían organizado sus padres y esposos.
En medio de la desgracia, hubo un afortunado que resultó ileso en medio del avispero de balas…
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Cuando la ejecución inició, Rogaciano Alba Álvarez —líder de los ganaderos guerrerenses con 15 años de antigüedad— penetraba al pasillo principal del hotel y se hallaba a la altura de la recepción junto con el síndico procurador de Iguala, Cándido Echeverría Rubio, quien fue herido con dos impactos de bala que no pusieron en riesgo su vida. A Rogaciano no lo alcanzaron los proyectiles.
Rogaciano, el llamado cacique de la Costa Grande; Rogaciano, el ex alcalde de Petatlán que, ante las protestas de la oposición perredista por su arribo al poder en 1993 luego de un presunto fraude electoral, era escoltado por hombres armados con fusiles AK-47; Rogaciano, el amigo del ex gobernador Rubén Figueroa Alcocer, salía ileso, por segunda ocasión en su vida, de un intento de ejecución contra él: la vez anterior había ocurrido el 13 de agosto de 2006, cuando regresaba de Michoacán hacia Guerrero: esa vez huyó de una Hummer balaceada en la que se transportaba escabulléndose entre la maleza crecida al lado de una carretera.
Rogaciano, el que ha sido acusado por organizaciones defensoras de los derechos humanos de torturar, ejecutar y desaparecer campesinos, a quienes supuestamente despojaba de tierras madereras para apropiarse de éstas y hacer grandes negocios forestales, parecía inmune a las balas.
Rogaciano, el que alguna vez fuera acusado de mandar matar a Digna Ochoa, la defensora de derechos humanos que según las autoridades capitalinas se suicidó, parecía ser invisible ante cualquier comando de sicarios.
Rogaciano, junto a quien no quiso estar el ex presidente Ernesto Zedillo en un acto masivo en Atoyac de Álvarez el 18 julio de 1996 debido a la fama de narcotraficante que carga el oriundo de Petatlán, y que por ello fue aislado durante horas por miembros del Estado Mayor Presidencial aquel día, parecía inmortal a los fusiles.
Rogaciano, al que su copiosa leyenda negra le ha hecho ser merecedor de un corrido de un grupo sinaloense era, hasta esa madrugada de sábado del 3 de mayo, un hombre de pésima fama, pero de extraordinaria fortuna.
Sin embargo, la suerte sólo le duraría veinticuatro horas con diez minutos más…
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Del expediente ministerial sobre los hechos. Y de declaraciones de testigos.
Petatlán. Domingo 4 de mayo. 00:30 horas de la madrugada. Calle 5 de mayo número 32, colonia Centro. Domicilio de Rogaciano Alba Álvarez. Alrededor de ocho vehículos, entre los cuales se pudieron identificar varias camionetas Jeep Cherokee blancas, una Dodge roja, otras Ford Explorer y una Suburban, arriban al lugar. Entre cuarenta y cincuenta individuos, que vestían uniformes y chalecos antibalas negros con siglas de la AFI, y que portaban armas largas, descienden de los automotores. Durante unos instantes entablan plática con Roosevelt Alba de la Cruz, de 31 años, y Alejandro Alba de la Cruz, de 26 años, hijos de Rogaciano, quienes estaban bebiendo cervezas y ron afuera de su casa con un grupo de diez amigos de entre 34 años (el menor) y 44 años (el mayor). Nueve eran guerrerenses y uno más era originario de Matamoros, Tamaulipas.
De pronto, el numeroso comando de sicarios empezó a disparar. Durante alrededor de un par de minutos, con 150 proyectiles calibres .223 (de rifles AR-15) y 7.62X39 (de fusiles AK47), ejecutó a los guerrerenses y al tamaulipeco. Enseguida, varios de los asesinos penetraron al domicilio del ganadero en su búsqueda. Al no encontrarlo, secuestraron a Ana Karen, su hija de 19 años.
Instantes después, la mitad del convoy de camionetas se dirigió hacia Zihuatanejo y Michoacán, y la otra mitad tomó rumbo hacia Acapulco. En ambos casos, los vehículos se alejaron sin prisa, a escasa velocidad, sin inmutarse por la presencia de policías municipales y por la existencia de un cercano cuartel militar.
Aunque Rogaciano había vuelto a librarse de una tercera ejecución en su vida, su fortuna se había esfumado: en unos cuantos minutos dos de sus cuatro hijos estaban muertos y una hija había sido levantada…
Juan Pablo Becerra-Acosta
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