Jean Meyer/¿Narcoterrorismo?
Publicado en El Universal (http://www.eluniversal.com.mx/), 21 de septiembre de 2008;
Veinticuatro ejecutados y tirados en La Marquesa, granadas en medio de la verbena popular en Morelia, a la hora del grito en la noche del 15 de septiembre, más de mil asesinados en Ciudad Juárez en lo que va del año, ¿qué significa esto?
Tomás Borge, el antiguo combatiente, luego secretario de Gobernación del gobierno sandinista en Nicaragua, publicó hace poco un libro: Maquiavelo para narcos. El fin justifica los miedos. El narcotráfico doblemente criminal busca inspirar el miedo supremo, el terror. Como todo terrorismo, juega en triángulo cuando mata inocentes: la víctima no es “culpable” como el rival, el soplón, el traidor o el combatiente al servicio de la sociedad. La víctima debe ser inocente para que su asesinato inspire terror a todos los niveles: “Si son capaces de matar inocentes, son capaces de todo y es mejor negociar con ellos”.
Borge afirma que la hora ha llegado de pactar con los narcos, puesto que el gobierno no puede vencerlos con los medios convencionales y tampoco con el empleo de las Fuerzas Armadas. Cuando analiza los puntos débiles del Estado, de los estados regionales y de la sociedad, cuando subraya los puntos fuertes del narco, es tristemente convincente y da miedo.
Y más miedo todavía cuando profetiza que los cárteles están todavía en la primera fase del “narcoterrorismo”, la de la intimidación; después vendrá la fase dos, la de la acción directa (concepto estratégico bien conocido de todos los revolucionarios y de sus historiadores), para desestabilizar al Estado y convencer a la sociedad de presionarlo para que negocie con el enemigo.
Por lo tanto, argumenta Borge, hay que abrir canales de comunicación con ellos y negociar en la oscuridad, como lo hacían antes los del PRI. Dice que los narcos no son sanguinarios, que no matan por gusto sino porque business are business. A estas alturas matan por necesidad, ciertamente, pero también, creo yo, por gusto, y me temo que el macabro récord de La Marquesa y el asesinato indiscriminado de Morelia en la simbólica hora del grito obedezcan tanto a la “necesidad” (“a la guerra, como a la guerra”) como al gusto. ¿Será la señal de que la guerra entró en la fase dos de la acción directa?
Otro ex comandante revolucionario, el salvadoreño Joaquín Villalobos, ahora consejero en asuntos de contraguerrilla y contraterrorismo, ha repetido en varias ocasiones que, si bien va a tomar varios años y costar sangre, lágrimas y sudor, la victoria será del gobierno mexicano. Dice que el Estado ha puesto fin a 40 años de tolerancia, complicidad e impunidad absoluta, que los grandes narcotraficantes mexicanos estaban a unos pocos meses (como Pablo Escobar en la Colombia de aquel entonces) de hablar directamente por teléfono con la Presidencia de la República.
Según él, la guerra era la única alternativa para recuperar el territorio y la autoridad legítima, salvar las instituciones y proteger la población. No habla en ningún momento de negociar con los cárteles, dice que habrá guerra y más guerra y que, además, tendremos que enfrentar “la cultura de la ilegalidad” de nuestros conciudadanos y nuestros consumidores nacionales de droga, así como rescatar económicamente a las 400 mil personas que trabajan para el narcotráfico.
jean.meyer@cide.edu
Profesor investigador del CIDE
Tomás Borge, el antiguo combatiente, luego secretario de Gobernación del gobierno sandinista en Nicaragua, publicó hace poco un libro: Maquiavelo para narcos. El fin justifica los miedos. El narcotráfico doblemente criminal busca inspirar el miedo supremo, el terror. Como todo terrorismo, juega en triángulo cuando mata inocentes: la víctima no es “culpable” como el rival, el soplón, el traidor o el combatiente al servicio de la sociedad. La víctima debe ser inocente para que su asesinato inspire terror a todos los niveles: “Si son capaces de matar inocentes, son capaces de todo y es mejor negociar con ellos”.
Borge afirma que la hora ha llegado de pactar con los narcos, puesto que el gobierno no puede vencerlos con los medios convencionales y tampoco con el empleo de las Fuerzas Armadas. Cuando analiza los puntos débiles del Estado, de los estados regionales y de la sociedad, cuando subraya los puntos fuertes del narco, es tristemente convincente y da miedo.
Y más miedo todavía cuando profetiza que los cárteles están todavía en la primera fase del “narcoterrorismo”, la de la intimidación; después vendrá la fase dos, la de la acción directa (concepto estratégico bien conocido de todos los revolucionarios y de sus historiadores), para desestabilizar al Estado y convencer a la sociedad de presionarlo para que negocie con el enemigo.
Por lo tanto, argumenta Borge, hay que abrir canales de comunicación con ellos y negociar en la oscuridad, como lo hacían antes los del PRI. Dice que los narcos no son sanguinarios, que no matan por gusto sino porque business are business. A estas alturas matan por necesidad, ciertamente, pero también, creo yo, por gusto, y me temo que el macabro récord de La Marquesa y el asesinato indiscriminado de Morelia en la simbólica hora del grito obedezcan tanto a la “necesidad” (“a la guerra, como a la guerra”) como al gusto. ¿Será la señal de que la guerra entró en la fase dos de la acción directa?
Otro ex comandante revolucionario, el salvadoreño Joaquín Villalobos, ahora consejero en asuntos de contraguerrilla y contraterrorismo, ha repetido en varias ocasiones que, si bien va a tomar varios años y costar sangre, lágrimas y sudor, la victoria será del gobierno mexicano. Dice que el Estado ha puesto fin a 40 años de tolerancia, complicidad e impunidad absoluta, que los grandes narcotraficantes mexicanos estaban a unos pocos meses (como Pablo Escobar en la Colombia de aquel entonces) de hablar directamente por teléfono con la Presidencia de la República.
Según él, la guerra era la única alternativa para recuperar el territorio y la autoridad legítima, salvar las instituciones y proteger la población. No habla en ningún momento de negociar con los cárteles, dice que habrá guerra y más guerra y que, además, tendremos que enfrentar “la cultura de la ilegalidad” de nuestros conciudadanos y nuestros consumidores nacionales de droga, así como rescatar económicamente a las 400 mil personas que trabajan para el narcotráfico.
jean.meyer@cide.edu
Profesor investigador del CIDE
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