2 oct 2008

No se olvida

Columna JAQUE MATE / Sergio Sarmiento
Rojo anochecerPublicado en Reforma (www.refoma.com) 2 octubre 2008
"La historia es un interrogar al pasado para saber qué pasa en el presente".
Alfonso Reyes
Han pasado 40 años, pero las consecuencias de la matanza de Tlatelolco siguen estando presentes en temas muy concretos. Por ejemplo, uno de los argumentos que se utilizan siempre para evitar el uso de la fuerza pública para liberar vialidades bloqueadas por manifestaciones y plantones, incluso en casos como el campamento de semanas sobre el Paseo de la Reforma realizado por simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador en el 2006, es el precedente de Tlatelolco. Nadie quiere "mancharse las manos de sangre".



Pocos momentos hay en la historia de nuestro país como la matanza de Tlatelolco, pero persiste la idea de que se oculta la verdad y de que no sabemos realmente lo que ocurrió. Mucho se nos ha dicho que la matanza se produjo cuando, al anochecer del 2 de octubre de 1968, tropas del Ejército y contingentes de policías rodearon la Plaza de las Tres Culturas "y abrieron fuego, apuntando a las personas que protestaban y a las que pasaban en ese momento por el lugar. En breve, una masa de cuerpos cubría toda la superficie de la plancha... La masacre continuó durante toda la noche... Testigos de los hechos aseguran que los cadáveres fueron sacados en camiones de basura" (La matanza de Tlatelolco, ensubasta.com.mx). Algunos reportes hablan de cientos de muertos, quizá miles.
La realidad parece haber sido distinta. Dos cuerpos militares distintos intervinieron en la matanza. Uno de ellos, el batallón Olimpia, adscrito al Estado Mayor Presidencial, entró a los apartamentos en las torres de Tlatelolco en los que se encontraban los dirigentes del movimiento estudiantil con la orden de detenerlos. Los integrantes de este batallón iban vestidos de civil y portaban un guante blanco para distinguirse.
A la plaza entró otro contingente militar, encabezado por el general brigadier José Hernández Toledo, quien tenía al parecer instrucciones de dispersar el mitin. Alguien al parecer disparó en contra de ellos: el propio general Hernández Toledo cayó herido. Los soldados afirmaron haber respondido al fuego hostil e intercambiaron tiros con los integrantes del batallón Olimpia.
Si bien quedan muchas dudas, la matanza de Tlatelolco parece haber sido provocada por una operación fallida en la que dos cuerpos policiales recibieron órdenes distintas y actuaron sin coordinación. La tragedia habría sido así producto de esa mala planificación que es tan común en las actuaciones de las burocracias de nuestro país.
¿Cuántos muertos hubo en Tlatelolco esa tarde-noche del 2 de octubre de 1968? Un reportaje de John Rodda para el periódico británico The Guardian reportó 325. Esa información se utilizó durante años para afirmar que cientos de personas habían sido masacradas en la Plaza de las Tres Culturas. La cifra más común que se usaba era la de 300. Los esfuerzos por identificar a esos muertos han dado, sin embargo, una lista de 34 muertos con nombres y apellidos. Quizá haya habido más. Pero se trataría de personas que no hubieran tenido parientes ni amigos entre los miles de sobrevivientes que han sido entrevistados por investigadores y organizaciones simpatizantes con el movimiento estudiantil.
Una matanza que deje un saldo de 34 muertos debería ser inaceptable en cualquier país. La de Tlatelolco lo es. No necesitamos exagerarla. Tampoco necesitamos inventar motivos macabros entre quienes dieron las órdenes para la acción del Ejército. Es muy difícil, de hecho, que alguien, ni siquiera Gustavo Díaz Ordaz, hubiera pensado que era sensato masacrar a cientos de estudiantes unos días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos en la Ciudad de México.
Si vemos la historia del movimiento estudiantil de 1968 encontraremos más bien una comedia de errores producto de la soberbia de un gobierno acostumbrado a la obediencia sin chistar de los gobernados. Sólo el exceso de violencia de la policía pudo hacer que un simple enfrentamiento entre estudiantes se convirtiera en una rebelión abierta que cimbraría los cimientos del Estado mexicano. En varios momentos el presidente Díaz Ordaz pudo haber detenido el movimiento con un simple gesto de solidaridad, pero él provenía de una cultura distinta en que el poder no se compartía y el gobernante nunca podía mostrarse débil.
A 40 años de distancia hay mucho que reflexionar sobre la matanza de Tlatelolco. Pero lo importante es partir de los datos correctos. Mi impresión es que lo que ocurrió fue más un producto de la soberbia y de la mala organización que de una perversa y sanguinaria crueldad ejercida desde el poder.
Adiós, don Ovidio
El príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, habló este martes 30 de septiembre en el alcázar del Castillo de Chapultepec de la importancia del exilio español para México y para España. Seguramente no sabía que apenas un par de horas antes había fallecido, a los 97 años de edad, Ovidio Salcedo, joven líder sindical durante la guerra civil española y el último dirigente del Partido Socialista Obrero Español en el exilio. Su ataúd, esa misma tarde, estaba cubierto con la bandera republicana española. Don Ovidio fue uno de los últimos representantes de ese exilio español que tanto nutrió la vida intelectual de nuestro México. Qué importante que el príncipe Felipe, heredero de una monarquía que permitió el retorno de España a la democracia, haya rendido un homenaje en México a ese exilio español
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