Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Publicado en Excélsior, 13 de marzo de 2009;
La fortuna del Chapo y la rigurosidad de Forbes
Hace algunos meses mi querida revista Rolling Stone publicó una lista de los cien mejores cantantes de la historia: obviamente nadie quedó conforme con los resultados. En el primer lugar estaba Aretha Franklin y era legítimo preguntarse si no había sido mejor Billy Holliday o si John Lee Hooker o Frank Sinatra (que no aparece) no eran mejores que Ray Charles, el segundo. En última instancia, había una metodología y un grupo de personas consultadas que hicieron su lista. Y servía para el debate. Era un problema de gustos, no de datos objetivos.
No ocurre lo mismo con las controvertidas listas de millonarios de Forbes. Si bien dicen basarse en estudios sobre acciones, empresas, participaciones, en realidad es un estudio fallido de origen: ni Microsoft representa la fortuna de Bill Gates ni la del Grupo Carso la de Carlos Slim. Es peor cuando lisa y llanamente se especula: hace unos años se colocó a Fidel Castro como uno de los hombres más ricos del mundo, y quizá lo es, pero no se documentó absolutamente nada sobre ello: era simplemente una especulación que podía llegar a la conclusión que quisieran los editores. Ahora, Forbes vuelve a sorprender colocando a Joaquín El Chapo Guzmán como uno de los hombres más ricos del mundo, en el lugar 701 de la lista y con un capital de mil millones de dólares, igual que el de Alfredo Harp Helú o el de Emilio Azcárraga. ¿Por qué, de dónde sale esa información, con base en qué documentación, qué cuentas bancarias, qué conocimiento del mundo del crimen organizado? Es, como se ha dicho, una irresponsabilidad pero, por sobre todas las cosas, una absoluta ausencia de ética periodística.
Luisa Kroll, la editora de Forbes, dice que, si bien Guzmán “es un personaje oscuro, la verdad es que está siendo exitoso en un negocio”. Y que, “si bien hay muchos criminales de cuello blanco, El Chapo es el único con una recompensa sobre su cabeza”, como si eso fuera una explicación para ofrecer un dato duro. Con el fin de llegar a la cifra de mil millones de dólares, afirman que los narcotraficantes mexicanos lavaron “entre 18 y 39 mil millones de dólares en 2008 en Estados Unidos” y que, si El Chapo es el dueño de 20% de ese mercado, resulta justo decir que tiene unos mil millones de dólares. No checan ni las matemáticas, pero el problema es otro: El Chapo Guzmán es, sin duda, el narcotraficante más conocido en México, pero hace ya muchos años que las grandes organizaciones de la droga se han dejado de manejar en forma vertical: desde 2001, en este espacio decíamos que deberían dejar de llamarse cárteles para adoptar la denominación de holding, de empresas horizontales, con intereses en muchos sectores y diferentes “accionistas” y operadores en las distintas regiones. Por eso, esa misma organización en la que participa El Chapo fue denominada por los organismos de seguridad como La Federación, misma que en los hechos sufrió una grave fractura desde 2006, cuando los cárteles de los hermanos Beltrán Leyva y el de Juárez, que encabeza Vicente Carrillo Fuentes, rompieron con sus socios y se inició una guerra que ha provocado muchos de los miles de muertos que ahora se acumulan en distintos puntos del país.
El Chapo es un narcotraficante importante y sin duda conocido, pero también lo son otros, socios o no, como El Mayo Zambada, Ignacio Coronel, Juan José Esparragoza, los hermanos Beltrán Leyva, Heriberto Lazcano, de Los Zetas, y muchos más que han logrado permanecer en un relativo anonimato. Lo cierto es que, cuanto más conocido es un narcotraficante, más se aleja de la operación cotidiana de estas organizaciones, por la sencilla razón de que la pone en peligro. El caso paradigmático fue Amado Carrillo, que terminó asesinado por sus propios compañeros, cuando se consideró que su presencia era demasiado pública.
Si a eso le sumamos que las redes del narcotráfico son multinacionales y están integradas por miles de eslabones que intervienen de una u otra forma en el negocio y reciben dinero por ello, la participación real de cualquier capo es imposible de establecer desde cuando se adoptaron los esquemas horizontales de operación a principios y mediados de los 90, como respuesta, precisamente, a la desarticulación de la organización vertical por antonomasia: la de Pablo Escobar, del cártel de Medellín (que en esa época también fue colocado entre los grandes millonarios del mundo, con una fortuna de tres mil millones de dólares). Un ejemplo es la reciente operación Xcellence, que realizó el Departamento de Justicia de Estados Unidos: después de 21 meses de investigación, detuvo a 700 personas, integrantes, según dijo, de las redes de distribución de El Chapo Guzmán en Estados Unidos, y decomisó, en efectivo y en cuentas, después de dos años de investigaciones, 49 millones de dólares. La administradora de la DEA anunció formalmente que con ello se “desarticulaban por completo” las redes de El Chapo en su país. Suponiendo que fuera verdad y asumiendo tanto que esa red ha quedado desarticulada como que su principal mercado es Estados Unidos, ¿dónde están los otros 950 millones de dólares de El Chapo? Peor aún, según parte de la publicación de Forbes, la red global de El Chapo vale 12 mil millones de dólares: la diferencia con los 49 millones confiscados es demasiada.
En última instancia, lo que demuestra esta información es que, por algún motivo, la revista Forbes tiene una agenda muy peculiar con México (fue la primera que consideró al país como un posible “Estado fallido”), que si sus métodos de investigación en el terreno financiero son tan rigurosos como en el ámbito del crimen organizado, no puede ser tomada en serio y que su periodismo peca de una ética endeble: pero también demuestra que existe una agenda en Estados Unidos, acerca de México, con intereses que trascienden la mera fortuna personal de un narcotraficante.
Hace algunos meses mi querida revista Rolling Stone publicó una lista de los cien mejores cantantes de la historia: obviamente nadie quedó conforme con los resultados. En el primer lugar estaba Aretha Franklin y era legítimo preguntarse si no había sido mejor Billy Holliday o si John Lee Hooker o Frank Sinatra (que no aparece) no eran mejores que Ray Charles, el segundo. En última instancia, había una metodología y un grupo de personas consultadas que hicieron su lista. Y servía para el debate. Era un problema de gustos, no de datos objetivos.
No ocurre lo mismo con las controvertidas listas de millonarios de Forbes. Si bien dicen basarse en estudios sobre acciones, empresas, participaciones, en realidad es un estudio fallido de origen: ni Microsoft representa la fortuna de Bill Gates ni la del Grupo Carso la de Carlos Slim. Es peor cuando lisa y llanamente se especula: hace unos años se colocó a Fidel Castro como uno de los hombres más ricos del mundo, y quizá lo es, pero no se documentó absolutamente nada sobre ello: era simplemente una especulación que podía llegar a la conclusión que quisieran los editores. Ahora, Forbes vuelve a sorprender colocando a Joaquín El Chapo Guzmán como uno de los hombres más ricos del mundo, en el lugar 701 de la lista y con un capital de mil millones de dólares, igual que el de Alfredo Harp Helú o el de Emilio Azcárraga. ¿Por qué, de dónde sale esa información, con base en qué documentación, qué cuentas bancarias, qué conocimiento del mundo del crimen organizado? Es, como se ha dicho, una irresponsabilidad pero, por sobre todas las cosas, una absoluta ausencia de ética periodística.
Luisa Kroll, la editora de Forbes, dice que, si bien Guzmán “es un personaje oscuro, la verdad es que está siendo exitoso en un negocio”. Y que, “si bien hay muchos criminales de cuello blanco, El Chapo es el único con una recompensa sobre su cabeza”, como si eso fuera una explicación para ofrecer un dato duro. Con el fin de llegar a la cifra de mil millones de dólares, afirman que los narcotraficantes mexicanos lavaron “entre 18 y 39 mil millones de dólares en 2008 en Estados Unidos” y que, si El Chapo es el dueño de 20% de ese mercado, resulta justo decir que tiene unos mil millones de dólares. No checan ni las matemáticas, pero el problema es otro: El Chapo Guzmán es, sin duda, el narcotraficante más conocido en México, pero hace ya muchos años que las grandes organizaciones de la droga se han dejado de manejar en forma vertical: desde 2001, en este espacio decíamos que deberían dejar de llamarse cárteles para adoptar la denominación de holding, de empresas horizontales, con intereses en muchos sectores y diferentes “accionistas” y operadores en las distintas regiones. Por eso, esa misma organización en la que participa El Chapo fue denominada por los organismos de seguridad como La Federación, misma que en los hechos sufrió una grave fractura desde 2006, cuando los cárteles de los hermanos Beltrán Leyva y el de Juárez, que encabeza Vicente Carrillo Fuentes, rompieron con sus socios y se inició una guerra que ha provocado muchos de los miles de muertos que ahora se acumulan en distintos puntos del país.
El Chapo es un narcotraficante importante y sin duda conocido, pero también lo son otros, socios o no, como El Mayo Zambada, Ignacio Coronel, Juan José Esparragoza, los hermanos Beltrán Leyva, Heriberto Lazcano, de Los Zetas, y muchos más que han logrado permanecer en un relativo anonimato. Lo cierto es que, cuanto más conocido es un narcotraficante, más se aleja de la operación cotidiana de estas organizaciones, por la sencilla razón de que la pone en peligro. El caso paradigmático fue Amado Carrillo, que terminó asesinado por sus propios compañeros, cuando se consideró que su presencia era demasiado pública.
Si a eso le sumamos que las redes del narcotráfico son multinacionales y están integradas por miles de eslabones que intervienen de una u otra forma en el negocio y reciben dinero por ello, la participación real de cualquier capo es imposible de establecer desde cuando se adoptaron los esquemas horizontales de operación a principios y mediados de los 90, como respuesta, precisamente, a la desarticulación de la organización vertical por antonomasia: la de Pablo Escobar, del cártel de Medellín (que en esa época también fue colocado entre los grandes millonarios del mundo, con una fortuna de tres mil millones de dólares). Un ejemplo es la reciente operación Xcellence, que realizó el Departamento de Justicia de Estados Unidos: después de 21 meses de investigación, detuvo a 700 personas, integrantes, según dijo, de las redes de distribución de El Chapo Guzmán en Estados Unidos, y decomisó, en efectivo y en cuentas, después de dos años de investigaciones, 49 millones de dólares. La administradora de la DEA anunció formalmente que con ello se “desarticulaban por completo” las redes de El Chapo en su país. Suponiendo que fuera verdad y asumiendo tanto que esa red ha quedado desarticulada como que su principal mercado es Estados Unidos, ¿dónde están los otros 950 millones de dólares de El Chapo? Peor aún, según parte de la publicación de Forbes, la red global de El Chapo vale 12 mil millones de dólares: la diferencia con los 49 millones confiscados es demasiada.
En última instancia, lo que demuestra esta información es que, por algún motivo, la revista Forbes tiene una agenda muy peculiar con México (fue la primera que consideró al país como un posible “Estado fallido”), que si sus métodos de investigación en el terreno financiero son tan rigurosos como en el ámbito del crimen organizado, no puede ser tomada en serio y que su periodismo peca de una ética endeble: pero también demuestra que existe una agenda en Estados Unidos, acerca de México, con intereses que trascienden la mera fortuna personal de un narcotraficante.
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Columna Juegos de Poder/Leo Zuckermann
Publicado en Excélsior, 13 de marzo de 2009;
La irresponsabilidad de Forbes
Entre más lo pienso, más me enojo con la inclusión de Joaquín Guzmán Loera como uno de los nueve “billonarios” mexicanos y uno de los 38 nuevos “billonarios” del mundo. No sólo porque, como advertía ayer, el cálculo de la fortuna de El Chapo parece muy simplista. Hay más razones.
Para empezar, ¿por qué Forbes incluyó sólo a este criminal? ¿Acaso no hay otros de nacionalidad distinta que, se sospecha, poseen grandes fortunas? ¿Cuánta será la riqueza que tiene escondida Osama bin Laden? ¿Qué decir de la mafia rusa? Tan sólo hay que ver la lista de criminales organizados de la ex Unión Soviética, y el tamaño del mercado que controlan, para sospechar las fortunas que poseen. ¿Y, en Estados Unidos, no habrá algún criminal que se sospeche tenga más de mil millones de dólares? ¿Los delincuentes de cuello blanco no cuentan? Se estima, por ejemplo, que Bernard Madoff, que no traficaba drogas sino se robaba el dinero de sus clientes, tenía una pirámide de cincuenta mil millones de dólares. Aplicando el mismo criterio de Forbes para calcular la fortuna de El Chapo —20% del dinero de las ventas— pues Madoff tendría una fortuna de diez mil millones. Pero no seamos tan generosos con la rentabilidad de Madoff. Con que sólo se hubiera embolsado 2% de su pirámide hubiera llegado a la cifra que lo pondría en el club de los “billonarios” del mundo, es decir, mil millones de dólares.
Qué casualidad que el único criminal en la lista de Forbes sea El Chapo. Y qué casualidad que esta revista haya publicado ayer un artículo firmado por Jesse Bogan sobre “El rey de la cocaína”. En él se hace un recuento de cómo Guzmán siguió operando su negocio ilegal desde la cárcel de alta seguridad. Cómo se escapó y hoy controla entre un tercio y la mitad del mercado de drogas de mayoreo de México. Cómo es un sicópata violento.
La inclusión de El Chapo, más este artículo nuevo, me lleva a sospechar que el único propósito de Forbes era armar un escándalo para aderezar la publicación de su lista anual. Y vaya que lo logró. En México, los principales diarios lo reportaron como una de las notas principales del día. En el mundo entero se reprodujo la noticia. Forbes se salió con la suya: seguramente va a vender más revistas impresas y tendrá más entradas en su sitio de internet. En este sentido, se trata del peor periodismo que existe: el del escándalo. Más propio de un tabloide de quinta que de una revista supuestamente seria de negocios.
A Forbes le importa un comino el efecto que pueda tener su ocurrencia para México. Y es que la inclusión de El Chapo envía un mensaje ominoso: el crimen paga, y bien, al sur del río Bravo. Si usted quiere estar junto a empresarios de la talla de Slim, Baillères, Salinas, Arango, Larrea, Hernández, Azcárraga y Harp, pues dedíquese a traficar drogas que, por cierto, en su gran mayoría son exportadas a EU. ¡Qué mal se ve que una revista de negocios ponga a un narcotraficante junto a empresarios serios! ¡Qué penoso ver a El Chapo en una lista de gente exitosa!
Poco a poco, se va formando una pésima imagen de México en EU. En el siempre espinoso rubro de la criminalidad, nuestro país ya desbancó a Colombia. Somos la nación que ya tiene al narcobillonario. La verdad yo no sé si El Chapo tenga o no mil millones de dólares. A lo mejor tiene más o menos. Por la naturaleza de su negocio, es casi imposible calcularlo. Lo único que me queda claro es que la decisión periodística de Forbes no ayuda en nada a resolver el terrible problema que tenemos en México: cómo el crimen organizado está mermando al Estado. Los editores de Forbes ni lo entienden ni les importa. A ellos les pareció más gracioso armar un escándalo con tal de vender más. ¡Vaya irresponsabilidad! Si este es el periodismo que quieren ejercer, que mejor pongan en su revista la foto de una mujer desnuda como hacen los tabloides que tienen tanto éxito comercial.
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Columna Juegos de Poder/Leo Zuckermann
Publicado en Excélsior, 13 de marzo de 2009;
La irresponsabilidad de Forbes
Entre más lo pienso, más me enojo con la inclusión de Joaquín Guzmán Loera como uno de los nueve “billonarios” mexicanos y uno de los 38 nuevos “billonarios” del mundo. No sólo porque, como advertía ayer, el cálculo de la fortuna de El Chapo parece muy simplista. Hay más razones.
Para empezar, ¿por qué Forbes incluyó sólo a este criminal? ¿Acaso no hay otros de nacionalidad distinta que, se sospecha, poseen grandes fortunas? ¿Cuánta será la riqueza que tiene escondida Osama bin Laden? ¿Qué decir de la mafia rusa? Tan sólo hay que ver la lista de criminales organizados de la ex Unión Soviética, y el tamaño del mercado que controlan, para sospechar las fortunas que poseen. ¿Y, en Estados Unidos, no habrá algún criminal que se sospeche tenga más de mil millones de dólares? ¿Los delincuentes de cuello blanco no cuentan? Se estima, por ejemplo, que Bernard Madoff, que no traficaba drogas sino se robaba el dinero de sus clientes, tenía una pirámide de cincuenta mil millones de dólares. Aplicando el mismo criterio de Forbes para calcular la fortuna de El Chapo —20% del dinero de las ventas— pues Madoff tendría una fortuna de diez mil millones. Pero no seamos tan generosos con la rentabilidad de Madoff. Con que sólo se hubiera embolsado 2% de su pirámide hubiera llegado a la cifra que lo pondría en el club de los “billonarios” del mundo, es decir, mil millones de dólares.
Qué casualidad que el único criminal en la lista de Forbes sea El Chapo. Y qué casualidad que esta revista haya publicado ayer un artículo firmado por Jesse Bogan sobre “El rey de la cocaína”. En él se hace un recuento de cómo Guzmán siguió operando su negocio ilegal desde la cárcel de alta seguridad. Cómo se escapó y hoy controla entre un tercio y la mitad del mercado de drogas de mayoreo de México. Cómo es un sicópata violento.
La inclusión de El Chapo, más este artículo nuevo, me lleva a sospechar que el único propósito de Forbes era armar un escándalo para aderezar la publicación de su lista anual. Y vaya que lo logró. En México, los principales diarios lo reportaron como una de las notas principales del día. En el mundo entero se reprodujo la noticia. Forbes se salió con la suya: seguramente va a vender más revistas impresas y tendrá más entradas en su sitio de internet. En este sentido, se trata del peor periodismo que existe: el del escándalo. Más propio de un tabloide de quinta que de una revista supuestamente seria de negocios.
A Forbes le importa un comino el efecto que pueda tener su ocurrencia para México. Y es que la inclusión de El Chapo envía un mensaje ominoso: el crimen paga, y bien, al sur del río Bravo. Si usted quiere estar junto a empresarios de la talla de Slim, Baillères, Salinas, Arango, Larrea, Hernández, Azcárraga y Harp, pues dedíquese a traficar drogas que, por cierto, en su gran mayoría son exportadas a EU. ¡Qué mal se ve que una revista de negocios ponga a un narcotraficante junto a empresarios serios! ¡Qué penoso ver a El Chapo en una lista de gente exitosa!
Poco a poco, se va formando una pésima imagen de México en EU. En el siempre espinoso rubro de la criminalidad, nuestro país ya desbancó a Colombia. Somos la nación que ya tiene al narcobillonario. La verdad yo no sé si El Chapo tenga o no mil millones de dólares. A lo mejor tiene más o menos. Por la naturaleza de su negocio, es casi imposible calcularlo. Lo único que me queda claro es que la decisión periodística de Forbes no ayuda en nada a resolver el terrible problema que tenemos en México: cómo el crimen organizado está mermando al Estado. Los editores de Forbes ni lo entienden ni les importa. A ellos les pareció más gracioso armar un escándalo con tal de vender más. ¡Vaya irresponsabilidad! Si este es el periodismo que quieren ejercer, que mejor pongan en su revista la foto de una mujer desnuda como hacen los tabloides que tienen tanto éxito comercial.
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Columna Brújula/Ana Paula Ordorica
Otra vez Forbes
"El primero de éstos fue la revista Forbes al publicar un artículo que señalaba a México al borde de convertirse en un Estado fallido, sin el menor rigor académico de lo que el término implica.
Ahora Forbes vuelve a dar un golpe mediático al incluir en la lista de los hombres más ricos del mundo al ChapoGuzmán.
Quizás los de Forbes lo hicieron buscando repetir el escándalo que generaron cuando incluyeron a Fidel Castro entre los millonarios.
Pero la irresponsabilidad de su publicación nadie se las quita.
Con su lista, Forbes pone en la misma categoría al Chapo con empresarios como Alberto Baillères.
Don Alberto tiene empresas reconocidas, por ejemplo, Peñoles o El Palacio de Hierro, las cuales no nada más generan empleos, también pagan impuestos y dan un servicio a la sociedad.
¿Y las del Chapo?
Pero, además, Forbes se aprovecha y hace esta publicación en un momento en que sabe que el tema del narco mexicano vende mucho. Se suma de nuevo a lo publicado por los grandes consorcios, como The New York Times, The Washington Post y las grandes cadenas de televisión.
Ahí está el reportaje de 60 Minutos en el que un conductor serio, como Anderson Cooper, menciona que el alcalde de Ciudad Juárez, José Reyes Ferriz, vive en El Paso por la inseguridad de su municipio. Este es un hecho que Reyes ha desmentido ya en más de una ocasión pero 60 Minutos sigue dándolo como una verdad.
Es decir, ya los dedos acusadores sobre la situación en México no recaen en los mismos amarillistas de siempre, en los Glenn Becks,Lou Dobbs y compañía. A ellos se les han sumado periodistas serios y reconocidos que también recurren a la exageración y a los errores informativos en sus reportajes sobre México.
Y para cubrir ese flanco el gobierno federal ha sido sumamente lento. No digo que totalmente, porque en estos momentos desde Washington ya se está haciendo la elección de una empresa de relaciones públicas para entrarle al debate. La elección está entre cinco publirrelacionistas entre las que se incluye APCO, Dittus Communications y Glover Park Group.
Ya veremos si con esto se le da un giro a la estrategia de comunicación gubernamental que, como se ha apuntado en más de una ocasión en este espacio, es el gran talón de Aquiles que viene arrastrando el gobierno de Calderón.
Apostilla: En estos días se llevó exitosamente a cabo la tercera semana de Yale en México. La prestigiada universidad norteamericana ha reunido a excelentes académicos y artistas. Hoy es el último día y a las 10:30 de la mañana en el CIDE habrá una conferencia con Bruce Ackerman sobre la necesidad o no de cambiar la Constitución mexicana.
Otra vez Forbes
"El primero de éstos fue la revista Forbes al publicar un artículo que señalaba a México al borde de convertirse en un Estado fallido, sin el menor rigor académico de lo que el término implica.
Ahora Forbes vuelve a dar un golpe mediático al incluir en la lista de los hombres más ricos del mundo al ChapoGuzmán.
Quizás los de Forbes lo hicieron buscando repetir el escándalo que generaron cuando incluyeron a Fidel Castro entre los millonarios.
Pero la irresponsabilidad de su publicación nadie se las quita.
Con su lista, Forbes pone en la misma categoría al Chapo con empresarios como Alberto Baillères.
Don Alberto tiene empresas reconocidas, por ejemplo, Peñoles o El Palacio de Hierro, las cuales no nada más generan empleos, también pagan impuestos y dan un servicio a la sociedad.
¿Y las del Chapo?
Pero, además, Forbes se aprovecha y hace esta publicación en un momento en que sabe que el tema del narco mexicano vende mucho. Se suma de nuevo a lo publicado por los grandes consorcios, como The New York Times, The Washington Post y las grandes cadenas de televisión.
Ahí está el reportaje de 60 Minutos en el que un conductor serio, como Anderson Cooper, menciona que el alcalde de Ciudad Juárez, José Reyes Ferriz, vive en El Paso por la inseguridad de su municipio. Este es un hecho que Reyes ha desmentido ya en más de una ocasión pero 60 Minutos sigue dándolo como una verdad.
Es decir, ya los dedos acusadores sobre la situación en México no recaen en los mismos amarillistas de siempre, en los Glenn Becks,Lou Dobbs y compañía. A ellos se les han sumado periodistas serios y reconocidos que también recurren a la exageración y a los errores informativos en sus reportajes sobre México.
Y para cubrir ese flanco el gobierno federal ha sido sumamente lento. No digo que totalmente, porque en estos momentos desde Washington ya se está haciendo la elección de una empresa de relaciones públicas para entrarle al debate. La elección está entre cinco publirrelacionistas entre las que se incluye APCO, Dittus Communications y Glover Park Group.
Ya veremos si con esto se le da un giro a la estrategia de comunicación gubernamental que, como se ha apuntado en más de una ocasión en este espacio, es el gran talón de Aquiles que viene arrastrando el gobierno de Calderón.
Apostilla: En estos días se llevó exitosamente a cabo la tercera semana de Yale en México. La prestigiada universidad norteamericana ha reunido a excelentes académicos y artistas. Hoy es el último día y a las 10:30 de la mañana en el CIDE habrá una conferencia con Bruce Ackerman sobre la necesidad o no de cambiar la Constitución mexicana.
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