17 jul 2010

Francisco Blake Mora


Blake Mora, de fracaso en fracaso
Álvaro Delgado, reportero
Revista Proceso, # 1759, 18 de julio de 2010;
Con el nombramiento de su nuevo secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora, Felipe Calderón confirma que le interesa más una lealtad basada en afectos y complicidades personales que en la visión de Estado o en la eficacia institucional que debería tener el primer círculo presidencial. Y los panistas, que ya se ven en manos de este dúo en el proceso electoral de 2012, comienzan a rezongar.
A Felipe Calderón y José Francisco Blake Mora, el cuarto secretario de Gobernación en tres años y medio de gobierno, los une no sólo la militancia, la abogacía y la amistad de una década, sino la práctica de imponer desde el poder público a candidatos del Partido Acción Nacional (PAN) que luego son repudiados por el electorado.
El caso más reciente que los unificó fue la imposición de Carlos Torres, exsecretario particular de Calderón, como candidato panista a la alcaldía de Tijuana, Baja California, con el uso de los recursos y la estructura de los gobiernos estatal y municipal que orquestó Blake Mora como secretario de Gobierno.
Además de señalamientos de numerosos panistas, enfurecidos por la línea oficial, la delación de un funcionario municipal panista de Tijuana, Gustavo Lemus, acreditó la intervención del gobernador, José Guadalupe Osuna Millán, y el alcalde Jorge Ramos para entronizar a Torres, exdiputado federal, sobre Alejandro Monraz y Javier Castañeda.
Ese operativo gubernamental, que se produjo también con los otros cuatro candidatos a alcaldes y a las 16 diputaciones –que derivó en la peor derrota del PAN en 21 años de gobierno–, lo desmenuzó Lemus, director de Inspección y Verificación, en una charla con un empresario no identificado, difundida el 29 de marzo en YouTube:
“Ayer estuvimos en la noche con el Blake –informa Lemus– y traemos los datos del góber; el gobierno federal anda metiendo la narices, ya hizo una encuesta; el gobierno local, claro, hizo la suya. ¡Cabrón, yo comparo las tres encuestas con la que trae Monraz y andan iguales!
–Órale –dice el empresario–, pero tú sabes que ya la maquinaria se echó a andar.
–Sí, nada más que mucha raza no se esperó a ver qué iba a decidir Jorge Ramos, qué iba a decidir el góber. ¡Nunca miré al góber tan exageradamente interesado en una interna. Creo que ni en la de él.
–Sí, pero sí hace falta que ayude el góber ahí. Carlos tiene que repuntar ya.
–¡Qué cabrón se oye, pero el coordinador de campaña de Torres es el góber y el presidente municipal! He estado viendo cómo se están moviendo. Es como una derrota (sic) personal la que agarró el góber y, luego, va a venir el presidente de la República en dos semanas, creo, a un evento con el Carlos Torres.”
En la conversación con el comerciante de la Zona Norte, donde se ubican los centros nocturnos, Lemus habla de cómo, para sumar apoyos a Torres, Blake Mora reparte cargos a panistas, como la delegación regional del Instituto Nacional de Migración (INM) a Antonio Valladolid, y a Héctor Magaña la dirección de la Comisión Estatal de Servicios Públicos de Tijuana (CESPT).
“¡Uta, están repartiendo sabroso!”, exclama el funcionario, quien le detalla al empresario otro mecanismo de compra de votos a favor de Torres: “Y como hay un chorro de presupuesto para ese tema, agarras a un bato que vota y le dices: ¿cuánto ganas? Y te dice: 10 mil pesos al mes. No, pues no te preocupes, vas a ganar 20 (mil). ¡Uta, dice, ¿pues qué hay que hacer?”.
Luego relata una comida con Torres, quien lo elogió:
“Me echó champú. Dijo: Gente como Gustavo Lemus en Reglamentos debe seguir. ¡Me sorprendió, me sorprendió el cabrón! Y luego ya lo encontré en la noche, a él y al Blake, nos vimos en el Big Boy. Y bien, me gustó la idea. ¡Se va a poner chingón, se va a poner chingón!”
El perdedor gana
Pero no. Aunque Torres se impuso como candidato ante Monraz y Castañeda, tal como era la voluntad de Calderón, Osuna y Blake, sufrió una derrota contundente ante el priista Carlos Bustamante.
Lo mismo ocurrió en los otros cuatro municipios, ganados todos por el PRI, que se impuso también en 13 de las 16 diputaciones locales, lo que representa la peor derrota del PAN desde que, en 1989, se hizo gobierno con Ernesto Ruffo, a quien le sucedieron otros cinco gobernadores.
Así, pese a que Calderón lo considera un “operador político leal, práctico y eficaz”, como lo definió al presentarlo como sucesor de Fernando Gómez Mont, Blake Mora está identificado como uno de los principales responsables de la debacle ante el PRI, que no ganaba las cinco alcaldías hace tres décadas, desde 1980.
Esta contundente derrota en Baja California es semejante a la que el PAN padeció en las elecciones federales de 2009, cuando sus candidaturas fueron impuestas por Calderón mediante Germán Martínez, entonces presidente de ese partido, tal como Proceso documentó.
La diferencia de Martínez con Blake es que éste no renunció al cargo de secretario de Gobierno, pese a que muchos panistas lo demandaron al propio gobernador, sino que Calderón lo ascendió al segundo cargo del gobierno federal, lo que sigue causando estupor en Baja California y en todo el país.
Y es que tres días después de la derrota, el miércoles 7, en dos reuniones del gobernador con los integrantes de su gabinete, presidentes de los comités municipales del PAN en el estado, con legisladores locales y federales, así como prominentes militantes, se exigió la renuncia de Blake Mora.
Sin embargo, Osuna lo defendió: “Por supuesto que Blake no es el operador político, no podemos hacer a Blake responsable de una derrota, voy a revisar todas las dependencias, sus programas y sus perfiles, por supuesto. Pero no se le echen encima a Blake como si fuera el causante”.
Osuna culpó al gobierno de Calderón: “En ningún país donde haya problemas económicos el partido gobernante gana la elección… esa es la modernidad, esa es la alternancia de hoy, lo importante es aprender de la historia y de la experiencia”.
El semanario Zeta, de Tijuana, publicó una serie de reportajes sobre la elección del 4 de julio y el encabezado de la portada fue Los derrotados, y sobre el emblema del PAN aparecen las fotografías de Calderón, Osuna y Blake Mora.
Firmado por Adela Navarro y Sergio Haro, uno de los reportajes identifica a la imposición, la división, el abuso de poder, la corrupción, los excesos de poder, la inseguridad y el nepotismo como los factores que llevaron a la derrota del PAN, en coalición con Nueva Alianza (Panal), partido de Elba Esther Gordillo, y Encuentro Social, partido estatal de evangélicos.
“Tanto Osuna Millán desde el gobierno del estado como Jorge Ramos desde la alcaldía de Tijuana, hasta llegar a Francisco Blake en la Secretaría de Gobierno del estado, se encargaron de presionar, vía nómina, presupuesto de desarrollo social, dádivas y acciones populistas, para imponer primero a sus candidatos y luego presionar a los electores. Evidentemente, el electorado tomó lo que le dieron pero votó a su conciencia.”
Sobre los excesos del poder, Zeta describe al “secretario de Gobierno y sus fines de semana pescando en yate en Ensenada, hospedándose en hoteles de lujo junto a su seguridad y secretario privado”, y puntualiza sobre Blake Mora:
“Desde la Secretaría de Gobierno se ha convertido en el poder tras el trono tanto en el gobierno como en el Partido Acción Nacional. Por debajo de la mesa, con bajo perfil, ha movido los hilos de la política panista hasta, imponer candidatos, negociar con los partidos de oposición y utilizar el presupuesto, el de finanzas y el de desarrollo social, en busca de votos. La lógica indica que luego de la derrota debería ser el primero en renunciar, pero el gobernador actúa más por capricho al mantenerlo que con dignidad al despedirlo.”
Aridez curricular
Para Calderón, sin embargo, Blake Mora es un “operador político leal, práctico y eficaz” para encomendarle la virtual jefatura del gabinete y promover el diálogo con los poderes y las fuerzas políticas a su “nombre y representación”.
La “importante trayectoria en el servicio público” y en la política de Blake Mora, que “comienza desde la base misma de la participación cívica”, como exaltó Calderón, se limita a su título de abogado por la universidad estatal, un diplomado en planeación estratégica en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), una regiduría en Tijuana –donde nació hace 44 años–, una diputación federal, una diputación local y ser secretario general de Gobierno de Baja California desde noviembre de 2007.
Fuera de la política, sólo ha pertenecido al despacho de abogados Vértice Asesores, S.C., del que fue socio fundador y que ya no existe.
Esta árida currícula contrasta con la de Gómez Mont, prominente litigante y legislador, pero también con la de sus otros dos antecesores en el sexenio: Juan Camilo Mouriño y Francisco Ramírez Acuña.
Salvo su paso por la Cámara de Diputados, de 2000 a 2003, cuya bancada del PAN coordinó Calderón –quien lo hizo miembro de la Sección Instructora que debió haber sometido a juicio político a los líderes petroleros Carlos Romero Deschamps y Ricardo Aldana, involucrados en el Pemexgate–, toda la carrera política de Blake Mora se ha desarrollado en Baja California.
En su gestión se le asocia a la indiferencia ante el desastre que causó en Mexicali el terremoto de diciembre del año pasado y la completa impunidad de los altos funcionarios de gobierno en las más de 100 muertes en la penitenciaría de Tijuana, así como los 2 mil 400 asesinatos en los primeros tres años de gobierno.
Nada de eso contó ahora, como tampoco cuando, en agosto de 2009, Calderón lo promovió como sustituto de Eduardo Medina Mora en la Procuraduría General de la República (PGR), aunque el Senado optó por Arturo Chávez, socio de Diego Fernández de Cevallos.
El único partido que ensalzó al nuevo funcionario fue el PAN, su partido que, cuando no había pasado ni una hora de su designación, emitió un comunicado para darle la bienvenida y ofrecerle su “disposición para participar en las mesas de análisis y discusión sobre el combate a la inseguridad pública y las trascendentales reformas que siguen pendientes”.
El comunicado del PAN puntualizó: “La dirigencia del PAN está segura de que con el trabajo de Francisco Blake Mora a cargo de la Secretaría de Gobernación se fortalecerá el diálogo y los acuerdos políticos, tal y como lo convocó el primer mandatario el pasado 29 de junio”.
El cambio en la Secretaría de Gobernación se produjo después de un proceso de desgaste de Gómez Mont que se aceleró desde el 4 de marzo, cuando se conoció el pacto PRI-PAN para aumentar los impuestos a los mexicanos a cambio de cancelar alianzas en el Estado de México.
Gómez Mont fungió como “testigo” en la firma del documento entre Nava y Beatriz Paredes, presidenta del PRI, y el secretario de Gobierno de Peña Nieto, Eduardo Miranda Nava, y eso explicó por qué se opuso públicamente a las alianzas del PAN con la izquierda y por qué renunció al PAN casi un mes antes, pese a que nunca se reafilió formalmente.
Tras las elecciones del 4 de julio, en las que las coaliciones del PAN tuvieron éxito en tres gubernaturas, su posición se hizo insostenible, además de confrontarse con los organismos defensores de los derechos humanos (a los que llamó a no ser “tontos útiles” de la delincuencia) y de culpar a los medios de fomentar la violencia.
Aunque era ostensible el distanciamiento con su jefe, aun públicamente, Gómez Mont reiteradamente aclaró que la decisión de irse de la Secretaría de Gobernación no era suya, sino de Calderón.
Todavía el miércoles, al mediodía, el subsecretario Roberto Gil Zuarth rechazó que Gómez Mont fuera a dejar el cargo y aseguró, en entrevista para el diario El Universal, que eran sólo rumores.
“La Secretaría de Gobernación tiene a un buen titular, honesto, capaz e inteligente, que ha sabido construir espacios de diálogo”, dijo Gil Zuarth, quien, según la nota de ese diario, evitó responder si tenía interés en ocupar el puesto.
Gil no se enteró o mintió porque, desde la noche del martes 13, Gómez Mont comenzó a vaciar los cajones de la que fue su oficina desde el 10 de noviembre de 2008...
***
Un apagafuegos gris
Adela Navarro Bello /Semanario Zeta
TIJUANA, BC.- Una de las pocas medidas que Francisco Blake Mora tomó durante su gestión como secretario de Gobierno fue contratar, entre septiembre y octubre de 2008, a Iván Ortega Colmenares, El Comandante Simón, para que combatiera la inseguridad generalizada en el estado.
Blake solía presumir que en Sinaloa, donde colaboró a partir del año 2000 con el gobernador Juan S. Millán, Ortega Colmenares había bajado el índice de secuestros.
La realidad era diferente: al jefe policiaco se le acusaba en esa entidad de recibir dádivas de familiares de personas que habían sido rescatadas por su equipo; además, creó negocios, como Safeguard, para vender artículos a los directivos de corporaciones policiacas. Ante las quejas, Ortega Colmenares tuvo que dejar el cargo.
Años después, ya como funcionario del gobierno bajacaliforniano, Blake encontró a Ortega Colmenares en un vuelo y éste le expuso un plan para disminuir el secuestro y le pidió que lo contratara; de paso, le vendió artículos de su compañía para armar a su equipo y a otras corporaciones.
Y Blake le dio trabajo, pero el gusto le duró poco. Cuando Zeta hizo pública la transacción entre ambos e informó sobre el historial del Comandante Simón en Sinaloa, Blake tuvo que recular.
Por eso el miércoles 14, cuando el presidente Felipe Calderón Hinojosa anunció que Blake sustituiría a Fernando Gómez Mont en la Secretaría de Gobernación, llamó la atención el crédito que le concedió al tijuanense por su “papel fundamental” en la disminución de la inseguridad en Baja California:
“Se trata –dijo Calderón– de un operador político leal, práctico y eficaz, cuyo perfil servirá también en la tarea de intensificar y dignificar la actividad política de mi gobierno en esta segunda mitad de la administración. Le instruyo a encarar con responsabilidad y compromiso la lucha en contra del crimen organizado y por la seguridad pública, la lucha en contra de este principal enemigo de nuestra sociedad y de nuestras instituciones, así como tomar parte activa en el diálogo que he propuesto con todas las fuerzas políticas del país y la sociedad en su conjunto a fin de fortalecer la estrategia nacional de seguridad como una política del Estado mexicano.”
La sorpresa fue mayúscula.
El modelo Baja California: una falacia
La diferencia entre Chihuahua, Michoacán, Morelos, Tamaulipas, Guerrero, Nuevo León y Baja California es que en este estado el cártel de Sinaloa y el de los hermanos Arellano Félix (CAF) se repartieron el territorio en paz.
En Tijuana, que antes era la ciudad donde había más ejecuciones, secuestros y tráfico de droga, el CAF se quedó con la plaza; hoy no tiene competidor. Mexicali, a su vez, quedó en manos de la organización criminal de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo.
En los otros seis estados, donde los índices de violencia se dispararon, los cárteles del Golfo, de Sinaloa, Los Zetas, La Familia y las dos estructuras restantes de los Beltrán Leyva aún pelean el territorio. En Tijuana, los Arellano Félix han sido los beneficiarios de las detenciones de criminales al servicio de una célula disidente del CAF.
Este es el motivo principal de la aparente disminución de la inseguridad en Baja California, no la participación de Blake, como lo mencionó el presidente Calderón. Lo cierto es que la inseguridad no ha disminuido. De enero a junio de 2008, el primer semestre de Blake como secretario de gobierno en Baja California, hubo 285 ejecuciones; en 2009 fueron 479, y en 2010 se elevaron a 530, todas ellas producto de ajustes del narcotráfico y del crimen organizado.
En varias entrevistas recientes con Zeta, el general Alfonso Duarte Mújica, comandante de la II Zona Militar con sede en Tijuana, comentó que se ha detectado la presencia de sicarios y narcotraficantes al servicio del cártel de Sinaloa y de La Familia michoacana en la ciudad.
Y ahora, el general Sergio Chávez declaró a Javier Cruz Aguirre, editor de Zeta en Ensenada, que el narcotráfico está creciendo en Baja California, particularmente en el puerto. Esta situación, así como los sembradíos de mariguana y amapola, podrían provocar un enfrentamiento entre los cárteles, comentó el militar.
Lo que sucede en Baja California en materia de seguridad se puede sintetizar en dos puntos: el papel del Ejército y las delaciones que han permitido a las autoridades la captura de varios disidentes del CAF.
Por lo que atañe al primero, desde que José Guadalupe Osuna Millán asumió como gobernador, cedió al entonces general de la II Región Militar, Sergio Aponte Polito, la coordinación de la estrategia de combate al crimen organizado. Incluso lo hizo por escrito, en una carta que Blake entregó al militar.
Sin embargo, cuando Aponte Polito denunció que la corrupción en la Procuraduría General de Justicia de Baja California continuaba –incluso proporcionó nombres de agentes, subprocuradores y otros funcionarios–, ni el gobernador ni su secretario de Gobierno lo escucharon. El militar terminó por pedir su retiro.
Pese al desdén del gobierno, el trabajo del general dio frutos. La sociedad tuvo confianza en los soldados y comenzó a denunciar a los delincuentes. Eso permitió a las tropas asestar golpes al crimen organizado y al narcotráfico, liberar secuestrados, confiscar droga y detener a miembros de la mafia.
Los generales Rubén Venzor Arellano, en la II Región Militar, y Alfonso Duarte Mújica, en la II Zona Militar, se erigieron como coordinadores de la seguridad en Baja California, tarea que le correspondía a Blake.
Asimismo, las delaciones permitieron a la Marina y a la Policía Federal capturar a los hermanos Teodoro y José Manuel García Simental, y a Raydel López Uriarte, en La Paz, Baja California Sur, durante los primeros tres meses de este año.
Sacar de circulación a los cabecillas de la célula disidente del CAF tuvo dos efectos en Tijuana: el cártel se erigió como la única organización criminal y se atenuaron los enfrentamientos violentos derivados de las ejecuciones en territorio tijuanense. En síntesis, no se sostiene la afirmación del presidente Calderón en el sentido de que con Blake disminuyeron los índices de inseguridad y violencia en Tijuana.
El rescate de Blake
Como secretario de Gobierno de Baja California, Francisco Blake Mora tuvo un bajo perfil, sin protagonismos, conferencias de prensa ni posicionamientos institucionales.
Al él le correspondió maniobrar al interior del PAN para sacar las candidaturas de Carlos Torres a la presidencia municipal de Tijuana, de Raúl Leggs a la alcaldía de Rosarito, de Hugo Zepeda en Ensenada y de Alfonso Álvarez Juan en Tecate. Para lograrlo comprometió las nóminas municipal y estatal al ofrecer puestos, sueldos y apoyos a los grupos internos de Acción Nacional para que se inclinaran por los candidatos oficiales.
Pero el domingo 4 de julio no hubo duda: Blake cargó con la derrota. Zeta supo de reuniones de “reflexión” sobre la caída electoral, donde el aún secretario de Gobierno permaneció callado ante el gobernador, el dirigente estatal del PAN y los diputados federales panistas en Baja California.
Y aunque la derrota del PAN en el estado puede no ser significativa en cuanto a número de votos en una elección nacional, dice mucho si se considera que fue aquí donde, en 1989, el PAN ganó por primera vez una gubernatura al PRI.
A partir de entonces, Acción Nacional mantuvo su presencia en el gobierno, los municipios y el Poder Legislativo en Baja California. Pero la fallida operación política de Blake hizo que el PRI ganara en las cinco alcaldías y se quedara con 13 de las 16 diputaciones.
Ante una caída de esa magnitud, sobre todo en el estado más simbólico para el PAN, cualquier coordinador político hubiera renunciado, pero en este caso no fue así. Ni Andrés de la Rosa ha renunciado al partido ni Blake Mora dejó el gobierno estatal. Por el contrario, el presidente Felipe Calderón, de quien es amigo desde el año 2000, lo rescató. Hoy, Blake despacha en la Secretaría de Gobernación.
Si actúa como lo hizo en Baja California, Blake no dará a Calderón los resultados que éste necesita. A pesar de ser un apagafuegos y manejarse sin protagonismos, Blake no finiquita los asuntos que maneja.
Un ejemplo: en el conflicto magisterial optó por plegarse al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación de Elba Esther Gordillo y emitir un fallo contra el Sindicato Estatal de Trabajadores de la Educación, cuyos líderes fueron a la cárcel. Hoy, el problema de fondo, la toma de nota del gobierno hacia un sindicato magisterial aún no se resuelve. De hecho, Blake estableció las condiciones jurídicas para que el gobierno no se decidiera por ninguno de los sindicatos y que éstos pelearan judicialmente el contrato bajacaliforniano.
A Blake se le conoce más por su amistad con el presidente Calderón que por su currículum, según el cual sólo ha tenido cuatro encomiendas: regidor del ayuntamiento de Tijuana, diputado local, diputado federal y secretario de Gobierno.
Ningún posgrado en el extranjero ni maestría en alguna institución nacional. Cuando Zeta supo que el nuevo titular de Gobernación ostentaba una licenciatura expedida por la Universidad Autónoma de Baja California, solicitó a la institución información acerca de la generación en la cual cursó sus estudios, la fecha de fin de cursos, la tesis que presentó y otros datos que sustentaran la formación académica. No hubo respuesta.
Para los analistas locales y nacionales, Blake llega a suplir a Fernando Gómez Mont porque es del círculo cercano del presidente Felipe Calderón. Ahí, dicen, es evidente que cuenta más la amistad que la capacidad.

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