Capta López Castro reflejos de la ciudad |
Silvia Isabel Gámez Reforma, 26 febrero 2011).- La exposición que inaugura hoy en la Galería Héctor García, Es lo que no es, reúne 52 fotoreflejos donde la ciudad muestra una nueva piel, abstracta y pictórica. Es por esa condición que López Castro quiso dedicarla a su "hermano mayor": Vicente Rojo. Son escenarios que conoce bien. Lleva tres décadas recorriendo Paseo de la Reforma, pero fue en los últimos cuatro años cuando comenzó a fijarse cada vez más en el reflejo de los monumentos, las construcciones, la vida citadina. Combinaciones que variaban según la hora del día, si había sol o amenazaba tormenta, allí estaba siempre López Castro, obsesivo, moviéndose un metro más allá, cambiando quizá de banqueta, hasta lograr la mejor fotografía. Los reflejos que se adivinan en las fotografías tomadas en Reforma y la Avenida Insurgentes, ¿son la Torre Latinoamericana, Bellas Artes, el Monumento a la Revolución? Que el visitante decida. Por eso el juego tipográfico del cartel que anuncia la exposición: ¿es lo que no es, sé lo que no es, es lo que no sé? "Salgo a las 8 o 9 de la mañana", cuenta López Castro, "depende del antojo de taquería que traiga". En el trayecto inventa su forma de caminar, a menudo en zig zag, y confiesa que pocos le aguantan el paso por esta ciudad a ratos canalla, que ha pagado ya su devoción con cuatro asaltos. López Castro es el primogénito de 11 hermanos. No tuvo, como sus amigos más inteligentes, dice, un hermano mayor al que pedirle consejo. "Tuve que escogerlos, y uno fue Vicente Rojo". Recuerda que fue a visitarlo a Ediciones Era por mediación de su maestro, Carlos Flores Heras, para presentarle 40 proyectos, de los que sobrevivió una decena, suficiente para que, recomendado por Rojo, el editor Joaquín Diez Canedo le diera trabajo en Joaquín Mortiz. "Han pasado 45 años y todavía, al consultarle, me siento inseguro. Aún me regocija que mi hermano mayor vea lo que hago". A su abuelo, don Emeterio Castro, le debe, dice, ser un hombre de izquierda. "Yo no quiero, decía, que el gobierno me dé chichi, sino trabajo, salud y educación; de lo demás yo me encargo". Fue así como entendió que debía existir justicia social. De los 18 a los 21 años, se volvió ateo, y ahí también intervino el abuelo. "'Mire, m'hijo', me decía, 'yo respeto sus ideas, usted respete mis creencias, y a la mejor hasta yo me vuelvo socialista'. ¡Guau! Eso era un abuelo". A la obsesión de perseguir el reflejo, le antecedió una personal indagación en la fe. "Nunca he terminado una serie", afirma, "las formas de ver siempre lo persiguen a uno". En Espejos de nuestra fe, López Castro retrató a los devotos, y en Subir al madero y Vestida de sol publicó imágenes de Jesucristo y la Virgen de Guadalupe. Ahora planea ya una exposición de autorretratos que lo muestran reflejado en sus caminatas por la ciudad. "Es parte del juego, para seguirnos divirtiendo", explica. "En esas fotografías transformó mi cámara en un monstruo, un rostro de mujer, o me dejo ver en edificios caídos". Diseñador de la revista El machete, del Partido Comunista Mexicano, y creador del logotipo del PRD, señala que hace muchos años se propuso nunca votar por la derecha, aunque cada vez le cueste más trabajo reconocerse en la izquierda actual. "Yo me alejé naturalmente de mi logotipo, sin mayor preocupación, y solamente regreso cuando hay que votar". |
s. |
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