Entre encuestadores
Sólo para iniciados/por Juan Bustillos
Impacto, 4 de abril de 2011;
La mínima discordancia de los pronósticos con la realidad electoral es aprovechada al máximo
Las encuestas de Gabinete Estratégico en Comunicación me resultan un enigma.
Conforme a sus detractores, porque la empresa está encabezada por Liébano Sáenz, hay quienes dicen que trabaja para el PRI; otros (y aquí no hay duda) que para Milenio; que también para Televisa (aunque Roy Campos parece el encuestador oficial de Joaquín López-Dóriga) y, desde luego para Enrique Peña, porque sus números generalmente lo colocan a la cabeza de la sucesión presidencial.
Por todo esto, y supongo que por haber sido secretario particular de Ernesto Zedillo en la Presidencia de la República , sus encuestas son polémicas porque su participación relevante en aquel sexenio le ganó enemistades. Lo cierto es que la mínima discordancia de sus pronósticos con la realidad electoral es aprovechada al máximo; de hecho se convierten en noticia.
Como en Yucatán, aunque la comentocracia no registre que en la península los electores engañaron a GCE, pero también a todas las encuestadoras.
Por razones que si entiendo las encuestas del periódico Reforma se aceptan como verdad absoluta. Las hace Alejandro Moreno, un doctor en Ciencia Política por la Universidad de Michigan Ann Arbor y miembro del Sistema Nacional de Investigadores que no ha sido miembro de partido político alguno ni jefe de prensa de candidato presidencial; no trabaja para aspirantes presidenciales, sólo para el periódico.
Sin embargo, ocurre que las encuestas de Sáenz y Moreno suelen ser parecidas, como la de ayer, pero desatan reacciones diferentes.
Las de Liébano le merecen azotes de toda índole en columnas políticas así como censuras de protagonistas de la vida pública, sobre todo de quienes aparecen en el sótano. De inmediato las estigmatizan como si de venganzas personales o de mediciones hechas al gusto del cliente y no de encuestas profesionales.
En cambio, las de Moreno son recibidas en silencio, con resignación; vaya, hasta con mansedumbre.
La única explicación que me puedo ofrecer es que a Reforma le temen quienes no son favorecidos por sus números y no les queda de otra que guardar silencio.
Por ejemplo, el PRD nada ha dicho de que Beatriz Paredes amenaza con arrebatarle la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, y la Presidencia no reclama que Ernesto Cordero, Alonso Lujambio y Javier Lozano aparezcan abajo de Santiago Creel y Josefina Vázquez Mota. Y ¡sacrilegio! atrás del expulsado Manuel Espino.
Tampoco Marcelo Ebrard ha abierto la boca para explicar que Andrés Manuel López Obrador aparezca mejor posicionado, situación que de prevalecer al inicio del año próximo lo obligaría a aceptar, si es hombre de palabra, la postulación presidencial de su antecesor en el gobierno capitalino.
Pero sacrílego es que atrás de Enrique Peña aparezca Fidel Herrera Beltrán como el mejor posicionado de los priístas; eso sí, con un abismo de distancia.
¿Cómo puede explicar Moreno que Herrera sea el segundo en las encuestas que realiza sobre el PRI si desde que dejó el gobierno de Veracruz ha desaparecido; si no tiene puesto (no por lo menos público) en el Comité nacional de su partido; si no aparece en la televisión, si es repudiado por la mayoría de los medios de comunicación, si no tiene pretexto que le permita recorrer el país y reunirse con académicos, empresarios y estudiantes, y si además, como es bien sabido, dejó en quiebra la tesorería de su entidad.
¿Por qué las encuestas de Reforma y Moreno pueden ser sacrosantas y no las de GEC y Sáenz?
Sin duda es por temor a sufrir revire de Reforma.
Quizá la solución está que Liébano ponga un periódico.
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