26 may 2011

El Negro Radilla, Sicilia y la mezquindad

El Negro Radilla, Sicilia y la mezquindad
Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez }
Excélsior 26 de mayo de 2011:
Mientras en la Comisión Permanente, con una mezquindad política realmente digna de mención, se enfrascaban en debatir sobre si el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, podía o no conservar el reconocimiento que le otorgó el presidente de Colombia, Juan Manual Santos, por su labor en la lucha regional contra el narcotráfico, la Policía Federal detenía en Coatzacoalcos, en Veracruz, al líder del cártel del Pacífico Sur (CPS) en Morelos, Julio de Jesús El Negro Radilla, responsable de decenas (si no es que centenares) de asesinatos perpetrados por ese grupo, entre ellos el del hijo del escritor Javier Sicilia.
Y, mientras tanto, Sicilia se indignaba por la decisión del Ejecutivo federal de enviar más fuerzas de seguridad a Ciudad Juárez.
Es una demostración, declaró, de que “no se escucha a la sociedad civil” y que esa medida “obstaculiza el diálogo” (¿qué diálogo?, ¿con quién, con los asesinos de su hijo?), mientras que el gobierno de Estados Unidos decidía enviar como embajador a México a un notorio diplomático de carrera, que es actualmente el embajador adjunto en Afganistán y uno de los principales expertos de la diplomacia estadunidense en terrorismo y crimen organizado, incluidas sus variantes del financiamiento al terrorismo y el lavado de dinero, el embajador Earl Anthony Wayne.
El Negro Radilla se ha significado por ser uno de los más crueles sicarios del narcotráfico, pero además se dio a conocer por la utilización de niños y adolescentes como operadores y sicarios, por ejemplo, el ahora famoso Ponchis.
La información que se ha divulgado confirma que el asesinato de Sicilia y otras seis personas se debió a que la organización de Radilla tenía conflictos con dos de las víctimas que eran parte de ese grupo de amigos. Lo cierto es que se fue desarticulando esa red que hoy ha quedado descabezada, lo mismo que el grupo rival del CPS, encabezado por Miguel Ángel Cedillo González, La Pica, que respondía al liderazgo de Édgar Valdés Villareal, La Barbie. Los dos líderes y sus principales operadores están detenidos.
La ola de violencia que se vive en Morelos se debió precisamente a ese enfrentamiento entre ambos grupos desde la muerte de Arturo Beltrán Leyva en diciembre de 2009. Su hermano Héctor y La Barbie se enfrentaron por el control de los restos de la organización y tanto en Morelos como en Guerrero esa lucha fue brutal, con decenas de muertes, muchas por ajustes de cuentas, algunas de personas ajenas a ese conflicto.
Pero precisamente el progresivo desmantelamiento de ambos grupos, la caída de sus jefes, sicarios y operadores, ha permitido, por una parte, comprobar que los grandes cárteles sí pueden ser desarticulados; que en la medida en que eso sucede se da un recrudecimiento de actos violentos cada vez más crueles y que ello no marca el poderío de esas organizaciones sino su decadencia, al mismo tiempo que exhibe el nivel de penetración y corrupción que sufren la mayoría de las fuerzas de seguridad locales.
Y, por eso mismo, se debe profundizar ese proceso de desarticulación.
Cuando personajes como Sicilia hablan de diálogo (otra vez, ¿con quién?) y de retirar a las fuerzas de seguridad, sobre todo al Ejército o a la Policía Federal, de esa lucha, como lo está demandando  ahora también la Sección 22 del magisterio oaxaqueño, en realidad lo que se pide, consciente o inconscientemente, es abandonar ese proceso de desarticulación de las grandes organizaciones y, sobre todo, de las dependientes de ellas que están asolando algunos estados del país.
Llama profundamente la atención que no se termine de comprender que, mientras la Permanente en el Congreso preparó todo para generar un conflicto con el tema de la medalla de García Luna (recibió la petición de la autorización días antes, pero simplemente decidió no analizarla y dejar el tema para días posteriores a la entrega del reconocimiento), no se digne ese Congreso a sacar adelante nada de la amplia agenda de seguridad que sigue guardada en la congeladora legislativa, con comisiones que trabajan un día sí y muchos no, y que aparentemente han decidido dejar esos dictámenes para mucho más adelante, seguramente para después del 3 de julio, como mínimo.
Importan el golpeteo político y los caprichos partidarios que sirven para alguna foto, pero la verdadera agenda de seguridad quedará para otro momento, independientemente de que personajes como El Negro Radilla al fin estén tras las rejas y hombres como al general de División Jorge Juárez Loera lo asesinen sin que nadie en la clase política se quiera dar por enterado.

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