3 jul 2011

Voto católico, no por la izquierda

Voto católico, no por la izquierda/Miguel Ángel Granados Chapa
Revista Proceso # 1808, 3 de julio de 2011;
Si no es una iniciativa de la Arquidiócesis de México, ha contado con su anuencia. Se trata de un sitio en la red que se llama Voto Católico. La página aparece ornada con un esbozo de la Guadalupana según la imagen exhibida en la Basílica del Tepeyac, y con una porción del Escudo Nacional en que se halla la serpiente. Entre estos símbolos del bien y del mal se desarrollan la información y las prescripciones de los doctores de la ley que elaboraron esta promoción integrista.
Si por ellos fuera, si ellos por sí o la Iglesia católica tuvieran suficiente influencia sobre la sociedad, en los comicios de hoy 3 de julio en el Estado de México triunfaría el candidato del PAN, Luis Felipe Bravo Mena. En el sistema de calificación de Voto Católico, que toma de la barbarie romana que hacía condenar de ese modo a los cristianos un recuadro donde aparece el dedo pulgar hacia abajo, o un signo de interrogación en los casos en que estos integristas hacen el favor de otorgar el beneficio de la duda, sólo hay un emblema de aprobación, con el dedo hacia arriba. Es el que corresponde a Bravo Mena.
Y cómo no iba a ser de ese modo si, de acuerdo con los criterios de Voto Católico, el exdirigente nacional panista es el candidato perfecto: “Se declara a favor de la vida desde el momento de la concepción, defiende el matrimonio tradicional entre hombre y mujer y se opone a la legalización de las drogas”. Por cierto, los autores de esta página están mal informados, o su atraso de pensamiento se extiende también a los hechos de actualidad. Junto a la foto de Bravo Mena aparecen los logotipos del PAN y del PRD, partidos que hace meses, desde antes de que comenzaran las campañas, rompieron la coalición que habían resuelto construir.
En cambio, el dedo hacia abajo en el apartado que corresponde a Alejandro Encinas (que figura al lado de los emblemas del PT y Convergencia, como si sólo ellos sostuvieran su candidatura) responde a que “defiende el aborto, las uniones homosexuales y la legalización de la marihuana y otras drogas que no han sufrido procesamiento químico”.
En medio de ambos, Eruviel Ávila se beneficia de sus indefiniciones: “se desconoce su postura sobre el aborto, la eutanasia y la legalización de las drogas. Dice respetar las uniones homosexuales”. Y su perfil, en consecuencia, está calificado con un signo de interrogación. Ese es, por cierto, el que emplea Voto Católico para perfilar a la mayoría de los candidatos, sean del partido que sean. Es el caso de Guillermo Anaya y Genaro Fuantos, candidatos del PAN y el PRD en Coahuila; así como el de Roberto Sandoval Castañeda y Donaciano Robles, quienes aspiran a gobernar Nayarit y son postulados por el PRI y el PRS, partido local. Con ese mismo rasero son medidos los candidatos a la alcaldía de Pachuca, presentados por el PRI, el PAN-PRD y el PT: Eleazar García Sánchez, Gloria Romero de Tellería y Jorge Acosta Benítez; y los aspirantes a la presidencia municipal de Tulancingo y de Tizayuca, con la sola excepción del aspirante del PT a la alcaldía tulancinguense, Rolando Óscar Nájera García, pues “tiene como candidato suplente a un transexual”, si bien “se desconoce su posición sobre el aborto, la eutanasia y la legalización de las drogas”.
Merece también la fulminación de Voto Católico el candidato priista al gobierno de Coahuila, Rubén Moreira, ya que “como diputado federal y presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados ha promovido leyes en contra de la vida. Apoya abiertamente las uniones homosexuales” y “se desconoce su postura sobre la eutanasia y la legalización de las drogas”. Igualmente es condenable la postura de Jesús González Schmal, candidato coahuilense de Convergencia. Por haber sido antes relevante miembro del PAN, se admite que “en algún momento estuvo a favor de la vida”. Hoy, sin embargo, “el partido en el que milita está en contra de la vida y la familia. Se ha declarado en favor de la legalización de las drogas y se desconoce su postura sobre la eutanasia”.
No obstante que es postulada por el PAN, Voto Católico condena a la diputada Marta Elena García, ya que “defiende el aborto”, lo cual es suficiente para censurarla, no obstante que se “desconoce su postura sobre las uniones homosexuales, la eutanasia y la legalización de las drogas”. Otros dos candidatos nayaritas tienen la misma suerte que la aspirante panista. El del PRD, Guadalupe Acosta Naranjo, porque “defiende el aborto, las uniones homosexuales y la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo. Se desconoce su postura sobre la eutanasia y la legalización de las drogas”. El del PT y Convergencia (y Andrés Manuel López Obrador), porque “defiende las uniones homosexuales y la adopción por parte de parejas del mismo sexo”, aunque se “desconoce su postura sobre el aborto, la eutanasia y la legalización de las drogas”.
Estas calificaciones deben servir a los ciudadanos que pertenecen a la Iglesia católica para normar su voto en la jornada de este domingo. En franco integrismo proponen que la ideología política sea compatible con la creencia religiosa y aun regida por ella. Ese es el integrismo condenado por eminentes teólogos y aun miembros eminentes de la jerarquía clerical. En México la primera voz de alarma contra esa deformación doctrinal y práctica la hizo hace casi medio siglo el padre Tomás Allaz, de la Orden de Predicadores (dominico) en una célebre proclama titulada: “¡Cristianismo sí, contubernio político religioso no!”, publicada por el semanario Siempre!, que vivía una de sus mejores etapas.
Voto Católico propone que se sufrague “como católico”, para lo cual hay que “decidirse a dejar que la fe ilumine” las opciones políticas. Sin necesidad de esa luz, Voto Católico propone elegir según cinco puntos “no negociables” de la doctrina católica, cualquiera cosa que eso sea, pues no citan más fuentes que el catecismo, que obviamente no contiene esas exigencias:

“No al aborto, sí a la vida”; “No a la eutanasia, sí al amor para con nuestros enfermos”; “Sí al matrimonio exclusivamente como la unión entre un hombre y una mujer”; “No a la manipulación genética que significa el sacrificio de un embrión humano, sí a la investigación con células madres adultas”, y “No a la clonación humana, sí al reconocimiento de la dignidad de la persona. Somos: únicos, irrepetibles e irremplazables”.
Ya con las opciones iluminadas por la fe, a los católicos dispuestos a sufragar según estas instrucciones les será fácil “optar por un candidato que promueva políticas que alienten la justicia, la creación y distribución del bienestar de manera concreta y realista”, que “respete las raíces católicas de nuestra cultura mexicana”, que “promueva una sana coexistencia y cooperación entre la Iglesia y el Estado”, y que, en fin, se “preocupe por la difusión de las virtudes”.
Con esa luz procedente del ciberespacio, que ha de ser una dimensión intermedia entre el cielo y la tierra, ¡a las urnas, católicos!

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