29 sept 2011

Bustillos vs. Alemán: ¡Son los derechos, periodistas!

Bustillos vs. Alemán: ¡Son los derechos, periodistas!
Por Marco Lara Klahr/ en La Silla Rota, 29 de septiembre de 2011
¿Qué hay entre la autocensura y la no autorregulación, entre dejar de informar y mostrarlo todo? Para el común de los periodistas no hay nada en medio. Por ignorancia o sumisión a los medios; empatía hacia políticas de seguridad y justicia autoritarias, o intereses aviesos, nos sentimos más seguros sin matices, anclados como estamos en el siglo XIX, donde los derechos humanos no figuraban en el debate público.
El 16 de agosto [2011], bajo el encabezado «'El Compayito' planeaba asesinar al procurador»,Impacto desplegó la fotografía sobrecogedora de una persona decapitada y colgada en Huixquilucan. Algo semejante hicieron La Prensa, El Metro y El Gráfico, pero también Reforma y La Jornada. Al día siguiente Ricardo Alemán reaccionó en su blog  La Otra Opinión, con una entrada titulada «El crimen decapita la ética periodística».
Alemán lamentó que «en tiempos de democracia, de libertades, de derechos humanos... y de esfuerzos mediáticos por autorregular la difusión de la violencia, aparezcan estas imágenes», apelando a «poner en un lado de la balanza a la empresa y su rentabilidad y del otro la responsabilidad social y ética de los medios».
El 18 de agosto, en su columna Sólo para iniciados, bajo el título «Hablando de periodismo», Juan Bustillos, director de Impacto, respondió a Alemán sin mencionarlo, no con una argumentación sobre derechos y ética profesional que exigía la publicación de aquella imagen, sino con una bravata, como ofendido por tener que rendir cuentas.
Bustillos minimiza su responsabilidad, autodenominándose «reportero», y al rebatir a Alemán se denigra a sí y a quienes constituimos este auto-devaluado gremio: «Podría sumergirme en teorías periodísticas, en cuestiones de moral, en debates sobre apología del delito y todas las vaciladas que esgrimen quienes a petición de parte, del gobierno, por supuesto, se colocaron la mordaza y acordaron no publicar la parte fea, horrible, diría yo, de la guerra contra el crimen organizado y de la guerra entre las bandas».
Haciendo bloque con diarios que quizá se avergonzarían de ser identificados con el suyo, añade que «como otros muchos medios... como Reforma y La Jornada, que publicaron las mismas estremecedoras imágenes, decidimos no hacer el juego a quienes decidieron esconder la realidad». Y concluye: «... sólo hacemos periodismo... pensamos en el lector al que no se le puede engañar diciendo que somos un país menos violento que otros sólo porque hay periodistas que ceden a la petición de esconder la realidad».
En entrevista para el programa de Gerardo Albarrán de Alba, defensor del lector de MVS Radio [septiembre 23, 2011], Hugo Páez, subdirector de Impacto, contradijo a su jefe, apelando a la moral y la ética, pero aparte negó que esa fotografía fuera «nota roja», arguyendo que no es más que «simple y sencillamente» información.
Las palabras de Bustillos y Páez denotan que no escuchamos a los demás y ni siquiera a nosotros mismos. Insistimos en que respetar los derechos de los protagonistas de las noticias, y ceñiros a la legalidad y la ética equivale a censurarnos. Para nosotros los actores sociales, gobierno incluido, están obligados a respetar la ley y en especial la libertad de expresión, pero nosotros no tenemos responsabilidad alguna ante nadie.
Aunque para Juan Bustillos la ética y la teoría son «vaciladas», enfocaré esquemáticamente el debate propuesto por Ricardo Alemán con base en la teoría de los derechos humanos –contenida en tratados internacionales y la legislación mexicana–, así como en la ética periodística validada por códigos deontológicos a través del mundo:
1. La libertad de expresión es un derecho relativo, su límite son los demás derechos.
2. En los países democráticos que encabezan los estándares globales de libre expresión, los medios no solo se autorregulan, deben respetar leyes y son supervisados por la ciudadanía mediante creativos mecanismos de accountability.
3. Justo la autorregulación les permite servir a sus audiencias, apegarse a la legalidad y los derechos, denunciando su violación. En esto reside su credibilidad y reputación.
4. La publicación de imágenes como la mencionada vulnera, entre otros, los derechos al debido proceso, la privacidad y la dignidad de las víctimas –incluidas las familias.
5. Esa fotografía la propició un funcionario policial o judicial, lo mismo que los datos de la nota que la complementa, sin explicarse nada de esto al lector, como tampoco que al dar esa información dicho funcionario pudo estar cometiendo un delito.
6. La información de dicha nota aporta alegatos de la policía y declaraciones ministeriales de una persona acusada, por lo cual debe relativizarse, pues la verdad judicial es monopolio de un tribunal y sobreviene al dictarse una sentencia ejecutoriada.
7. Todos tenemos derecho a la información y uno de los instrumentos para ejercerlo somos los periodistas y los medios. Pero si la información, como en este caso, no es veraz, no puede sostenerse que con ella se sirva al lector –en el caso, excepcional en México, de que el medio invierta en estudios para conocer realmente a sus audiencias.
Estos son, de hecho, fundamentos del periodismo global y los sistemas de medios que respetamos, por lejos que estemos de alcanzarlos, atrapados en la patética «nota roja».

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