En
Ucrania, el juego es de Putin/Andrew Higgins. Alison Smale contribuyó a este reportaje desde Berlín, y Rick Gladstone desde Nueva York.
The
New York Times |12/02/15
Los
ingresos por la exportación de petróleo y la moneda de su país han caído en
picada. Su economía se está encogiendo y algunos de sus propios aliados en
Moscú se preguntan adónde los está llevando. Sin embargo, cuando el presidente
ruso Vladimir Putin se reunió el miércoles en Minsk, la capital de Bielorrusia,
con los dirigentes de Ucrania, Alemania y Francia para discutir el conflicto
del este de Ucrania, él tenía los ases en la mano.
Desde
hace meses, los líderes de Europa, generalmente divididos, hablan con una sola
voz acerca de Ucrania, descartando la solución militar y abogando ante todas
las partes involucradas para que resuelvan la disputa por la vía diplomática.
Pero en Minsk se enfrentaron a la realidad de que Putin sigue teniendo la
ventaja precisamente porque está dispuesto a usar la fuerza militar para
obtener lo que quiere en la diplomacia.
Como
indicador del compromiso de Europa con la diplomacia, la Canciller de Alemania,
Angela Merkel, la figura política más poderosa del Viejo Continente, y François
Hollande, Presidente de Francia, el país más grande de Europa occidental,
viajaron a Minsk el miércoles en un intento desesperado por revivir un
moribundo proceso de paz iniciado en septiembre con un acuerdo de tregua,
negociado también en Minsk. Hicieron el desplazamiento a pesar de que Steffen
Seibert, vocero de Merkel, aseguró que solo había “una chispa de esperanza”.
Sin
embargo, en Minsk, la fe de Europa en la “solución política” – el estribillo
repetido el año pasado en todas las reuniones en Bruselas de jefes de estado y
de gobierno y de ministros de relaciones exteriores – se enfrentó a la dura
realidad creada por Putin, cuyo apoyo a los rebeldes separatistas ucranianos
evisceró el acuerdo de Minsk, facilitó la búsqueda de una solución militar y amplificó
las voces que en Washington piden otorgarle ayuda militar a Ucrania.
“Putin
hizo que todos se aceleraran por lo que se traía entre manos en Minsk, pero el
suyo es un juego a largo plazo”, advierte Fiona Hill, principal funcionaria
estadounidense de inteligencia estacionada en Rusia de 2006 a 2009. “Él juega
en varios frentes. Nosotros estamos empezando a hablar de una respuesta militar
y él empieza a hablar de diplomacia.”
Hill,
actual directora del Centro de Estados Unidos y Europa de la Institución
Brookings y coautora de “Mr. Putin: Operative in the Kremlin”, prevé que
cualquier acuerdo de cese al fuego “solo será temporal como el anterior”, pues
Putin oscila constantemente entre la diplomacia y la opción militar,
dependiendo de cuál considere él que le da más ventajas a Rusia.
Y
agrega que Occidente ha ayudado en las maniobras tácticas de Rusia dejando muy
en claro lo que quiere, mientras que Putin tiene a todos tratando de adivinar
sus intenciones. “Es posible ganar con una mano débil si el oponente siempre te
está mostrando sus cartas”, indica.
Al
hablar en Bruselas el lunes, durante una reunión de ministros de relaciones
exteriores europeos – en la que una vez más se reafirmó la santidad de la
diplomacia sobre la fuerza – el ministro francés del exterior, Laurent Fabius,
subrayó que las pláticas del miércoles en Minsk entre los líderes de Francia,
Alemania, Rusia, Ucrania y los separatistas prorrusos necesitaban reforzar, no
reelaborar el llamado protocolo de Minsk de septiembre.
Pero
reconoció que ya no era posible ponerlo plenamente en efecto, debido a lo que
llamó “ciertas evoluciones en el terreno”, es decir, el firme avance de los
combatientes prorrusos que desde septiembre han extendido en más de 518
kilómetros cuadrados el territorio que controlan.
En
las semanas precedentes a las pláticas en la cumbre de Minsk, los rebeldes
prorrusos, reforzados con un abasto reciente de armas rusas, tomaron las ruinas
del aeropuerto de Donetsk y lanzaron una decidida ofensiva contra el pueblo de
Debaltseve, un importante cruce ferroviario y el último reducto de territorio
controlado por Ucrania en una amplia franja de territorio al norte de Donetsk.
La
brecha entre la obstinada diplomacia europea y el enfoque de Putin sobre
Ucrania, que mezcla exhortaciones periódicas a la paz con la entrega furtiva de
armas, e incluso de soldados, a los separatistas, ha dejado a Moscú y a
Bruselas “jugando juegos totalmente diferentes”, según Amanda Paul, experta en
Rusia del Centro de Política Europea, grupo de investigación en Bruselas.
“Putin
puede superarnos porque sabe cuáles son nuestros límites. Él sabe que nosotros
no vamos a desplegar tropas. Sabe que, aun si Estados Unidos decidiera enviar
armas, Rusia seguiría teniendo la fuerza necesaria para derrotar a Ucrania”,
agregó. “Pero nosotros no tenemos ni idea de cuáles son los límites de Putin.
Él no nos muestra sus cartas. Occidente sí las muestra. Quizá no haya solución
militar pero deberíamos dejar a Rusia con la duda.”
Aunque
es vago respecto de sus objetivos en Ucrania – más allá de su determinación de
bloquear lo que él considera un complot de la OTAN para avanzar contra el
territorio ruso – Putin ha dejado en claro su deseo de dividir a la Unión
Europea, dirigiéndose a países como Hungría y Grecia, donde el flamante
gobierno de izquierda ha planteado sus dudas sobre la conveniencia de imponerle
sanciones a Moscú por su conducta en Ucrania. Hasta ahora el bloque de 28
naciones ha logrado mantenerse insólitamente unido, en parte debido a que se ha
atenido a sanciones relativamente modestas, en sincronización con Washington.
Linas
A. Linkevicius, ministro del exterior de Lituania, uno de los pocos países
europeos que apoya el envío de armas a Ucrania, declaró: “Los esfuerzos
diplomáticos por supuesto que valen la pena, pero no podemos juzgar si están
dando resultado aunque tengamos la firma de Rusia en un acuerdo. Hemos
aprendido que solo podemos juzgar los eventos en el terreno.”
“No
podemos confiar en una sola palabra de la directiva rusa”, agregó. “Ninguna
tiene valor.”
El
último acuerdo de Minsk empezó a desmadejarse casi tan pronto como fue firmado.
Hubo violaciones del cese al fuego en ambos lados, pero particularmente de los
rebeldes, cuyo líder en ese tiempo, Pavel Gubarev, dijo que el acuerdo era una
traición y declaró que “quería escupir en esta ‘paz’”.
Desde
entonces, los rebeldes han consolidado el territorio anteriormente fragmentado,
volviéndolo más defendible, y se comprometieron a oponerse a regresar a la
llamada “línea de demarcación” establecida en septiembre. Fabius, el ministro
francés del Exterior, indicó que Francia y Alemania, que han tomado la
vanguardia en el esfuerzo diplomático europeo, aceptarían revisar el acuerdo
anterior, diciendo que se respetaría “tanto como fuera posible”.
La
conferencia anual de seguridad, celebrada el fin de semana pasado en Múnich,
estuvo dominada por la discusión sobre Ucrania y el debate de si las pláticas
de paz del miércoles rendirían un “Minsk más”, la reactivación del acuerdo del
año pasado, o un “Minsk menos”, la confirmación de que el acuerdo anterior
nació muerto y su reemplazo por uno nuevo que consagrara las ganancias
territoriales de los rebeldes.
Hubo
abundante escepticismo sobre la perspectiva de un acuerdo que no recompensara
la fuerza armada y el gobierno alemán estuvo deliberadamente pesimista,
diciendo que la reunión de Minsk no se iba a realizar y que, aun si se
celebrara, eran escasas las esperanzas de un arreglo duradero.
Cuando
se le preguntó si era más probable un “Minsk más” o un “Minsk menos”, Norbert
Röttgen, democristiano que preside el comité de relaciones exteriores del
Parlamento alemán, señaló que temía un Minsk menos desde el punto de vista
occidental.
“Creo
que no va a haber nada, pues por desgracia, desde el punto de vista táctico,
Putin tiene la ventaja en el corto plazo”, aseguró. “Y Petro Poroshenko
(presidente de Ucrania) solo tiene un margen de maniobra limitado.
“O
bien, puede haber otro cese al fuego, un segundo acuerdo de Minsk que contemple
un desplazamiento significativo de la línea de demarcación hacia el oeste. La
violación de Minsk 1 sería entonces honrada en Minsk 2; y hay considerables
dudas de que Putin cumpla con Minsk 2”, agregó Röttgen.
A
pesar de la creciente exasperación por la injerencia de Rusia y sus repetidas
negativas de que está suministrando armas, las naciones europeas tienen sólidas
razones para rechazar la idea de armar a Ucrania, ni siquiera con armas
defensivas, y apoyarse exclusivamente en las sanciones económicas.
“El
único sector en el que Putin no tiene nada que temer es el de las armas”,
declaró Paolo Gentiloni, ministro italiano de Relaciones Exteriores, durante
una reunión con la junta editorial de The New York Times el miércoles. “Rusia
es débil en muchos sectores, pero es fuerte en armas.”
Cualquier
arma enviada por Estados Unidos a Ucrania, agregó, incluso le ayudaría a Putin,
pues “apuntalaría su narrativa” de que Rusia tiene razones legítimas de temer
una invasión militar occidental en sus fronteras.
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