Columna Itinerario Político en El Universal, 12 de marzo de 2015
La
primera respuesta a “La Historia en Breve” de Ciro Gómez Leyva –estimado colega
y compañero de página–, es que el debate público sobre la postulación y
aprobación de Eduardo Medina Mora como Ministro de la Corte es un triunfo de la
discrepancia, la tolerancia y, en suma, la opinión pública; esa formidable
expresión de la democracia que parece saludable.
Y
en ese primer punto también se equivocó el amigo del presidente, el hoy
Ministro Eduardo Medina Mora, quien intolerante exhibió su talante poco o nada
democrático al responder a los críticos de su postulación con una adjetivación
nada saludable; “son críticas tendenciosas”, dijo, como si hubiese otro tipo de
críticas.Pero al argumento central de Ciro está en otro lado. Dice, palabras más o menos, que nada tiene de malo que Enrique Peña Nieto proponga a su amigo Eduardo Medina Mora como Ministro de la Corte, “porque en esa lógica Enrique Peña Nieto, como Felipe Calderón, Vicente Fox, Ernesto Zedillo Carlos Salinas, etcétera, gobierna con sus amigos Miguel Ángel Osorio Chong, Luis Miranda, Gerardo Ruiz Esparza, Enrique Martínez y Martínez, Luis Videgaray, Emilio Chuayffet… la “brothercracia”.
En efecto, estimado Ciro, durante décadas, sobre todo en los gobiernos del PRI como partido único, los presidentes gobernaron con sus amigos, a partir del grosero concepto patrimonialista de que el poder presidencial es una propiedad sexenal que se repartía entre amigos. Por eso, los opositores de la derecha y la izquierda de antaño cuestionaron severamente esa práctica hasta que el PAN y el PRD se convirtieron en gobierno y, entonces, perpetuaron la tara de los gobiernos de amigos.
Pero el hecho de que el presidencialismo patrimonialista y de amigos se reproduzca en gobiernos del PAN y del PRD y que azules y amarillos copien la tara de la “brothercracia”, no significa que sea una práctica democrática y menos aceptable por una sociedad que aspira a la honestidad y la congruencia de sus gobernantes. En todo caso es vergonzoso que azules y amarillos de hoy hayan olvidado las banderas que enarbolaron como opositores y que la sociedad justifique prácticas propias de una monarquía. Ni como gobierno ni como sociedad podemos ser todo aquello que criticamos en la juventud, como dijo el gran José Emilio.
Y la mejor prueba de que los gobiernos de amigos son una tara que rechaza la sociedad, es que Peña Nieto convirtió ese rechazo en bandera electoral –como lo muestra el discurso del candidato electo en el encuentro con Los 300, en el Museo de Antropología, el 10 de septiembre de 2012–, en donde se ganó un sonoro y nutrido aplauso de “los notables”.
Tienes toda la razón, estimado Ciro, el de Peña es un grosero gobierno de amigos, igual que otros del PRI y del PAN; igual que gobernadores y presidentes municipales de todos los signos convirtieron el gobierno en nefasto club de amigos. Y gracias a esa deformación y a esa tara vivimos décadas de crisis económicas, corrupción y las míticas “comaladas sexenales de nuevos ricos”.
No, Ciro, el problema no es la amistad sino la ausencia de honestidad y congruencia. Y el de Peña Nieto ya paga los costos de regalar a sus amigos el poder, antes que seleccionar a los mejores y a los más capacitados, como lo prometió.
Por lo que hace al papel del Senado, algunos senadores denunciaron en tribuna el grosero “toma y daca” del PRI y del PAN –acuerdos bajo cuerda–, que aplastan hasta a la más robusta protesta social. Con todo respeto, era por alusiones personales. Al tiempo.
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