Crítica a la guerra contra el terrorismo/Endika Zulueta es abogado. Fue defensor de Osman El Sayed, El Egipcio, en el juicio del 11-M.
El
Mundo | 12 de marzo de 2015
“…Ahora
vienen a por mí, pero ya es demasiado tarde” (final del poema atribuido tanto a
Bertolt Brecht como a Martin Niemöller).
11.
Septiembre. 01. El 14 de septiembre de 2001, el presidente Bush declaró la
guerra al terrorismo, una guerra sin precedentes en la historia de la
humanidad, sin límite temporal, sin límite espacial y con un enemigo difuso que
va definiéndose sobre la marcha, muchas veces en función de oscuros intereses
políticos y económicos de empresas petroleras y armamentísticas. Una guerra, a
la que en su momento se sumó el Gobierno español, por la que se justifican
múltiples actos de terror: se han matado a cientos de miles de personas, se han
destruido culturas milenarias, se han creado cárceles secretas, Guantánamos, se
ha legitimado la tortura… Y todo ello, en defensa de nuestra civilización. Las
víctimas civiles que causamos solo son daños colaterales que asumimos sin
rubor. Paralelamente a la guerra en el exterior, en el interior se acelera el
establecimiento de leyes destinadas a limitar o suprimir derechos
fundamentales, siempre a través de procedimientos de urgencia, sin debate ni
aprobación de enmiendas destacables a pesar de su incidencia en valores
constitucionales como la Patriot Act estadounidense.
11.
Marzo. 04. El 11 de marzo de 2004, España sufrió el atentado más grave
realizado en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial. El país entero
quedó lógicamente conmocionado y la ciudadanía quería respuestas. El Gobierno
nos apuntó a la guerra contra el terrorismo en el exterior, y en el interior se
vanagloriaba de tener uno de los Códigos Penales más severos de la Europa
Occidental. Muchos cuestionaron si no cabía otro tipo de respuestas, una vez
superada la desesperación de los primeros momentos.
07.
Enero. 15. El salvaje atentado de París ha sido calificado por nuestros
mandatarios como un ataque a nuestra civilización, y parece justificar la
implantación del nuevo proyecto de ley antiterrorista, que también ha sido
considerado de emergencia. Su novedad estriba en la calificación por parte de
los dos partidos mayoritarios en el Congreso de cuestión de Estado con el que
justificar la urgencia de su aprobación, cuando ni la incapacidad de crear
mecanismos adecuados para garantizar los derechos sociales (trabajo, sanidad,
educación y vivienda) a amplias capas de la población, ni los seis millones de
personas en paro, ni el doble de paro juvenil de la Unión Europea, ni convivir
con la vergüenza de tener casi tres millones de niños bajo el umbral de la
pobreza, por poner solo algunos ejemplos, ha logrado que los grandes partidos
hicieran el esfuerzo en alcanzar un pacto de Estado; solo la aprobación de una
legislación que suprime o limita derechos fundamentales ha merecido tal
consideración.
Manipulación
del miedo. Seguridad versus libertad. Nos dicen que hay una guerra contra
nuestra civilización, y el miedo se expande como un virus. Siempre el miedo. El
miedo a no tener trabajo, el miedo a perderlo, el miedo a que te echen de casa,
el miedo a no tenerla nunca, el miedo a nuevas enfermedades… Tenemos las
sociedades más seguras desde que el ser humano está sobre la tierra, con el
índice de criminalidad más bajo, con el índice de longevidad más alto y, sin
embargo, pareciera que siempre estamos atemorizados. El Estado hiperpotencia
ahora el miedo por excelencia que parece ocultar todos los demás: el miedo al
terrorista, al enemigo, a una difusa amenaza permanente que viene del exterior,
y que pretende, nada menos, que «acabar con nuestra civilización» y con la que
tenemos que estar siempre en guerra. Orwell se quedó corto en 1984.
Ante
tamaña amenaza, el Estado se presta a ofrecer seguridad a cambio de que la
atemorizada ciudadanía ceda, en apariencia gustosamente, espacios de libertad.
Un Estado incapaz de garantizar derechos sociales ofrece seguridad,
disfrazándola de derecho, olvidando que la seguridad es más una sensación que
un derecho. Todo es urgente y nada es cuestionable so pena de ser tildado de
simpatizante del enemigo, con la manida amenaza de o conmigo o contra mí. Pero,
estando en juego las libertades públicas, no se debe caer en la trampa de la
emergencia.
Muy
al contrario, es el momento clave para la reflexión: qué debemos entender por
seguridad y por libertades, y en qué medida estamos dispuestos a ceder una para
obtener otra, siendo conscientes de que el Estado no puede limitar los derechos
fundamentales de forma permanente y generalizada, ni siquiera a un sector de la
población a la que denomine enemiga, salvo que se decrete un Estado de
excepción.
Desde
esta perspectiva, la guerra al terrorismo se ha convertido también en la guerra
contra las garantías que deben regir el derecho penal. El delincuente tildado
de terrorista no es un ciudadano con derechos, es un enemigo a abatir, y así se
ha demostrado recientemente con los presuntos autores de los atentados
terroristas de París, de Dinamarca o de Bélgica, que lejos de ser detenidos y
puestos a disposición judicial y sometidos a enjuiciamiento con todas las
garantías procesales y respeto a la presunción de inocencia y al derecho de
defensa que se espera de un Estado de Derecho, fueron muertos a manos de la
policía sin cuestionamiento jurídico, político, mediático o social alguno,
siguiendo el halo dejado por los asesinatos selectivos realizados por fuerzas
estadounidenses, incluido al mismo Bin Laden. Con esta política se legitima el
terrorismo de Estado, se hunde el Estado de derecho y el Estado nos coloca al
mismo nivel ético de los propios terroristas.
Derecho
penal del enemigo. En este contexto bélico, el Código Penal no se rige por los
principios de intervención mínima, legalidad, resocialización, proporcionalidad
y humanidad de las penas, como se define en un Estado de Derecho. Muy al
contrario, el Código Penal es mostrado como un arma más de combate en esta
guerra contra el terrorismo. Es una paradoja que en defensa de los valores
democráticos, se ataque los pilares fundamentales del propio sistema
democrático.
Del
derecho penal del enemigo podemos resaltar seis características y el Código
Penal está teñido de todas ellas: 1) Los tipos penales anticipan la punibilidad
a actos que sólo tienen el carácter de preparatorios de hechos futuros y que en
muchas ocasiones serían impunes; 2) Una desproporción en la aplicación de las
penas; 3) La legislación se fundamenta en un lenguaje bélico, no se enjuicia a
ciudadanos sino a enemigos, no merecedores de garantía alguna; 4) Se restringen
derechos fundamentales, sin presunción de inocencia, sin derecho a la
intimidad, se normaliza el secreto de las actuaciones, se incomunica
largamente…; 5) Se endurecen las condiciones en prisión, se dificultan los
beneficios penitenciarios, la pena es castigo y venganza; 6) Se trata de un
derecho penal de autor, y no se juzgan hechos, sino personalidades.
Habrá
personas que no se sientan afectadas por la situación, puesto que van dirigidas
a los yihadistas, y, o bien se lo merecerían, o bien es un fenómeno ajeno a
nuestras vidas. No nos engañemos: sería una ingenuidad pensar que las normas
penales de combate contra el terror vayan dirigidas esencialmente a los
terroristas. ¿Alguien se imagina a un yihadista preocupado por la modificación
del Código Penal español?; ¿los psicópatas que son capaces de matar a doce
humoristas, e incluso cortar el cuello de otro ser humano, pueden modificar un
ápice su conducta porque en España se apruebe la prisión permanente revisable?
La legislación va esencialmente destinada al resto de la población. El Gran
Hermano utiliza la eterna amenaza del enemigo exterior para legitimar el
control social a la ciudadanía del interior.
Ya
que dicen que lo hacen todo por nuestra seguridad, merece la pena una serena
reflexión, una profundización de la conciencia crítica, no sea que aquello que
nos dicen que están haciendo para salvar nuestros valores democráticos sea
precisamente lo que cimiente su destrucción. Nos ha costado mucho esfuerzo
conseguir que esos valores estén presentes en nuestra sociedad como para que
ahora se debiliten, bien por la acción de un grupo de terroristas, bien por la
de nuestros propios gobernantes con el argumento de salvarnos de los primeros.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario