El papa Francisco presidió el 12 de junio la Misa
ante miles de sacerdotes de todo el mundo en la Basílica de San Juan de Letrán,
con ocasión del III Retiro Mundial de Sacerdotes. En
su homilía alentó a los curas a “dejar el látigo colgado
en la sacristía y ser pastores con ternura”.
Texto completo de la homilía, gracias a la traducción de Radio
Vaticano:
En
la primera lectura nos adentramos en la ternura de Dios, como que Dios le
cuenta a su pueblo como lo quiere, como lo ama, como lo cuida. Y lo que Dios
dice a su pueblo en esta lectura del profeta Oseas, capítulo 11, en adelante,
versículo primero en adelante, lo dice a cada uno de nosotros, y nos hará bien
tomar este texto en un momento de soledad, ponernos en la presencia de Dios y
escuchar cuando nos dice esto: cuando vos eras chico yo te amé, te amé desde
niño, te salvé, te traje de Egipto, te salvé de la esclavitud, de la esclavitud
del pecado, de la esclavitud de la autodestrucción, y de todas las esclavitudes
que cada uno conoce, que tuvo o tiene dentro. Yo te salvé, yo te enseñé a
caminar.
Qué
lindo escuchar Dios me enseña a caminar, el Omnipotente se abaja y me enseña a
caminar. Recuerdo esa frase del Deuteronomio, cuando Moisés le dice a su
pueblo, “escuchen ustedes que son tan duros de cabeza”, cuando vieron un Dios
tan cercano a su pueblo como Dios está cercano a nosotros. Y la cercanía de
Dios es ésta ternura: me enseñó a caminar, sin Él yo no sabría caminar en el
Espíritu. Y lo tomaba por los brazos pero vos no reconociste que yo te cuidaba.
Vos te creíste que te las arreglabas solo. Esta es la historia de cada uno de
nosotros. Y yo te atraía con lazos humanos, no con leyes punitivas, con lazos
de amor, con ataduras de amor.
El
amor ata, pero ata en la libertad, ata en dejarte lugar para que respondas con
amor. Yo era para ti como los que alzan a una criatura a las mejillas y lo
besaba, y me inclinaba y le daba de comer. Decíme, ¿ésta no es tu historia? Al
menos es mi historia.
Cada
uno de nosotros puede leer aquí su propia historia. Decíme, ¿cómo te voy a
abandonar ahora, cómo te voy a entregar al enemigo? En los momentos donde
tenemos miedo, en los momentos donde tenemos inseguridad, Él nos dice: pero si
hice todo esto por vos, ¿cómo pensás que te voy a dejar solo, que te voy a
abandonar?
En
las costas de Libia, los 23 mártires coptos estaban seguros de que Dios no los
abandonaba y se dejaron degollar diciendo el nombre de Jesús, porque sabían que
Dios, pese a que les cortaban la cabeza, no los abandonaba. ¿Cómo te voy a
tratar como un enemigo? Mi corazón se subleva dentro de mí y se enciende toda
mi ternura.
Cuando
la ternura de Dios se enciende, esa ternura cálida – es el único capaz de
calidez y de ternura- no le voy a dar un día libre a la ira por los pecados que
hiciste, por tus equivocaciones, por adorar ídolos, porque yo soy Dios, soy el
Santo en medio de ti. Es una declaración de amor de Padre a sus hijos y a cada
uno de nosotros.
Cuántas
veces pienso que le tenemos miedo a la ternura de Dios, y porque le tenemos
miedo a la ternura de Dios, no dejamos que se experimente en nosotros y por eso
tantas veces somos duros, severos, castigadores, somos pastores sin ternura.
¿Qué
nos dice Jesús en el capítulo 15 de Lucas, de aquel pastor que notó que tenía
solamente noventa y nueve ovejas y le faltaba una, que las dejó bien cuidaditas
cerradas con llave y se fue a buscar a la otra, que estaba enredada ahí entre
los espinos y no le pegó, no la retó, la tomó en sus brazos, en sus hombros y
la trajo y la curó, si estaba herida?
¿Hacés
lo mismo vos con tus feligreses, cuando notás que no hay uno en el rebaño o nos
hemos acostumbrado a ser una Iglesia que tiene una sola oveja en el rebaño y
dejamos que noventa y nueve se pierdan en el monte? ¿Tus entrañas de ternura se
conmueven?
¿Sos
pastor de ovejas o te has convertido en un peinador, en un peluquero de una
sola oveja exquisita, porque te buscás a vos mismo y te olvidaste de la ternura
que te dio tu Padre, que te los cuenta aquí, en el capítulo 11 de Oseas y te
olvidaste de cómo se da ternura? El corazón de Cristo es la ternura de
Dios, ¿cómo voy a entregarte, cómo te
voy a abandonar? Cuando estás solo, desorientado, perdido, vení a mí que yo te
voy a salvar, yo te voy a consolar.
Hoy
les pido a ustedes en este retiro que sean pastores con ternura de Dios, que
dejen el látigo colgado en la sacristía y sean pastores con ternura, incluso
con los que le traen más problemas. Es una gracia, es una gracia divina.
Nosotros
no creemos en un Dios etéreo, creemos en un Dios que se hizo carne, que tiene
un corazón, y ese corazón hoy nos habla así: vengan a mí si están cansados,
agobiados, yo los voy a aliviar, pero a los míos, a mis pequeños trátenlos con
ternura, con la misma ternura con que los trato yo. Eso nos dice el corazón de
Cristo hoy y es lo que en esta misa pido para ustedes y también para mí.
#
“Las
tierras de Medio Oriente están marcadas por años de conflicto y por los pasos
de los que buscan refugio y regadas por la sangre de tantos hombres y mujeres,
incluyendo a muchos cristianos perseguidos por su fe”, dijo el Papa Francisco
al recibir a los participantes en la Reunión de las Obras para la Ayuda a las
Iglesias Orientales (ROACO).
Dijo en su discurso que “hacen falta más esfuerzos para eliminar los que
parecen acuerdos tácitos por los que la vida de miles y miles de familias
-mujeres, hombres, niños, ancianos- pesaría menos en la balanza de los
intereses que el petróleo y las armas, y mientras se proclaman la paz y la
justicia se tolera que los traficantes de muerte actúen en esas tierras”.
Por
eso, resaltó, “al mismo tiempo que prosigan con su servicio de caridad
cristiana los animo a denunciar lo que pisotea la dignidad humana”.
Recordando
el reciente viaje a Irak de una delegación de la ROACO, durante el cual se
encontraron con los desplazados de la llanura de Nínive, y con pequeños grupos
procedentes de Siria, el Papa afirmó: “en aquellos ojos que pedían ayuda y
suplicaban la paz y el retorno a sus hogares sentían que era Jesús mismo el que
los miraba, pidiendo esa caridad que nos hace ser cristianos”.
“Toda
obra de ayuda, para no caer en la eficiencia a ultranza o en un asistencialismo
que no promueve ni a las personas ni a las naciones, debe renacer siempre de la
bendición de Dios que viene a nosotros cuando tenemos el coraje de mirar a la
realidad y a los hermanos que tenemos enfrente”.
No
obstante, “el mundo parece haber tomado conciencia del drama de los últimos meses,
y se dio cuenta de la presencia milenaria de los cristianos en el Medio
Oriente. Se multiplicaron las iniciativas de sensibilización y ayuda para ellos
y para todos los demás inocentes injustamente azotados por la violencia”.
Recordó que estos días ROACO dedica un atención especial a Etiopía,
Eritrea y Armenia y pidió que ayuden a estos países “a sentirse parte de la
misión evangelizadora y a ofrecer, especialmente a los jóvenes, un horizonte de
esperanza y crecimiento sin el cual no se podrá detener el flujo de la
migración que ve a tantos hijos e hijas de esa región ponerse en camino para
llegar a las costas del Mediterráneo, arriesgando su vida”.
Armenia,
“cuna de la primera nación que recibió el bautismo, también tiene una gran
historia, rica de cultura, de fe y martirio. El apoyo a la Iglesia en esa
tierra contribuye al camino hacia la unidad visible de todos los creyentes en
Cristo”.
Las
últimas palabras que el Papa dedicó a las Iglesias de Oriente fueron las del
himno sobre la Resurrección de San Efrén: “acepta, Rey nuestro, nuestra oferta,
y danos a cambio la salvación. Pacifica las tierras devastadas, reconstruye las
iglesias incendiados para que cuando haya una gran paz, podamos entrelazarte
una gran corona de flores procedentes de todos los lugares, para que sea
coronado el Señor de la paz”.
Fuente: ACI
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