- La convocatoria de elecciones es, sin duda, un logro democrático para la sociedad venezolana.
¿El
inicio del fin del chavismo?/José Luis Curbelo es decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Económicas de la Universidad Camilo José Cela de Madrid.
El
Mundo |21 de julio de 2015
El
Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela anunció recientemente la
convocatoria de elecciones parlamentarias para el próximo 6 de diciembre. Se
elegirá entonces a los 165 parlamentarios que componen la Asamblea Nacional
(AN), en la que en la actualidad el Partido Socialista Unificado de Venezuela
(PSUV) cuenta con una holgada mayoría de 99 diputados. Una mayoría que ha
permitido estos años al presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello, y al
oficialismo ningunear las iniciativas políticas de la oposición, e incluso
despojar abusivamente de sus credenciales e inmunidad a aquellos parlamentarios
incómodos al bloque de Gobierno. La líder opositora María Corina Machado fue
expulsada de la AN en 2014 con argumentos más que cuestionables y acaba de ser
inhabilitada por la chavista Contraloría General de la República para optar a
cualquier cargo público en los próximos 12 meses, una maniobra más para impedir
que pueda concurrir a las urnas en diciembre. El encarcelado dirigente de la
oposición Leopoldo López finalizó su huelga de hambre una vez convocados los
comicios.
La
convocatoria de elecciones es, sin duda, un logro democrático para la sociedad
venezolana. No eran pocas las voces que pensaban que estos comicios no iban a
tener lugar dado el precario apoyo del oficialismo -según las encuestas más
respetadas (Datanálisis), el nivel de rechazo gubernamental supera el 73% del
electorado y la popularidad del presidente no supera el 23%- y el deterioro
acelerado de la situación económica y política del país, que este año decrecerá
un 7%, tras hacerlo el 4% del año anterior, entre carencias de prácticamente
todo, carestía descontrolada (se prevé para el año más del 160% de inflación),
colas interminables, corrupción rampante y una terrible inseguridad.
Un
nuevo tiempo está comenzando y tiene que servir de acicate para que la
oposición se una tras un mensaje de superación de las condiciones actuales de
vida y convivencia en el país. A partir de ahora se abre un futuro más
esperanzador en el que la oposición está obligada, con el entorno institucional
definido en las circunstancias actuales, que dista mucho de ser neutral, a
pertrecharse de sus sobrados argumentos de seducción ante una población que,
aunque vapuleada por la crisis y la inseguridad, aún no se ha pasado en masa al
campo de la oposición. Ésta tiene que movilizarse y ganar por mucho el día de
los comicios. Le queda casi medio año de movilización para llenar las urnas (en
sentido figurado, ya que el voto es electrónico) con votos por los candidatos
de la MUD (Mesa de Unidad Democrática) y revertir las artimañas ex-ante y
ex-post del régimen para viciar los resultados electorales.
No
es desdeñable la capacidad de movilización y coacción del régimen, exacerbando
las divisiones internas de la oposición (su flanco más débil), recurriendo al
nacionalismo y atizando el fantasma del miedo. Las condiciones que definen el
campo de juego en el que las fuerzas democráticas han de jugar la partida
sesgan y vician sobremanera la neutralidad del proceso. Es bien sabido que los
pucherazos electorales no se suelen ejecutar el día de las elecciones a la luz
de los observadores internacionales. En Venezuela se está ejecutando día a día
desde hace tiempo. Y así, primero, los líderes muy importantes de la oposición
-no sólo Leopoldo López o Antonio Ledezma- están privados de libertad y el
Gobierno intentará mantenerlos en esa situación para insertar una cuña de
división en la MUD ante el cómo actuar frente a unas elecciones sin libertades
plenas; segundo, la libertad de prensa y comunicación son prácticamente
inexistentes, sin acceso de la oposición a la televisión ni a prensa escrita
relevante crítica del régimen, salvo el diario El Nacional; tercero, la
composición del CNE prácticamente excluye la presencia de consejeros
independientes; o cuarto, se han reasignado escaños parlamentarios en favor de
circunscripciones electorales de mayoría bolivariana.
En
términos simbólicos, la propia fecha de las elecciones no es indiferente. El
oficialismo conmemora el 6 de diciembre la elección del comandante Hugo Chávez
como presidente en 1998 por mayoría absoluta holgada, poniendo fin a los
desprestigiados gobiernos de la llamada Cuarta República (1830-1999), que,
especialmente en sus últimos años, habían llevado al país a una crisis hasta
entonces desconocida, que afectaba sobremanera a las clases populares en un
contexto económico de caída abrupta de los precios del petróleo, y en un
entorno político con sensación generalizada de corrupción. Es de prever que la
campaña electoral se desarrolle con un talante épico que intente concitar la
unidad patriótica. Una unidad patriótica que muy probablemente se intentará
manipular recurriendo al nacionalismo primario, bien despertando los siempre
latentes conflictos fronterizos con Colombia (reciente disputa sobre fronteras
y aguas jurisdiccionales en la Guajira) y la Guyana (por la concesión de
licencias de explotación petrolífera en el disputado territorio de Esequibo),
bien exacerbando las proclamas de guerra económica imperialista contra la
Revolución.
El
Gobierno de Maduro intentará tornar en un ataque a la patria del Libertador
(quizá de los libertadores Bolívar y Chávez) cualquier medida internacional que
afecte, aunque sea tangencialmente, sus posiciones, sean éstas las
investigaciones en EEUU de las tramas del narcotráfico que parece corroen a la
cúspide bolivariana, incluidas las fuerzas armadas, o las demandas
internacionales de liberación de los presos políticos.
Pero
lo que es más preocupante es que muy probablemente el oficialismo busque
antagonizar, aún más, la sociedad venezolana. Un ejemplo de ello es que en
paralelo al anuncio de la convocatoria electoral, el presidente Maduro alertaba
a los ciudadanos (La Noticia, 22 de junio de 2015) con bravatas de o yo o el
caos del tipo: si la derecha toma la AN, sucederán cosas muy graves; en el país
se desatará un proceso de confrontación y yo seré el primero en lanzarme a las
calles.
Con
todo, las elecciones parlamentarias probablemente sean el inicio del fin del
chavismo. Un final que eventualmente se plasmará en unas posteriores elecciones
a la Presidencia. Con la vista puesta en este hecho, el régimen intentará
mantener en la cárcel a algunos políticos de la oposición para enfrentar las
legítimas aspiraciones de liderazgo de quienes aspiran a suceder a Maduro.
Mantener la unidad alrededor de las candidaturas recientemente elegidas en
primarias por la MUD para los comicios es un reto.
Finalmente,
en los próximos meses se va a poner a prueba el compromiso internacional,
fundamentalmente latinoamericano, con la democracia. Es necesario que
observadores internacionales independientes, de la OEA o de la UE, por ejemplo,
además de los de Unasur que propone el oficialismo, estén presentes, quizá
durante largas semanas, supervisando el conjunto del proceso electoral para que
se den condiciones democráticas aceptables, así como denunciando cuanta
infracción y abuso observen. Y más cerca, en España, donde se cuentan por
cientos de miles nuestros vecinos que recientemente han venido expulsados por
la realidad económica y política de su país, es necesario, particularmente
desde posiciones progresistas y de izquierda democrática, entrar decididamente
en el debate ideológico de denunciar la vulneración del Estado de Derecho.
Sonroja enormemente escuchar las manifestaciones de Cayo Lara y Pablo Iglesias
defendiendo la existencia del Estado de Derecho en el país bolivariano para
justificar, por ejemplo, las posiciones de aquel régimen ante la visita a
Venezuela que realizó el ex presidente Felipe González.
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