Artículo mortis
No le deseo ningún mal/Roberta Garza
Milenio, 25 de abril
El Diario de Yucatán reportó que, a punto de zamparse unos deliciosos antojitos, el Presidente sufrió un desmayo causado quizá por un accidente cardiovascular. Que lo subieron a un avión de la Fuerza Aérea —me pregunto por qué no usa ya aviones comerciales, ¿será que ya no puede confiar en el pueblo bueno?— de regreso a la capital, llegando del aeropuerto al hospital militar en helicóptero. Eso fue antier. Desde entonces, hasta el envío de este texto, no se ha sabido nada de él, fuera de un tuit atípico anunciando que se había contagiado de covid.Todo eso estaría muy bien si no fuera porque el vocero de Presidencia salió a anunciar que López estaba bien de salud, que la gira seguía viento en popa. La bronca es que el comunicado salió cuando el Presidente ya iba de regreso, a medio Golfo de México, no sabemos en qué condiciones.
¿Por qué la mentira? Hay de dos sopas: el vocero no tenía idea porque no le informan ni la hora del día, o le informan a cabalidad, se asustó y quiso taparle el catéter al macho.
Supongamos que el Presidente tiene covid. Si ya mostraba síntomas graves, nunca debió haber ido a Yucatán. Ahora bien, el día anterior, desde la mañanera, cuando despotricó contra sus enemigos imaginarios de siempre, no se le vio congestión nasal, tos o ronquera alguna. No es propio de las variantes en circulación, y menos a la tercera ronda y con vacunas, el desarrollo en menos de 24 horas de síntomas tan agudos, a menos que haya tremendas patologías subyacentes.
Supongamos entonces que no es covid, o no sólo, que López Obrador sí tuvo un accidente cardiovascular, como lo reportó el Diario de Yucatán sin hasta ahora haberse retractado. ¿Qué le pasa al país ahora, con un Presidente que ha dedicado su vida a desmantelar instituciones, que no trabaja en equipo, que no escucha a expertos y que ejerce el poder de manera autocrática y personalísima, si éste queda fuera de servicio?
No le deseo ningún mal a López Obrador. No le deseo la enfermedad ni, menos, la muerte. Pero sí deseo que se vaya a su rancho en Palenque. Que deje un cargo que no sabe ejercer, para el cual nunca estuvo preparado, que le ha quedado inmensamente grande, y eso que la vara estaba muy baja. Deseo que pague por el grave quebranto económico que le ha causado al país, por la corrupción en su seno, por la cizaña que siembra todas las mañanas y por las muchas veces que se ha pasado la ley por el arco del triunfo. Que al menos pida perdón por lo que nunca podrá pagar, como los muertos y heridos causados por su incapacidad y su indolencia: los caídos en la primera ola de covid, que López dejó a merced de detentes y de ivermectina. Por las vidas segadas por las balas de una violencia que el Presidente se niega a abordar a menos que sea con “abrazos”. Por el dolor de los desaparecidos, las mujeres violentadas y otras víctimas que él sólo reconoce como estorbos que le quitan reflectores.
Deseo que el Presidente se reponga pronto. Pero no por eso dejo de lamentar que tenga entre sus manos las riendas del país, porque si bien no le deseo mal alguno, menos se lo deseo a México.
#Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Milenio (Milenio Monterrey y Milenio Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Milenio Diario con su columna Artículo mortis
No hay comentarios.:
Publicar un comentario