La aventura de la lucidez que no claudica
Tomado de El Nuevo Herald; 12/11/2006):
Cuando el escritor y diplomático chileno Jorge Edwards se decidió a publicar Persona non grata (1973),la revolución de Fidel Castro saboreaba aún la euforia del mito y el beneplácito de un mundo que cifró sus esperanzas justicieras en el desafío a ultranza contra Estados Unidos.
Su libro testimonial fue entonces una estocada demoledora. Edwards había sido enviado a Cuba como el flamante encargado de negocios (con funciones de embajador) del gobierno de Salvador Allende. La permanencia fue corta pero intensa. Tres meses después, abandonó la isla cargando el afecto de amigos y las heridas de una profunda decepción. Así nació Persona non grata, la creación más polémica y desacralizadora de una trayectoria literaria que en 1999 se vio coronada con el Premio Cervantes.
Para los incautos y entusiastas admiradores del socialismo criollo resultó un viaje desesperanzador por las entrañas de un proyecto social que había sepultado sus promesas esenciales. Para los ninguneados y difamados por el régimen castrista, una excepcional oportunidad de reivindicación mediante la palabra de un testigo de primera fila. Acaso el más creíble de los testimoniantes, atendiendo a su jerarquía, trayectoria política y vocación humanista.
A 33 años de aquel acontecimiento que estremeció por igual a partidarios, incrédulos y opositores del régimen castrista, el escritor decidió reeditarlo con un epílogo que busca iluminar la actualidad de América Latina desde las lecciones vividas en el pasado. Hoy Edwards inaugurará la XXIII Feria Internacional de Libro de Miami con el lanzamiento de la nueva versión de Persona non grata y de la novela El inútil de la familia, ambos publicados este año por Alfaguara.
En esta entrevista con El Nuevo Herald, Edwards, de 75 años, repasa aquella experiencia diplomática que terminó en pesadilla en marzo de 1971, habla de Cuba y del exilio, y pronostica las coordenadas futuras del continente latinoamericano.
-Han pasado ya tres décadas de Persona non grata . ¿Cuánto carga aún emocionalmente de su experiencia cubana?
Me pasa algo curioso, todos los cubanos me vienen a ver. Soy el más cubano de los no cubanos. Esos tres meses me marcaron para siempre. Todo el tiempo estoy recibiendo testimonios y amigos cubanos. Tengo además gran simpatía por el exilio y la oposición, porque creo que entre ellos está lo mejor de Cuba. Duele mucho ver un país dividido. Hay dos Cubas: divididas las familias, divididas las gentes, sin conducir a una salida política. Y eso es un fracaso.
-¿Cómo fueron sus últimas horas en Cuba?
Una pesadilla. Me estuvieron paseando por dos días, mostrándome cosas absurdas y luego me llevaron a una conversación de despedida con Fidel Castro en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Me dijo que yo era hostil a la revolución cubana y a la revolución chilena. Para terminar me increpó: ''¿Sabe lo que más me ha sorprendido de usted? Su tranquilidad''. Al siguiente día fueron muchos diplomáticos a despedirme al aeropuerto. El oficial de protocolo pasó y viró la cara para no saludarme. Pero allí estaban el nuncio apostólico, Monseñor Cesare Sacchi, el embajador de Yugoslavia y otros. Fueron días terribles, pero sobreviví.
-De ese Castro enérgico y vital que usted conoció a éste que ahora vemos en videos de la televisión cubana hay un largo trecho. ¿Ha visto esas imágenes?
Sí. Castro es un hombre enfermo, cansado y con una preocupante cara de locura. Lo veo mal, muy mal. No soy adivino para predecir lo que va a suceder, pero algo está cambiando. No sé que viene, pero el cambio está en marcha en Cuba. Lo único que puedo asegurar es que Castro no es inmortal.
-¿Cómo explicaría a la luz de la historia los supuestos éxitos de Castro?
Su mayor éxito ha estado en hacernos creer que Estados Unidos es un monstruo total. Ese antiyanquismo primario le favoreció y favorece aún en un continente aquejado por la pobreza y la falta de oportunidades. El ambiente chileno de los años 60 era así, totalmente antiamericano. Hoy día no lo es de la misma manera. Con un gobierno socialista, Chile firmó un acuerdo de comercio con Estados Unidos y no ha afectado sus relaciones normales con ese país, a pesar de las discrepancias respecto a la guerra de Irak. Bueno, ahora el señor Hugo Chávez nos dice que no, que no se pueden firmar esos acuerdos. La realidad es que tenemos que asumir políticas prácticas. La teoría se acabó, no sirve, es inútil si no permite que nos desarrollemos. Porque si no hay desarrollo no habrá justicia en el mundo. Hay que impulsar políticas prácticas de desarrollo, de educación, de cultura para nuestros pueblos. Me parece que los éxitos de Fidel Castro en educación y salud son a medias. Te enseñan a leer y luego te prohíben libros. Y sobre la medicina, tengo dudas de que pueda existir una medicina tan desarrollada en un ámbito de completo subdesarrollo.
-Y con el socialismo real de la Unión Soviética y los países del Este, ¿qué pasó?
Fracasó estrepitosamente. La gran ilusión política del siglo XIX que comenzó con el Manifiesto Comunista terminó en un total descalabro económico y político. El socialismo real fue una política de confrontación total. Y la lección mayor es que hacer política es favorecer consensos. No se puede imponer una política de confrontación permanente porque eso lleva inevitablemente a dividir. Ya le mencioné el caso de Cuba.
-¿Sigue considerándose aún un hombre de izquierdas?
Me considero un escritor y un hombre de progreso. Lo mejor de una sociedad es propiciar mejor educación y mejor cultura para sus ciudadanos. Soy un hombre partidario de las libertades públicas. El gran error de la izquierda es no darse cuenta de que las conquistas políticas de la Ilustración y la Revolución Francesa, el ideario de libertad y fraternidad, fueron adquisiciones emanadas del pueblo. La izquierda tradicional creó dictaduras y a veces trata de convencernos de que hay dictadores buenos y dictadores malos. No, todos son malos. Si revisas, Pinochet y Fidel Castro tienen muchas frases iguales en sus discursos. Son ironías de la historia.
-¿Qué representa hoy Augusto Pinochet para los chilenos?
Es una figura del pasado, como también lo es Castro. Ya los chilenos estamos en otro mundo que no le pertenece ni lo tiene en cuenta. Nos interesa muy poco y su influencia en la vida política del país es nula. La gente trata de desmarcarse del ''viejito'' que ya no conviene tenerlo cerca. Sé que entre la comunidad cubana de Miami hubo muchas simpatías por Pinochet y eso es un error. Me parece importante que el exilio cubano mantenga principios democráticos, porque eso va a influir en la transición que va a venir allí más temprano que tarde. Cuba va a salir de la encrucijada en que se halla. Yo soy optimista. Sólo espero que tanto el exilio como el gobierno de Estados Unidos actúen con prudencia.
-Bueno, aquí ya lo enterraron simbólicamente... (Le hago el relato de la escultura de Castro que esta semana fue destruida por los exiliados en La Pequeña Habana, con música de fondo).
(Se ríe). Es que las cosas cubanas tienen que ser siempre con música y color.
¿Cómo ve la evolución política de América Latina? ¿Piensa que los gobiernos de izquierda puedan convertirse en mayoritarios?
No creo que América Latina vaya hacia la izquierda. La imagen de Castro sigue ahí, pero las posiciones de centroizquierda como los casos de Brasil y Chile son las alternativas más sólidas y viables. Los hechos demuestran que se va mejor con consensos, entendimientos y decisiones prácticas.
-De esa tentación es fruto Hugo Chávez en Venezuela. ¿Cuál es su pronóstico sobre el chavismo?
Chávez es un fenómeno confuso, mezcla de populismo, neoperonismo, con influencias de la revolución peruana de Juan Velasco Alvarado [1968-1975]. Creo que ni el mismo Chávez sabe quién realmente es. Estamos ante un fenómeno de poder izquierdista, favorecido por los petrodólares. Un hombre que comete disparates como repartir dinero a partidos políticos extranjeros. En Chile sería investigado por la contraloría. Pero es un fenómeno pasajero. Hay un giro importante en la política latinoamericana que ha empezado a consolidarse: Lula en Brasil, Alan García en Perú, Felipe Calderón en México, y no se vislumbra un triunfo de Rafael Correa en Ecuador. El chavismo es un fenómeno transitorio, felizmente.
-¿Cuál es su evaluación del actual panorama político chileno?
La democracia chilena se ha consolidado, el desarrollo económico del país avanza, pero aún nos falta mucho. Tenemos que mejorar el sistema. Si se impone la sensatez y la buena voluntad pudiéramos ser un modelo aceptable, incluso para el futuro de Cuba. La idea de división de Chile que generó la dictadura, ya pasó. Estamos en otra etapa, superada la división nacional. Allende fracasó porque trató de hacer valer su ideología, sin consideración. Cuando llegó al poder Allende declaró que gobernaría para sus partidarios, no para todos los chilenos. Lula hizo todo lo contrario cuando ganó su reelección en Brasil.
-¿Cómo influyó el capítulo cubano en su posterior relación con Allende?
Allende no se portó bien conmigo, y quiso aplicarme sanciones a mi regreso. Clodomiro Almeida, que era el ministro de Relaciones Exteriores, se reunió conmigo para que le contara lo que había pasado en Cuba. Me dijo que la única discusión que había tenido con Allende estando en el cargo había sido por mi caso, porque Allende quería sancionarme y Clodomiro se negó a hacerlo hasta que no hablara conmigo. Después de mi conversación con Clodomiro no pasó nada más. Recuerdo que me dijo que él no pertenecía al lobby cubano. Allende estaba fascinado y seducido con la figura de Fidel Castro.
-¿Cómo recuerda a José Lezama Lima?
Cuando me iba de Cuba me invitó a que fuera a visitarlo a su casa de Trocadero. Yo estaba muy complicado con los preparativos de la partida y no pude ir, pero me lo encontré finalmente un día en la casa del poeta Pablo Armando Fernández. Me senté en una butaquita y recuerdo que Lezama se inclinó hacia mí y me dijo: ''Usted, Edwards, ¿se ha dado cuenta de lo que pasa aquí, que nos morimos de hambre?'' Yo pensé entonces en las hambres monumentales de Lezama, pero prosiguió. ''Espero que ustedes allá en Chile sean más prudentes''. Yo creo que Chile no era entonces muy prudente.
-Usted habla también con mucho afecto del narrador Enrique Labrador Ruiz. . .
Cuando Neruda estaba en Chile me llamó una vez a Cuba y me dijo: "¿No has visto a Enrique? Neruda le tenía un gran afecto porque Labrador Ruiz no firmó la carta de los intelectuales cubanos de 1966 [reprochándole sus vínculos con el Pen Club de Nueva York] y me pidió que fuera a verlo. Yo le llevé dos botellas de whisky, pensando en tomarnos una y que guardara la otra, pero nos bebimos las dos entre tres: el caricaturista Juan David, que estaba de visita, Labrador y yo. Tuvimos siempre conversaciones muy amenas y nostálgicas. Cuando salió de Cuba a Venezuela me mandó una carta desde Caracas: "Todo en Cuba sigue igual o peor: más hambre y más terror''.
-¿Y el poeta Heberto Padilla?
Era un intelectual imprudente. Muy divertido, pero absolutamente imprudente. Yo tuve que decirle que no lo iba a invitar más a las fiestas de la embajada, pues su presencia me perjudicaba. El caso Padilla fue, de hecho, mi caso. A Padilla lo toman preso un viernes tras visitarme en mi casa. Yo salía de Cuba en la madrugada del lunes siguiente.
Aunque Guillermo Cabrera Infante ya no estaba en Cuba, usted ha dicho antes que Persona non grata le sirvió para conectarlo con él.
Teníamos muchos amigos comunes y le envié un ejemplar cuando salió el libro en España. Al principio, la gente que leyó el libro pensó que yo estaba con delirio paranoide de persecución. Se lo conté a Cabrera Infante en una carta y él me respondió: ''No hay delirio de persecución donde la persecución es un delirio''. Fuimos muy amigos desde entonces.
-También conoció allá a Roberto Fernández Retamar, a quien Neruda llama ''el sargento Retamar'' en su autobiografía.
Cuando salimos de la dictadura, yo fui embajador en la UNESCO. Y Cuba envió a Retamar a una reunión. Uno de los comités de la UNESCO me pidió que intercediera con Retamar por un médico disidente preso. Le conté el asunto y me dijo que a su regreso a Cuba iba a averiguarlo todo, y si lo que yo le había dicho era verdad, no podría dormir con tranquilidad nunca más. Supongo que lo averiguó y que ha seguido durmiendo bien.
-¿Le gustaría entonces volver a una Cuba en transición política?
Enrique Krauze, el director de la revista Letras Libres, me ha dicho que tiene abiertas sus páginas para publicar una entrevista de Mario Vargas Llosa conmigo en La Habana. Se sabe ya el lugar, pero no está la fecha. Llegará.
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