Único orador en la ceremonia Conmemorativa del XCIV Aniversario de la Marcha de la Lealtad, celebrada en el Castillo de Chapultepec, el General Secretario de la Defensa Nacional enfatizó su lealtad absoluta al Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas.
Dijo que "quienes desearían ver a un Presidente distanciado de sus Fuerzas Armadas no miden los alcances de su esquema, este vínculo institucional es y debe ser indisoluble para la salud de la República".
Antes, el Presidente Calderón pasó lista a los Niños Héroes y a la Infantería que protegió al entonces Presidente Francisco I. Madero en 1913.
A la ceremonia asistieron una parte de su gabinete legal y ampliado.
Este es su discurso completo del General Secretario Guillermo Galván Galván:
Dijo que "quienes desearían ver a un Presidente distanciado de sus Fuerzas Armadas no miden los alcances de su esquema, este vínculo institucional es y debe ser indisoluble para la salud de la República".
Antes, el Presidente Calderón pasó lista a los Niños Héroes y a la Infantería que protegió al entonces Presidente Francisco I. Madero en 1913.
A la ceremonia asistieron una parte de su gabinete legal y ampliado.
Este es su discurso completo del General Secretario Guillermo Galván Galván:
Ciudadano licenciado Felipe Calderón Hinojosa, Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas; ciudadano Ministro Guillermo Ortiz Mayagoitia, Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; ciudadana diputada Lilia Merodio Reza, representante de la Cámara de Diputados; ciudadano senador Francisco Arroyo Vieyra, representante de la Cámara de Senadores; honorables miembros del presídium; señoras y señores; compañeros de armas.
Para la memoria colectiva de la sociedad, la historia es el código con que se hablan entre sí las generaciones de todos los tiempos, nuestra historia es forja de ideales y aspiraciones donde ha concurrido la Nación en busca de hacer realidad el sueño de quienes construyeron esta Patria.
En una de sus gestas, el día de hoy, nos dice y explica lo que en 1913 soldados jóvenes y comandantes íntegros dejaron como huella y ruta para que las Fuerzas Armadas de hoy y siempre tuviéramos guía, orientación y paradigma.
Y es que siempre ante la historia la sociedad entera se examina a sí misma y sólo aprueba las conductas que le dan porvenir, dignidad y grandeza.
La Marcha de la Lealtad que hoy recordamos con orgullo fue un emblemático examen que exaltó a la sociedad mexicana y a sus Fuerzas Armadas.
El Presidente de la República Francisco I. Madero fue escoltado por cadetes del Heroico Colegio Militar y miembros de las Fuerzas Armadas que desde este sitio, Chapultepec, mostraron con gallardía y verticalidad su lealtad a la institución presidencial y a la Nación.
La lealtad no es una página solitaria, sino el compendio que distingue la virtud de las Fuerzas Armadas; así debe ser para que la República sea ley, justicia, armonía y prosperidad.
Los soldados de México hemos sido forjados en la cultura de la lealtad, de esa lealtad nos nutrimos en los planteles militares y se fomenta y alienta en todas las unidades y con nuestros hermanos de la Fuerza Aérea y la Armada.
La historia nos la dicta, nuestro espíritu la recomienda y las leyes la exigen.
Es esa fidelidad de los soldados de la República la constante que vertebra los esfuerzos que cada mujer y cada hombre de la Patria realizan en el campo y en las urbes.
Es un valor de la familia, de la amistad, del trabajo, del compañerismo, viene en el ser de cada mexicano y se cultiva con la educación, la palabra, la emoción y el ejemplo.
El 9 de febrero de 1913, que hoy rememoramos, es una cívica ceremonia arraigada en el centro mismo de nuestra esencia y demuestra que la lealtad hace la fuerza, y la fuerza del pueblo es la base de la justicia para el progreso.
Sin Madero hoy no estaríamos aquí, no hubiéramos llegado a este momento, hay que decirlo, el México de hoy no se explica sin Francisco I. Madero.
Para el Apóstol de la Democracia la Marcha de la Lealtad fue un momento luminoso de confirmación a su Gobierno y seguridad a su alta investidura y, para el Ejército, un excelso honor.
Ella le ha dado sentido y destino tanto a la vida política, como a la vida militar.
Sin la lealtad de las Fuerzas Armadas la lucha para mantener las libertades, la democracia, la justicia, el orden jurídico y la paz, sería errática e intransitable.
Entendemos claramente que la Nación demanda a sus Fuerzas Armadas lealtad absoluta al Comandante Supremo, a las leyes que lo facultan, a los valores que encarna y a los retos que adquiere.
Usted, señor Presidente de la República, es nuestro Comandante Supremo las 24 horas del día y todos los días del año.
Cumplimos sin cortapisas sus órdenes que provienen de su legitimidad constitucional y no cuestionamos ni titubeamos para servir a las instituciones en cualquier misión o tarea que se nos asigna.
La legalidad del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas reside esencialmente en el fallo de las instituciones y éstas han sido contundentes.
La legitimidad del Presidente Constitucional permanece cimentada en la aprobación popular a su esfuerzo para conducir al país con unidad y prosperidad.
El Ejército no es quien avala la razón de la voluntad popular, somos una más de las instituciones que operan para que los derechos de todos los mexicanos sean una realidad creativa y permanente.
No somos algo aparte del ciudadano Presidente de la República, él es parte de nuestras Fuerzas Armadas en su condición constitucional de Comandante Supremo y nosotros somos parte del poder que encarna y representa, así lo establece nuestra Carta Magna en su Artículo 89.
Quienes desearían ver a un Presidente distanciado de sus Fuerzas Armadas no miden los alcances de su esquema, este vínculo institucional es y debe ser indisoluble para la salud de la República.
Las Fuerzas Armadas robustecen al Congreso de la Unión, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y al Poder Judicial en su conjunto, hacen sólida a la sociedad y a sus esmeros y fortalecen al Poder Ejecutivo.
No es difícil suponer la gravedad del riesgo en que el país caería si las Fuerzas Armadas no ponen todo de sí para respaldar al Jefe del Ejecutivo Federal, apoyo que es también indispensable de las demás trabes fundamentales de la vida institucional.
Nuestra organización ha servido también para garantizar la libertad de expresión, de reunión y de tránsito de todos los mexicanos sin distinción.
Comprendemos que en una sociedad democrática abierta y plural estamos sometidos al escrutinio permanente de los ciudadanos más sencillos o de las inteligencias más agudas.
El Ejército está abierto para todos quienes quieran conocer nuestra realidad.
Qué bueno que la sociedad en cualquier punto del territorio nacional se interese, observe y sienta del cumplimiento de nuestros deberes.
Entre más nos conozcan, más seguirán confiando en sus Fuerzas Armadas, en su doctrina y en sus valores.
La gran mayoría de los mexicanos ya hemos aprendido que la Marcha de la Lealtad debe ser firme y permanente.
México hace su Marcha de la Lealtad todos los días, hacia el trabajo, hacia la escuela, en el hogar o hacia su empresa.
Dentro y fuera del territorio los mexicanos hacen de su ardua entrega diaria una fértil y bonificante Marcha de la Lealtad.
Ese es el México que imaginó Francisco I. Madero, ese fue su sacrificio.
Los soldados de la República somos herederos de aquellos cadetes del 9 de febrero de 1913, y por eso estamos hoy aquí, con ustedes y de cara a la Nación toda, con la frente en alto y la emocionada convicción de que juntos y unidos estamos construyendo una Nación mejor, una Patria más justa y armoniosa.
El Ejército tiene como principio y fin el pueblo de México, esa es la razón y el corazón de nuestra Marcha de la Lealtad.
No les podemos fallar, siempre a las órdenes de México, siempre a las órdenes de usted, señor Presidente. Muchas gracias.
Para la memoria colectiva de la sociedad, la historia es el código con que se hablan entre sí las generaciones de todos los tiempos, nuestra historia es forja de ideales y aspiraciones donde ha concurrido la Nación en busca de hacer realidad el sueño de quienes construyeron esta Patria.
En una de sus gestas, el día de hoy, nos dice y explica lo que en 1913 soldados jóvenes y comandantes íntegros dejaron como huella y ruta para que las Fuerzas Armadas de hoy y siempre tuviéramos guía, orientación y paradigma.
Y es que siempre ante la historia la sociedad entera se examina a sí misma y sólo aprueba las conductas que le dan porvenir, dignidad y grandeza.
La Marcha de la Lealtad que hoy recordamos con orgullo fue un emblemático examen que exaltó a la sociedad mexicana y a sus Fuerzas Armadas.
El Presidente de la República Francisco I. Madero fue escoltado por cadetes del Heroico Colegio Militar y miembros de las Fuerzas Armadas que desde este sitio, Chapultepec, mostraron con gallardía y verticalidad su lealtad a la institución presidencial y a la Nación.
La lealtad no es una página solitaria, sino el compendio que distingue la virtud de las Fuerzas Armadas; así debe ser para que la República sea ley, justicia, armonía y prosperidad.
Los soldados de México hemos sido forjados en la cultura de la lealtad, de esa lealtad nos nutrimos en los planteles militares y se fomenta y alienta en todas las unidades y con nuestros hermanos de la Fuerza Aérea y la Armada.
La historia nos la dicta, nuestro espíritu la recomienda y las leyes la exigen.
Es esa fidelidad de los soldados de la República la constante que vertebra los esfuerzos que cada mujer y cada hombre de la Patria realizan en el campo y en las urbes.
Es un valor de la familia, de la amistad, del trabajo, del compañerismo, viene en el ser de cada mexicano y se cultiva con la educación, la palabra, la emoción y el ejemplo.
El 9 de febrero de 1913, que hoy rememoramos, es una cívica ceremonia arraigada en el centro mismo de nuestra esencia y demuestra que la lealtad hace la fuerza, y la fuerza del pueblo es la base de la justicia para el progreso.
Sin Madero hoy no estaríamos aquí, no hubiéramos llegado a este momento, hay que decirlo, el México de hoy no se explica sin Francisco I. Madero.
Para el Apóstol de la Democracia la Marcha de la Lealtad fue un momento luminoso de confirmación a su Gobierno y seguridad a su alta investidura y, para el Ejército, un excelso honor.
Ella le ha dado sentido y destino tanto a la vida política, como a la vida militar.
Sin la lealtad de las Fuerzas Armadas la lucha para mantener las libertades, la democracia, la justicia, el orden jurídico y la paz, sería errática e intransitable.
Entendemos claramente que la Nación demanda a sus Fuerzas Armadas lealtad absoluta al Comandante Supremo, a las leyes que lo facultan, a los valores que encarna y a los retos que adquiere.
Usted, señor Presidente de la República, es nuestro Comandante Supremo las 24 horas del día y todos los días del año.
Cumplimos sin cortapisas sus órdenes que provienen de su legitimidad constitucional y no cuestionamos ni titubeamos para servir a las instituciones en cualquier misión o tarea que se nos asigna.
La legalidad del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas reside esencialmente en el fallo de las instituciones y éstas han sido contundentes.
La legitimidad del Presidente Constitucional permanece cimentada en la aprobación popular a su esfuerzo para conducir al país con unidad y prosperidad.
El Ejército no es quien avala la razón de la voluntad popular, somos una más de las instituciones que operan para que los derechos de todos los mexicanos sean una realidad creativa y permanente.
No somos algo aparte del ciudadano Presidente de la República, él es parte de nuestras Fuerzas Armadas en su condición constitucional de Comandante Supremo y nosotros somos parte del poder que encarna y representa, así lo establece nuestra Carta Magna en su Artículo 89.
Quienes desearían ver a un Presidente distanciado de sus Fuerzas Armadas no miden los alcances de su esquema, este vínculo institucional es y debe ser indisoluble para la salud de la República.
Las Fuerzas Armadas robustecen al Congreso de la Unión, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y al Poder Judicial en su conjunto, hacen sólida a la sociedad y a sus esmeros y fortalecen al Poder Ejecutivo.
No es difícil suponer la gravedad del riesgo en que el país caería si las Fuerzas Armadas no ponen todo de sí para respaldar al Jefe del Ejecutivo Federal, apoyo que es también indispensable de las demás trabes fundamentales de la vida institucional.
Nuestra organización ha servido también para garantizar la libertad de expresión, de reunión y de tránsito de todos los mexicanos sin distinción.
Comprendemos que en una sociedad democrática abierta y plural estamos sometidos al escrutinio permanente de los ciudadanos más sencillos o de las inteligencias más agudas.
El Ejército está abierto para todos quienes quieran conocer nuestra realidad.
Qué bueno que la sociedad en cualquier punto del territorio nacional se interese, observe y sienta del cumplimiento de nuestros deberes.
Entre más nos conozcan, más seguirán confiando en sus Fuerzas Armadas, en su doctrina y en sus valores.
La gran mayoría de los mexicanos ya hemos aprendido que la Marcha de la Lealtad debe ser firme y permanente.
México hace su Marcha de la Lealtad todos los días, hacia el trabajo, hacia la escuela, en el hogar o hacia su empresa.
Dentro y fuera del territorio los mexicanos hacen de su ardua entrega diaria una fértil y bonificante Marcha de la Lealtad.
Ese es el México que imaginó Francisco I. Madero, ese fue su sacrificio.
Los soldados de la República somos herederos de aquellos cadetes del 9 de febrero de 1913, y por eso estamos hoy aquí, con ustedes y de cara a la Nación toda, con la frente en alto y la emocionada convicción de que juntos y unidos estamos construyendo una Nación mejor, una Patria más justa y armoniosa.
El Ejército tiene como principio y fin el pueblo de México, esa es la razón y el corazón de nuestra Marcha de la Lealtad.
No les podemos fallar, siempre a las órdenes de México, siempre a las órdenes de usted, señor Presidente. Muchas gracias.
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