Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Publicado en Excelsior, 18/02/2008;
Una bomba enigmática
La bomba que estalló a las dos y media de la tarde del viernes en la esquina de avenida Chapultepec y Monterrey y causó la muerte del hombre que la transportaba y heridas graves a una mujer que presuntamente iba con él, ha desatado innumerables especulaciones y, paradójicamente, son las autoridades capitalinas las que más han especulado al respecto y dado menos datos duros sobre lo sucedido.
No habían pasado unos minutos del atentado cuando ya estaba en el lugar el secretario de Seguridad Pública del DF, Joel Ortega, haciendo declaraciones pero sin ordenar que se preservara el sitio para realizar los estudios periciales imprescindibles. Pasó más de una hora para que el lugar fuera cerrado e incluso en ese momento el secretario hizo una declaración desconcertante: que el explosivo había sido detonado mediante un celular. Técnicamente es posible, mas hay una pregunta lógica: ¿cómo podía saberlo cuando, para esa hora, simplemente por el olor y el tipo de explosión se podía presumir que se trataba de un explosivo de pólvora negra, en consecuencia, artesanal, que no se detona con ese tipo de mecanismos electrónicos?
Desde ese momento las especulaciones surgieron por todas partes. Pero lo cierto es que no existe prueba alguna de que el explosivo, que estalló a tres cuadras de las oficinas de la SSP-DF, estuviera destinado a esa institución. En los alrededores se encuentra, sí, la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, pero también importantes instituciones de seguridad federales, hoteles (una versión publicada dice que la bomba era para un hotel cercano donde se hospedaban unos narcotraficantes colombianos, sin proporcionar tampoco pruebas del dicho), escuelas, restaurantes, table dances y hasta las oficinas del PRD. Es más, en el lugar exacto en que estalló la bomba hay un predio abandonado, invadido por unas 180 personas, la mayoría indígenas otomíes y lavaparabrisas en la zona. Se quería desalojar el predio desde tiempo atrás y no se podía debido a la resistencia de los invasores. ¿Sería la primera vez que se genera un incendio o un accidente en un lugar de estas características, para lograr un desalojo forzoso?
Todo puede ser si no nos basamos en datos duros. Primer dato duro: no es una bomba con explosivos plásticos. Y desde fines de los 90 casi todas las explosiones que se han generado en nuestro país, provocadas por grupos armados o narcotraficantes, han utilizado explosivos plásticos. Es verdad que muchas de ellas, sobre todo las del EPR, distan de ser explosivos sofisticados, mas rara vez utilizan pólvora negra. Si se trata de un grupo del narcotráfico, esta misma semana hemos visto cómo esas organizaciones utilizan lanzagranadas, fusiles barret, morteros, ¿para qué utilizar una bomba casera (aparentemente, se trata de un trozo de tubería cargado de pólvora negra con esquirlas generadas por el propio tubo y tornillos u otros productos con los que se les carga: la explosión fue en dos tiempos porque primero debe haber estallado el detonador, que también suele ser artesanal, y éste hizo estallar el artefacto), en lugar de esas armas mucho más efectivas, seguras y mortíferas? Puede ser un grupo pequeño, de narcomenudistas, pero, primero, habría que encontrar un móvil y luego preguntarnos si ellos tampoco tienen acceso a otro tipo de armamento o explosivo. El hecho de que fuera una pareja podría hacer suponer, por el modo de operación, que pertenecieran a algún grupo armado, sin embargo, ¿pondría un grupo armado una bomba a las dos y media de la tarde en la Zona Rosa del DF? Hasta ahora no lo han hecho, han cometidos actos terroristas en los ductos de Pemex, pero siempre fueron en lugares aislados.
Y llama profundamente la atención que, al momento de escribir estas líneas, bien entrado el domingo, aún no se pueda identificar al hombre que portaba el artefacto casero ni tampoco tener la declaración o mayores datos de la mujer que lo acompañaba, identificada como Tania Vázquez, de unos 22 años. Sus datos son demasiado confusos: el hombre perdió en la explosión las manos, pero, ¿no se ha podido realizar un retrato para identificarlo o difundirlo? De la mujer se sabe que era comerciante en un mercado cercano, en las calles de Colima y Monterrey y tenía una casa en la zona de la Merced, estaba casada (¿con quién?) y por allí vivía su familia. El dato que se utiliza para ligarla a los decomisos de armas de días pasados es que su casa estaría a unas cuatro cuadras de uno de los detenidos. Nada más. ¿Tienen estas personas aunque sea perfiles que pudieran acercarlos a grupos armados, a operadores del narcotráfico o siquiera a empleados de éstos?
No podemos descartar ninguna posibilidad, pero lo cierto es que las autoridades del DF se ven muy nerviosas (lo demuestran las primeras declaraciones de Joel Ortega; los términos de la conferencia de Marcelo Ebrard “garantizándole a los capitalinos que no habría problema para el abastecimiento de agua, luz y servicios básicos”, como si acabaran de caer las Torres Gemelas; por las filtraciones incoherentes a los medios asegurando que “esperaban algún ataque al DF” sin poder explicar siquiera si hubo, en realidad, un ataque o estamos ante otro tipo de fenómeno delictivo) y todo se da en medio de un duro conflicto interno entre la SSP-DF y la Procuraduría capitalina. Y después de un hecho que aquí publicamos y no ha sido desmentido por ninguna autoridad: cuando se dio el frustrado atentado al subprocurador Santiago Vasconcelos se detuvo a cuatro personas, pero fueron presentadas tres porque, a una de ellas, después de que hizo una llamada telefónica, se la dejó, simplemente, ir. Desde entonces, el nerviosismo, las declaraciones contradictorias, los enfrentamientos, han estado a la orden del día en las áreas de seguridad capitalinas. Y, por supuesto, lo que reina es la confusión.
No habían pasado unos minutos del atentado cuando ya estaba en el lugar el secretario de Seguridad Pública del DF, Joel Ortega, haciendo declaraciones pero sin ordenar que se preservara el sitio para realizar los estudios periciales imprescindibles. Pasó más de una hora para que el lugar fuera cerrado e incluso en ese momento el secretario hizo una declaración desconcertante: que el explosivo había sido detonado mediante un celular. Técnicamente es posible, mas hay una pregunta lógica: ¿cómo podía saberlo cuando, para esa hora, simplemente por el olor y el tipo de explosión se podía presumir que se trataba de un explosivo de pólvora negra, en consecuencia, artesanal, que no se detona con ese tipo de mecanismos electrónicos?
Desde ese momento las especulaciones surgieron por todas partes. Pero lo cierto es que no existe prueba alguna de que el explosivo, que estalló a tres cuadras de las oficinas de la SSP-DF, estuviera destinado a esa institución. En los alrededores se encuentra, sí, la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, pero también importantes instituciones de seguridad federales, hoteles (una versión publicada dice que la bomba era para un hotel cercano donde se hospedaban unos narcotraficantes colombianos, sin proporcionar tampoco pruebas del dicho), escuelas, restaurantes, table dances y hasta las oficinas del PRD. Es más, en el lugar exacto en que estalló la bomba hay un predio abandonado, invadido por unas 180 personas, la mayoría indígenas otomíes y lavaparabrisas en la zona. Se quería desalojar el predio desde tiempo atrás y no se podía debido a la resistencia de los invasores. ¿Sería la primera vez que se genera un incendio o un accidente en un lugar de estas características, para lograr un desalojo forzoso?
Todo puede ser si no nos basamos en datos duros. Primer dato duro: no es una bomba con explosivos plásticos. Y desde fines de los 90 casi todas las explosiones que se han generado en nuestro país, provocadas por grupos armados o narcotraficantes, han utilizado explosivos plásticos. Es verdad que muchas de ellas, sobre todo las del EPR, distan de ser explosivos sofisticados, mas rara vez utilizan pólvora negra. Si se trata de un grupo del narcotráfico, esta misma semana hemos visto cómo esas organizaciones utilizan lanzagranadas, fusiles barret, morteros, ¿para qué utilizar una bomba casera (aparentemente, se trata de un trozo de tubería cargado de pólvora negra con esquirlas generadas por el propio tubo y tornillos u otros productos con los que se les carga: la explosión fue en dos tiempos porque primero debe haber estallado el detonador, que también suele ser artesanal, y éste hizo estallar el artefacto), en lugar de esas armas mucho más efectivas, seguras y mortíferas? Puede ser un grupo pequeño, de narcomenudistas, pero, primero, habría que encontrar un móvil y luego preguntarnos si ellos tampoco tienen acceso a otro tipo de armamento o explosivo. El hecho de que fuera una pareja podría hacer suponer, por el modo de operación, que pertenecieran a algún grupo armado, sin embargo, ¿pondría un grupo armado una bomba a las dos y media de la tarde en la Zona Rosa del DF? Hasta ahora no lo han hecho, han cometidos actos terroristas en los ductos de Pemex, pero siempre fueron en lugares aislados.
Y llama profundamente la atención que, al momento de escribir estas líneas, bien entrado el domingo, aún no se pueda identificar al hombre que portaba el artefacto casero ni tampoco tener la declaración o mayores datos de la mujer que lo acompañaba, identificada como Tania Vázquez, de unos 22 años. Sus datos son demasiado confusos: el hombre perdió en la explosión las manos, pero, ¿no se ha podido realizar un retrato para identificarlo o difundirlo? De la mujer se sabe que era comerciante en un mercado cercano, en las calles de Colima y Monterrey y tenía una casa en la zona de la Merced, estaba casada (¿con quién?) y por allí vivía su familia. El dato que se utiliza para ligarla a los decomisos de armas de días pasados es que su casa estaría a unas cuatro cuadras de uno de los detenidos. Nada más. ¿Tienen estas personas aunque sea perfiles que pudieran acercarlos a grupos armados, a operadores del narcotráfico o siquiera a empleados de éstos?
No podemos descartar ninguna posibilidad, pero lo cierto es que las autoridades del DF se ven muy nerviosas (lo demuestran las primeras declaraciones de Joel Ortega; los términos de la conferencia de Marcelo Ebrard “garantizándole a los capitalinos que no habría problema para el abastecimiento de agua, luz y servicios básicos”, como si acabaran de caer las Torres Gemelas; por las filtraciones incoherentes a los medios asegurando que “esperaban algún ataque al DF” sin poder explicar siquiera si hubo, en realidad, un ataque o estamos ante otro tipo de fenómeno delictivo) y todo se da en medio de un duro conflicto interno entre la SSP-DF y la Procuraduría capitalina. Y después de un hecho que aquí publicamos y no ha sido desmentido por ninguna autoridad: cuando se dio el frustrado atentado al subprocurador Santiago Vasconcelos se detuvo a cuatro personas, pero fueron presentadas tres porque, a una de ellas, después de que hizo una llamada telefónica, se la dejó, simplemente, ir. Desde entonces, el nerviosismo, las declaraciones contradictorias, los enfrentamientos, han estado a la orden del día en las áreas de seguridad capitalinas. Y, por supuesto, lo que reina es la confusión.
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