La desesperaciónDaniel Lizárraga, reportero
Revista Proceso, No. 1646, 18/05/2008;
Tras el asesinato del “cerebro” de la estrategia de Felipe Calderón contra el narcotráfico, el presidente montó en ira: regañó a los poderes Judicial y Legislativo y acusó a los medios de comunicación de colaborar con el narcotráfico. Destacados personajes de esos ámbitos consideran que la actitud del mandatario no sólo es equivocada y autoritaria, sino que el problema viene desde el propio Ejecutivo, quien emprendió su guerra de manera unilateral y sin el consenso de los Poderes de la Unión ni de los sectores sociales a los que hoy reprende. Así que, al reclamarle a la sociedad una mayor colaboración, lo único que está propiciando es que la gente le diga: “Oiga presidente, ¡ya basta!”
El exabrupto presidencial del 12 de mayo último, cuando Felipe Calderón responsabilizó con un “¡Ya basta!” a los poderes Legislativo y Judicial, a los ciudadanos y aun a los medios de comunicación de su propio fracaso en su guerra contra el narcotráfico, “es injusto y absurdo”, según la presidenta de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, Ruth Zavaleta, mientras que para la periodista Carmen Aristegui es una mezcla de “preocupación y desesperación, y una dosis de intolerancia”.
Los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sin embargo, respondieron así a una solicitud de Proceso para comentar las declaraciones del presidente: “no hay ni habrá ninguna declaración”.
Lo cierto es que los hermanos Beltrán Leyva –miembros del cártel de Sinaloa– tocaron el sistema nervioso del gobierno cuando ejecutaron a mansalva al coordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal Preventiva (PFP), Édgar Eusebio Millán Gómez, considerado por las autoridades como “el cerebro” de la estrategia contra el narcotráfico.
Ante esto, el presidente Felipe Calderón acusó a los medios de comunicación de colaborar con la delincuencia; al Poder Judicial le reprochó no revisar la actuación de los jueces fomentando la impunidad y a los legisladores les exigió ponerse a trabajar para que los delincuentes no regresen a la calle.
Durante 6 minutos y 58 segundos, el mandatario golpeó con frecuencia el atril colocado al pie de la escalinata de la residencia Miguel Alemán, ubicada dentro de Los Pinos, al responder a un pregunta hecha por los reporteros de la fuente presidencial en torno a la percepción de algunos sectores de la sociedad en el sentido de que su estrategia contra el narcotráfico está fracasando.
Los comunicadores, antes de iniciar la rueda de prensa con motivo de la visita oficial del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, también acordaron pedir una explicación sobre su exclamación “¡Ya basta!”, lanzada por Calderón en Reynosa, Tamaulipas, horas después de que se conociera el asesinato.
Cuando la reportera de Excélsior Ivonne Melgar acababa apenas de concluir la pregunta, el mandatario apretó la mandíbula y arrugó la frente.“El ‘¡Ya basta!’ es una convocatoria y es una exigencia a todos sin excepción: a los ciudadanos, para no ser cómplices de la ilegalidad, para denunciar los delitos, para avisar a las autoridades de las operaciones criminales, para no solapar la existencia ni en el barrio ni en la ciudad ni en el comercio ni en la cámara empresarial, de las organizaciones criminales”, dijo en tono enérgico, lanzando una aguda, punzante mirada hacia los rostros de los comunicadores.
Apenas un día antes de ese encuentro, el domingo 11 de mayo, los diarios locales en Sinaloa y los periódicos de circulación nacional reportaron que las calles de Culiacán estaban vacías. La gente sentía miedo luego del tiroteo entre grupos de narcotraficantes durante el cual resultó muerto Édgar Guzmán, hijo del capo Joaquín El Chapo Guzmán Loera.
Sicosis y miedo atrapan a Sinaloa, tituló en su primera plana El Universal. Festejan con temor las mamás su día, rezó el encabezado del Noroeste, editado en Culiacán.
No obstante, al mandatario este tipo de tratamientos, noticias y crónicas no lo hicieron cambiar. Por el contrario, advirtió que su gobierno seguirá adelante sin sumarse “al abandono, a la cobardía o la complicidad que permitieron que México llegara a esta situación”.
Cada frase del mandatario iba acompañada de un manotazo al aire, de golpes al atril; ya fuera con la palma de la mano o clavando el dedo índice en la madera.
Calderón arremetió primero contra los legisladores:
“El ‘¡Ya basta!’, es un llamado a los líderes del Congreso para tener una legislación que permita terminar con la impunidad con la cual los delincuentes salen de las prisiones. El asesino material de Édgar Millán había estado preso tres veces en el Distrito Federal por diversos delitos, y las tres veces, a los pocos meses, obtuvo su liberación; eso es inaceptable”.
El vehemente reclamo de Felipe Calderón “es injusto y absurdo”, responde la aún presidenta de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, Ruth Zavaleta.Entrevistada por Proceso, pide al mandatario tomar las cosas con más calma y, sobre todo, reflexionar en qué pretende cuando la experiencia internacional arroja que el endurecer las leyes no necesariamente significa disminuir la violencia.
El Poder Legislativo, puntualizó, “no puede sumarse a ciegas a su estrategia contra el narcotráfico como si fuéramos la PGR”. El problema, añadió, no va a resolverse acusando a los diputados, cuando en los hechos su plan contra la delincuencia consiste sólo en empuñar las armas.
“Es absurdo pensar que los legisladores van a levantar la mano sólo para sumarse a las persecuciones contra los jefes del narcotráfico. No es posible que pretenda utilizar a los mexicanos para que sólo digan dónde están vendiendo droga, sin programas de prevención y de participación ciudadana.”
–¿Qué es no sumarse a ciegas?–No sabemos si en la estrategia oficial hay cabida para algo más que no sean los soldados y la rigidez de las leyes, dejando a un lado otras experiencias internacionales que han rendido frutos, como fue en Palermo, Italia, por citar un ejemplo.
“Sin impulsar un programa de prevención del delito, difícilmente va a lograrse un consenso. Si en la Iglesia, por ejemplo, difunde la cultura de la legalidad y de no consumir drogas, entonces las cosas van a empezar a cambiar”, explica la legisladora mientras sostiene entre las manos un documento emanado de su corriente partidista, Nueva Izquierda, en el cual retomaron la experiencia de dos ciudades: Medellín y Palermo.
–¿Y cómo enfrentar entonces a los jefes del narcotráfico?–La estrategia del gobierno es solamente de una cara: las armas. No hay que denostar el trabajo del Ejército, pero el costo está siendo muy alto, la gente tiene miedo. Y eso se está reflejando en discursos desesperados, como el que acabamos de escuchar en boca del presidente.
“Quizá sean justificables sus palabras si se siente solo, pero el problema es que no ha lanzado un proyecto que vaya más allá de las armas. Por ejemplo, poco ha dicho sobre cómo podemos trabajar en el tema del lavado de dinero.”
–¿El reclamo tiene que ver con el hecho de que no se aceptara su reforma penal, con los cateos sin orden judicial?
–Habría que preguntarle en qué estaba pensando. Los cateos sin orden judicial no se dejaron para proteger a los líderes sociales. Este gobierno metió en una cárcel de máxima seguridad al líder de la APPO, Flavio Sosa, por ejemplo. Eso no es un buen antecedente para confiar en ellos.
Del traje militar al indígenaAntes de que los hermanos Beltrán Leyva contrataran a sicarios para ejecutar a uno de los jefes policiacos mexicanos más experimentados en aprehender secuestradores y capos del narcotráfico, Felipe Calderón estaba en plena campaña para posicionar su programa de combate a la pobreza extrema, “Vivir Mejor”, por encima de la agenda de seguridad nacional a la que había dedicado la primera parte de su gobierno.
Entre el 1 de enero y el 16 de mayo pasados, Calderón sólo tuvo en su agenda alrededor de seis actos relacionados con la milicia. El presidente que arrancó su sexenio difundiendo una imagen de legalidad y orden mediante la difusión de 75 spots de televisión diarios en 39 días, ahora aparecía en los periódicos portando ropas indígenas: en Chiapas se vistió de chamula, y en Nayarit de cora.
Esas imágenes contrastan con el Calderón que el 3 de enero de 2007 se presentó en el campo militar de Apatzingán, uniformado con una casaca militar –tan larga que le cubría la mitad de las manos– y un quepí con el grado de general bordado en hilo negro –que le cubrió parte de las cejas– para saludar a la tropa encargada de enfrentar al narcotráfico en el operativo Michoacán.
Uno de los momentos más significativos en este giro del “presidente del orden y la legalidad” al presidente que “erradicará la pobreza extrema” en México se produjo el pasado 7 de mayo, cuando empezó a circular el Sistema 1 del Tren Suburbano que correrá de Cuautitlán, Estado de México, al norte del Distrito Federal.
Ese día Calderón miraba con satisfacción la puesta en marcha de uno de sus proyectos más ambiciosos. A pesar de que Ernesto Cordero, el secretario de Desarrollo Social, afirmó que “Vivir Mejor” no perseguiría fines políticos, los logotipos de ese programa eran visibles dentro y fuera de los vagones.
Durante la ceremonia de inauguración, en los trenes y las instalaciones de la Terminal Buenavista lucieron carteles con el símbolo del gobierno federal y de “Vivir Mejor”. La propaganda estaba en todos lados: al frente, en los costados y dentro de los vagones. En los pilares de concreto de la estación y en las grandes mamparas colocadas en ese sitio por el que pasarán diariamente un promedio de 280 mil personas.
Decenas de acarreados del Estado de México y del Sindicato Ferrocarrilero vitorearon a un Calderón sonriente, acompañado del gobernador Enrique Peña Nieto. El presidente daba las gracias y, ante el griterío, pedía que lo dejaran hablar; 48 horas después, el cártel de Sinaloa asesinó al cerebro de su estrategia contra el narcotráfico.
Al defender los operativos militares, Calderón también atacó al Poder Judicial:“Tiene que haber una transformación en la administración de la justicia, y esta tarea es un llamado también al Poder Judicial, que también tiene que cerrarle el paso a la impunidad que se da, precisamente, en la liberación de muchos delincuentes que el Poder Ejecutivo, la Procuraduría General de la República, el Ejército o la Secretaría de Seguridad Pública ponen en la cárcel y salen a los pocos meses por su propio pie”, acusó con el rostro descompuesto, lanzando miradas airadas contra los reporteros de la fuente presidencial, quienes habían formulado la pregunta que lo hizo estallar durante la rueda de prensa.
A solicitud de Proceso, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que encabeza Guillermo Ortiz Mayagoitia, dijeron explícitamente: “no hay ni habrá ninguna declaración” sobre las palabras del mandatario. Sin embargo, el exministro Juventino Castro y Castro envió a este semanario una opinión titulada: El fracaso del combate a la delincuencia.
En el texto, acusa a Calderón de regañar a los jueces como si el ofendido fuera él, cuando aún no ha proporcionado a la sociedad un plan o por lo menos un proyecto.
“Y en efecto, ya basta de soportar tanta angustia y tanto fracaso, que espero no sea por culpa de los mexicanos. Contra quien mostró más indignación Calderón, fue contra los jueces que ponen en libertad a los delincuentes, a pesar de las bien formuladas y fundamentadas consignaciones de las profesionales averiguaciones previas de nuestros flamantes procuradores de justicia”, ironizó el ministro.
Para el especialista en derecho penal, si el presidente se limitó a regañar a los jueces, no será posible salir de la escandalosa situación por la que pasa el país. Por ello, propuso un encuentro nacional de todos los procuradores y los jefes policiacos para que encuentren soluciones, junto con criminólogos y sociólogos, que vayan más allá del uso de las armas.
“De buenos propósitos está lleno el infierno; por ello, ante todo, para tener éxito, debe existir voluntad política e institucional, sinceridad de propósitos, metas a alcanzar, medios para actuar. Y firmeza, mucha firmeza. Más de la que tienen en nuestro Ejército, excelentes soldados pero pésimos policías”, comentó.
Miradas que matan
El presidente Calderón estaba enojado ese lunes 12 de mayo. Édgar Millán había dado golpes tan espectaculares como efectivos. Fue él quien participó en la liberación de Rubén Omar Romano cuando era entrenador del club de futbol Cruz Azul y aprehendió a Andrés Caletri, jefe de una de las bandas de secuestradores más activas y violentas.
Millán Gómez desempeñaba una labor estratégica en los Operativos Conjuntos contra el Narcotráfico, y unas horas después de que estuvo cerca de detener al jefe del cártel de Sinaloa, Arturo Beltrán Leyva, fue ejecutado dentro de su casa paterna por un sicario a sueldo.
En los funerales, el presidente Calderón entregó a los familiares de Millán Gómez la bandera con la cual envolvieron el féretro del jefe policiaco.
Dos días después, Calderón estalló contra los medios de comunicación:
“El ‘¡Ya basta!’ es una exigencia a los medios de comunicación, precisamente para que manifiesten y divulguen las acciones que están, precisamente, deteniendo la estructura de los criminales; para que no se convierta la estrategia de los criminales, que es una estrategia que busca sembrar el terror, en una estrategia compartida por los propios medios de comunicación.”
Y remató su reproche así:
“… Para que los medios se unan a esta estrategia nacional contra la delincuencia porque son sus propios compañeros los que están siendo acallados en esas zonas.”
En su editorial del martes 13, titulado Calderón: delincuencia y despropósitos, el periódico La Jornada respondió así a las imputaciones del presidente:Por lo que hace a las “exigencias” a los medios y a los informadores de que acepten y difundan de manera acrítica las versiones oficiales sobre el combate a la delincuencia, resulta inevitable recordar que el gobierno federal carece de cualquier atribución legal para formularlas, y que la declaración misma es, además de un amago a la libertad de expresión, un despropósito de tintes autoritarios y hegemónicos.
Por añadidura, la insinuación de que la crítica a las políticas de seguridad en curso denota complicidad con el crimen organizado constituye un barrunto de chantaje, inaceptable e impresentable en un entorno democrático; una presión orientada a inducir la autocensura y, a fin de cuentas, la manifestación de una creencia inadecuada y peligrosa para el ejercicio del poder: los problemas se resuelven si se deja de mencionarlos, y para que las estrategias gubernamentales tengan éxito basta con que los medios las celebren y se abstengan de expresar señalamientos críticos en torno a ellas.
En contraparte, en su artículo de Milenio diario publicado el viernes 16, el periodista Ciro Gómez Leyva sostuvo que el “¡Ya basta!” fue una arenga “que no quedó en el vacío, sino que conmovió y promovió adhesiones”.
Y citó lo dicho por el senador priista Manlio Fabio Beltrones, “quien (…) fijó lo que, supongo, es el sentimiento de la mayoría de los priistas: en este combate no se le puede regatear apoyo al presidente de la República”.
Compañero de Gómez Leyva en las páginas de Milenio diario, Joaquín López Dóriga había escrito el miércoles 15, con el título Yo no soy cómplice, señor presidente: “es injusto (el discurso de Calderón) porque no todos los medios de comunicación a los que exigió no ser cómplices de la estrategia del crimen organizado, a los que acusó de compartir su estrategia, somos cómplices de esa delincuencia organizada o compartimos su estrategia criminal”.
Para Diódoro Carrasco, el exgobernador expriista que ahora milita en las filas del PAN y colabora en Milenio diario, los indignados comentarios de medios y periodistas al exabrupto de Calderón no son más que “respuestas victimistas”, por lo que cuestiona a quienes suponen, “desorbitada y facciosamente, que con sus exhortos el presidente está pisoteando la división constitucional de poderes y la libertad de expresión”.
Entrevistada por el reportero, la periodista Carmen Aristegui opina que el “¡Ya basta!” del presidente es en principio un despropósito por los destinatarios del mensaje.
“El talante mostrado es una mezcla de preocupación, desesperación y una dosis de intolerancia. La forma en que exige a los ciudadanos no ser cómplices de la delincuencia organizada está fuera de lugar”, puntualiza.
Y comenta que el mandatario debería preguntarse por qué la gente no está denunciando a los narcotraficantes como él quisiera. La respuesta, dice, es muy sencilla: porque tiene miedo.
–¿Cómo interpreta usted el reclamo presidencial?
–El presidente está pidiendo que hagamos nuestro trabajo acríticamente, y creo que eso no se va a poder. Es una barbaridad decir que los medios le estamos haciendo el juego al narcotráfico por difundir lo que está pasando. ¿Qué se supone que debemos hacer cuando aparece una manta de narcos dirigida a narcos? ¿Hacer como si no estuviera ahí?
–…Y, según el presidente, poner en ese sitio una noticia sobre la estrategia del gobierno…
–Lo grave no es que los medios retraten lo que está ocurriendo, sino que ocurra esa realidad. Entonces, cuando pide que los medios divulguen las acciones gubernamentales y que no compartan la estrategia de los narcos, creo que está confundiendo seriamente los terrenos. Creo que el presidente tendría que rectificar esa seria acusación.
–¿Confunde el papel de los medios o trata de imponer una línea oficialista?–Creo que el presidente se mostró intolerante ante la crítica de esta lógica discursiva. Los críticos de la estrategia oficial, sean periodistas o ciudadanos, ¿pretenden que se deje a la gente en manos de la delincuencia? Vaya mensaje.
“Entiendo lo difícil de enfrentar este monstruo, pero por qué no va siendo más tolerante para aquilatar si la estrategia que él ha adoptado es la adecuada.”
–¿Qué consecuencias puede haber ante esta intolerancia en estos momentos?–Lo que sucede es que si sube el reclamo a todos los mexicanos, también él está dando pie a que todos los ciudadanos digan: “Oiga presidente, ¡Ya basta!”.
–¿Autoritarismo?–El presidente tendría que replantearse el sentido de la crítica, la cual no debe entenderse como algo que pretenda, por sí misma, destruir al gobierno. Los periodistas quisiéramos que el narcotráfico sea vencido; pero no entender que la crítica es un elemento valioso para revisar el camino, es muy grave.
“Al presidente le podemos preguntar si realmente está seguro de lo que está haciendo. Es nuestro derecho. Hace unos días, un experto, Eduardo Buscaglia, cuestionó en CNN la estrategia de Calderón por incompleta o riesgosa.
“Si se va por la actual ruta, dijo, lo peor está por venir. Los países que alcanzaron el éxito contra el narcotráfico transitaron por cuatro vías: atacar a las cúpulas del narcotráfico, atacar a los brazos armados, pegarle a las redes financieras y atacar a la protección política.
“Esto significa que Calderón se ha aplicado en los primeros dos. Y entre más soldados, más armamento meta el gobierno, más dinero invertirá el narcotráfico para defenderse...”
El exabrupto presidencial del 12 de mayo último, cuando Felipe Calderón responsabilizó con un “¡Ya basta!” a los poderes Legislativo y Judicial, a los ciudadanos y aun a los medios de comunicación de su propio fracaso en su guerra contra el narcotráfico, “es injusto y absurdo”, según la presidenta de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, Ruth Zavaleta, mientras que para la periodista Carmen Aristegui es una mezcla de “preocupación y desesperación, y una dosis de intolerancia”.
Los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sin embargo, respondieron así a una solicitud de Proceso para comentar las declaraciones del presidente: “no hay ni habrá ninguna declaración”.
Lo cierto es que los hermanos Beltrán Leyva –miembros del cártel de Sinaloa– tocaron el sistema nervioso del gobierno cuando ejecutaron a mansalva al coordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal Preventiva (PFP), Édgar Eusebio Millán Gómez, considerado por las autoridades como “el cerebro” de la estrategia contra el narcotráfico.
Ante esto, el presidente Felipe Calderón acusó a los medios de comunicación de colaborar con la delincuencia; al Poder Judicial le reprochó no revisar la actuación de los jueces fomentando la impunidad y a los legisladores les exigió ponerse a trabajar para que los delincuentes no regresen a la calle.
Durante 6 minutos y 58 segundos, el mandatario golpeó con frecuencia el atril colocado al pie de la escalinata de la residencia Miguel Alemán, ubicada dentro de Los Pinos, al responder a un pregunta hecha por los reporteros de la fuente presidencial en torno a la percepción de algunos sectores de la sociedad en el sentido de que su estrategia contra el narcotráfico está fracasando.
Los comunicadores, antes de iniciar la rueda de prensa con motivo de la visita oficial del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, también acordaron pedir una explicación sobre su exclamación “¡Ya basta!”, lanzada por Calderón en Reynosa, Tamaulipas, horas después de que se conociera el asesinato.
Cuando la reportera de Excélsior Ivonne Melgar acababa apenas de concluir la pregunta, el mandatario apretó la mandíbula y arrugó la frente.“El ‘¡Ya basta!’ es una convocatoria y es una exigencia a todos sin excepción: a los ciudadanos, para no ser cómplices de la ilegalidad, para denunciar los delitos, para avisar a las autoridades de las operaciones criminales, para no solapar la existencia ni en el barrio ni en la ciudad ni en el comercio ni en la cámara empresarial, de las organizaciones criminales”, dijo en tono enérgico, lanzando una aguda, punzante mirada hacia los rostros de los comunicadores.
Apenas un día antes de ese encuentro, el domingo 11 de mayo, los diarios locales en Sinaloa y los periódicos de circulación nacional reportaron que las calles de Culiacán estaban vacías. La gente sentía miedo luego del tiroteo entre grupos de narcotraficantes durante el cual resultó muerto Édgar Guzmán, hijo del capo Joaquín El Chapo Guzmán Loera.
Sicosis y miedo atrapan a Sinaloa, tituló en su primera plana El Universal. Festejan con temor las mamás su día, rezó el encabezado del Noroeste, editado en Culiacán.
No obstante, al mandatario este tipo de tratamientos, noticias y crónicas no lo hicieron cambiar. Por el contrario, advirtió que su gobierno seguirá adelante sin sumarse “al abandono, a la cobardía o la complicidad que permitieron que México llegara a esta situación”.
Cada frase del mandatario iba acompañada de un manotazo al aire, de golpes al atril; ya fuera con la palma de la mano o clavando el dedo índice en la madera.
Calderón arremetió primero contra los legisladores:
“El ‘¡Ya basta!’, es un llamado a los líderes del Congreso para tener una legislación que permita terminar con la impunidad con la cual los delincuentes salen de las prisiones. El asesino material de Édgar Millán había estado preso tres veces en el Distrito Federal por diversos delitos, y las tres veces, a los pocos meses, obtuvo su liberación; eso es inaceptable”.
El vehemente reclamo de Felipe Calderón “es injusto y absurdo”, responde la aún presidenta de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, Ruth Zavaleta.Entrevistada por Proceso, pide al mandatario tomar las cosas con más calma y, sobre todo, reflexionar en qué pretende cuando la experiencia internacional arroja que el endurecer las leyes no necesariamente significa disminuir la violencia.
El Poder Legislativo, puntualizó, “no puede sumarse a ciegas a su estrategia contra el narcotráfico como si fuéramos la PGR”. El problema, añadió, no va a resolverse acusando a los diputados, cuando en los hechos su plan contra la delincuencia consiste sólo en empuñar las armas.
“Es absurdo pensar que los legisladores van a levantar la mano sólo para sumarse a las persecuciones contra los jefes del narcotráfico. No es posible que pretenda utilizar a los mexicanos para que sólo digan dónde están vendiendo droga, sin programas de prevención y de participación ciudadana.”
–¿Qué es no sumarse a ciegas?–No sabemos si en la estrategia oficial hay cabida para algo más que no sean los soldados y la rigidez de las leyes, dejando a un lado otras experiencias internacionales que han rendido frutos, como fue en Palermo, Italia, por citar un ejemplo.
“Sin impulsar un programa de prevención del delito, difícilmente va a lograrse un consenso. Si en la Iglesia, por ejemplo, difunde la cultura de la legalidad y de no consumir drogas, entonces las cosas van a empezar a cambiar”, explica la legisladora mientras sostiene entre las manos un documento emanado de su corriente partidista, Nueva Izquierda, en el cual retomaron la experiencia de dos ciudades: Medellín y Palermo.
–¿Y cómo enfrentar entonces a los jefes del narcotráfico?–La estrategia del gobierno es solamente de una cara: las armas. No hay que denostar el trabajo del Ejército, pero el costo está siendo muy alto, la gente tiene miedo. Y eso se está reflejando en discursos desesperados, como el que acabamos de escuchar en boca del presidente.
“Quizá sean justificables sus palabras si se siente solo, pero el problema es que no ha lanzado un proyecto que vaya más allá de las armas. Por ejemplo, poco ha dicho sobre cómo podemos trabajar en el tema del lavado de dinero.”
–¿El reclamo tiene que ver con el hecho de que no se aceptara su reforma penal, con los cateos sin orden judicial?
–Habría que preguntarle en qué estaba pensando. Los cateos sin orden judicial no se dejaron para proteger a los líderes sociales. Este gobierno metió en una cárcel de máxima seguridad al líder de la APPO, Flavio Sosa, por ejemplo. Eso no es un buen antecedente para confiar en ellos.
Del traje militar al indígenaAntes de que los hermanos Beltrán Leyva contrataran a sicarios para ejecutar a uno de los jefes policiacos mexicanos más experimentados en aprehender secuestradores y capos del narcotráfico, Felipe Calderón estaba en plena campaña para posicionar su programa de combate a la pobreza extrema, “Vivir Mejor”, por encima de la agenda de seguridad nacional a la que había dedicado la primera parte de su gobierno.
Entre el 1 de enero y el 16 de mayo pasados, Calderón sólo tuvo en su agenda alrededor de seis actos relacionados con la milicia. El presidente que arrancó su sexenio difundiendo una imagen de legalidad y orden mediante la difusión de 75 spots de televisión diarios en 39 días, ahora aparecía en los periódicos portando ropas indígenas: en Chiapas se vistió de chamula, y en Nayarit de cora.
Esas imágenes contrastan con el Calderón que el 3 de enero de 2007 se presentó en el campo militar de Apatzingán, uniformado con una casaca militar –tan larga que le cubría la mitad de las manos– y un quepí con el grado de general bordado en hilo negro –que le cubrió parte de las cejas– para saludar a la tropa encargada de enfrentar al narcotráfico en el operativo Michoacán.
Uno de los momentos más significativos en este giro del “presidente del orden y la legalidad” al presidente que “erradicará la pobreza extrema” en México se produjo el pasado 7 de mayo, cuando empezó a circular el Sistema 1 del Tren Suburbano que correrá de Cuautitlán, Estado de México, al norte del Distrito Federal.
Ese día Calderón miraba con satisfacción la puesta en marcha de uno de sus proyectos más ambiciosos. A pesar de que Ernesto Cordero, el secretario de Desarrollo Social, afirmó que “Vivir Mejor” no perseguiría fines políticos, los logotipos de ese programa eran visibles dentro y fuera de los vagones.
Durante la ceremonia de inauguración, en los trenes y las instalaciones de la Terminal Buenavista lucieron carteles con el símbolo del gobierno federal y de “Vivir Mejor”. La propaganda estaba en todos lados: al frente, en los costados y dentro de los vagones. En los pilares de concreto de la estación y en las grandes mamparas colocadas en ese sitio por el que pasarán diariamente un promedio de 280 mil personas.
Decenas de acarreados del Estado de México y del Sindicato Ferrocarrilero vitorearon a un Calderón sonriente, acompañado del gobernador Enrique Peña Nieto. El presidente daba las gracias y, ante el griterío, pedía que lo dejaran hablar; 48 horas después, el cártel de Sinaloa asesinó al cerebro de su estrategia contra el narcotráfico.
Al defender los operativos militares, Calderón también atacó al Poder Judicial:“Tiene que haber una transformación en la administración de la justicia, y esta tarea es un llamado también al Poder Judicial, que también tiene que cerrarle el paso a la impunidad que se da, precisamente, en la liberación de muchos delincuentes que el Poder Ejecutivo, la Procuraduría General de la República, el Ejército o la Secretaría de Seguridad Pública ponen en la cárcel y salen a los pocos meses por su propio pie”, acusó con el rostro descompuesto, lanzando miradas airadas contra los reporteros de la fuente presidencial, quienes habían formulado la pregunta que lo hizo estallar durante la rueda de prensa.
A solicitud de Proceso, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que encabeza Guillermo Ortiz Mayagoitia, dijeron explícitamente: “no hay ni habrá ninguna declaración” sobre las palabras del mandatario. Sin embargo, el exministro Juventino Castro y Castro envió a este semanario una opinión titulada: El fracaso del combate a la delincuencia.
En el texto, acusa a Calderón de regañar a los jueces como si el ofendido fuera él, cuando aún no ha proporcionado a la sociedad un plan o por lo menos un proyecto.
“Y en efecto, ya basta de soportar tanta angustia y tanto fracaso, que espero no sea por culpa de los mexicanos. Contra quien mostró más indignación Calderón, fue contra los jueces que ponen en libertad a los delincuentes, a pesar de las bien formuladas y fundamentadas consignaciones de las profesionales averiguaciones previas de nuestros flamantes procuradores de justicia”, ironizó el ministro.
Para el especialista en derecho penal, si el presidente se limitó a regañar a los jueces, no será posible salir de la escandalosa situación por la que pasa el país. Por ello, propuso un encuentro nacional de todos los procuradores y los jefes policiacos para que encuentren soluciones, junto con criminólogos y sociólogos, que vayan más allá del uso de las armas.
“De buenos propósitos está lleno el infierno; por ello, ante todo, para tener éxito, debe existir voluntad política e institucional, sinceridad de propósitos, metas a alcanzar, medios para actuar. Y firmeza, mucha firmeza. Más de la que tienen en nuestro Ejército, excelentes soldados pero pésimos policías”, comentó.
Miradas que matan
El presidente Calderón estaba enojado ese lunes 12 de mayo. Édgar Millán había dado golpes tan espectaculares como efectivos. Fue él quien participó en la liberación de Rubén Omar Romano cuando era entrenador del club de futbol Cruz Azul y aprehendió a Andrés Caletri, jefe de una de las bandas de secuestradores más activas y violentas.
Millán Gómez desempeñaba una labor estratégica en los Operativos Conjuntos contra el Narcotráfico, y unas horas después de que estuvo cerca de detener al jefe del cártel de Sinaloa, Arturo Beltrán Leyva, fue ejecutado dentro de su casa paterna por un sicario a sueldo.
En los funerales, el presidente Calderón entregó a los familiares de Millán Gómez la bandera con la cual envolvieron el féretro del jefe policiaco.
Dos días después, Calderón estalló contra los medios de comunicación:
“El ‘¡Ya basta!’ es una exigencia a los medios de comunicación, precisamente para que manifiesten y divulguen las acciones que están, precisamente, deteniendo la estructura de los criminales; para que no se convierta la estrategia de los criminales, que es una estrategia que busca sembrar el terror, en una estrategia compartida por los propios medios de comunicación.”
Y remató su reproche así:
“… Para que los medios se unan a esta estrategia nacional contra la delincuencia porque son sus propios compañeros los que están siendo acallados en esas zonas.”
En su editorial del martes 13, titulado Calderón: delincuencia y despropósitos, el periódico La Jornada respondió así a las imputaciones del presidente:Por lo que hace a las “exigencias” a los medios y a los informadores de que acepten y difundan de manera acrítica las versiones oficiales sobre el combate a la delincuencia, resulta inevitable recordar que el gobierno federal carece de cualquier atribución legal para formularlas, y que la declaración misma es, además de un amago a la libertad de expresión, un despropósito de tintes autoritarios y hegemónicos.
Por añadidura, la insinuación de que la crítica a las políticas de seguridad en curso denota complicidad con el crimen organizado constituye un barrunto de chantaje, inaceptable e impresentable en un entorno democrático; una presión orientada a inducir la autocensura y, a fin de cuentas, la manifestación de una creencia inadecuada y peligrosa para el ejercicio del poder: los problemas se resuelven si se deja de mencionarlos, y para que las estrategias gubernamentales tengan éxito basta con que los medios las celebren y se abstengan de expresar señalamientos críticos en torno a ellas.
En contraparte, en su artículo de Milenio diario publicado el viernes 16, el periodista Ciro Gómez Leyva sostuvo que el “¡Ya basta!” fue una arenga “que no quedó en el vacío, sino que conmovió y promovió adhesiones”.
Y citó lo dicho por el senador priista Manlio Fabio Beltrones, “quien (…) fijó lo que, supongo, es el sentimiento de la mayoría de los priistas: en este combate no se le puede regatear apoyo al presidente de la República”.
Compañero de Gómez Leyva en las páginas de Milenio diario, Joaquín López Dóriga había escrito el miércoles 15, con el título Yo no soy cómplice, señor presidente: “es injusto (el discurso de Calderón) porque no todos los medios de comunicación a los que exigió no ser cómplices de la estrategia del crimen organizado, a los que acusó de compartir su estrategia, somos cómplices de esa delincuencia organizada o compartimos su estrategia criminal”.
Para Diódoro Carrasco, el exgobernador expriista que ahora milita en las filas del PAN y colabora en Milenio diario, los indignados comentarios de medios y periodistas al exabrupto de Calderón no son más que “respuestas victimistas”, por lo que cuestiona a quienes suponen, “desorbitada y facciosamente, que con sus exhortos el presidente está pisoteando la división constitucional de poderes y la libertad de expresión”.
Entrevistada por el reportero, la periodista Carmen Aristegui opina que el “¡Ya basta!” del presidente es en principio un despropósito por los destinatarios del mensaje.
“El talante mostrado es una mezcla de preocupación, desesperación y una dosis de intolerancia. La forma en que exige a los ciudadanos no ser cómplices de la delincuencia organizada está fuera de lugar”, puntualiza.
Y comenta que el mandatario debería preguntarse por qué la gente no está denunciando a los narcotraficantes como él quisiera. La respuesta, dice, es muy sencilla: porque tiene miedo.
–¿Cómo interpreta usted el reclamo presidencial?
–El presidente está pidiendo que hagamos nuestro trabajo acríticamente, y creo que eso no se va a poder. Es una barbaridad decir que los medios le estamos haciendo el juego al narcotráfico por difundir lo que está pasando. ¿Qué se supone que debemos hacer cuando aparece una manta de narcos dirigida a narcos? ¿Hacer como si no estuviera ahí?
–…Y, según el presidente, poner en ese sitio una noticia sobre la estrategia del gobierno…
–Lo grave no es que los medios retraten lo que está ocurriendo, sino que ocurra esa realidad. Entonces, cuando pide que los medios divulguen las acciones gubernamentales y que no compartan la estrategia de los narcos, creo que está confundiendo seriamente los terrenos. Creo que el presidente tendría que rectificar esa seria acusación.
–¿Confunde el papel de los medios o trata de imponer una línea oficialista?–Creo que el presidente se mostró intolerante ante la crítica de esta lógica discursiva. Los críticos de la estrategia oficial, sean periodistas o ciudadanos, ¿pretenden que se deje a la gente en manos de la delincuencia? Vaya mensaje.
“Entiendo lo difícil de enfrentar este monstruo, pero por qué no va siendo más tolerante para aquilatar si la estrategia que él ha adoptado es la adecuada.”
–¿Qué consecuencias puede haber ante esta intolerancia en estos momentos?–Lo que sucede es que si sube el reclamo a todos los mexicanos, también él está dando pie a que todos los ciudadanos digan: “Oiga presidente, ¡Ya basta!”.
–¿Autoritarismo?–El presidente tendría que replantearse el sentido de la crítica, la cual no debe entenderse como algo que pretenda, por sí misma, destruir al gobierno. Los periodistas quisiéramos que el narcotráfico sea vencido; pero no entender que la crítica es un elemento valioso para revisar el camino, es muy grave.
“Al presidente le podemos preguntar si realmente está seguro de lo que está haciendo. Es nuestro derecho. Hace unos días, un experto, Eduardo Buscaglia, cuestionó en CNN la estrategia de Calderón por incompleta o riesgosa.
“Si se va por la actual ruta, dijo, lo peor está por venir. Los países que alcanzaron el éxito contra el narcotráfico transitaron por cuatro vías: atacar a las cúpulas del narcotráfico, atacar a los brazos armados, pegarle a las redes financieras y atacar a la protección política.
“Esto significa que Calderón se ha aplicado en los primeros dos. Y entre más soldados, más armamento meta el gobierno, más dinero invertirá el narcotráfico para defenderse...”
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