Le preguntan al periodista Misha Glenny quien se dedicó, a tiempo completo, a investigar el funcionamiento del crimen organizado (McMafia. El crimen sin fronteras, Ed Destino);
-¿Cuál fue el momento en que pasó más miedo investigando el libro?
-(...) Visité también áreas con índices altísimos de criminalidad; pero si tienes cuidado, y si cuando te encuentras con gánsteres lo has organizado bien y siempre eres claro, es relativamente seguro. Pasé por situaciones mucho más peligrosas durante las guerras en la antigua Yugoslavia o en Sarajevo, donde te disparaban y bombardeaban constantemente. (Empero) El único lugar donde me sentí totalmente seguro es en Japón con los yakuza, porque sientes que todo está muy estructurado".
Agrega "para tratar de entender el crimen organizado hay que analizar cuáles son sus negocios, en qué están metidos. Los yakuza lo entendieron perfectamente porque para ellos la guerra de principios de los años noventa fue un desastre: no sólo porque perdieron su personal, sino porque se arruinaron en muchos negocios (...) Si empiezas una guerra, te atraerás la atención de los medios de comunicación y de la policía, que se verá obligada a actuar para parar la violencia. Desde los noventa, los yakuza siempre han tratado de evitar la violencia (...)
Pero en Culiacan el crimen organizado no conoce como funciona Los Yacuza, es todo un desorden ¿o no?
Columna Itinerario Político/Ricardo Alemán
Publicado en El Universal, 13 de mayo de 2008;
Culiacán: la muerte tiene permiso
Enfrentamiento entre pandillas provocó bajas a la banda de ‘El Chapo’
En el estado de Sinaloa no hay más poder que el del narcotráfico
Los habitantes de Culiacán, la capital sinaloense, viven un virtual estado de secuestro.
Caminar por las calles, pasear por los jardines, deambular por los centros comerciales, asistir a restaurantes y/o centros de diversión es lo más parecido a coquetear con la muerte.
Y es que en Culiacán no sólo las bandas criminales, sino la muerte misma tienen permiso. Y es cosa de todos los días, a plena luz canicular, en el centro de la capital, frente a la Catedral, en las zonas residenciales, en los barrios de siempre, en las afueras, en las carreteras que conducen a todos los puntos cardinales. Sin más aviso que el rítmico tableteo de los disparos se producen balaceras, persecuciones y ejecutados.
Y el mejor ejemplo de la sicosis, el terror y el miedo colectivos que vive Culiacán estuvo a la vista de todos los pasados viernes, sábado y domingo, antes, durante y después del 10 de mayo. Calles vacías, mercados sin mercantes, tiendas sin compradores y aquellos espacios que ha hecho suyos la tradición culiacanense, como el restaurante de pescados y mariscos Los Arcos —siempre con largas filas de comensales en espera— se vieron vacíos.
Y es que luego de un enfrentamiento entre pandillas criminales, que rivalizan por la plaza, que provocó bajas emblemáticas a la banda de El Chapo y dejó ver el uso de bazucas, la cultura del rumor y el miedo colectivo hicieron el resto. “En los próximos días las cosas van a estar igual”, dijo el propio gobernador Jesús Aguilar Padilla, en tanto que todos en la calle, de boca en boca, hablaban de balaceras. Los diarios locales, como Noroeste, recibieron cientos de llamadas sobre toda clase de versiones criminales; que si habrían matado al empresario zutano, al perengano, a aquel político, a este periodista... que en Tierra Blanca, en la Plaza Fórum, aquí y allá había balaceras, persecuciones, ejecuciones. Sicosis, miedo y rumor.
Pero no es un asunto de ayer, tampoco de hoy y menos de mañana. No, la cultura del miedo, en su versión preventiva, está presente en las escuelas —sean públicas o privadas, sean de nivel básico, medio o superior— en donde se instruye a estudiantes para hacer frente al evento que todos temen: quedar en medio de un fuego cruzado entre bandas criminales. ¿Qué hacer ante esa cada vez más latente amenaza? De inmediato tirarse al suelo, colocar manos y brazos sobre la cabeza; no moverse hasta que todo termine.
En páginas de internet, en medios locales, en instituciones, de boca en boca, todos saben, además, que viajar en automóvil por carretera, o cuando terminó la luz natural del día, tiene un grave riesgo. Si usted ve un retén o algo que se le parezca, detenga la marcha de inmediato, prenda luces internas y externas, intermitentes, lleve a bordo sólo lo indispensable, nunca dude en detenerse, salga de ahí lo más rápido posible. Si usted ve un pleito en la calle, en un restaurante, en una esquina, salga de ahí, no tome fotos, no voltee. Eso entre los ciudadanos en general.
Y es que gremios como el periodístico se cuecen aparte. Ninguna nota de primera plana de casi ningún diario local lleva firma. Periodistas de casi todos los medios de Sinaloa, de prensa, radio y televisión son verdaderos anónimos. Hace mucho que especialidades como la de reportero gráfico o camarógrafo son sólo para actos oficiales y deportivos. ¿Por qué? Porque los reporteros gráficos y los camarógrafos viven bajo amenaza de muerte. Hoy mismo salió del estado un par de ellos, porque apareció una manta en donde se decía que algunos habían captado gráficas de un enfrentamiento. La tecnología celular de la foto y el video es casi un pasaporte a la muerte.
La comunicación entre el poder fáctico del crimen organizado y el narcotráfico con los poderes formales, con la sociedad y con bandas rivales ha regresado a una suerte de “periódicos murales”. Sí, de risa, pero de puro humor negro. Hoy frente al Palacio de gobierno estatal, mañana frente a la catedral, pasado mañana frente a la televisora, el diario o la estación de radio; otro día en el camino a la región militar, aparecen mantas amenazantes, curiosa comunicación social que deja claro quién manda, quién tiene las vidas en sus manos, quién tiene el poder.
Un ejemplo macabro. Una de las mantas más recientes, cuyo destinatario es el gobernador del estado, reza: “Aguilar Padilla, te compones o te compongo, cabrón”. ¿De parte de quién? No hay otra, del cártel de Sinaloa, por un lado, y de sus enemigos declarados de ahora —antes fueron sus amigos— los Beltrán Leyva. Pero esos mensajes lo mismo van contra el gobernador, que contra jefes policiacos, locales y federales; jefes de la iglesia católica, jefes de la empresa privada, del rentable campo sinaloense.
En Culiacán, en todo Sinaloa, no hay más poder que el del narco. Los poderes formales, las instituciones no son más que convidados de palo. Siempre hay vacantes para ocupar una plaza de policía, pero Culiacán tiene el honroso primer lugar de venta de automotores nuevos; camionetas, de todo tipo y de todas marcas, que se compran en flotilla, se pagan en efectivo y sin IVA desglosado. Es también el reino de los vidrios polarizados en automóviles y es, otro primer lugar, el estado del país donde se cree existe el mayor número de armas per cápita. ¿Cuántas? Las autoridades locales calculan que en promedio dos por habitante.
¿Y a quién le importa todo lo anterior? A los políticos no, porque combatir el narco no da votos, como los da gritar por la causa petrolera.
En el camino
Noticias en los medios. Manuel El Halcón Feregrino, jefe de información de Fórmula de la Tarde se convirtió en el flamante conductor de su propio informativo sabatino y director de la exitosa página de internet de esa frecuencia. Dejan Monitor y llegan a Fórmula, La Doctora Tere Aviña y Víctor Carreón. Son fuertes los rumores de que Enrique La Hamburguesa Muñoz, otro de los conductores estrella de Monitor, pronto saldrá. La pregunta es: ¿Y quién apagará la luz en La Presa? Al tiempo. aleman2@prodigy.net.mx
Enfrentamiento entre pandillas provocó bajas a la banda de ‘El Chapo’
En el estado de Sinaloa no hay más poder que el del narcotráfico
Los habitantes de Culiacán, la capital sinaloense, viven un virtual estado de secuestro.
Caminar por las calles, pasear por los jardines, deambular por los centros comerciales, asistir a restaurantes y/o centros de diversión es lo más parecido a coquetear con la muerte.
Y es que en Culiacán no sólo las bandas criminales, sino la muerte misma tienen permiso. Y es cosa de todos los días, a plena luz canicular, en el centro de la capital, frente a la Catedral, en las zonas residenciales, en los barrios de siempre, en las afueras, en las carreteras que conducen a todos los puntos cardinales. Sin más aviso que el rítmico tableteo de los disparos se producen balaceras, persecuciones y ejecutados.
Y el mejor ejemplo de la sicosis, el terror y el miedo colectivos que vive Culiacán estuvo a la vista de todos los pasados viernes, sábado y domingo, antes, durante y después del 10 de mayo. Calles vacías, mercados sin mercantes, tiendas sin compradores y aquellos espacios que ha hecho suyos la tradición culiacanense, como el restaurante de pescados y mariscos Los Arcos —siempre con largas filas de comensales en espera— se vieron vacíos.
Y es que luego de un enfrentamiento entre pandillas criminales, que rivalizan por la plaza, que provocó bajas emblemáticas a la banda de El Chapo y dejó ver el uso de bazucas, la cultura del rumor y el miedo colectivo hicieron el resto. “En los próximos días las cosas van a estar igual”, dijo el propio gobernador Jesús Aguilar Padilla, en tanto que todos en la calle, de boca en boca, hablaban de balaceras. Los diarios locales, como Noroeste, recibieron cientos de llamadas sobre toda clase de versiones criminales; que si habrían matado al empresario zutano, al perengano, a aquel político, a este periodista... que en Tierra Blanca, en la Plaza Fórum, aquí y allá había balaceras, persecuciones, ejecuciones. Sicosis, miedo y rumor.
Pero no es un asunto de ayer, tampoco de hoy y menos de mañana. No, la cultura del miedo, en su versión preventiva, está presente en las escuelas —sean públicas o privadas, sean de nivel básico, medio o superior— en donde se instruye a estudiantes para hacer frente al evento que todos temen: quedar en medio de un fuego cruzado entre bandas criminales. ¿Qué hacer ante esa cada vez más latente amenaza? De inmediato tirarse al suelo, colocar manos y brazos sobre la cabeza; no moverse hasta que todo termine.
En páginas de internet, en medios locales, en instituciones, de boca en boca, todos saben, además, que viajar en automóvil por carretera, o cuando terminó la luz natural del día, tiene un grave riesgo. Si usted ve un retén o algo que se le parezca, detenga la marcha de inmediato, prenda luces internas y externas, intermitentes, lleve a bordo sólo lo indispensable, nunca dude en detenerse, salga de ahí lo más rápido posible. Si usted ve un pleito en la calle, en un restaurante, en una esquina, salga de ahí, no tome fotos, no voltee. Eso entre los ciudadanos en general.
Y es que gremios como el periodístico se cuecen aparte. Ninguna nota de primera plana de casi ningún diario local lleva firma. Periodistas de casi todos los medios de Sinaloa, de prensa, radio y televisión son verdaderos anónimos. Hace mucho que especialidades como la de reportero gráfico o camarógrafo son sólo para actos oficiales y deportivos. ¿Por qué? Porque los reporteros gráficos y los camarógrafos viven bajo amenaza de muerte. Hoy mismo salió del estado un par de ellos, porque apareció una manta en donde se decía que algunos habían captado gráficas de un enfrentamiento. La tecnología celular de la foto y el video es casi un pasaporte a la muerte.
La comunicación entre el poder fáctico del crimen organizado y el narcotráfico con los poderes formales, con la sociedad y con bandas rivales ha regresado a una suerte de “periódicos murales”. Sí, de risa, pero de puro humor negro. Hoy frente al Palacio de gobierno estatal, mañana frente a la catedral, pasado mañana frente a la televisora, el diario o la estación de radio; otro día en el camino a la región militar, aparecen mantas amenazantes, curiosa comunicación social que deja claro quién manda, quién tiene las vidas en sus manos, quién tiene el poder.
Un ejemplo macabro. Una de las mantas más recientes, cuyo destinatario es el gobernador del estado, reza: “Aguilar Padilla, te compones o te compongo, cabrón”. ¿De parte de quién? No hay otra, del cártel de Sinaloa, por un lado, y de sus enemigos declarados de ahora —antes fueron sus amigos— los Beltrán Leyva. Pero esos mensajes lo mismo van contra el gobernador, que contra jefes policiacos, locales y federales; jefes de la iglesia católica, jefes de la empresa privada, del rentable campo sinaloense.
En Culiacán, en todo Sinaloa, no hay más poder que el del narco. Los poderes formales, las instituciones no son más que convidados de palo. Siempre hay vacantes para ocupar una plaza de policía, pero Culiacán tiene el honroso primer lugar de venta de automotores nuevos; camionetas, de todo tipo y de todas marcas, que se compran en flotilla, se pagan en efectivo y sin IVA desglosado. Es también el reino de los vidrios polarizados en automóviles y es, otro primer lugar, el estado del país donde se cree existe el mayor número de armas per cápita. ¿Cuántas? Las autoridades locales calculan que en promedio dos por habitante.
¿Y a quién le importa todo lo anterior? A los políticos no, porque combatir el narco no da votos, como los da gritar por la causa petrolera.
En el camino
Noticias en los medios. Manuel El Halcón Feregrino, jefe de información de Fórmula de la Tarde se convirtió en el flamante conductor de su propio informativo sabatino y director de la exitosa página de internet de esa frecuencia. Dejan Monitor y llegan a Fórmula, La Doctora Tere Aviña y Víctor Carreón. Son fuertes los rumores de que Enrique La Hamburguesa Muñoz, otro de los conductores estrella de Monitor, pronto saldrá. La pregunta es: ¿Y quién apagará la luz en La Presa? Al tiempo. aleman2@prodigy.net.mx
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