-¿Por qué el miedo?, pregunta Jacinto Antón (El País, 221/11/2006) a la profesora Joanna Bourke (autora de El miedo: una historia cultural)
-Inicialmente quería hablar sobre todas las emociones, la ira, el odio, los celos, el amor... pero el miedo era la que aparecía con más fuerza a través de la historia, la más poderosa. El miedo ha guiado el siglo XX, acompañado por la ira.
-¿Hay algo positivo en el miedo?
-Sí, puede ser positivo sentir miedo por los demás, y es una fuente de creatividad; también puede resultar excitante, igual que el riesgo. Depende de a qué tengas miedo y cuánto. Podemos elegir cómo responder al miedo. Lo peor es cuando te abandonas ante él y lo afrontas sin esperanza."
¡De acuerdo con la profesora Bourke de la Universidad de Londres!
Por eso como decía Roosevelt ¡A lo único que hay que tenerle miedo es al miedo mismo!
Además, el miedo es normal, es un rasgo de la condición humana, pero también es el enemigo más poderoso de la razón; el miedo nubla la razón y es el más peligroso de los sentimientos colectivos.
Y también algunos medios -incitan al miedo.
¡Aguas!
***
Escalada terrorista
Un centro de reclutamiento de la policía en Argelia, la sala de urgencias en un hospital en Pakistán, un control de carretera en Turquía, una base estadounidense y una unidad militar francesa en Afganistán: los atentados que salpicaron la trágica jornada de ayer en varios países sensibles para la paz y la estabilidad internacionales provocaron más de 100 víctimas mortales y otros tantos heridos.
Esta concentración de ataques en una sola fecha puede ser resultado de un siniestro azar, puesto que tienen lugar en escenarios alejados y son obra de grupos diferentes. Pero también podrían inscribirse en una percepción consolidada desde el 8 de agosto y de la que participan no sólo los Gobiernos, sino también los responsables de estas matanzas: la intervención rusa en Georgia ha puesto de relieve las dificultades de los grandes actores internacionales y, en particular, Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN -que ayer celebró en Bruselas una reunión extraordinaria- para articular una respuesta a Moscú y asegurar un orden mundial cada vez más maltrecho.
Para los estrategas del terror, la insolencia de Rusia, por un lado, y la impotencia de sus adversarios, por otro, configuran una coyuntura inmejorable para sus intereses, y no parecen dispuestos a desaprovecharla. Esto no significa que las diversas organizaciones terroristas que actuaron ayer coordinen sus acciones ni que tengan un diseño o unos intereses comunes; sencillamente, la parálisis política del grupo de países más poderoso del mundo ha sido puesta en evidencia y ello estimula la multiplicación de los ataques terroristas. Lamentablemente, la prolongación de la crisis georgiana puede confirmarles aún más en esta idea.
Un total de 10 soldados franceses perdieron la vida en una emboscada talibán a 50 kilómetros de Kabul. La gravedad de esta acción no reside sólo en el trágico balance en vidas humanas, sino también en el escenario escogido para perpetrarla. Los talibanes se acercan cada vez más a zonas hasta ahora consideradas pacificadas y seguras, y su capacidad mortífera es mayor. Aparte del atentado contra el convoy militar francés, una base de Estados Unidos sufrió durante la madrugada del martes oleadas de ataques suicidas apoyados por talibanes armados. Durante los últimos años, los talibanes no habían tenido capacidad para perpetrar este género de atentados contra bases de fuerzas extranjeras en Afganistán.
Los ataques en Pakistán y Argelia, a su vez, se ajustan a la misma estrategia seguida por los terroristas hasta ahora, que busca desestabilizar a los Gobiernos de Islamabad y Argel. Entre sus propósitos se encuentra colocar a Estados Unidos y Europa ante la disyuntiva de apoyar a regímenes impopulares por su autoritarismo y su corrupción, desacreditándose ante las poblaciones que los padecen, o abandonarlos a su suerte, corriendo el riesgo de que los radicales se alcen con el poder. Éste no es el caso de Turquía ni del último atentado del PKK, pero las reivindicaciones kurdas acaban remitiendo al escenario iraquí, complicando aún más una situación ya de por sí extraordinariamente compleja.
La sangrienta jornada vivida ayer en Argelia, Pakistán, Turquía y Afganistán es un argumento más en favor de que la comunidad internacional, incluyendo a Rusia, revise las estrategias seguidas y asuma como principal objetivo ir cerrando los focos de tensión surgidos desde la insensata invasión de Irak. Regodeándose en los triunfos que está obteniendo en Georgia, Rusia puede convertirse en aprendiz de brujo. Quienes se están fortaleciendo hoy por la situación de debilidad en la que Moscú ha colocado a sus adversarios, acabarán tarde o temprano volviéndose en su contra.
Un centro de reclutamiento de la policía en Argelia, la sala de urgencias en un hospital en Pakistán, un control de carretera en Turquía, una base estadounidense y una unidad militar francesa en Afganistán: los atentados que salpicaron la trágica jornada de ayer en varios países sensibles para la paz y la estabilidad internacionales provocaron más de 100 víctimas mortales y otros tantos heridos.
Esta concentración de ataques en una sola fecha puede ser resultado de un siniestro azar, puesto que tienen lugar en escenarios alejados y son obra de grupos diferentes. Pero también podrían inscribirse en una percepción consolidada desde el 8 de agosto y de la que participan no sólo los Gobiernos, sino también los responsables de estas matanzas: la intervención rusa en Georgia ha puesto de relieve las dificultades de los grandes actores internacionales y, en particular, Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN -que ayer celebró en Bruselas una reunión extraordinaria- para articular una respuesta a Moscú y asegurar un orden mundial cada vez más maltrecho.
Para los estrategas del terror, la insolencia de Rusia, por un lado, y la impotencia de sus adversarios, por otro, configuran una coyuntura inmejorable para sus intereses, y no parecen dispuestos a desaprovecharla. Esto no significa que las diversas organizaciones terroristas que actuaron ayer coordinen sus acciones ni que tengan un diseño o unos intereses comunes; sencillamente, la parálisis política del grupo de países más poderoso del mundo ha sido puesta en evidencia y ello estimula la multiplicación de los ataques terroristas. Lamentablemente, la prolongación de la crisis georgiana puede confirmarles aún más en esta idea.
Un total de 10 soldados franceses perdieron la vida en una emboscada talibán a 50 kilómetros de Kabul. La gravedad de esta acción no reside sólo en el trágico balance en vidas humanas, sino también en el escenario escogido para perpetrarla. Los talibanes se acercan cada vez más a zonas hasta ahora consideradas pacificadas y seguras, y su capacidad mortífera es mayor. Aparte del atentado contra el convoy militar francés, una base de Estados Unidos sufrió durante la madrugada del martes oleadas de ataques suicidas apoyados por talibanes armados. Durante los últimos años, los talibanes no habían tenido capacidad para perpetrar este género de atentados contra bases de fuerzas extranjeras en Afganistán.
Los ataques en Pakistán y Argelia, a su vez, se ajustan a la misma estrategia seguida por los terroristas hasta ahora, que busca desestabilizar a los Gobiernos de Islamabad y Argel. Entre sus propósitos se encuentra colocar a Estados Unidos y Europa ante la disyuntiva de apoyar a regímenes impopulares por su autoritarismo y su corrupción, desacreditándose ante las poblaciones que los padecen, o abandonarlos a su suerte, corriendo el riesgo de que los radicales se alcen con el poder. Éste no es el caso de Turquía ni del último atentado del PKK, pero las reivindicaciones kurdas acaban remitiendo al escenario iraquí, complicando aún más una situación ya de por sí extraordinariamente compleja.
La sangrienta jornada vivida ayer en Argelia, Pakistán, Turquía y Afganistán es un argumento más en favor de que la comunidad internacional, incluyendo a Rusia, revise las estrategias seguidas y asuma como principal objetivo ir cerrando los focos de tensión surgidos desde la insensata invasión de Irak. Regodeándose en los triunfos que está obteniendo en Georgia, Rusia puede convertirse en aprendiz de brujo. Quienes se están fortaleciendo hoy por la situación de debilidad en la que Moscú ha colocado a sus adversarios, acabarán tarde o temprano volviéndose en su contra.
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