18 sept 2008

Columna Razones de hoy

Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Publicado en Excelsior (www.exonline.com.mx), 18 de septiembre de 2008;
Objetivo: “Quebrantar la voluntad de combate del enemigo”
Terrorismo: Cualquier acto criminal dirigido contra un Estado y encaminado a/o calculado para crear un estado de terror en las mentes de personas particulares, de un grupo de personas o del público en general. Sociedad de las Naciones, 1937
Los actos terroristas cometidos por el crimen organizado están directamente relacionados con su potencial debilidad, no con su fortaleza. Existen, más allá del recuento cotidiano de muertos, cifras que resultan mucho más significativas a la hora de analizar la debilidad o no de estas agrupaciones. En 2007 se le decomisaron al narcotráfico 50 toneladas de cocaína, más de dos mil 186 toneladas de mariguana, se han erradicado 22 mil hectáreas de cultivos de mariguana y 11 mil hectáreas de cultivo de amapola; varios miles de kilogramos de drogas sintéticas en todas sus presentaciones; se detuvo, siempre en 2007, a más de 22 mil operadores del narcotráfico; se han decomisado cuatro mil 500 vehículos, 92 embarcaciones, 57 aviones; en el armamento, los decomisos del año pasado fueron de cuatro mil 500 armas cortas y unas cuatro mil 300 armas largas, con 725 mil cartuchos y 547 granadas como las utilizadas en Morelia. A eso deben sumarse 32 laboratorios, 51 millones de pesos y 223 millones de dólares. Pero, entre enero y agosto de este año, de la misma forma que aumentó la violencia, esas cifras se incrementaron 165% en los decomisos de cocaína; 32 mil por ciento en incautaciones de sicotrópicos y 100% en incautaciones de efedrina. Hubo 25% más de detenidos (entre enero y agosto se detuvo a más de 16 mil personas); en vehículos, las incautaciones crecieron 91%, en embarcaciones 20.3%, en aviones 812% (228 aviones entre enero y agosto de este año); en armas cortas 71%, en armas largas 131%, en granadas 263% (iban en agosto 690 granadas decomisadas).
Es verdad que a eso debemos sumar los miles de muertos, muchos de ellos miembros de las organizaciones. Pero el índice de violencia crece con el de golpes, no es al revés. La violencia aumenta con la debilidad ante los golpes, no los está impidiendo. Nadie, en una lógica militar, de combate, puede tener tantas pérdidas y no estar en una situación de debilidad, aunque algunos analistas consideren que el narcotráfico tiene poderes inconmensurables, mayores al del Estado mexicano y lo que sucede es que lo ha superado.
Pero el crimen organizado puede ganar esta batalla si logra sus objetivos e impone esa percepción: el narcotráfico ha recurrido cada vez con mayor frecuencia al terrorismo para fomentar la división, intimidar y desarrollar una suerte de guerra de guerrillas, con métodos terroristas, contra el Estado y la sociedad. Le Duan, que fue secretario general del Partido Comunista de Vietnam y el verdadero ideólogo de la guerra de guerrillas, insistió en que en esa lógica se deben mantener abiertos los frentes de la lucha armada, la política que se debe realizar en “la retaguardia” del enemigo y la económica. El objetivo, además de lo militar, pasa, dice, por “quebrantar y aniquilar la voluntad de combate del enemigo”. Para ello recomienda, además de las acciones militares, realizar una “labor de agitación constante sobre las tropas enemigas” (¿recuerda las narcomantas?). Dice que se debe atacar en la montaña, en el campo y en la ciudad en forma simultánea, para evitar la concentración de fuerzas en su contra.
“El resultado más acentuado de esta dirección estratégica, dice Le Duan (y olvidemos por un momento la concepción ideológica, compartible o no que está detrás del razonamiento militar), es el de reducir al enemigo a la pasividad frente a la situación estratégica de ofensiva en todos los planos y a los métodos de guerra, de arrinconarlo a cada ins­tante a una situación política pasiva y a una situación estratégica crítica, de sumirlo en el desconcierto para elegir entre la dispersión y la concentración de fuerzas, entre las operaciones para ‘pacificar’ y aquellas para ‘investigar y destruir’, entre la defensiva y la ofensiva. Con ello se logra que el poderoso ejército del enemigo se vea extremadamente débil; dotado de modernas armas y de numerosos medios de desplazamiento, revela no obstante una pobre eficacia de combate; es de un gran poderío pero de una perfecta inoperancia”. ¿Alguien puede negar que esto es lo que percibe buena parte de la ciudadanía aunque todos los números, todas las cifras frías, estén señalando a la violencia como un síntoma de debilidad, no de fortaleza del crimen organizado?
El punto clave en todo esto es generar división, buscar pactar a como dé lugar, justificar esa claudicación con argumentos válidos pero parciales, que van desde el atendamos sólo el narcomenudeo hasta el considerar que al narcotráfico sólo puede derrotársele eliminando la pobreza, cuando percibe que nada se puede hacer ante un fenómeno que aterroriza y rebasa. La estrategia gubernamental por supuesto que debe tener modificaciones importantes y centradas sobre todo a encarar este tipo de lucha que le ha planteado el narcotráfico, esta guerra de guerrillas sin ideología, que busca doblegarlo cultural, social y políticamente (la guerra, dicen los clásicos, es la continuación de la política pero por otros medios), mas no puede claudicar: sus propios números tendrían que confirmar las razones de esta violencia. Pero se debe insistir en que todos los actores tienen una parte de responsabilidad que asumir. E incluso después de los atentados en Morelia, pareciera que algunos siguen pensando que obtendrán un beneficio de una eventual derrota del Estado. No comprenden que a ellos sólo los necesitan, hoy, como aliados para “quebrantar la voluntad del enemigo

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