Columna Serpientes y Escaleras/Salvador García Soto
Publicado en El Universal, 18 de septiembre de 2008;
Los auténticos golpistas
Funcionarios de alto nivel de este gobierno confirman que han sido varias las vías por las que el cártel del Golfo ha hecho “invitaciones” al presidente Calderón
Por encima de las versiones que atribuyeron a Porfirio Muñoz Ledo y al grupo de López Obrador un plan de derrocamiento de Felipe Calderón, tras los atentados terroristas de Morelia afloró claramente un movimiento real para deponer al Presidente y desestabilizar al país. Los conspiradores, todo apunta, serían grupos del narcotráfico que se han propuesto dinamitar a la administración de Calderón, exhibir la ineficacia del Estado y sembrar el terror entre los mexicanos.
A esos grupos —que según las líneas de investigación de la PGR apuntan al cártel del Golfo y a su derivación local de La Familia michoacana— no les importa ya atentar contra la población civil y el 15 de septiembre confirmaron que, como medio de presión y desestabilización, están dispuestos a matar a ciudadanos inocentes para obligar a Calderón a doblegarse y aceptar sus propuestas de negociación.
Ningún funcionario federal, empezando por el Presidente, ha usado el término “terrorismo”, pero ya se definió en el gobierno que la acepción a utilizar será “actos terroristas” de grupos que no entran en la clasificación de terrorismo, sino más bien de crimen organizado.
Aun cuando escogieron Morelia para estos atentados —con los mensajes que se quieran interpretar de esa elección—, el grupo que los perpetró pudo haberlo hecho en cualquier otra ciudad del país. De hecho, está confirmado que en varios estados, Jalisco, Veracruz, Guerrero o Guanajuato, se registraron llamadas, algunas a gobiernos estatales y otras en ayuntamientos, con amenazas de bombas en las celebraciones patrias, al grado de que hubo poblaciones donde se suspendió o se desalentó la asistencia de la gente al grito y al desfile del 16 de septiembre.
La amenaza terrorista entonces no es sólo en Michoacán, y la táctica de atentar contra civiles podría repetirse en otros estados si esos grupos deciden seguir con la estrategia que estrenaron, fría y deliberadamente, en el festejo nacional por excelencia.
Funcionarios de alto nivel de este gobierno confirman que han sido varias las vías por las que el cártel del Golfo ha hecho “invitaciones” al presidente Calderón a negociar con ellos. Lo mismo con enviados directos a Los Pinos que a través de mensajeros que buscaron al procurador Eduardo Medina Mora, el grupo del que son parte los sanguinarios Zetas y la mencionada Familia michoacana ha pedido a la administración calderonista un “pacto” que los deje operar su actividad ilícita.
También son varias las veces que, en discursos públicos o comentarios privados, el Presidente ha dicho que no negociará con los delincuentes y mantendrá el combate frontal al crimen organizado. Eso le ha valido una respuesta agresiva y airada de cárteles como el del Golfo que, ya sea con enormes mantas en lugares públicos —que aparecieron en plazas dominadas por ellos—, ejecuciones masivas, decapitaciones y ahora atentados terroristas, buscan desestabilizar al gobierno.
El mensaje detrás del terrorismo practicado en Morelia es muy claro: “Si no negocias con nosotros, te vamos a tirar y no nos importa ir contra los civiles”. De ese tamaño es el reto de esos grupos criminales no sólo al Presidente, sino a todo el país. ¿Y cómo respondió Calderón? Con un discurso en el que llama a la unidad para enfrentar a estos “enemigos de México”.
La convocatoria a la unión por encima de las diferencias políticas es, sin duda, correcta y debemos apoyarla todos. Pero hay en el discurso presidencial del 16 de septiembre visos de confusión que preocupan. Porque al mismo tiempo que llama a la unión y condena a “los traidores y enemigos de México”, desliza críticas “a quienes quieren dividir al país”, “a quienes quieren debilitar a las instituciones”, “a los que quieren dividir y enconar”.
Se equivoca el Presidente al confundir a sus adversarios políticos con los enemigos del país; no son lo mismo ni se les debe responder igual.
Todos estamos en contra del terrorismo y nadie en su sano juicio apoyaría una estrategia del crimen para derrocar al poder legalmente constituido; pero si Calderón quiere concitar a la unidad y equiparar la amenaza de terrorismo criminal a etapas históricas en que la división de los mexicanos facilitó invasiones y agresiones extranjeras, podría dar un primer paso de conciliación y aclarar sus mensajes en los que parece confundir las diferencias políticas o la crítica a su gobierno con las intenciones golpistas reales de criminales que sí quieren derrocarlo y desestabilizar al país.
Funcionarios de alto nivel de este gobierno confirman que han sido varias las vías por las que el cártel del Golfo ha hecho “invitaciones” al presidente Calderón
Por encima de las versiones que atribuyeron a Porfirio Muñoz Ledo y al grupo de López Obrador un plan de derrocamiento de Felipe Calderón, tras los atentados terroristas de Morelia afloró claramente un movimiento real para deponer al Presidente y desestabilizar al país. Los conspiradores, todo apunta, serían grupos del narcotráfico que se han propuesto dinamitar a la administración de Calderón, exhibir la ineficacia del Estado y sembrar el terror entre los mexicanos.
A esos grupos —que según las líneas de investigación de la PGR apuntan al cártel del Golfo y a su derivación local de La Familia michoacana— no les importa ya atentar contra la población civil y el 15 de septiembre confirmaron que, como medio de presión y desestabilización, están dispuestos a matar a ciudadanos inocentes para obligar a Calderón a doblegarse y aceptar sus propuestas de negociación.
Ningún funcionario federal, empezando por el Presidente, ha usado el término “terrorismo”, pero ya se definió en el gobierno que la acepción a utilizar será “actos terroristas” de grupos que no entran en la clasificación de terrorismo, sino más bien de crimen organizado.
Aun cuando escogieron Morelia para estos atentados —con los mensajes que se quieran interpretar de esa elección—, el grupo que los perpetró pudo haberlo hecho en cualquier otra ciudad del país. De hecho, está confirmado que en varios estados, Jalisco, Veracruz, Guerrero o Guanajuato, se registraron llamadas, algunas a gobiernos estatales y otras en ayuntamientos, con amenazas de bombas en las celebraciones patrias, al grado de que hubo poblaciones donde se suspendió o se desalentó la asistencia de la gente al grito y al desfile del 16 de septiembre.
La amenaza terrorista entonces no es sólo en Michoacán, y la táctica de atentar contra civiles podría repetirse en otros estados si esos grupos deciden seguir con la estrategia que estrenaron, fría y deliberadamente, en el festejo nacional por excelencia.
Funcionarios de alto nivel de este gobierno confirman que han sido varias las vías por las que el cártel del Golfo ha hecho “invitaciones” al presidente Calderón a negociar con ellos. Lo mismo con enviados directos a Los Pinos que a través de mensajeros que buscaron al procurador Eduardo Medina Mora, el grupo del que son parte los sanguinarios Zetas y la mencionada Familia michoacana ha pedido a la administración calderonista un “pacto” que los deje operar su actividad ilícita.
También son varias las veces que, en discursos públicos o comentarios privados, el Presidente ha dicho que no negociará con los delincuentes y mantendrá el combate frontal al crimen organizado. Eso le ha valido una respuesta agresiva y airada de cárteles como el del Golfo que, ya sea con enormes mantas en lugares públicos —que aparecieron en plazas dominadas por ellos—, ejecuciones masivas, decapitaciones y ahora atentados terroristas, buscan desestabilizar al gobierno.
El mensaje detrás del terrorismo practicado en Morelia es muy claro: “Si no negocias con nosotros, te vamos a tirar y no nos importa ir contra los civiles”. De ese tamaño es el reto de esos grupos criminales no sólo al Presidente, sino a todo el país. ¿Y cómo respondió Calderón? Con un discurso en el que llama a la unidad para enfrentar a estos “enemigos de México”.
La convocatoria a la unión por encima de las diferencias políticas es, sin duda, correcta y debemos apoyarla todos. Pero hay en el discurso presidencial del 16 de septiembre visos de confusión que preocupan. Porque al mismo tiempo que llama a la unión y condena a “los traidores y enemigos de México”, desliza críticas “a quienes quieren dividir al país”, “a quienes quieren debilitar a las instituciones”, “a los que quieren dividir y enconar”.
Se equivoca el Presidente al confundir a sus adversarios políticos con los enemigos del país; no son lo mismo ni se les debe responder igual.
Todos estamos en contra del terrorismo y nadie en su sano juicio apoyaría una estrategia del crimen para derrocar al poder legalmente constituido; pero si Calderón quiere concitar a la unidad y equiparar la amenaza de terrorismo criminal a etapas históricas en que la división de los mexicanos facilitó invasiones y agresiones extranjeras, podría dar un primer paso de conciliación y aclarar sus mensajes en los que parece confundir las diferencias políticas o la crítica a su gobierno con las intenciones golpistas reales de criminales que sí quieren derrocarlo y desestabilizar al país.
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