26 oct 2008

El Ingeniero Tello Peón

Un 'espía' en Los Pinos
ALEJANDRO JIMÉNEZ
El Universal Domingo 26 de octubre de 2008
El fundador del Cisen, ingeniero hidráulico devenido en experto en inteligencia, vuelve a los sótanos de la planeación estratégica
“Un jugador de ajedrez con las manos sudorosas”, es como definen sus allegados al nuevo asesor presidencial en materia de seguridad nacional, el chilango de origen yucateco Jorge Enrique Tello Peón, quien nació hace 52 años y es ingeniero hidráulico devenido en experto en inteligencia nacional.
“Es hiperactivo, pero no de los impulsivos, más bien tranquilo”, nos dice una fuente sobre él. “Eso sí, jamás se está quieto”.
Su llegada, la semana pasada, como asesor de seguridad nacional del presidente Felipe Calderón, no pasó desapercibida para sus incondicionales ni para sus detractores, generando en ambos un clima de expectación que sólo personas con su halo de enigma pueden despertar.
Para llegar a donde hoy se encuentra ha vencido cuando menos cuatro obstáculos: las intrigas y sospechas inherentes a sus cargos, el desgaste moral de sus mentores, un cáncer que lo puso al borde de la tumba y un veto familiar para regresar a la función pública.
Comenzó dando clases a muchachos de la preparatoria Vallarta, de la que llegó a ser director, más o menos en la misma época en la que se casa con Emma Laura Luna Díaz y trabaja en varias empresas constructoras para ganarse la vida aplicando los conocimientos adquiridos en las aulas.
Así perfilaba su vida, en la clase media, hasta que su carrera se cruza con la del general Jorge Carrillo Olea, quien detecta la habilidad analítica del joven ingeniero y lo adentra en el intrincado mundo de la seguridad nacional.
De la mano de ese otro viejo lobo de mar de la seguridad, le toca ser testigo de primera línea del intento de rescate de la Dirección Federal de Seguridad, para sacarla del marasmo y la corrupción en la que la sumieron en las décadas de los 70 y 80 hombres como Miguel Nazar Haro o Florentino Ventura.
“Vamos a hacer un FBI mexicano”, le decía Carrillo, quien le vendió al presidente Salinas de Gortari la idea de una agencia de inteligencia “con hombres nuevos, científicos y limpios”, como el joven Tello.
Ahí conoce lo mejor y lo peor de la carrera policial. Hombre de paz, rehúye a las armas y se concentra en la parte teórica de la seguridad y es encargado de la elaboración de parámetros, inexistentes hasta entonces, de una agenda de riesgos nacional, en la que no sólo entrarán delincuentes y guerrilleros, sino asuntos geopolíticos, climáticos, socioeconómicos, municipales y hasta epidemiológicos.
Sin ser un hombre gris, sus nuevas funciones lo convierten en un fantasma de los sótanos de la inteligencia nacional. Cero protagonismo, nada de vida pública.
Le toca ver el ascenso y descenso de su maestro Carrillo Olea, quien no logra ganarse toda la confianza de Salinas, que se va de gobernador a Morelos y sale en medio del escándalo y el juicio político, acusado, paradojas de la vida, de patrocinar secuestradores.
El ‘diablo’ de los guerrilleros
Tello comienza a brillar con luz propia. Participa directamente en la concepción y desarrollo del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen); del Centro de Planeación para el Control de Drogas (Cendro), órgano de inteligencia de la Procuraduría General de la República (PGR); del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas (INCD) y del proyecto de la Policía Federal Preventiva (PFP), todos bajo la concepción de la seguridad como una política de Estado.
Los grupos guerrilleros, básicamente el núcleo duro del EPR, lo alucinan. Para ellos es la encarnación del mismísimo diablo, el ejemplo más acabado de la contrainsurgencia burguesa. En no pocos comunicados revolucionarios aparece entre los más despreciables adversarios y torturadores de Estado.
Trabajó 17 años en la Secretaría de Gobernación, interrumpidos por laborar tres años en la PGR.
Ya en el foxismo, tiene un fugaz paso por la subsecretaría de Gobernación, pero el nuevo gobierno no confía en los viejos agentes priístas. El pretexto para correrlo llegó rápido: el 19 de enero de 2001 escapa de Puente Grande, Jalisco, Joaquín El Chapo Guzmán, líder del cártel de Sinaloa, justo días después de que Tello exaltara los avances en los sistemas de seguridad y rehabilitación social del país.
Enferma de un cáncer al que logra sobreponerse. Poco se sabe del tema. Dicen quienes lo conocen que en su casa los secretos familiares son más sagrados que los del país. Se alcanza a saber que promete a los suyos jamás regresar a la vida pública, al golpeteo político, a las amenazas, a la vida en coches blindados y grandes enemigos del crimen organizado. “Ya párale, que esto te enseñe a estarte quieto”, cuentan que le dijo el alto mando familiar.
Es contratado por Lorenzo Zambrano, dueño de Cemex, para dirigir en sus 26 plantas la instalación de los sistemas de seguridad. En paralelo, inicia su vida académica en el Tec de Monterrey.
Se inscribe en la Sociedad de Profesionales de Inteligencia Competitiva, donde abreva una variante del análisis de inteligencia al servicio de empresas privadas.
Se desempeña como vicepresidente de Inteligencia Competitiva de Cemex, hasta que, en 2006, el entonces candidato del PAN a la Presidencia de la República, Felipe Calderón, lo contacta como asesor.
Ya electo, Calderón le ofrece dirigir la SSP. Tentadora oferta que, sin embargo, rompía el pacto familiar. “Muy honrado, pero no, gracias”, fue su respuesta.
Dos años después, en medio de la mayor crisis de seguridad pública de los tiempos modernos en México, Tello Peón regresa a la palestra, a un puesto muy semejante al de Consejero de Seguridad Nacional que existe en Estados Unidos, al que todos los responsables de inteligencia y seguridad pública tendrán que reportar y con quien tendrán que coordinarse.
Por lo pronto, su promesa familiar de paz y tranquilidad está en tregua; su colección de corbatas y tirantes en el clóset; y sus alumnos en persecución del hombre que no sabe estar quieto para que les dé sus calificaciones del semestre pasado, antes que desaparezca, una vez más, del horizonte público y se ponga a diseñar la estrategia de seguridad nacional en las oficinas presidenciales.
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El peón que avanza como alfil
Andrés Becerril, reportero
Jorge Tello Peón es un ingeniero civil que despunta en un bosque de licenciados en leyes, maestros de seguridad y doctores en políticas públicas, dedicados a la seguridad nacional. Es enemigo de las estridencias mediáticas y prefiere el bajo perfil en sus vidas pública y privada.
Tello Peón es de esos funcionarios de gobierno que han llegado al top y que brincaron a la iniciativa privada a cargos ejecutivos, de los que públicamente nadie habla mal ni les conocen cola que se les pueda pisar.
En cambio, debido a sus puestos en la administración pública y en el sector privado, Tello ha acumulado y procesado tal cantidad de información, que conoce santo y seña de políticos, empresarios, diplomáticos, periodistas, líderes de movimientos sociales, jefes guerrilleros, grupos delictivos y los capos de éstos. Ello lo ha convertido en el hombre con la mejor reputación en el ámbito de la seguridad pública de México.
Quienes lo conocen y han trabajado cerca de él desde mediados de la década de los ochenta, lo menos adulador que dicen es que se trata de un hombre “decente”. Aunque también expresan que es “un caballero” y cuenta con “muy buen gusto para elegir trajes y corbatas”.
Tello Peón tiene 50 años de edad. Su trabajo en el gobierno empezó hace más de 25 años y en el inicio del gobierno de Felipe Calderón se convirtió en el hombre de confianza, su consejero en la lucha contra el crimen organizado.
Legisladores panistas y priistas opinan que Tello Peón es el hombre que pondrá orden a las pugnas entre el procurador Eduardo Medina Mora y el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna. Por cierto, fue Tello Peón quien recomendó a García Luna para el cargo, cuando el nuevo asesor presidencial declinó el ofrecimiento de Calderón de ocupar esa cartera.
Hace un cuarto de siglo, Tello Peón empezó a procesar la información de las otrora famosas tarjetas en las que se escribían los datos de personas y organizaciones. Esos contenidos se ponían al servicio de los sistemas de inteligencia del aparato de seguridad nacional, que por igual han servido para combatir a policías corruptos, narcotraficantes, secuestradores, grupos guerrilleros y otros colectivos considerados por el gobierno agentes dignos de ser vigilados.
Jorge Tello es parte de una generación de funcionarios que hace más de 20 años llegó a unas modestas oficinas de la Secretaría de Gobernación, en General Prim, y que después ocupó el edificio que fue sede de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), en la Plaza de la República, desde donde se mudaron a un búnker por los rumbos de Contreras, entre 1990 y 1991, el cual fue estructuralmente diseñado por Tello Peón en su calidad de ingeniero civil.
En ese mismo grupo de jóvenes analistas, reclutados principalmente en planteles de la UNAM, están el actual secretario del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Alejandro Rubido García, y Alejandro Alegre Rabiela, encargado de seguridad del Banco de México. Además del secretario de Seguridad Pública García Luna.
De la mano del entonces coronel Jorge Carrillo Olea (hoy general brigadier), en 1980, Tello Peón empezó su carrera como servidor público en la paraestatal Astilleros Unidos de Veracruz. En 1982 se fue con el militar a la Secretaría de Gobernación, específicamente a la subsecretaría de esa dependencia, desde donde fue creada la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales, embrión de lo que hoy funciona como Centro de Investigaciones y Seguridad Nacional (Cisen) y que antes había sido la Dirección General de Investigación y Seguridad Nacional.
El Cisen es el órgano que sentó las bases para la creación, en tiempos del presidente Carlos Salinas de Gortari, de organismos como el Centro Nacional de Planeación contra las Drogas (Cendro) y el Instituto Nacional de Combate a las Drogas (INCD), así como, con Ernesto Zedillo, de la Policía Federal Preventiva (PFP), en los que también Tello Peón fue parte de su ingeniería.
Después de una etapa de fogueo en la década de los ochenta, manejando información de los casos que llevaban los agentes de la DFS, la cual estaba en su etapa final, en 1989 Tello Peón fue nombrado, por Carrillo Olea, director de servicios técnicos del Cisen.
El ingeniero Tello emigró del Cisen a la Procuraduría General de la República (PGR), al lado de Carillo Olea, porque el 19 de octubre de 1990 el militar fue nombrado, por el presidente Salinas de Gortari, coordinador de la lucha contra el narcotráfico, convirtiéndolo en el primer zar antidrogas del país. En esa época, como parte de la estructura de la PGR, entonces a cargo de Jorge Carpizo, Tello fue quien desarrolló el modelo del Cisen, así surgieron el Cendro y, después, el INCD.
Cuando Carrillo Olea se va a buscar el gobierno de Morelos, la carrera de Tello Peón toma luz propia. Es nombrado titular del Cisen en 1994, después del levantamiento armado del EZLN, el primero de enero de ese año. Poco tiempo después la relación de Tello y Carrillo terminó por romperse.
Tello sustituye a Alejandro Pontones Chico, quien en realidad tenía toda la información sobre las actividades del grupo armado en Chiapas, pues en mayo de 1993 la estructura de seguridad nacional conoció a detalle el enfrentamiento que tuvo el Ejército Mexicano con fuerzas regulares del EZLN en la sierra de Corralchén, en Ocosingo, pero en el amanecer de la entrada de año cuando entró en funciones el Tratado de Libre Comercio (TLC), los aparatos de inteligencia se quedaron congelados, o hicieron como que no sabían nada.
El presidente Ernesto Zedillo mantuvo como director del Cisen a Tello Peón, hasta que en 1999 lo nombró subsecretario de Seguridad Pública, entonces a las órdenes de la Secretaría de Gobernación.
Tello Peón permaneció en ese cargo al inicio de la administración de Fox, sólo que pasó a formar parte del organigrama de la nueva Secretaría de Seguridad Pública, a cargo entonces de Alejandro Gertz Manero, con quien no tenía una muy buena relación. Dicen quienes trabajaron en esa dependencia que ambos eran como “dos agujas, que no se pican”.
En 2001 se fugó de la cárcel de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo. Dos días antes de la huida del jefe del cártel del Golfo, Tello Peón y Nicolás Suárez Valenzuela (entonces coordinador de inteligencia de la PFP) estuvieron en el penal, con el fin de hacer una inspección.
Fue por ese motivo que a Tello se le quiso responsabilizar mediáticamente por la evasión de Guzmán. El subsecretario renunció, pero no dice gente que trabajó muy cerca de Gertz Manero debido a tener alguna culpabilidad, sino porque encontró en esa coyuntura la mejor vía para salir de la administración pública, donde ya no se hallaba. De hecho, se supo que Jorge Tello ordenó que Guzmán Loera fuera separado de la celda que habitaba con Héctor Palma Salazar, El Güero.
A su salida del gobierno federal, Tello Peón se integró al equipo de seguridad del grupo Carso, de Carlos Slim, desde donde pasó a ejecutivo de Cemex, de Lorenzo Zambrano, con el puesto de vicepresidente de desarrollo de información internacional del área de planeación a escala mundial del sistema de información estratégica, es decir, era máximo responsable de seguridad del monstruo cementero. Luego de ello, volvió a brincar a la administración pública, pero ahora con una vasta experiencia y con muchas posibilidades de alcanzar puestos más altos.
Mucha gente que ha trabajado con él dice que está capacitado, no sólo para asesorar al presidente Calderón en materia de seguridad, sino para “mucho más”. Ese “mucho más”, que también circula entre políticos panistas y priistas, tiene jiribilla futurista con tres escenarios:
Uno, que el equipo del presidente Calderón recuperará el plan original para desaparecer las secretarías de Gobernación y Seguridad Pública, con miras a crear la Oficina del Jefe de Gabinete o la Secretaría de la Presidencia de funciones estrictamente políticas y la Secretaría del Interior, la cual asumiría las responsabilidades de la seguridad pública, ahí es donde encajaría Tello Peón.
Dos, que él se convierta en el comisionado general de la Policía Federal, si es que prospera la propuesta del presidente Felipe Calderón para desaparecer la PFP y en su lugar poner en marcha a la Policía Federal (PF), la cual tendrá capacidad de investigación y tendría como sus auxiliares a las policías locales de todo el país.
Tres, que de asesor presidencial pase momentáneamente a comisionado de la PF y, de ahí, a secretario del Interior.
Tello Peón es un hombre en el que el gobierno de México ha invertido mucho, no sólo porque ha recibido cursos de capacitación en el Mossad, la CIA, el FBI y Scotland Yard, sino porque conoce las tripas y el corazón de muchos de los personajes de la política mexicana.
Ex colaboradores refieren que a Tello Peón le gusta el bajo perfil, por ello creen que una de las estrategias que seguirá en su tarea al lado del presidente de México será bajar el nivel de decibeles que ha alcanzado la lucha contra el crimen organizado, es decir, no tener en la opinión pública los efectos de matanzas, secuestros y actividades del narcotráfico, que azuelan en estos momentos al país.
Al respecto expone que: “La gran cantidad de información que ‘fluye’ sobre la seguridad en México: crimen, violencia e impunidad, es asimilada como riesgo a la seguridad personal, transformándose en miedo, confusión, enojo y frustración.
“Las notas cotidianas de homicidios y anécdotas de espeluznantes hechos que provocan emoción intensa, se manejan como parte natural del negocio de los medios de comunicación. El proceso concluye con saturación que ‘embota’ y aturde los sentidos, sin capacidad para construir soluciones y alternativas de acción, que ofrezcan una respuesta al problema percibido”.
Las dependencias en las que ha participado en su construcción y que están encaminadas a la seguridad nacional y el combate a la delincuencia organizada siguen vigentes. Las cartas de Tello Peón son vastas
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Reporte Indigo hizo una extensa investigación de Tello Peón, la denominó: ¿Peón de quién?, la firman Ramón Alberto Garza y Félix Arredond, recomiendo su lectura en el siguiente link:

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