26 oct 2008

La esperanza del Plan Colombia

Publicado el El Nuevo Herald (www.elnuevoherald.com) 26 de octubre del 2008;
El Plan Colombia siembra una esperanza
DAVID ADAMS / NYT
PUERTO TRIUNFO, Colombia

Hace dos décadas, el enorme rancho cerca de esta ciudad era el centro neurálgico del cartel
de la droga de Pablo Escobar, donde recibía a políticos corruptos en su zoológico privado y conspiraba para asesinar jueces mientras aviones retacados de cocaína despegaban de la pista aérea.
Hoy, estas laderas onduladas ofrecen un panorama más tranquilo. Acaba de abrirse un parque temático, llamado Jurásico, donde se restauraron los dinosaurios de concreto y tamaño natural que Escobar hizo para su tierra de la fantasía. Cerca, una cooperativa agrícola cultiva chiles para exportar a Estados Unidos, un cultivo alterno aunque menos lucrativo.
Con ayuda de los contribuyentes estadounidenses, el antiguo parque de Escobar se está convirtiendo en un laboratorio de proyectos civiles experimentales para enfrentar la guerra insoluble contra el narcotráfico.
Durante casi una década, el Congreso estadounidense metió más de $5,000 millones al Plan Colombia, en su mayor parte para entrenamiento militar, armamento, helicópteros y pulverización aérea de cosechas para narcóticos. Sin embargo, este año, $236 millones, casi la mitad del total asignado, fue para gastos de desarrollo social.
Han crecido rápidamente los pequeños proyectos en todo el país. El dinero estadounidense ayuda a los agricultores a cultivar cacao y cocoteros en la costa del Pacífico.
En el sur, ingenieros militares construyen caminos y los agricultores experimentan con cosechas para biocombustibles.
Los del norte están sembrando árboles de hule.
Incluso los que desde hace tiempo han criticado la política estadounidense contra el narcotráfico reconocen que el Plan Colombia II, como lo llaman algunos, ofrece esperanzas nuevas. Una serie de victorias militares contra las guerrillas de izquierda y la desmovilización de 16,000 combatientes paramilitares han mejorado grandemente la seguridad en todo el país.
''No se puede resolver el problema sólo con medios militares'', dijo Bruce Bagley, experto en narcotráfico de la Universidad de Miami. "El Plan Colombia II es justo lo que recetó el médico''.
En Tumaco, un pueblo de 20,000 habitantes, en la vaporosa costa sudoriental, golpeada fuertemente por el conflicto, muchos de ellos son campesinos afrocolombianos que huyeron de los caseríos rurales a causa de la violencia. Las pulverizaciones aéreas sobre los campos de coca, financiadas por Estados Unidos, también han debilitado la economía rural.
''Los estadounidenses tienen que entender que están destruyendo la forma de vida del campesinado'', indicó Yaden Castillo, de 44 años, que abandonó sus campos pulverizados hace dos años y ahora vive con amistades en una casita construida sobre pilotes, ganándose la vida a duras penas como pescador.
Conforme fue disminuyendo la violencia en la región, funcionarios de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID), empezaron a trabajar directamente con los consejos comunitarios locales con un programa innovador, concebido para sustituir los cultivos para el narcotráfico con alternativas sustentables y orientadas al mercado.
Se dice que con el programa se han sembrado 126,000 acres con cosechas legales y se han creado 30,000 empleos de tiempo completo.
''El progreso ha sido lento'', dijo Oscar Alzate, director del programa en Tumaco. Comentó que el programa se ha retrasado por inquietudes en el área de seguridad y el robo de equipo, incluidas lanchas.
El 4 de octubre, los guerrilleros volaron una torre de electricidad en las afueras de Tumaco, lo que dejó sin luz al pueblo. También pusieron minas, lo cual obstaculizó las reparaciones.
Alzate dijo que los aviones estadounidenses para pulverizar también rociaron campos del proyecto de cacao del USAID por accidente. Estimó las pérdidas en $100,000. Esa dependencia confirmó que se había rociado el proyecto de cacao por error, pero dijo que el daño no fue "tan dramático como se dijo''.
Ha retornado una apariencia de normalidad al polvoriento pueblo agrícola de La Macarena en el sur de la provincia de Meta, ocupada por las guerrillas de izquierda hasta la ofensiva gubernamental del 2001. Ahora, unos 9,000 soldados del ejército controlan la región y prácticamente han erradicado el cultivo de la coca.
Sin embargo, el desempleo es de 57 por ciento y poca ayuda ha llegado al pueblo.
''Los campesinos aquí piden a gritos más asistencia'', dijo el alcalde Eliecer Vargas.
La Macarena es el municipio más grande de Colombia, con una población de 27,000 habitantes distribuidos en 4,400 millas cuadradas. No hay caminos pavimentados en la región.
Vargas voló a Washington este año para cabildear un crédito de $10 millones a $15 millones entre funcionarios encargados de la ayuda, a fin de establecer una granja moderna para producir queso. El alcalde, quien tiene una licenciatura en Economía Agropecuaria, también está probando con ricino para producir biodiesel.
''Este petróleo verde puede sustituir las antiguas cosechas para el narcotráfico'', dijo Alzate, quien está trabajando con una compañía privada colombiana para invertir $25 millones en proyectos de biodiesel comercial en el que participarían 1,000 familias.
El recién integrado Cuerpo de Ingenieros del Ejército Colombiano también empezó a nivelar el camino principal de acceso al pueblo, pero tiene presupuesto sólo para las dos primeras millas. La ciudad importante más cercana está a 100 millas de distancia.
''Es un comienzo'', comentó el teniente David Ramírez.
María Mejía, de 45 años, nunca se imaginó que podría terminar con un interés financiero en la ex hacienda de Pablo Escobar.
Ex empleada de limpieza en la casa de ''Don Pablo'', dejó de trabajar para él cuando su lucha contra la ley empezó a subir de tono en la década de 1980.
Ahora es una de las 80 familias beneficiadas con la cooperativa de cultivo de chiles financiada por Estados Unidos.
''Me llena de gratitud porque veo un buen futuro aquí'', expresó.
Muchos trabajadores fueron combatientes armados, cuyo pasado hace que las compañías sean cautelosas a la hora de contratarlos. Otros, simplemente, huyeron de los combates.
Las guerrillas de izquierda mataron a la madre de Mejía. Regresó al rancho después de que asesinaron a Escobar en 1993, para ver qué haría el gobierno con la tierra.
Tras años de discusiones, se dividió la propiedad de 1,500 acres. Parte se usa como pastizales que se rentan a los ganaderos locales, mientras que otra se preserva como bosque. Se acaba de abrir un parque temático sobre dinosaurios, y el gobierno planea construir un penal de máxima seguridad.
Sin embargo, lo más destacado es el proyecto Chiles por la Paz, que ocupa 116 acres.
''¿Quién habría pensado en chiles en el antiguo rancho de juguete de Pablo Escobar?'', dijo William Brownfield, el embajador estadounidense.
La primera cosecha la compró una empresa colombiana que surte de chiles a McIlhenny Co., con sede en Louisianna y fabricante de la salsa Tabasco.
''Este proyecto tiene muchísimo más que los chiles'', dijo Diana Martínez, una ex paramilitar de ojos verdes y secretaria de la cooperativa. "Estamos sembrando un futuro nuevo para Colombia''.

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