Palabras del Procurador General de la República, Eduardo Medina Mora Icaza, durante el Homenaje a las víctimas de la caída de la aeronave Learjet 45 XC-VMC, que se realizó en la Secretaría de Relaciones Exteriores.México, D.F., a 18 de noviembre de 2008
Estimada Embajadora Patricia Espinosa Cantellano, Secretaria de Relaciones Exteriores;
Dr. Alfonso Poiré Romero, Comisionado de la Unidad para el Desarrollo Político de la Secretaría de Gobernación;
Diputado Gerardo Buganza Salmerón, Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados;
Familiares y amigos de quienes fallecieron en la lamentable caída del avión de la Secretaría de Gobernación;
Servidoras y servidores públicos de las dependencias en que trabajaban las víctimas de ese trágico percance;
Señoras y señores:
Agradezco la invitación que se me ha hecho a participar en este sentido homenaje a quienes fallecieron con motivo del triste suceso del 4 de noviembre.
Nunca lamentaremos suficientemente la pérdida de un grupo de mexicanos talentosos y esforzados, comprometidos con sus responsabilidades, dedicados con honestidad al servicio público hasta el último momento de sus vidas.
Con el mismo pesar rendimos homenaje a las personas inocentes que, tristemente, se encontraban cerca del lugar del fatal suceso y por esa circunstancia también perdieron la vida.
A los familiares y amigos de todos ellos, a sus compañeros de trabajo, a las personas que les fueron cercanas, mi solidaridad y condolencias sinceras.
Igualmente, expreso mi deseo por el pronto restablecimiento de quienes resultaron heridos en el percance.
Hago un reconocimiento a las autoridades de Aviación Civil y de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, a los representantes de los distintos órdenes de gobierno, así como a los expertos de nuestro país y del extranjero que participan en la investigación de estos sucesos, por su compromiso con una indagación profesional y transparente, minuciosa y profunda, que satisfaga plenamente la expectativa de los mexicanos de un completo esclarecimiento de las razones de esta tragedia. Éste es el deseo y la instrucción del Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa.
Hoy, en ésta que también fue su casa, quiero hacer un especial reconocimiento a mi querido amigo, el maestro José Miguel Monterrubio Cubas, distinguido integrante de nuestro Servicio Exterior y Director General de Comunicación Social de la Secretaría de Gobernación hasta su fallecimiento.
Para quienes fuimos sus amigos, lo conocimos y trabajamos cerca de él, lo recordamos como padre de familia ejemplar, un hombre afable y jovial, amigo leal y siempre franco, como un mexicano de valores y principios, de carácter y que sabía tomar decisiones; conocedor profundo de las materias a su cargo, trabajador incansable en el servicio público, en el Servicio Exterior, especialmente en la Embajada de México en Washington y en la atención de los temas en la agenda de seguridad con los Estados Unidos de América, después en la Presidencia de la República y por último en la delicada tarea de atender e informar a los medios en la Secretaría de Gobernación.
Los profesionales de la comunicación que lo trataron, lo recordarán siempre como un hombre sin dobleces y sin distinciones en su trato cordial.
Su probada capacidad profesional, el profundo amor por su patria, su honestidad y la lealtad hacia sus superiores, hacen de Miguel Monterrubio un servidor público memorable. Su recuerdo nos impulsará a seguir dedicando nuestro mayor esfuerzo al cumplimiento de nuestros deberes, como supo hacerlo él en todo momento.
Precisamente fue en el cumplimiento de su deber que dejó de estar entre nosotros, como ocurrió también con otro mexicano joven y excepcional, Juan Camilo Mouriño Terrazo, quien tuvo a su cargo una de las responsabilidades más delicadas en el gabinete del Presidente Calderón.
Con sensibilidad y firmeza, siempre dispuesto a la interlocución, logró crear un ambiente de respeto y concertación entre las distintas fuerzas políticas del país, más allá de las naturales diferencias que se dan entre actores disímbolos, como corresponde a la institucionalidad de un Estado de Derecho democrático. Juan Camilo fue un compañero y amigo siempre atento y franco, con quienes veíamos los temas de seguridad y gobernabilidad.
Su visión de largo alcance lo llevó a encaminar positivamente el diálogo político para realizar en el país varias de las importantes reformas que están delineando nuestra convivencia futura y sentando las bases para un desarrollo con bienestar, equidad y justicia.
Algunas de ellas, en la cual me correspondió trabajar estrechamente con él, en el Gabinete de Seguridad instrumentando la estrategia de combate integral a la delincuencia organizada para devolver a los mexicanos, sus comunidades y sus familias, el derecho a vivir en paz, con tranquilidad y sin temor; otra fue, la Reforma Constitucional de Seguridad y Justicia. Se trata del cambio en esta materia más importante de los últimos 100 años en nuestro país.
Al traducirse en reformas a la legislación secundaria, esta reforma llevará a una transformación de fondo de las leyes y las instituciones de seguridad y justicia de todo el país, para devolver a los mexicanos su confianza en la capacidad del Estado para brindarles protección y tranquilidad.
Juan Camilo fue además un compañero y amigo siempre atento y franco con quien podíamos desahogar los difíciles temas de la gobernabilidad.
Juan Camilo supo ver con claridad la importancia de esta reforma, y por ello se dedicó con ahínco a impulsarla, como lo hizo también otro amigo y compañero entrañable, quien igualmente perdió la vida en ese aciago 4 de noviembre. Me refiero a José Luis Santiago Vasconcelos.
Pepe, como cariñosamente lo llamábamos sus amigos, dedicó casi quince años de trabajo incansable y creativo en la Procuraduría General de la República a transformar las estructuras y el funcionamiento de la institución, y a delinear y aplicar las políticas públicas de seguridad y justicia que marcarán la ruta a seguir en el siglo que comienza.
Jurista de ideas y de acción, supo combinar la teoría y la práctica en el combate a la delincuencia, especialmente a su manifestación más nociva, la delincuencia organizada.
Aquí, en la Secretaría de Relaciones Exteriores, también fue bien conocido y apreciado, pues él contribuyó a la elaboración del actual marco normativo internacional para combatir a esta plaga de nuestro tiempo.
Participó en las reuniones para construir los acuerdos que condujeron a la Convención de Palermo de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada y sus tres protocolos. Asimismo, auxilió al equipo mexicano en los trabajos para llegar a la Convención de Mérida contra la Corrupción.
Apoyó a la parte mexicana en los trabajos de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas de la OEA, en los grupos especializados en delincuencia organizada y terrorismo, y en la elaboración de los reglamentos modelo respecto al contrabando de armas y lavado de dinero, también de la OEA.
De igual manera, participó con el equipo mexicano de la Comisión Binacional México-Estados Unidos y en los grupos de alto nivel para la seguridad y la justicia con Colombia, Guatemala y otros países de Centroamérica.
Quienes tuvimos el privilegio de ser sus amigos y compañeros, habremos de recordarlo siempre con aprecio y admiración.
Hoy rendimos tributo, asimismo, a los demás mexicanos que en esa triste ocasión perdieron la vida.
Recordamos con emoción a Norma Angélica Díaz de Aguiñaga, Directora de Información de Dirección de Comunicación Social de la Secretaría de Gobernación, funcionaria diligente y madre amorosa.
Recordamos al Ingeniero Arcadio Echeverría Lanz, Coordinador de Eventos y Administración de la oficina del Secretario de Gobernación, servidor público cumplido y esforzado.
Al capitán Julio César Ramírez Dávalos, adscrito al Estado Mayor Presidencial y Jefe de Escoltas del Secretario de Gobernación, militar leal y comprometido.
A los pilotos aviadores Martín de Jesús Oliva Pérez y Álvaro Sánchez y Jiménez, y a la sobrecargo Gisely Edenise Carrillo Pereyra, fallecidos en el cumplimiento de su deber.
Igualmente, rendimos homenaje a la memoria de Rigoberto Cesáreo González, Patricia María del Carmen Oropeza Querejeta, Pedro Sánchez Arteaga y Alan Christian Vázquez Vargas, quienes infortunadamente, estando en tierra, murieron a consecuencia de este infausto accidente.
Se trata de 13 vidas que, por circunstancias imprevistas, se vieron apagadas. Unas cumpliendo su servicio a la nación, otras atendiendo sus ocupaciones particulares; todas, ejerciendo el derecho a vivir y llenar sus días de acuerdo con sus convicciones y deberes.
La vida, como la muerte, es azarosa. Si lo que tenemos por seguro es el día presente, lo que corresponde es ocuparlo a plenitud. El mejor homenaje que podemos dar a todos ellos es seguir viviendo con pasión y entrega a nuestras convicciones, seguir trabajando por un México mejor, más seguro, más limpio, justo y equitativo.
Nuestro compromiso será dar continuidad a sus esfuerzos, por su memoria, por el bien de México, por el porvenir de seguridad, prosperidad y bienestar que nuestra Nación merece.
Que su ejemplo nos ilumine.
Descansen en paz.
Estimada Embajadora Patricia Espinosa Cantellano, Secretaria de Relaciones Exteriores;
Dr. Alfonso Poiré Romero, Comisionado de la Unidad para el Desarrollo Político de la Secretaría de Gobernación;
Diputado Gerardo Buganza Salmerón, Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados;
Familiares y amigos de quienes fallecieron en la lamentable caída del avión de la Secretaría de Gobernación;
Servidoras y servidores públicos de las dependencias en que trabajaban las víctimas de ese trágico percance;
Señoras y señores:
Agradezco la invitación que se me ha hecho a participar en este sentido homenaje a quienes fallecieron con motivo del triste suceso del 4 de noviembre.
Nunca lamentaremos suficientemente la pérdida de un grupo de mexicanos talentosos y esforzados, comprometidos con sus responsabilidades, dedicados con honestidad al servicio público hasta el último momento de sus vidas.
Con el mismo pesar rendimos homenaje a las personas inocentes que, tristemente, se encontraban cerca del lugar del fatal suceso y por esa circunstancia también perdieron la vida.
A los familiares y amigos de todos ellos, a sus compañeros de trabajo, a las personas que les fueron cercanas, mi solidaridad y condolencias sinceras.
Igualmente, expreso mi deseo por el pronto restablecimiento de quienes resultaron heridos en el percance.
Hago un reconocimiento a las autoridades de Aviación Civil y de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, a los representantes de los distintos órdenes de gobierno, así como a los expertos de nuestro país y del extranjero que participan en la investigación de estos sucesos, por su compromiso con una indagación profesional y transparente, minuciosa y profunda, que satisfaga plenamente la expectativa de los mexicanos de un completo esclarecimiento de las razones de esta tragedia. Éste es el deseo y la instrucción del Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa.
Hoy, en ésta que también fue su casa, quiero hacer un especial reconocimiento a mi querido amigo, el maestro José Miguel Monterrubio Cubas, distinguido integrante de nuestro Servicio Exterior y Director General de Comunicación Social de la Secretaría de Gobernación hasta su fallecimiento.
Para quienes fuimos sus amigos, lo conocimos y trabajamos cerca de él, lo recordamos como padre de familia ejemplar, un hombre afable y jovial, amigo leal y siempre franco, como un mexicano de valores y principios, de carácter y que sabía tomar decisiones; conocedor profundo de las materias a su cargo, trabajador incansable en el servicio público, en el Servicio Exterior, especialmente en la Embajada de México en Washington y en la atención de los temas en la agenda de seguridad con los Estados Unidos de América, después en la Presidencia de la República y por último en la delicada tarea de atender e informar a los medios en la Secretaría de Gobernación.
Los profesionales de la comunicación que lo trataron, lo recordarán siempre como un hombre sin dobleces y sin distinciones en su trato cordial.
Su probada capacidad profesional, el profundo amor por su patria, su honestidad y la lealtad hacia sus superiores, hacen de Miguel Monterrubio un servidor público memorable. Su recuerdo nos impulsará a seguir dedicando nuestro mayor esfuerzo al cumplimiento de nuestros deberes, como supo hacerlo él en todo momento.
Precisamente fue en el cumplimiento de su deber que dejó de estar entre nosotros, como ocurrió también con otro mexicano joven y excepcional, Juan Camilo Mouriño Terrazo, quien tuvo a su cargo una de las responsabilidades más delicadas en el gabinete del Presidente Calderón.
Con sensibilidad y firmeza, siempre dispuesto a la interlocución, logró crear un ambiente de respeto y concertación entre las distintas fuerzas políticas del país, más allá de las naturales diferencias que se dan entre actores disímbolos, como corresponde a la institucionalidad de un Estado de Derecho democrático. Juan Camilo fue un compañero y amigo siempre atento y franco, con quienes veíamos los temas de seguridad y gobernabilidad.
Su visión de largo alcance lo llevó a encaminar positivamente el diálogo político para realizar en el país varias de las importantes reformas que están delineando nuestra convivencia futura y sentando las bases para un desarrollo con bienestar, equidad y justicia.
Algunas de ellas, en la cual me correspondió trabajar estrechamente con él, en el Gabinete de Seguridad instrumentando la estrategia de combate integral a la delincuencia organizada para devolver a los mexicanos, sus comunidades y sus familias, el derecho a vivir en paz, con tranquilidad y sin temor; otra fue, la Reforma Constitucional de Seguridad y Justicia. Se trata del cambio en esta materia más importante de los últimos 100 años en nuestro país.
Al traducirse en reformas a la legislación secundaria, esta reforma llevará a una transformación de fondo de las leyes y las instituciones de seguridad y justicia de todo el país, para devolver a los mexicanos su confianza en la capacidad del Estado para brindarles protección y tranquilidad.
Juan Camilo fue además un compañero y amigo siempre atento y franco con quien podíamos desahogar los difíciles temas de la gobernabilidad.
Juan Camilo supo ver con claridad la importancia de esta reforma, y por ello se dedicó con ahínco a impulsarla, como lo hizo también otro amigo y compañero entrañable, quien igualmente perdió la vida en ese aciago 4 de noviembre. Me refiero a José Luis Santiago Vasconcelos.
Pepe, como cariñosamente lo llamábamos sus amigos, dedicó casi quince años de trabajo incansable y creativo en la Procuraduría General de la República a transformar las estructuras y el funcionamiento de la institución, y a delinear y aplicar las políticas públicas de seguridad y justicia que marcarán la ruta a seguir en el siglo que comienza.
Jurista de ideas y de acción, supo combinar la teoría y la práctica en el combate a la delincuencia, especialmente a su manifestación más nociva, la delincuencia organizada.
Aquí, en la Secretaría de Relaciones Exteriores, también fue bien conocido y apreciado, pues él contribuyó a la elaboración del actual marco normativo internacional para combatir a esta plaga de nuestro tiempo.
Participó en las reuniones para construir los acuerdos que condujeron a la Convención de Palermo de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada y sus tres protocolos. Asimismo, auxilió al equipo mexicano en los trabajos para llegar a la Convención de Mérida contra la Corrupción.
Apoyó a la parte mexicana en los trabajos de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas de la OEA, en los grupos especializados en delincuencia organizada y terrorismo, y en la elaboración de los reglamentos modelo respecto al contrabando de armas y lavado de dinero, también de la OEA.
De igual manera, participó con el equipo mexicano de la Comisión Binacional México-Estados Unidos y en los grupos de alto nivel para la seguridad y la justicia con Colombia, Guatemala y otros países de Centroamérica.
Quienes tuvimos el privilegio de ser sus amigos y compañeros, habremos de recordarlo siempre con aprecio y admiración.
Hoy rendimos tributo, asimismo, a los demás mexicanos que en esa triste ocasión perdieron la vida.
Recordamos con emoción a Norma Angélica Díaz de Aguiñaga, Directora de Información de Dirección de Comunicación Social de la Secretaría de Gobernación, funcionaria diligente y madre amorosa.
Recordamos al Ingeniero Arcadio Echeverría Lanz, Coordinador de Eventos y Administración de la oficina del Secretario de Gobernación, servidor público cumplido y esforzado.
Al capitán Julio César Ramírez Dávalos, adscrito al Estado Mayor Presidencial y Jefe de Escoltas del Secretario de Gobernación, militar leal y comprometido.
A los pilotos aviadores Martín de Jesús Oliva Pérez y Álvaro Sánchez y Jiménez, y a la sobrecargo Gisely Edenise Carrillo Pereyra, fallecidos en el cumplimiento de su deber.
Igualmente, rendimos homenaje a la memoria de Rigoberto Cesáreo González, Patricia María del Carmen Oropeza Querejeta, Pedro Sánchez Arteaga y Alan Christian Vázquez Vargas, quienes infortunadamente, estando en tierra, murieron a consecuencia de este infausto accidente.
Se trata de 13 vidas que, por circunstancias imprevistas, se vieron apagadas. Unas cumpliendo su servicio a la nación, otras atendiendo sus ocupaciones particulares; todas, ejerciendo el derecho a vivir y llenar sus días de acuerdo con sus convicciones y deberes.
La vida, como la muerte, es azarosa. Si lo que tenemos por seguro es el día presente, lo que corresponde es ocuparlo a plenitud. El mejor homenaje que podemos dar a todos ellos es seguir viviendo con pasión y entrega a nuestras convicciones, seguir trabajando por un México mejor, más seguro, más limpio, justo y equitativo.
Nuestro compromiso será dar continuidad a sus esfuerzos, por su memoria, por el bien de México, por el porvenir de seguridad, prosperidad y bienestar que nuestra Nación merece.
Que su ejemplo nos ilumine.
Descansen en paz.
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