Felipe Calderón: ¿mocho o laico?/Roberto Blancarte
Milenio, Martes, 18 Noviembre, 2008;
A muchos sorprendió el presidente de la República, Felipe Calderón, cuando, en sus sentidas palabras en la ceremonia luctuosa en homenaje a los funcionarios caídos en el accidente del martes 4 de noviembre, hizo una referencia bíblica al hablar de los bienaventurados. En un papel casi sacerdotal, el Presidente, visiblemente dolido por la pérdida de su amigo y colega, el secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño, hizo varias referencias que incomodaron a más de alguno. No queda claro qué fue lo que más molestó: si fueron las palabras mismas, el tono religioso de más de un pasaje en el discurso, lo inapropiado de la posición presidencial al mezclar lo privado con lo público, o las posibles consecuencias políticas de ello. Lo cierto es que quizás esas palabras del presidente Calderón, aunque seguramente fueron muy sinceras y salieron directamente del corazón, no fueron las más pertinentes en dicho acto.
El impacto mayor fue provocado por la letanía de la bienaventuranza. Calderón no prometió el reino de los cielos, pero estuvo cerca. Con el dolor por los ataques sufridos, habló en tono religioso de Mouriño y de los otros funcionarios, como personas que supieron “amar al prójimo a través de los áridos caminos de la política ejercida con rectitud”. Luego agregó sus frases sobre los bienaventurados y, en particular, sobre los que “por causa de lo alto son insultados y se diga toda clase de calumnias en su contra, porque su recompensa será grande”. El evangelio según San Mateo dice en efecto que su recompensa será grande “en los cielos, pues así persiguieron a los profetas…”. El Presidente prácticamente comparó a Juan Camilo Mouriño con uno de estos profetas, perseguido por las críticas y las calumnias. El carisma, característica que Calderón señaló en Mouriño días después de su muerte en su discurso en el PAN, es la característica principal de los profetas. Allí, dijo de él que “irradiaba luz, era carismático”. La gran amistad, el amor fraternal, el dolor por la pérdida de su amigo y brazo derecho, convirtió momentáneamente a nuestro Presidente en un hombre arrastrado por la emotividad y la espiritualidad. ¿Pero eso lo hace un mocho, o lo muestra como un católico ultra-conservador irrespetuoso del Estado laico? No necesariamente, aun si otros indicios muestran ese riesgo.
Hace unos días, un par de amigos (Salvador Frausto y Témoris Grecko) me enviaron su libro, El vocero de Dios; Jorge Serrano Limón y la cruzada para dominar tu sexo, tu vida y tu país (Grijalbo). El texto, excelentemente escrito y con una seria investigación periodística, analiza, más allá del caso de Serrano Limón (sobre el que regresaré en otra colaboración), los intersticios y complejidades de la ultraderecha incrustada en el PAN. Una ultraderecha que Calderón le habría encargado a Mouriño combatir, según Álvaro Delgado en su libro El engaño: prédica y práctica del PAN (Grijalbo, 2007). Lo cual no queda muy claro, tomando en cuenta que, al decir de Frausto y Grecko, Mouriño “designó a una connotada yunquista, la ex presidente de Ancifem, Ana Teresa Aranda, como subsecretaria de Población, Migración y Asuntos Religiosos”. El mencionado libro refiere a otros personajes claves del gabinete, como el secretario particular de Calderón, César Nava Vázquez, quien es hijo del fundador del Yunque y ex presidente de la UNPF, César Nava Miranda y sobrino político de Bernardo Ardavín, otro conocido ultraderechista.
Por otra parte, Felipe Calderón no ha tenido empacho en pronunciarse en contra de la anticoncepción de emergencia, de la eutanasia, del aborto y del derecho de los homosexuales al matrimonio. Llegó a decir que si la píldora del día siguiente es abortiva, “como está demostrado”, no tendría por qué incluirla en el cuadro básico de medicinas. La selección de un hombre contrario a la pastilla, José Ángel Córdova, como secretario de Salud, y el hecho de que otro ultraderechista, Bernardo Fernández del Castillo, esté al frente de la dirección jurídica de esa secretaría no ha dejado de ser, por lo mismo, inquietante.
Pese a todas estas señales, hay otros indicios que se tienen que destacar. Calderón, desde su campaña, se distanció de Provida y sus posiciones extremas. Tanto él como su secretario de Salud también se han alejado de las posturas más conservadoras, y recientemente se le ha visto a Córdova apoyar incluso las campañas de difusión del condón. El Presidente se pronunció “a favor de la vida”, pero no promovió una campaña en contra de la despenalización del aborto o las leyes de sociedades de convivencia. Como ya lo dije en otra ocasión, contrariamente a Fox, el presidente Calderón no fue a la Basílica el día de su toma de posesión ni recibió públicamente un crucifijo de su hija, tampoco anda bendiciendo a todo mundo ni ha confundido, hasta ahora, su papel como Presidente, con sus creencias personales. Estoy convencido, entonces, de que las palabras en el Campo Marte fueron un desliz motivado por el dolor y la emoción, pero que Calderón sabe muy bien que puede ser un católico, incluso un católico conservador, al mismo tiempo que un Presidente respetuoso e incluso defensor del Estado laico. Por el bien del país y de nuestras libertades, esperemos que así sea.
blancart@colmex.mx
El impacto mayor fue provocado por la letanía de la bienaventuranza. Calderón no prometió el reino de los cielos, pero estuvo cerca. Con el dolor por los ataques sufridos, habló en tono religioso de Mouriño y de los otros funcionarios, como personas que supieron “amar al prójimo a través de los áridos caminos de la política ejercida con rectitud”. Luego agregó sus frases sobre los bienaventurados y, en particular, sobre los que “por causa de lo alto son insultados y se diga toda clase de calumnias en su contra, porque su recompensa será grande”. El evangelio según San Mateo dice en efecto que su recompensa será grande “en los cielos, pues así persiguieron a los profetas…”. El Presidente prácticamente comparó a Juan Camilo Mouriño con uno de estos profetas, perseguido por las críticas y las calumnias. El carisma, característica que Calderón señaló en Mouriño días después de su muerte en su discurso en el PAN, es la característica principal de los profetas. Allí, dijo de él que “irradiaba luz, era carismático”. La gran amistad, el amor fraternal, el dolor por la pérdida de su amigo y brazo derecho, convirtió momentáneamente a nuestro Presidente en un hombre arrastrado por la emotividad y la espiritualidad. ¿Pero eso lo hace un mocho, o lo muestra como un católico ultra-conservador irrespetuoso del Estado laico? No necesariamente, aun si otros indicios muestran ese riesgo.
Hace unos días, un par de amigos (Salvador Frausto y Témoris Grecko) me enviaron su libro, El vocero de Dios; Jorge Serrano Limón y la cruzada para dominar tu sexo, tu vida y tu país (Grijalbo). El texto, excelentemente escrito y con una seria investigación periodística, analiza, más allá del caso de Serrano Limón (sobre el que regresaré en otra colaboración), los intersticios y complejidades de la ultraderecha incrustada en el PAN. Una ultraderecha que Calderón le habría encargado a Mouriño combatir, según Álvaro Delgado en su libro El engaño: prédica y práctica del PAN (Grijalbo, 2007). Lo cual no queda muy claro, tomando en cuenta que, al decir de Frausto y Grecko, Mouriño “designó a una connotada yunquista, la ex presidente de Ancifem, Ana Teresa Aranda, como subsecretaria de Población, Migración y Asuntos Religiosos”. El mencionado libro refiere a otros personajes claves del gabinete, como el secretario particular de Calderón, César Nava Vázquez, quien es hijo del fundador del Yunque y ex presidente de la UNPF, César Nava Miranda y sobrino político de Bernardo Ardavín, otro conocido ultraderechista.
Por otra parte, Felipe Calderón no ha tenido empacho en pronunciarse en contra de la anticoncepción de emergencia, de la eutanasia, del aborto y del derecho de los homosexuales al matrimonio. Llegó a decir que si la píldora del día siguiente es abortiva, “como está demostrado”, no tendría por qué incluirla en el cuadro básico de medicinas. La selección de un hombre contrario a la pastilla, José Ángel Córdova, como secretario de Salud, y el hecho de que otro ultraderechista, Bernardo Fernández del Castillo, esté al frente de la dirección jurídica de esa secretaría no ha dejado de ser, por lo mismo, inquietante.
Pese a todas estas señales, hay otros indicios que se tienen que destacar. Calderón, desde su campaña, se distanció de Provida y sus posiciones extremas. Tanto él como su secretario de Salud también se han alejado de las posturas más conservadoras, y recientemente se le ha visto a Córdova apoyar incluso las campañas de difusión del condón. El Presidente se pronunció “a favor de la vida”, pero no promovió una campaña en contra de la despenalización del aborto o las leyes de sociedades de convivencia. Como ya lo dije en otra ocasión, contrariamente a Fox, el presidente Calderón no fue a la Basílica el día de su toma de posesión ni recibió públicamente un crucifijo de su hija, tampoco anda bendiciendo a todo mundo ni ha confundido, hasta ahora, su papel como Presidente, con sus creencias personales. Estoy convencido, entonces, de que las palabras en el Campo Marte fueron un desliz motivado por el dolor y la emoción, pero que Calderón sabe muy bien que puede ser un católico, incluso un católico conservador, al mismo tiempo que un Presidente respetuoso e incluso defensor del Estado laico. Por el bien del país y de nuestras libertades, esperemos que así sea.
blancart@colmex.mx
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