31 mar 2011

Justicia ramplona

Justicia ramplona/Fernando Serrano Migallón,  profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

Excélsior, a 31 de marzo de 2011;

Manuel Atienza es, sin duda, el más importante de los teóricos de la argumentación jurídica en nuestros tiempos. Son muchas las ideas que, desde sus libros, están modificando la forma de impartir justicia y de ejercer la abogacía. Basado en el ejercicio de la razón, el sentido común y la ponderación de valores, se sirve de la ley para encontrar soluciones y renuncia a la esclavitud de la norma, sobre todo cuando es disparatada o visiblemente injusta. Atienza utiliza la expresión “justicia ramplona” cuando está en
presencia de un argumento débil o estúpido disfrazado de justicia. Como ejemplo de esta justicia ramplona, tan imbécil como arbitraria, se nos ha ofrecido la cátedra de don Velasio de Paolis, delegado pontificio para los Legionarios de Cristo, al descartar el establecimiento de una comisión de la verdad interna para investigar los delitos, las complicidades y los encubrimientos cometidos por Marcial Maciel y sus cómplices.
Su argumento excede, con mucho, el margen de la irracionalidad, para colocarse en el campo de las vejaciones a las víctimas y la burla a la inteligencia del público, católicos y no católicos: “Si hay que elegir, es mejor que haya diez culpables sueltos que un inocente en la cárcel”. Curiosa extrapolación de un principio general del derecho, corolario de la presunción de inocencia ahora tan a la vista de todos.
En efecto, ante la duda razonable, cuando las pruebas no son contundentes, entonces, desde luego, es preferible que el culpable salga libre y no que el inocente sea condenado, pero de eso a decir que es mejor no buscar pruebas, no seguir líneas de investigación y cerrar los ojos ante lo evidente para no molestar a esos pobres hombres de Dios que no hacen sino el bien a la humanidad, no sea que en una jugarreta del destino, resulten inocentes, eso se llama cinismo y estupidez.
Porque olvida De Paolis, y los Legionarios se acogen con alegría a tan lindo descuido, que no se trata de actos de mala voluntad, de groserías o malos entendidos, sino de delitos a la luz del derecho vigente en un Estado. Olvida que su derecho, el canónico, no puede alegarse frente a las normas obligatorias del Estado, y finge olvidar que han sido ya muchas las pruebas, muchas las confesiones y mucho el daño hecho. Si acaso pareciera que ha inaugurado un nuevo principio general del derecho acuñado en las populosas calles del DF: “En caso de duda… cada quien su golpe”.
Mucho nos recuerdan un tema que les resultaría un poco incómodo: miremos el Evangelio de Mateo, el capítulo 27, para ser exactos. Cuando Pilato, dudoso de la culpabilidad de Cristo, le pregunta al pueblo, ¿qué mal había hecho aquel hombre y qué había que hacer con él?, la voz popular responde —crucifícalo—, y Pilato se escuda lavándose las manos y diciendo “Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis”. A lo que el pueblo respondió: “¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” Hace bien De Paolis no queriendo llevar sobre sí la inocencia mancillada de la cúpula legionaria; después de todo, queda claro cuánto vale para El Vaticano, para su delegado y para la pandilla legionaria, la inocencia de las víctimas y la de los victimarios.
            fserranomigallon@yahoo.com.mx

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