14 jun 2011

Lleva tu propia demanda /María Amparo Casar

Lleva tu propia demanda /María Amparo Casar
Reforma,  14 Jun. 11
No ignoro el valor de un movimiento que como dijera Sicilia es un duelo colectivo o en palabras de Le Baron quiere incendiar corazones más que pedir cosas prácticas. Al respecto, no me atrevo a opinar. Simplemente me solidarizo con la causa de todos aquellos que sufrieron la muerte o desaparición de un ser querido y respeto la forma que han encontrado para expresar ese dolor.
Pero el movimiento se ha movido al terreno de lo práctico como lo demuestran las demandas y propuestas del Pacto Nacional por un México en Paz con Justicia y Dignidad y en ese terreno las opiniones y propuestas se valen.
Las movilizaciones y pactos tienen un valor democrático pues imponen a las autoridades un contexto de exigencia que de otro modo no tendrían. Pero el reto de un movimiento es "encontrar el justo medio entre la fuerza del reclamo y lo certero de las propuestas de tal modo que el gobierno se vea obligado a asumir éstas y hacer de ellas el necesario ingrediente ciudadano de la estrategia" (D. Carrasco, Milenio, 12/05/11). Y aquí me parece que el Pacto de Juárez erró el rumbo.
En su parte "movimientista" los objetivos se han cumplido. La fuerza del reclamo es inobjetable. Como lo adelantara Álvarez Icaza, la caravana fue ocasión para reunirse y hablar de distintos casos pendientes en materia de justicia y para sacar a la luz fenómenos invisibilizados por la impunidad, las amenazas, el miedo o las represalias atroces que viven las víctimas y sus familiares, para darles voz y para ponerles rostro, nombre y apellido.
No fue eficaz en cuanto a la otra expectativa: hablar sobre modelos alternativos de seguridad. Al respecto no hay mucho más que la exigencia de la "desmilitarización de la policía y el regreso del ejército a los cuarteles", unas cuantas propuestas interesantes como la ley de víctimas o la revisión del fuero militar y peticiones sin explicación o sustento como la cancelación de la Iniciativa Mérida y de cualquier proyecto de asesoría policiaco-militar auspiciado por Estados Unidos.
Junto a las pocas propuestas en materia de seguridad y justicia hay decenas de demandas y propuestas, la mayoría de las cuales simplemente se enuncian, y que inevitablemente me hacen pensar en aquella época en la que íbamos a una manifestación y al preguntar qué pintábamos en nuestra pancarta los líderes nos contestaban: lleva tu propia demanda.
Eso es lo que encontramos en el texto del Pacto. Una dispersión de demandas que poco tienen que ver con la paz, la justicia y la dignidad. Demandas y propuestas sin ningún hilo conductor que tampoco logran confluir en nada que se le parezca a un proyecto alternativo de nación o a lo que el movimiento llama la refundación de México. Desde propuestas de boicot comercial a empresas que dañen derechos ambientales o pongan en peligro el sustento de los pequeños y medianos comercios hasta que las dependencias de gobierno nacional se repartan en todo el territorio mexicano para evitar la concentración del poder en el Distrito Federal. Desde ampliar la matrícula de las universidades hasta un programa nacional de emergencia alimentaria. Desde el rechazo a la reforma laboral hasta el otorgamiento de tiempos oficiales de la TV al movimiento. Desde la revocación de concesiones mineras hasta la investigación de la fortuna de Salinas de Gortari o de Elba Esther Gordillo.
A ellas se agrega una propuesta particularmente preocupante. Si es cierto lo que se publica, el movimiento habría acogido la propuesta de boicotear el proceso electoral. Me pregunto si los proponentes se habrán puesto a pensar que el éxito de su propuesta sería la derrota de su movimiento. Si se habrán cuestionado qué pasaría si en julio de 2012 no se hubiesen realizado las elecciones, el 1o. de septiembre no tuviéramos Congreso y el 1o. de diciembre no hubiese Presidente. ¿Quién asumiría el poder? La historia enseña que cuando eso pasa hay una institución favorita para asumirlo: el Ejército. Resulta cuando menos paradójico, cuando no irresponsable, que el movimiento que propone la desmilitarización de la estrategia contra el crimen organizado y acabar con los "actuales conceptos, modelos y estrategias militaristas dominantes" termine promoviendo la militarización del poder.
Se dice que las organizaciones más radicales se aprovecharon del movimiento, que sus líderes fueron rebasados y que muchas de las demandas planteadas son "producto de la confusión". Ojalá y los convocantes logren regresarlo a la causa que les dio vida y puedan combinar la fuerza y legitimidad de su reclamo con propuestas encaminadas a encontrar la solución alternativa al problema de la violencia y la inseguridad.

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