Los Zetas”, al ataque
Jorge Carrasco Araizaga y J. Jesús Esquivel, reporteros
Revista Proceso # 1805, 5 de junio de 2011
Al igual que su principal enemigo, El Chapo Guzmán, el jefe de Los Zetas, Heriberto Lazcano, El Z 1 o El Lazca, suele dirigir personalmente las operaciones de sus sicarios en Guatemala, donde domina vastas regiones y busca consolidarse con crímenes brutales como la decapitación de 27 campesinos en El Petén, a mediados de mayo. Además de aliarse con grupos locales, el capo está entrenando sicarios de los dos países a fin de que el narco guatemalteco “hable en mexicano”...
COBÁN, GUATEMALA.- La reciente masacre de 27 campesinos en El Petén demostró el dominio territorial que tiene la organización delictiva Los Zetas en Guatemala luego de cuatro años de imponer el terror entre la población y los narcotraficantes locales, aprovechando la debilidad institucional del país centroamericano.
Enclavada en el corazón de la zona maya, la ciudad de Cobán es hoy el cuartel general de Los Zetas en Guatemala, hasta donde incluso se ha trasladado su jefe máximo, Heriberto Lazcano, El Lazca, para dirigir personalmente operaciones de contrabando de droga, ejecuciones, secuestros, extorsiones y hasta financiamiento de campañas políticas.
A 205 kilómetros hacia el norte de la capital guatemalteca, Cobán ofrece condiciones propicias para que el grupo criminal mexicano busque apoderarse del trasiego de drogas, personas y armas entre México, Centro y Sudamérica, desplazando a su principal competidor en este negocio ilícito: el cártel de Sinaloa. Las pequeñas aldeas dispersas por la ruta asfaltada que va desde la capital a Cobán son parte del territorio que Los Zetas controlan en alianza con narcotraficantes locales.
Cobán demuestra la capacidad de penetración del cártel fundado por militares desertores mexicanos. Se ubica a 962 kilómetros de la frontera con México y es paso de los narcóticos que entran a Guatemala desde Honduras, Belice y El Salvador.
A partir del kilómetro 143 de la carretera que va de Guatemala a Cobán, donde comienza el Corredor Biológico Bosque Nuboso, las aldeas montañosas, cubiertas de una densa neblina que en esta época de lluvia se levanta al filo del mediodía para reaparecer al bordear la tarde, son los puntos más importantes del movimiento de droga, bajo la vigilancia y responsabilidad de los zetas guatemaltecos, muchos de los cuales pertenecieron al cuerpo de fuerzas especiales guatemaltecas conocido como kaibiles.
Desde el departamento de Baja Verapaz hasta Cobán, en el departamento de Alta Verapaz y hasta El Petén, “todo es territorio zeta”, dice a Proceso una fuente de la inteligencia civil guatemalteca. Esta observación es compartida por funcionarios gubernamentales de México y de Guatemala, lo mismo que por la inteligencia militar de ese país.
La milicia guatemalteca se queja de que a raíz de los Acuerdos de Paz de 1996 los gobiernos civiles iniciaron la disminución de los efectivos del ejército, hecho al que atribuyen la penetración de la delincuencia organizada proveniente de México.
Durante el conflicto, el ejército contaba con 46 mil hombres, ahora tiene 20 mil, de los cuales 15 mil son soldados rasos y el resto oficiales. “Este número es insuficiente para vigilar el país”, dice un militar que participó en la guerra civil, prolongada por más de 30 años.
“Además –continúa–, antes de que bajaran el número de soldados existía la figura del comisionado militar en cada una de las aldeas. Eran casi 50 mil comisionados que teníamos para recibir información de lo que ocurría en las comunidades de más de 500 habitantes. Su tarea era pasar la información a la Secretaría Técnica Estratégica de Inteligencia. Así teníamos conocimiento de todo lo extraño que ocurría en Guatemala. Eso ya no existe.”
A los 15 mil soldados se añade la Policía Nacional Civil (PNC), con 20 mil efectivos y que depende del Ministerio de Gobernación, aunque en aldeas como La Libertad, donde ocurrió la matanza de campesinos del 15 de mayo, sólo cuentan con siete elementos.
Claudia Paz, fiscal general de Guatemala –cargo equivalente al de procuradora general de la República–, dice en entrevista que el desplazamiento de los narcotraficantes mexicanos alcanzó en los últimos tres años niveles que no se conocían, entre otras razones porque el Estado guatemalteco tiene poca presencia en vastas regiones de su territorio.
En este país se empezó a saber de Los Zetas en 2007, cuando todavía constituían el brazo armado del cártel del Golfo y fueron llamados por narcotraficantes locales que trabajaban para esa organización mexicana a fin de que cobraran cuentas a otros grupos. Su primera incursión registrada por los órganos de inteligencia militar y civil de Guatemala fue el asesinato en 2008 del narcotraficante Juancho León, quien pretendía convertirse en el principal capo de su país.
Ese año, el grupo de León robó un cargamento de mil 200 kilos de cocaína a Walter Overdick, uno de los principales operadores del cártel del Golfo. La droga iba para México en paquetes de 10 kilos. No conforme con “el tumbe” o robo, Juancho León atentó contra Overdick en su propia finca, ubicada en el departamento de Zacapa, cerca de la frontera con Honduras. No pudo matarlo, pero acabó con su escolta de entre 10 y 12 personas. Para celebrar el golpe León hizo una fiesta en territorio hondureño limítrofe con Zacapa.
La represalia del cártel fue contundente: el propio Lazcano, El Z 1, coordinó la operación con un exmilitar guatemalteco a quien los servicios de inteligencia de este país identifican como William Torres, alias El W. Ambos encabezaron un grupo de sicarios integrado por mexicanos y guatemaltecos.
Entre los primeros, las autoridades guatemaltecas identificaron a Miguel Ángel Treviño, El Zeta 40, y a sus supuestos lugartenientes El Payaso y El Amarillo, además de los encargados de manejar los costos del operativo, Carlitos y Cirilo.
En coordinación con El W, los narcos mexicanos contrataron a un hombre identificado como Arturo Damián Casanova, quien presuntamente iba a pactar el traslado de un cargamento de droga con Juancho León en la finca que éste tenía en el balneario La Laguna, en el kilómetro 126 de la carretera a Zacapa. Junto a León murieron otras 11 personas.
Tras este golpe, Los Zetas, ya separados del cártel del Golfo, empezaron a tomar el control de la zona y se asentaron en Cobán, bajo la dirección local del W.
“Los mexicanos llegan a poner orden luego de la ejecución de Juancho León. Se quedan y se apoderan de la zona norte del territorio que comprende El Petén y Alta Verapaz. De ahí, Los Zetas se extendieron hasta la frontera con Honduras, en el departamento de Izabal”, resume la fuente militar.
Agrega que, en los últimos seis meses, Los Zetas han intentado apoderarse del territorio que controla el grupo local conocido como Los Turcios para sacar al cártel de Sinaloa, encabezado por Joaquín Guzmán Loera, El Chapo. Por eso se movieron a la frontera con Honduras, donde se detectó a un grupo de 60 hombres armados en la zona de Puerto Barrios.
La fuente de inteligencia civil asegura que al Lazca se le ha visto recientemente en El Petén, en la comunidad La Soledad, pegada con Roto Viejo, del lado de México. La frontera es el río Usumacinta. “Ahí hubo un enfrentamiento, después del cual el Ejército Mexicano detuvo a un gatillero guatemalteco. No trascendió el incidente, que ocurrió la semana del 16 al 21 de mayo de este año”, precisa.
De acuerdo con el gobierno guatemalteco, el presunto responsable de dirigir la ejecución de los campesinos fue Hugo Álvaro Gómez, El Comandante Bruja, quien ya fue detenido por las autoridades.
En una amplia entrevista realizada el viernes 27 en su oficina de la ciudad de Guatemala, el ministro de Gobernación, Carlos Menocal, confirma que el Consejo de Seguridad Nacional detectó la presencia de Los Zetas desde 2007: “Empiezan como carroñeros y halcones; se dedican primero a resguardar las rutas para tumbar droga y a la extorsión. Ahora actúan como hienas. Son mexicanos y guatemaltecos”.
En 2009, en el departamento de Quiché, al este de Cobán, el ejército guatemalteco aseguró en una finca uniformes militares, armas y municiones cuya posesión atribuyeron a Los Zetas. En noviembre de ese año, El W, a quien los servicios de inteligencia locales describen como de 27 años, de tez morena clara, 1.78 metros de estatura y el rostro con cicatrices de acné, logró meter a México 22 toneladas de cocaína.
En su afán de controlar el narcotráfico en Guatemala, a principios de 2010 El Lazca envió como representante directo de su organización a un individuo identificado como El Z 200. Según el perfil de este hombre, elaborado por la inteligencia de México, Estados Unidos y Guatemala, se trata de un ciudadano mexicano de entre 35 y 37 años de edad, moreno, originario del estado de Veracruz.
Con la llegada del jefe mexicano a Cobán arranca también el adiestramiento de los exmilitares y sicarios guatemaltecos. Los exkaibiles son enviados a Veracruz para entrenar a mexicanos, mientras que los zetas de este país en Guatemala enseñan a sus aliados a hablar “en mexicano”. La fuente de inteligencia describió a los reporteros que en este adiestramiento del lenguaje se hace énfasis en expresiones como “pinche güey” y “chinga tu madre”, entre otras.
De la relación de Los Zetas con los exmilitares guatemaltecos, el ministro de Gobernación subraya que en operativos realizados en 2009 se detuvo a 15 exkaibiles, “sólo uno con rango de oficial”.
Al Z 200, sus jefes le encargaron incrementar los envíos de droga a la zona de Cobán desde Honduras, por Puerto Barrios, en el departamento de Izabal. Pero el cabecilla sólo pudo introducir 16 toneladas a un costo muy alto, económico y de personal, pues sufrieron muchas bajas, en su mayoría exsoldados guatemaltecos, según relataron en entrevista con Proceso las fuentes de inteligencia que solicitaron el anonimato.
Al disminuir sus ganancias, Los Zetas incrementaron el nivel de las extorsiones, secuestros, asesinatos y control de las actividades ilícitas, incluida la piratería y el tráfico de gasolina de México a Guatemala, que ya habían impuesto desde 2009 como método de intimidación en una parte del norte de Guatemala.
Una muestra de esa fuerte presencia es que el pasado 13 de marzo, en la zona de Quiché, las autoridades decomisaron 500 kilos de cocaína, 250 mil dólares y uniformes militares en una finca en poder de esa organización delictiva. Sin embargo, la masacre de 27 campesinos en la comunidad de La Libertad, en el departamento del Petén, el 15 de mayo pasado, es hasta ahora el ataque más violento de Los Zetas que se ha registrado en Guatemala.
Según las fuentes de inteligencia, el asesinato de los campesinos, entre ellos mujeres y menores de edad, a quienes decapitaron con machetes y cuchillos, fue organizado y perpetrado por El Zeta 200 y El W.
Ambos cabecillas, que están al mando de unas 80 personas, salieron desde Cobán el 11 de mayo y se desplazaron a la zona del Petén y a varios poblados de Alta y Baja Verapaz e Izabal, en la frontera con Honduras y El Salvador. Actualmente, el tercero en la estructura de Los Zetas en Cobán es un guatemalteco apodado El Lombriz, quien resultó herido de una pierna en la matanza del Petén. Las autoridades guatemaltecas y estadunidenses sostienen que forman parte de ese grupo agresor unos 25 mexicanos, la mayoría de entre 21 y 25 años, y siete de los cuales ya fueron capturados.
Con base en la descripción de una persona sobreviviente, el ministro Menocal relata a Proceso que en la masacre participaron más de 40 hombres bajo las órdenes de un jefe con acento mexicano, que se refería constantemente a ellos con la expresión “pinche güey”. Este hombre le daba órdenes directamente a Hugo Álvaro Gómez, Comandante Bruja, quien de acuerdo con el gobierno guatemalteco es el presunto responsable de operar la ejecución de los campesinos.
Las autoridades dicen que El W es “sanguinario” y que ya había cometido asesinatos muy violentos en la frontera con El Salvador antes de trabajar para Los Zetas. Peor es la definición que hace Menocal del Comandante Bruja: “Es un soldado exkaibil de unos 37 o 38 años. Es un desalmado que en 2008 estuvo acusado de un cuádruple asesinato, pero fue absuelto de manera inexplicable de los cargos. Por si fuera poco, es especialista en guerra urbana”.
Días después de la ejecución de los campesinos, el 24 de mayo por la noche fue secuestrado el fiscal Allan Stowlinsky Vidaurra al salir de sus oficinas en Cobán. Al día siguiente, las autoridades encontraron en bolsas su cuerpo destazado, con un mensaje firmado por El Z 200.
Stowlinsky participó en dos acciones contra la delincuencia organizada. El 13 de marzo, tras el aseguramiento de media tonelada de cocaína en Chisec, a dos horas de Cobán, hizo el conteo de la droga. Según las fuentes gubernamentales, un mexicano le ofreció 250 mil dólares por dejar pasar el cargamento, pero el fiscal se negó y pidió apoyo de las fuerzas combinadas del ejército y la Policía Nacional Civil.
Las fuentes de inteligencia estiman que después de la masacre El Z 200 y El W se fueron a la zona comprendida entre Zacapa, Chiquimula y Quezaltepeque, casi en la frontera con Honduras. Los sicarios se desplazaron al oeste del país.
Nueve días después de la matanza, en la colonia Cipresales Cambote, Zona 11, en el departamento de Huehuetenango, al oeste de Cobán, el gobierno guatemalteco capturó a dos presuntos zetas: Ricardo Hernández Cortesano, de 20 años y originario de Boca del Río, Veracruz, y Daniel Aguilar Flores, de 18 años, de Tecomán, Colima.
Ese 24 de mayo, en el municipio de San Cristóbal, del departamento de Totonicapan, también al este de Cobán, a bordo de un autobús fueron detenidos otros dos mexicanos, ambos de Xalapa, Veracruz: Jorge Hernández Méndez, de 21 años y apodado Comandante Tripio, y José Luis Santiago Morales, de 22 años, alias Comandante Popoyo, Furcio o Turcio. Les encontraron una granada de fragmentación.
El mismo día, en la Primera Calle, Zona 7, colonia Eucaliptos, de Huehuetenango, fueron detenidos otros tres xalapeños: Luis Arturo Ortiz García, Subcomandante Lobo, de 22 años; Mario Díaz Falfán, de 24; y Víctor González Aburto, Comandante Cholo, de 33.
Datos proporcionados a este semanario por el Ministerio de Gobernación indican que de 2008 a la fecha han sido capturados 17 mexicanos por delincuencia organizada, pero sólo dos han sido sentenciados; el resto sigue en prisión preventiva. Uno de los detenidos es Daniel Pérez Rojas, El Cachetes, detenido en abril de 2008 y considerado uno de los fundadores de Los Zetas en Guatemala.
Después de la matanza del Petén, el gobierno de Álvaro Colom impuso el estado de sitio en Cobán, pero en ese periodo sólo se detuvo a un mexicano y un guatemalteco. El primero presuntamente es originario de Veracruz, pero al momento de la entrevista con Menocal, el 27 de mayo, el gobierno de Guatemala esperaba que el mexicano confirmara el origen de este detenido.
Por el momento, hasta los fiscales de la zona han pedido su traslado porque se teme una represalia en Cobán porque “el grupo del Chapo ya está aquí”, comentan las fuentes de inteligencia a los reporteros.
Después de la matanza, en la semana del 23 al 28 de mayo aparecieron en las calles de Cobán unos volantes atribuidos a La Familia Michoacana y al cártel de Sinaloa: “Cobán, La Familia Michoacana está contigo”.
Circuló otro, muy extraño, que decía: “El Departamento de control antinarcóticos de los Estados Unidos de América (DEA) solicita el apoyo de los ciudadanos guatemaltecos para denunciar a las personas que conforman el grupo denominado Los ‘Z’ (Zetas), proporcionando nombres a los teléfonos 2311700 y 23117043 o al correo electrónico usnasled@yahoo.com”.
Los reporteros llamaron a dichos números y no funcionaron. La fuente de inteligencia guatemalteca dice que la referencia a la DEA es porque la gente le tiene confianza, ya que hace todos los arrestos, aunque aclara que en El Petén los agentes estadunidenses sólo sobrevuelan en helicópteros.
En general, el terror impuesto por Los Zetas resultó contraproducente para el negocio. Los traficantes locales están haciendo ahora los trasiegos directamente desde Costa Rica y Honduras, vía marítima, y no a través de Guatemala.
Miguel Castillo, profesor de análisis político de la Universidad Francisco Marroquí y consultor en análisis de riesgo, explica que Los Zetas no tienen las características tradicionales de los narcos guatemaltecos: el apoyo social en su avance territorial. Asegura que en algunas zonas tienen que cargar sus propias plantas de luz, comida y transporte.
“Los Zetas quieren ser los intermediarios con los grupos locales para tener el control de las actividades de delincuencia organizada en Guatemala: droga, armas, personas y gasolina. Se quieren apoderar de zonas a través de la intimidación, como la decapitación, secuestro y extorsión”, añade.
Ante la falta de apoyo social, dice el especialista, Los Zetas han recurrido al reclutamiento de kaibiles y sicarios. La inteligencia civil confirma esto e indica que los exsoldados de élite guatemaltecos son fácilmente reclutados por los narcos mexicanos por una simple razón: en el ejército guatemalteco sólo ganan 3 mil quetzales al mes (unos 500 dólares), mientras que en las filas de la delincuencia organizada perciben entre mil 500 y 2 mil dólares.
Menocal detalla que el curso de las fuerzas especiales kaibiles en el ejército guatemalteco dura seis meses e incluye tácticas de supervivencia en la selva durante tres o cuatro meses; además se les capacita en el manejo de todo tipo de armas y se pone énfasis en la pelea cuerpo a cuerpo, con cuchillo y machete. Acabado el curso, el ejército emplea a los kaibiles unos cuantos meses y los da de baja. “Son máquinas de matar”, asegura el ministro. L
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