2 oct 2011

(Las Negritas) Zacatecas, radiografía del horror

Zacatecas, radiografía del horror
Verónica Espinosa, reportera
Proceso # 1822, 2 de octubre de 2011;
Ante la violencia criminal que envuelve a Zacatecas y exhibe la inoperancia del sistema de seguridad del gobierno de Miguel Alonso Reyes, la Secretaría de la Defensa Nacional CALERA, ZAC.- Antes de llegar a Río Frío, la carretera que sale de la cabecera municipal marca un camino de terracería que termina en el predio Las Negritas, un relleno sanitario convertido hoy en un inmenso crematorio clandestino para las víctimas de la guerra emprendida por el gobierno federal contra el narco.
comenzó a construir tres bases militares para enfrentar a la delincuencia organizada. Mientras tanto, peritos forenses de la procuraduría estatal, apoyados por especialistas de las universidades de Zacatecas y Durango, llevan dos meses tratando de identificar los miles de fragmentos de osamentas humanas localizadas en el tiradero de Las Negritas, lugar que sintetiza el horror que viven los zacatecanos.
Ahí la humareda es permanente; ahí también se localizó la primera narcofosa similar a las de San Fernando y Durango, con miles de minúsculos fragmentos de huesos humanos de las víctimas de los sicarios que merodean por los territorios en disputa.
Un grupo de arqueólogos y peritos de la Procuraduría General de Justicia del Estado y alumnos de Criminología de la Universidad Autónoma de Durango (campus Zacatecas) llevan dos meses intentando reconstruir el escenario para determinar cómo fue la matanza en el predio Las Negritas.
Aquí, dicen, no entraron retroexcavadoras ni palas, como en San Fernando y Durango. ¿La razón?: Cientos, miles de pequeños fragmentos de osamentas humanas enterrados y semienterrados en medio de montones de huesos de mango, cáscaras de fruta y otros desechos tienen el color y el olor de la ceniza. Están calcinados.
No se sabe desde cuándo; tampoco se dice quiénes los ejecutaron. Aunque no hay que adivinar mucho, pues alrededor del lugar se encontraron cientos de casquillos y balas.
No hay más sombra que la de algunos huizaches y nopaleras en los alrededores; también una derruida construcción de adobe sin techo, desde donde policías ministeriales vigilan las labores forenses. Lo hacen sólo durante el día, porque de noche, como ocurre en diversos puntos, Zacatecas es de nadie.
La entidad está vulnerada por la incapacidad del gobierno que encabeza el priista Miguel Alonso Reyes –cuyo gabinete de seguridad se encuentra en crisis y sus policías son insuficientes o carecen de certificación– y endeudado por la construcción de tres bases del Ejército que, como cuota mínima, debe pagar para la salvaguarda de los zacatecanos.
La más grande de las bases se levanta ya en Fresnillo –ocupa el doble de superficie que la Zona Militar de Guadalupe–. El 6 de septiembre, cuando colocó la primera piedra en Fresnillo, Alonso Reyes anunció que su gobierno destinará 600 millones de pesos a las tres sedes.
Los grupos que se disputan el territorio –Los Zetas y los cárteles Unidos y del Golfo– se desplazan en caravanas de lujosos vehículos por las carreteras del sur del estado, por Fresnillo, por Villanueva, por Mazapil.
Es común que sicarios de los cárteles Unidos y del Golfo entren a las plazas y adviertan a los uniformados y a la población que acaban de exterminar a sus rivales de Los Zetas. Así lo hicieron el pasado 10 de septiembre en Juchipila, a 200 kilómetros de la capital.
El desafío entre las bandas delincuenciales es abierto. Y en ese escenario también hay fricciones que cimbran al PRI y al PAN. El 8 de septiembre último, mientras Alonso Reyes presentaba su primer informe ante el Congreso –sus invitados eran Enrique Peña Nieto, Humberto Moreira y el senador Manlio Fabio Beltrones–, en Villanueva un grupo de policías federales y sicarios tuvieron un enfrentamiento.
En la refriega murieron siete sicarios y dos agentes, mientras que 11 compañeros suyos resultaron heridos, de acuerdo con el reporte oficial. No obstante, hace tiempo que las cifras ya no concuerdan con los testimonios de los lugareños.
Un día antes, el 7 de septiembre, Los Zetas habían levantado a dos federales en la carretera 71 cuando patrullaban el tramo Aguascalientes-Luis Moya.
El día 13 por la mañana, a la Policía Ministerial llegó una llamada en la que se le informaba del hallazgo de cuatro cadáveres en un camino cercano a la comunidad de Estancia de Ánimas, municipio de Villa de González Ortega. Los cuerpos estaban atados con cinta canela –uno incluso tenía las manos esposadas– y con un mensaje en el cual se leía que se trataba de “los responsables de levantar a los dos federales”.
Los pobladores son testigos de las matanzas en plazas y localidades, como la de Mezquital; del ataque a la comandancia de Trinidad García de la Cadena; del halconeo de preventivos municipales, como en Guadalupe o en la capital; de la incursión armada a hospitales, como en Jerez o Fresnillo, para obligar al personal a atender a los sicarios heridos en los enfrentamientos con grupos rivales; innumerables soldados, marinos y federales muertos en esta guerra, cuya cifra negra permanece intencionalmente oculta.
En las escuelas, los directivos se enteran incluso por videos de la forma en que los sicarios ingresan a las aulas de preparatorias de Fresnillo, feudo de Los Zetas, y ofrecen a los alumnos arma, vehículo y 5 mil pesos mensuales para que se vayan con ellos.
Cenizas de muerte
Entre los cerros de cenizas humeantes del predio Las Negritas, los arqueólogos hallaron el fragmento de una vértebra que, según las pruebas de genética de los peritos de la procuraduría estatal, perteneció a Ernesto Cordero Anguiano, uno de los cazadores originarios de León, cuyas desapariciones fueron denunciadas ante una delegación de la Organización de las Naciones Unidas que visitó el país en marzo pasado (Proceso 1796).
Por el hallazgo, se presume que ocho de los 10 cazadores que en diciembre de 2010 viajaron a practicar la cinegética en la Sierra de Morones, al suroeste de Zacatecas, fueron ultimados en ese lugar. El día 6, habían sido capturados por preventivos del municipio El Plateado de Joaquín Amaro, quienes los entregaron a un grupo armado en una gasolinera de la capital, según el procurador Arturo Nahle García.
Elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) aseguran que Antonio Martínez Olivares, oriundo de Jalisco y uno de los dos cazadores que lograron escapar –el otro fue un menor–, los llevó a Las Negritas el 6 de julio último.
Así fue como salió a la luz lo que ocurrió en el tiradero, ubicado a cinco kilómetros de la cabecera de Calera. Hoy, los lugareños aún tiran ahí sus bolsas y cajas de basura, como constató Proceso el pasado 28 de septiembre.
“Es un basurero. Los vecinos aseguran que por ahí llegaron a ver gente armada y también soldados. Antonio Martínez dice que de ahí corrió cuando los estaban torturando (a los cazadores) y se escondió tras unos matorrales. Desde ahí escuchó las ráfagas de disparos”, asegura el procurador.
A principios de agosto, los peritos de la procuraduría comenzaron sus pesquisas de campo que, dicen, no saben cuándo terminarán.
Hasta agosto pasado, la fábrica Jugos del Valle, cuyas oficinas se encuentran en Calera, arrojaba sus desechos en ese depósito. Dejó de hacerlo cuando llegaron los peritos forenses.
El tiradero ocupa una hectárea y tiene una rampa de varios niveles en los que se acumulaban basura, desechos y, ahora se sabe, osamentas humanas.
Al principio, la procuraduría pidió ayuda a la Unidad de Antropología de la Universidad Autónoma de Zacatecas, luego al personal de Criminología del campus Zacatecas de la Universidad Autónoma de Durango para el diseño y aplicación de un proyecto de excavación. El procurador Nahle asegura que se han encontrado miles de fracciones óseas en ese lugar.
–¿Se sabe cuándo comenzaron a ser arrojados y quemados?
–No se ha podido determinar la antigüedad de los restos. El 99% está calcinado; además, la flora y la fauna han contribuido al deterioro de los restos.
Los trabajos forenses son coordinados por Antonio Muñoz Quintero, director de Servicios Periciales de la procuraduría, quien asegura a la reportera que ésta es una experiencia inédita en Zacatecas:
“Es una especie de excavación que hacía las veces de relleno. Eso generó muchos problemas. La gran cantidad de desechos que estaban por encima, sedimentando los restos. Hicimos un rastreo para delimitar el terreno, que se dividió en cuadrantes para ubicar los sitios donde se encuentra cada pieza.”
Muñoz Quintero comenta que aquí no se quiso caer en errores, como en San Fernando o Durango, donde “por la premura, o por lo inédito del fenómeno, no se entendió que éste es un peritaje fino. Lo de menos hubiera sido meter una excavadora o gente con picos y palas para escarbar”.
El predio se dividió en cuadrantes de cinco metros cuadrados. Hoy, los trabajos se concentran en el cuadrante 34 oeste. Cada día, dice, se encuentran alrededor de 200 minúsculos fragmentos en promedio. Una vez localizados son cepillados y se separan para embalarlos en bolsas de seguridad selladas; luego son trasladados a las instalaciones de medicina legal y de ahí a las de genética forense, para su análisis.
Vértebras, partes de fémur, de cráneos, de costillas, de omóplatos, dientes, que son las piezas humanas que más soportan el calor, son de suma utilidad para la identificación morfológica y genética, explica Muñoz Quintero.
Hasta ahora, dice, se han analizado 3 mil de los 4 mil minúsculos fragmentos, y eso que sólo se ha excavado alrededor de una tercera parte del predio. Y aclara que la identificación se complica porque los restos “estuvieron sometidos un largo tiempo al fuego directo”.
–¿Está confirmado que son humanos?
–Completamente.
Violencia desbordada
En 2002, el relleno sanitario de Las Negritas fue clausurado, pero dos años después fue reabierto. Hoy, los fragmentos calcinados confirman que ese relleno se utilizó para la cremación de personas.
Aquí también “hemos encontrado cientos de casquillos de bala y proyectiles de pequeño y grueso calibre, elementos que indican que hubo una inhumación; también cadenitas, dijes, anillos, botones, cremalleras, ropa, monedas”, dice Muñoz Quintero.
Y se pregunta: “¿Quién iba a pensar que íbamos a tener un caso de este tipo en Zacatecas? Creo que nadie… Cuando me preguntan qué es lo más feo que he visto. Yo respondo: primero defínanme qué es lo feo”.
Además de su labor en Las Negritas, los peritos de la procuraduría tienen que auscultar los cuerpos de los muertos en los enfrentamientos que ocurren en todos los puntos cardinales del estado.
El 17 de septiembre le tocó a Mezquital del Oro, cuando tropas del Ejército se toparon con un convoy de vehículos de presuntos sicarios del cártel del Golfo y se desató la balacera. Los soldados capturaron a cuatro personas y aseguraron 11 armas largas, dos fusiles, varias granadas y más de 12 mil cartuchos de diferentes calibres, además de 48 kilos de mariguana.
También encontraron pantalones tipo militar y 11 camisetas con un bordado peculiar: “Tamaulipas-Zacatecas”.
De los detenidos, dos fueron consignados y enviados al Centro de Readaptación Social de Villa Aldama, en Veracruz; otros dos menores, uno de Guatemala y otro de Tabasco, fueron recluidos en el Centro de Internamiento Juvenil de Zacatecas.
Tres días después, un comando de presuntos zetas llegó al centro juvenil y pidió al personal que les entregara a los dos menores. Los custodios sacaron a los adolescentes de 14 y 17 años. Ambos fueron arrojados al piso por los sicarios, quienes los esposaron y golpearon antes de llevárselos.
El día 23, agentes de Jalisco participaron en un enfrentamiento con hombres armados en Huejúcar, que se extendió al municipio zacatecano de Tepetongo. En su huida, los sicarios dispararon a la fachada de la presidencia municipal y a la comandancia de policía.
Horas después, ese comando sacó del hospital de Jerez a ocho enfermeros, a varios médicos y se los llevó en tres ambulancias a Huejúcar, para que atendieran a sus compañeros heridos. Los soltaron al día siguiente.
El 25 de septiembre, Los Zetas atacaron la comandancia de Trinidad García de la Cadena, otro municipio colindante con Jalisco. En la refriega murieron tres jóvenes de 15 y 16 años que viajaban en un auto que se cruzó con ellos en la carretera.
De camino a Trinidad, los ministeriales localizaron cinco camionetas de Los Zetas, aún con armas y granadas en su interior, pero sin ningún ocupante. Los vehículos tenían impactos de bala.
El día 27 apareció en Youtube un video titulado Confesión de zetas en García de la Cadena. En él, tres hombres maniatados y golpeados admiten haber sido responsables del ataque a la comandancia. Una voz en off los interroga y enumera a los presuntos comandantes zetas que ordenaron esa y otras acciones violentas, incluida la matanza de los migrantes en San Fernando.
Y advierte: “Aquí tienen a los bastardos zetas que cometieron el atentado y mataron gente inocente, para que se den cuenta de que fueron detenidos…”.

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