ESTRICTAMENTE
PERSONAL/Raymundo Riva Palacio
El Financiero, 10 de octubre de 2014
El
misterio de Iguala
La muerte de
tres normalistas de Ayotzinapa –tres personas más fueron abatidas por
confusión- y la desaparición de 43 estudiantes en Iguala, no tiene
sentido. Hay causas que permitieron esos hechos, como la debilidad
institucional, la corrupción y la subordinación ante el crimen organizado, que
no explican sin embargo porqué una banda que secuestra, asesina, extorsiona y
está en el narcotráfico, decidió aniquilar a un grupo de estudiantes cuya lucha
es social y política.
La
noche del 26 de septiembre en Iguala es un misterio. Si las declaraciones de
los policías municipales detenidos por su involucramiento en los hechos son
ciertas, sus órdenes fueron capturar a 17 normalistas, tras lo cual el líder local de la banda “Guerreros Unidos”, a quien
identifican por su apodo, El Chucky, ordenó matarlos. Los únicos
normalistas oficialmente muertos son tres. La suerte de los demás es
desconocida, aunque se sospecha que algunos de ellos fueron tirados en la fosa
clandestina donde recién se descubrieron 28 cuerpos calcinados –otra
discrepancia aritmética con el total de desaparecidos-, a los que les practican
peritajes para determinar si pertenecen o no a los normalistas.
¿Existe
la posibilidad de que no estén muertos y se encuentren escondidos? Algunos
funcionarios federales consideran que sí, aunque la mayoría, hoy en día, lo
piensa improbable. En cualquier caso, siguiendo la lógica de las declaraciones
de los policías, las órdenes que recibieron son extrañas. ¿Por qué el secretario de Seguridad Pública –hoy fugado- Felipe Flores
Velázquez, pidió detener sólo a 17 normalistas? ¿Quiénes eran? ¿Cómo
identificaron sus objetivos? Más raro aún es porqué El Chucky ordenó el
asesinato. De corroborarse la versión, sería la primera vez en la historia del
crimen organizado que ordena la aniquilación de un grupo que no es una amenaza
para sus intereses, ni está involucrada en los negocios propios de los
“Guerreros Unidos”.
La orden de
detener y eliminar a 17 normalistas dada por un jefe criminal, obliga a saber
quiénes eran esos jóvenes y su objetivo en Iguala, porque el
modus operandi usado contra ellos es el que utilizan los narcos para ajustar
cuentas con narcos. En las declaraciones de los policías, se colige que el
problema no era con todos los normalistas, ni fue reacción al secuestro de
transporte público. La respuesta de qué iban a hacer en Iguala o qué presumió
El Chucky que harían, estará en la oscuridad hasta que aquellos en posición de
saber los motivo reales de su desplazamiento a esa ciudad puedan revelarlo.
Lamentablemente
no parece que estemos cerca de ello. Ni siquiera se sabe la hora exacta a la
que llegaron a la cabecera municipal más de 50 normalistas de Ayotzinapa, a tres kilómetros
de Tixtla, y que se encuentra a 123 kilómetros de Iguala. El presidente de la
Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Raúl Plascencia, dijo que han
realizado más de 70 entrevistas, y aún no tienen claro ni a qué hora llegaron,
ni cómo llegaron. Se sabe, por versiones secundarias, que iban a botear para
obtener recursos para una movilización de normalistas el 2 de octubre para la
marcha conmemorativa a la Matanza de Tlatelolco.
El
punto más lejano hacia Iguala donde habían realizado ese tipo de actividad era
Casa Verde, a 37 kilómetros de Chilpancingo. Es decir, las motivaciones de los
normalistas por viajar casi 100 kilómetros más de la distancia más lejana de la
que se habían desplazado en otras ocasiones para botear, no han sido
verificadas; menos aún la logística de Ayotzinapa a Iguala.
Este
municipio quedó marginado desde 1993, cuando se inauguró la Autopista del Sol,
que sacó de su trazo el viejo cruce por la ciudad. Al quedar desagregado del
desarrollo, se fue convirtiendo en un territorio dominado por criminales, que
fueron despojando de sus viejos territorios a la vieja guerrilla campesina en
la región. De ahí surge la hipótesis que
la existencia de una célula guerrillera entre los normalistas –con la sospecha
aumentada por la declaración de guerra contra los criminales por parte del
Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente-, era el verdadero objetivo
de “Guerreros Unidos”. En la lista de
los 43 normalistas desaparecidos sólo hay uno con ramificaciones de esa
naturaleza, Julio César López Palotzin, familiar de un profesor egresado de
Ayotzinapa y desaparecido en Oaxaca en 2002, vinculado al EPR –el ERPI es
una escisión de él- por el Ejército.
Esto
es circunstancial, aunque dentro de la línea de esa hipótesis, la pregunta
sería el por qué la banda criminal habría visto como enemiga a esa célula
guerrillera. ¿Acaso fue una disputa por
droga o secuestros? Si fuera así, tendríamos enfrente un fenómeno
documentado de narco guerrilla. Sin embargo, en el entendido que la normal de
Ayotzinapa, por su pasado rebelde, está infiltrada por la inteligencia militar
y civil, habría indicios de esta evolución criminal, lo que no parece existir
por la forma distante como actuó el gobierno federal en un principio.
Iguala
y su barbarie continúan todavía como un misterio. No hay nada claro salvo que
la capacidad de fuego e impunidad que se ha visto en Guerrero es un desafío
directo al Estado Mexicano, donde, en un desdoblamiento ante el vacío de
autoridad en el estado, las fuerzas irregulares e ilegales entraron en guerra
ante la mirada impotente del gobierno federal.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario