21 abr 2015

Fray Junípero Serra


Francisco presidirá el 23 de septiembre en Washington DC, la canonización del padre Junípero Serra, el franciscano y misionero español, original de Mallorca, que en 1700 fundó diferentes misiones católicas en la Alta California.
 La ceremonia se llevará a cabo en la explanada que se encuentra frente al santuario nacional de la Inmaculada concepción.
En unos días habrá una Jornada de reflexión sobre Fray Junípero Serra, en el North American College en Roma.
La jornada será presidida por el cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, e introducida por el rector del colegio mons. James Checchio, contará con el testimonio de diferentes personalidades (como el padre Vincenzo Criscuolo, relator general de la Congregación de las causas de los santos, el arzobispo de Los Ángeles, mons. José H. Gómez, Guzmán Carriquiry, secretario encargado de la presidencia de la Pontificia Comisión para América Latina, Carl Anderson, caballero supremo de los Caballeros de Colón).
Vatican Insider, 04/21/2015
El nuevo santo Fray Junípero Serra y la verdadera identidad americana/ Guzmán Carriquiry Lecour, secretario encargado de la Vicepresidencia de la Pontificia Comisión para América Latina
Participó en la conferencia de prensa de la presentación del congreso que se llevará a cabo el próximo 2 de mayo en el Colegio Norteamericano de Roma sobre Fray Junípero Serra.
El texto para la conferencia de prensa de presentación del congreso del próximo 2 de mayo en el Colegio Norteamericano: estas son las razones por las que Francisco decidió canonizar al fraile evangelizador de los indígenas de California el próximo 23 de septiembre, durante su viaje a los Estados Unidos
Mucho antes de la llegada de los peregrinos del Mayflower y de la fundación de las 13 colonias del litoral atlántico, hubo una larga historia de presencia hispánica, católica y misionera en los Estados Unidos, que tuvo su primer momento con la fundación de San Agustín, en Florida, en 1565, el municipio más antiguo de los Estados Unidos con un asentamiento continuo. Esta presencia se desarrolló desde Florida y Luisiana, pasando por el Golfo de México, Texas y Santa Fe, hasta llegar al litoral pacífico. «Desgraciadamente –escribió el Presidente John Kennedy– son demasiados los americanos que creen que América fue descubierta en 1620... y se olvidan de la formidable aventura que tuvo lugar durante el siglo XVI y principios del XVII en el Sur y en el Sureste de los Estados Unidos».

Esta oleada de exploraciones, de asentamientos y de primera evangelización, vivió una época de ajustes en el siglo XVII, pero registró un fuerte ímpetu desde finales de ese mismo siglo y durante el XVIII gracias a las misiones de la Compañía de Jesús –se recuerdan las formidables “reducciones” de Paraguay, pero se sabe muy poco sobre todo lo que se hizo en California. Después de la injusta expulsión de los jesuitas de todos los territorios de los Imperios español y portugués, fueron los franciscanos los que fundaron las misiones en California, en donde fue admirable la acción de fray Junípero Serra, toda volcada hacia el servicio de Dios y de sus hijos, los indígenas, abrazados por la caridad evangélica.

De los 70 mil nativos americanos que poblaban California, fueron alrededor de 7 mil los que decidieron libremente vivir en las misiones franciscanas. Fray Junípero fue para todos ellos un gran padre y protector, pues defendió siempre la dignidad humana de los indígenas y, por el mismo motivo, entró en grandes conflictos con todos los mandos militares españoles de la región. Les llevó el Evangelio, es decir la más sublime autoconsciencia de ser criaturas de Dios, a su imagen y semejanza, llamadas, mediante la catequesis y el bautismo, a ser hijos de Dios. Los llamó «hijo» y siempre se ocupó de ellos como tales. Aprendió incluso su lengua “pame” y la paladeaba cotidianamente. Los instruyó en el cultivo agrícola, en la industria y en diferentes técnicas artesanales.

La eliminación de todas las Órdenes religiosas del Imperio mexicano en 1822 provocó una secularización y la gradual ruina de las comunidades misioneras, además de un daño enorme para los indígenas. Pero el golpe de gracia fueron la conquista del Oeste y la fiebre del oro en California, que empujaron a los indios hacia tierras improductivas, hacia la marginación, perseguidos y despreciados. Tratar a Fray Junípero como «criminal racista», como algunos están tratando de hacer hoy en día, no es solo una enorme estupidez sino también una calumnia infame que no soporta la menor confrontación con la verdad histórica, con las investigaciones históricas más serias ni con las importantes publicaciones sobre la vida y la obra de Fray Junípero.

Las gestas misioneras de Fray Junípero fueron contemporáneas del proceso de unificación de las 13 colonias, de su Declaración de Independencia y de la Constitución de los Estados Unidos de América. Hay que recordar, pues, que reducir la historia de la fundación de los Estados Unidos al crecimiento, a la unificación y a la expansión de las 13 colonias del litoral Atlántico es, sin duda, parcial y, en cierto sentido, incluso ideológico. Se trata, efectivamente, solo de una parte, una parte muy importante y muy hermosa, de una historia que merece ser narrada en conjunto, con todos sus actores. Sin duda, los prejuicios anti-católicos (¡en tiempos de guerra de religión!) y anti-hispánicos (¡en tiempos de guerras por la hegemonía europea y mundial!) explican esa falta de conocimiento. Y cuán arraigado siguen estando estos prejuicios anti-hispánicos y anti-católicos como clave de lectura de la realidad.

La frontera como mito estadounidense, construido sobre los influyentes trabajos del historiador Freferick Jackson Turner, y famosa por el género “western”, nunca tuvo nada semejante como contraparte narrativa por parte de los hispánicos en los territorios del norte de México. En sus textos de 1920, publicados bajo el título “The Frontier in American History”, Turner, de neta tendencia anglocéntrica, transmitió la idea casi exclusiva de una expansión de los estadounidenses hacia un Oeste virgen, despoblado y salvaje: el encuentro entre la «savagery» y la civilización. Qué diferencia de enfoques sobre los indígenas entre el que adoptaron las misiones franciscanas en California y el que se tuvo en la expansión de las 13 colonias del Atlántico, en donde prevalecía el proverbio: «El único indio bueno es el indio muerto». Además, la de Turner era una imagen que tuvo que ser corregida para adecuarla a la realidad histórica. De hecho, los hispánicos no se limitaron a descubrir y explorar casi todo el territorio de los Estados Unidos, sino que mantuvieron una presencia constante y prolungada, que en regiones como California, Nuevo México, Texas, Luisiana o Florida, y muchas otras más, dejó una profunda huella cultural, notable en los topónimos de las ciudades y de la geografía, pero también en la arquitectura popular, en el urbanismo y en la transformación del paisaje urbano con la introducción de la ganadería extensiva, en la lengua y en la tradición cristiana. Se prefirió sepultar todo esto, sobre todo después de que enormes territorios mexicanos hubieran pasado al dominio de los Estados Unidos.

La recuperación de esta memoria hispánica y católica dentro de una visión más completa del origen de los Estados Unidos enriquece la historia y la proyección actual de la vida de la nación. Ayuda también a romper los muros de separación entre lo “anglo” y lo “hispano”, entre la tradición protestante y la tradición católica, entre los Estados Unidos y América Latina. Proyecta, además, una mayor comunicación entre las Iglesias y una mayor solidaridad entre las naciones de todo el continente, como ha pedido la Exhortación apostólica post-sinodal “Ecclesia in America”. Y permite que muchos millones de hispánicos que viven en los Estados Unidos se liberen de una mentalidad de gente que vive como extranjera y a los márgenes de la sociedad norteamericana, apenas tolerados y a menudo discriminados y perseguidos, reconociéndose por el contrario en continuidad con todos los hispánicos que durante siglos poblaron enormes regiones del sudoeste, del centro y del este de los actuales Estados Unidos. Ellos pueden verdaderamente afirmar «We are americans», sin por ello abandonar sus mejores tradiciones culturales y religiosas. Su realidad exige una seria, profunda, razonable e incluso justa reforma migratoria y el respeto de los derechos de los migrantes y de sus familias. El grave error de los pensadores, como Samuel Huntington, es la coincidencia entre la identidad norteamericana con lo anglo-protestante.

Creo que la deseada canonización de Fray Junípero Serra lo convertirá en patrón de todos los norteamericanos, pero especialmente de los hispánicos. Para toda la Iglesia en los Estados Unidos y en particular para las diócesis de San Diego, Los Ángeles, Monterey y San Francisco, el testimonio de santidad y el ejemplo misionero de Fray Junípero Serra implica un aumento de responsabilidad en la evangelización de los hispánicos. De hecho, diferentes institutos e investigaciones demoscópicas demuestran que se asiste a la disminución del porcentaje de los católicos entre los hispanos de los Estados Unidos, sobre todo en relación con los de reciente migración, bajo el impacto de la secularización o de la calurosa bienvenida de las comunidades evangélicas.

La Iglesia católica en los Estados Unidos debe cobrar mayor consciencia de que dentro de cinco años la población de origen hispano constituirá la mitad de la población católica en el país. Con ella, todo el destino de la catolicidad norteamericana está en juego. Las gestas misioneras de Fray Junípero Serra enseñan que no puede faltar hoy una grave responsabilidad de toda la Iglesia católica en los Estados Unidos para una nueva evangelización de los hipánicos. No faltarán para este empeño la intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe ni la de Fray Junípero.

Fray Junípero sería el primer santo hispano en los Estados Unidos. ¿Acaso no percibimos en la corona de los santos en la historia del país como la expresión, tanto de corrientes migratorias que lo edificaron con las virtudes y las obras de sus mejores hombres y mujeres, como de la catolicidad de la Iglesia? ¿No es este acaso el carácter providencial de América? En este evento católico se realiza como realidad presente y como promesa de cumplimiento el lema que en se encuentra en la fundación misma de los Estados Unidos: «e pluribus unum». Se ha dicho que la Iglesia católica en los Estados Unidos es «un microcosmos global» que refleja la extrema heterogeneidad de los elementos del mundo interno y del mismo país en cuanto originarios de diferentes oleadas de migración, ciudadanos de la misma democracia y potencia global. Al mismo tiempo, ella es la portadora de un evento de unidad, de un ímpetu de catolicidad, de una fuerza de salvación en el que están en juego el destino de la Nación y su proyección global.

Estoy seguro de que la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, en la que también hay muchos obispos hispánicos, haya recibido con gran alegría el deseo de Papa Francisco de canonizar a Junípero Serra, como un gran don para la Iglesia y para el País. Y es previsible que no faltarán sus iniciativas para custodiar la memoria de Fray Junípero y para proponer su testimonio de santidad y de misión a todos los americanos.

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