Grecia,
España y Europa/Jaime Botín es alumno de la Escuela de Filosofía. Fue presidente de Bankinter entre 1986 y 2002.
El
País | 11 de julio de 2015.
El
61% que votó no en el referendo griego hubiera votado sí si la pregunta hubiese
sido: “¿Quiere que Grecia siga en Europa y en el euro?”. No es cierto por
tanto, como han querido entender y dar a entender los austericidas más
conspicuos, que los griegos rechacen a Europa. Son, más bien, ellos los que
rechazan a Grecia porque, en el fondo, desean que se vaya sin comprender que un
Grexit tendría consecuencias muy graves para todos los intereses en juego.
Desde luego para Grecia, pero también para Europa. Y, sin embargo, algunos de
los analistas mejor informados y conscientes de los males que acarrearía esa salida
parecen por momentos inclinarse a pensar que eso es lo que va a ocurrir.
El
razonamiento, más o menos podría resumirse así: Grecia no puede pagar sus
deudas y aunque sus acreedores estarían dispuestos a dar facilidades en plazos,
condiciones e, incluso, una quita, Grecia no tiene una economía capaz de salir
adelante ni se justifica, en último término, el esfuerzo que conllevaría para
sus socios el lograrlo. Además, dentro de seis meses, un año o dos, volveríamos
a estar en las mismas. ¿Merece la pena? Yo creo que sí y creo que lo mismo
debería pensar cualquiera que valore correctamente los pros y los contras.
Voy
a intentar explicar por qué.
Hoy
por hoy, en el tablero europeo, Grecia, aunque su economía sólo suponga el 2%
del total, es una ficha de inestimable valor estratégico además de un elemento
indispensable a medio plazo para concluir la construcción europea. De lo
primero es muy consciente el Gobierno de Estados Unidos, que viene intentando
conducir por el buen camino las negociaciones (que seguramente se habrían roto
ya sin su intervención). Que Putin, o quien le suceda, deba ser contenido, que
el flanco griego tiene que ser asegurado no es algo que le importe mucho a
algunos dirigentes europeos que, como los que representan a nuestro Gobierno,
carecen de una visión global más allá de sus inmediatos objetivos políticos,
pero lo segundo debiera ser entendible para cualquier político sensato aunque
su visión se limite a su propio país.
La
construcción de Europa no está terminada, es un edificio al que faltan los
últimos toques y si antes de dar fin al proyecto se nos cae un ala sería una
muy mala noticia. Y conviene no olvidar que cada uno de los países que forman
la Unión Europea sólo tiene verdadero futuro dentro de una Europa unida y
solidaria. Creo que esto lo debe comprender hasta un miembro del Gobierno del
PP.
De
los conceptos expuestos se deduce que seguramente bastaría que los dirigentes
europeos, incluidos los griegos, tuvieran en la cabeza la construcción de
Europa y su futuro con los otros grandes bloques a escala mundial como objetivo
prioritario, para que el problema griego se pudiera resolver sin grandes
traumas. Soluciones hay. Quien lo dude puede leer el excelente artículo Cómo
evitar la salida de Grecia, que acaban de publicar en estas mismas páginas
Miguel Otero-Iglesias y Federico Steinberg.
Centrémonos
en nuestro país y en lo que cabe hacer desde aquí. Aunque nuestro Gobierno
menosprecie las consecuencias un Grexit sería algo muy grave para España, no
sólo por el posible efecto contagio y las demás consideraciones de orden
general, sino porque somos un país mediterráneo y Grecia es importante por
razones geográficas, históricas, de defensa y de cohesión, además de las
económicas.
La
construcción de Europa no está terminada, es un edificio al que faltan los
últimos toques y si antes de dar fin al proyecto se nos cae un ala sería una
muy mala noticia. Y conviene no olvidar que cada uno de los países que forman
la Unión Europea sólo tiene verdadero futuro dentro de una Europa unida y
solidaria. Creo que esto lo debe comprender hasta un miembro del Gobierno del
PP.
De
los conceptos expuestos se deduce que seguramente bastaría que los dirigentes
europeos, incluidos los griegos, tuvieran en la cabeza la construcción de Europa
y su futuro con los otros grandes bloques a escala mundial como objetivo
prioritario, para que el problema griego se pudiera resolver sin grandes
traumas. Soluciones hay. Quien lo dude puede leer el excelente artículo Cómo
evitar la salida de Grecia, que acaban de publicar en estas mismas páginas
Miguel Otero-Iglesias y Federico Steinberg.
Centrémonos
en nuestro país y en lo que cabe hacer desde aquí. Aunque nuestro Gobierno
menosprecie las consecuencias un Grexit sería algo muy grave para España, no sólo
por el posible efecto contagio y las demás consideraciones de orden general,
sino porque somos un país mediterráneo y Grecia es importante por razones
geográficas, históricas, de defensa y de cohesión, además de las económicas.
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