Revista
Proceso
# 2033, a 18 de octubre de 2015...
El documental
“La noche de Iguala”, mentira histórica/COLUMBA VÉRTIZ
DE LA FUENTE
Tras ver el
documental dramatizado La noche de Iguala –dirigido por Raúl Quintanilla–, Omar
García Velásquez, uno de los estudiantes de Ayotzinapa que el 26 de septiembre
de 2014 escapó de ser asesinado, dijo desencajado y molesto: “¡Es una mentira!
¡Una mentira histórica!”.
El largometraje
del director del Centro de Formación Actoral de TV Azteca se proyectó el 16 de
octubre a las 18:30 horas en la Cineteca Nacional. Había más de 100 personas en
la sala 10. En su introducción se señala que es una investigación de Jorge
Fernández Meléndez, conductor de Todo personal en Proyecto 40 y de Imagen
Informativa.
La película
deduce que el director de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, José Luis
Hernández Rivera, está coludido con el grupo criminal Los Rojos, enemigo de
Guerreros Unidos, y que recibió dinero para que 17 de los primeros se
infiltraran con los estudiantes en los camiones.
Igual infiere
que uno de los normalistas, Julio César Mondragón, pertenecía a Los Rojos
(“aunque aún no está comprobado”, resalta la voz en off) y por eso los de
Guerreros Unidos se ensañaron con él, desollándolo.
Durante un
repaso histórico de la escuela, la misma voz en off acusa que ha estado
coludida con grupos criminales.
De acuerdo con
su investigación, aquel 26 de septiembre los normalistas querían secuestrar 25
camiones para llevarlos a Iguala “a reventar un acto político”. Además, se
asegura que la Policía Municipal entregó a los estudiantes a Guerreros Unidos,
quienes los asesinaron y los incineraron en el basurero de Cocula.
Al negar su
pertenencia a Los Rojos, Omar García Velásquez levantó la voz: “No somos parte
del crimen organizado, lo hemos dicho miles de veces. Y el director de la
escuela no tiene nada que ver”.
También
indignado, Alberto Arnaut, de la Comunidad Cinematográfica con Ayotzinapa,
reforzó: “La película es una mentira a todas luces. Ya existe evidencia de que
los normalistas no fueron incinerados en ese basurero, y la película oculta que
la Policía Federal también participó en los enfrentamientos, hay testimonios de
taxistas. Ni menciona que el Ejército estuvo al tanto de todo. Además, sabemos
que Jorge Fernández Meléndez se presta al régimen, es chayotero. Nada le
podemos creer”.
En entrevista,
García Velásquez denunció que La noche de Iguala “sí viola la Ley General de
Víctimas, y le vamos a exigir a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas
que tome acciones contra los responsables de la cinta”.
Una de las
disposiciones de esta ley dice: “Ninguna autoridad o particular podrá especular
públicamente sobre la pertenencia de las víctimas al crimen organizado o su
vinculación con alguna actividad delictiva. La estigmatización, el prejuicio y
las consideraciones de tipo subjetivo deberán evitarse”.
Dice a Proceso
que a más de un año de los hechos ya se han investigado otros aspectos, “por lo
tanto no tendría por qué ser definitiva la versión que se da en la película”.
Recordó también que están los estudios del Grupo Interdisciplinario de Expertos
Independiente (GIEI).
Cineteca muda
Al normalista
le llamó la atención que La noche de Iguala se exhiba en la Cineteca Nacional:
“No esperábamos que se pasara aquí, ya que es una institución de gobierno y,
por lo tanto, sería la que menos se prestaría a difundirla, y los documentales
que se han estrenado aquí sobre Ayotzinapa han donado su taquilla al movimiento
y padres de familia”.
Este semanario
pidió entrevista con el cineasta Alejandro Pelayo, responsable de la Cineteca
Nacional, y en la oficina de prensa se argumentó que “el propio doctor Pelayo
nos ha dicho no tener ningún comentario sobre este tema”.
Al preguntarles
por qué decidieron exhibirla ahí, respondieron que la razón “es la de dar
cabida a otro filme más acerca del tema, como anteriormente se hizo con
Ayotzinapa. Crónica de un crimen de Estado, de Xavier Robles, y Un día en
Ayotzinapa 43, de Rafael Rangel. Este nuevo filme ofrece otra perspectiva del
tema y, de acuerdo con el comité de programación de la Cineteca, cumple con los
estándares de proyección”.
Respecto a la
página www.change.org, donde hay una carta dirigida a las exhibidoras Cinépolis
y Cinemex para que retiraran la publicidad de La noche de Iguala, se buscó al
director de Programación de Cinépolis, Miguel A. Rivera, para explicar el
criterio de inclusión en cartelera, pero hasta el cierre de esta edición no
hubo respuesta.
También a José
Leonardo Martí, presidente de la Cámara Nacional de la Industria
Cinematográfica y del Videograma (Canacine), debido a que en las redes se
exigía que el filme no se estrenara, y externó a través de su responsable de
prensa:
“Por
disposición de la Ley Federal de Cinematografía, estamos obligados a estrenar
todas las películas mexicanas. Para mayor referencia transcribo el segundo
párrafo del artículo 19 de dicha ley: ‘Toda película nacional se estrenará en
salas por un periodo no inferior a una semana, dentro de los seis meses
siguientes a la fecha en que sea inscrita en el Registro Público
correspondiente, siempre que esté disponible en los términos que establezca el
Reglamento’.”
Y sobre la
pregunta de qué pasa si la cinta violara la Ley General de Víctimas, no hubo
respuesta.
Témoris Grecko,
productor y guionista de otro filme sobre el tema, Mirar morir. El ejército en
la noche de Iguala, próximo a estrenarse (Proceso 2032), califica así a La
noche de Iguala: “Si tuviera una intención honesta, se dejaría constancia de
que se manejan hipótesis que subsisten frente a otras, e hipótesis que en este
caso han sido severamente cuestionadas por informes oficiales sustentados en
investigaciones sólidas.
“Ese no es un
documental, es una ficción que no se detiene antes de cometer transgresiones
éticas, como presentar abusivamente como criminales a personas que no se pueden
defender, y como lanzar a los rostros de los padres la certeza de que sus hijos
fueron hechos polvo y echados al agua, a pesar de que no hay pruebas de ello y
de que a los padres nadie les puede pedir que renuncien a encontrarlos con
vida, mientras no haya certeza de que ya no están vivos.”
Para él hay una
campaña lanzada desde instancias oficiales para defender la “verdad histórica”
de la PGR:
“El gobierno de
Enrique Peña Nieto está haciendo agua por todos lados y trata de tapar los
hoyos con las manos. Hay columnistas y periódicos tratando de destruir
reputaciones, de envolverse en la bandera para denunciar a los expertos del
GIEI por ser extranjeros y de quitársela para descalificar a Emilio Álvarez
Icaza (de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos) por ser mexicano. Y
tratan de presentar algunos argumentos para defender el dogma del exprocurador
Jesús Murillo Karam, aunque sean tan débiles como hacer un “capítulo Cocula” de
La Rosa de Guadalupe.”
Rafael Rangel,
realizador de Un día en Ayotzinapa 43, opina:
“La libertad es
el elemento vital del cine, una libertad que también le otorga al mentiroso, al
manipulador, al torpe, al cínico, sólo que estos son tiempos diferentes: la
hipercomunicación de hoy difícilmente permite el engaño. Cuando quienes nos
dedicamos a formas de expresiones sensibles decidimos abordar temas tan
delicados, nuestra primera obligación es hacerlo bajo una visión periférica y
objetiva, considerando el lugar del otro, entender de qué modo impactará a los
afectados.
“Lo que sucedió
en septiembre de 2014 trasciende, con mucho, lo que es considerado, y no sin
razón, un crimen de Estado, un despropósito, una barbarie, un acto salvaje,
digno de depredadores y no de humanos. A quien intente minimizar o distorsionar
lo anterior, le saldrá el tiro por la culata, llámese cineasta, periodista o
político.” l
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