El
atractivo de Donald Trump/Thomas B. Edsall
The
New York Times | 15 de diciembre de 2015
Las
posibilidades cada vez mayores de que Donald J. Trump resulte elegido como el
candidato presidencial del partido Republicano han dejado perplejo a los
medios, los politólogos, los donantes, los encuestadores e incluso a su propio
partido.
Trump
no es un misterio (de hecho, es todo lo contrario), pero su popularidad, la
conexión emocional que sus seguidores sienten hacia él y su aparente
indestructibilidad como candidato sí son un misterio.
Y
a pesar del impredecible futuro de Trump como figura política, es necesario
entender las raíces de su éxito; sobretodo para los líderes del partido
Republicano, quienes han tratado de aprovechar el fenómeno Trump sin destruir
al partido en el proceso.
David
Berg, profesor de psiquiatría en la Faculta de Medicina de la Universidad de
Yale, observa que las amenazas a la seguridad percibidas por muchos votantes
ahora vienen tanto
del interior (por ejemplo, el cambio demográfico, la codicia de Wall Street, la
inmigración, las consecuencias de la desigualdad de ingresos), como de fuera
(el desorden internacional, ISIS, China, Rusia).
Además,
Trump apela al enojo y al descontento de muchos votantes; Berg observa que:
Muchos
en este país están cansados de que su comportamiento y libertad de expresión se
vean limitados por las ‘sensibilidades’ cambiantes del mundo moderno. A muchos
les gustaría ‘responderle’ a Putin y los chinos (ni qué decir de ISIS) con la
creencia de que la confrontación y la beligerancia convertirán al mundo en un
lugar más seguro.
John
Gartner, profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad
Johns Hopkins, ve a Trump como un ejemplo por excelencia de un personaje
estadounidense específico: el emprendedor dominante, arriesgado y carismático.
Gartner
es autor de dos libros: “The Hypomanic Edge” y “In Search of Bill Clinton: A
Psychological Biography”, en los que propone el concepto de “una forma genética
de manía leve” para describir a reconocidos personajes estadounidenses que van
desde Alexander Hamilton a Andrew Carnegie, y de Clinton a Donald Trump.
Este
estado leve o subclínico — “que no por ello deja de ser una enfermedad. Es un
temperamento”— es característico de muchos de los más exitosos hombres de
Estados Unidos, sostiene Gartner. Y menciona algunas de sus características
distintivas:
Es
un hombre lleno de ideas. Tiene objetivos claros, es impaciente e imparable.
Canaliza su energía para lograr ambiciones totalmente grandilocuentes. Casi
siempre duerme poco. Se siente brillante, especial, elegido, tal vez incluso
destinado a cambiar el mundo. Puede ser eufórico. Se irrita con facilidad ante
obstáculos insignificantes. Le gusta tomar riesgos. Derrocha en su vida
personal y de negocios. Tiene un comportamiento sexual inadecuado. Algunas
veces es impulsivo y sus actos pueden tener consecuencias dolorosas.
Trump
hace que los votantes blancos de la clase trabajadora, su base de apoyo, “se
sientan seguros”, me dijo Gartner en una entrevista telefónica.
A
diferencia de la mayoría de los candidatos republicanos, Trump rechaza recortes
a la Seguridad Social y Medicare, programas que cuentan con todo el apoyo de la
clase trabajadora blanca. Y, aunque le ha hecho guiños al movimiento
antiaborto, no trata de imponer una moralidad sexual represiva (después de todo,
se ha casado en tres ocasiones).
Gartner
advierte que las cualidades que “pueden servir para ganar una elección no son
lo mismo que tener capacidad para gobernar”. Los individuos hipomaniacos no
necesariamente son buenos presidentes, dijo, salvo que su “energía, optimismo,
e impulso” estén equilibrados por capacidades de las que, en su opinión, Trump
podría carecer:
la
capacidad de estudiar y evaluar, cooperar, ser meticuloso, cauteloso, poner
atención al detalle, la habilidad de tomar una decisión firme con base en el
razonamiento.
Lise
Van Susteren, psiquiatra forense en Washington, D.C., argumentó en una
entrevista telefónica que Trump desempeña distintos roles para hombres y
mujeres:
Actualmente,
las mujeres sienten una inseguridad enorme, se sienten amenazadas por la
violencia aleatoria y generalizada de los tiroteos de Colorado y las
decapitaciones de víctimas inocentes por parte de ISIS. Para las mujeres, Trump
representa seguridad.
Para
los hombres blancos con pocos estudios, añadió Van Susteren:
los
últimos ocho años han sido humillantes. Se han visto abatidos por factores
económicos y no han podido ganar lo que necesitan, ya que creen que los
trabajos que quieren son desempeñados por inmigrantes. Al mismo tiempo, estos
votantes creen que nos están dando una paliza en el Medio Oriente. Para los
hombres blancos, Trump ofrece la posibilidad de recuperar su hombría. Transmite
una gran seguridad.
W.
Keith Campbell, profesor de psicología en la Universidad de Georgia, hizo notar
en una entrevista que:
Los
niveles de confianza están más bajos que nunca. La gente quiere un liderazgo
fuerte, y Trump aparenta ser un líder fuerte.
Campbell,
quien se desmarcó de los “académicos liberales”, añadió que “cuando hablo con
la gente común y corriente” la idea de “abrir las puertas a la inmigración
cuando tanta gente está luchando por conseguir un buen trabajo parece
políticamente insensata. ¿Por qué deberíamos traer a 200.000 sirios?”
Los
opositores de Trump no reconocen que sus aparentes vulnerabilidades (su
arrogancia, narcisismo, intimidación, su gritería) han sido fortalezas en una
campaña primaria que ha desafiado lo políticamente correcto, tanto en la
izquierda como en la derecha.
Por
el momento, Trump encabeza las encuestas de votantes para las primarias
republicanas en un 30 por ciento. Por sorprendente que parezca, tal vez es más
sorprendente que más del 66 por ciento de los votantes republicanos encuestados
eligieron a otro candidato.
Gane
o pierda, Trump habrá ayudado a que millones de estadounidenses estén
conscientes de su insatisfacción y los ha preparado para expresar su
resentimiento en las urnas. Las emociones que ha despertado y de las que se ha
beneficiado no desaparecerán.
Si
Trump no logra nada más, habrá comprobado que es una bola de demolición capaz
de echar por tierra los esfuerzos de los líderes republicanos, y sus
consultores, para suavizar las aristas de su partido desde las elecciones de
2012.
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