29 feb 2016

El atractivo de Donald Trump/Thomas B. Edsall

El atractivo de Donald Trump/Thomas B. Edsall
The New York Times | 15 de diciembre de 2015
Las posibilidades cada vez mayores de que Donald J. Trump resulte elegido como el candidato presidencial del partido Republicano han dejado perplejo a los medios, los politólogos, los donantes, los encuestadores e incluso a su propio partido.
Trump no es un misterio (de hecho, es todo lo contrario), pero su popularidad, la conexión emocional que sus seguidores sienten hacia él y su aparente indestructibilidad como candidato sí son un misterio.
Y a pesar del impredecible futuro de Trump como figura política, es necesario entender las raíces de su éxito; sobretodo para los líderes del partido Republicano, quienes han tratado de aprovechar el fenómeno Trump sin destruir al partido en el proceso.
David Berg, profesor de psiquiatría en la Faculta de Medicina de la Universidad de Yale, observa que las amenazas a la seguridad percibidas por muchos votantes ahora vienen tanto del interior (por ejemplo, el cambio demográfico, la codicia de Wall Street, la inmigración, las consecuencias de la desigualdad de ingresos), como de fuera (el desorden internacional, ISIS, China, Rusia).
Además, Trump apela al enojo y al descontento de muchos votantes; Berg observa que:

Muchos en este país están cansados de que su comportamiento y libertad de expresión se vean limitados por las ‘sensibilidades’ cambiantes del mundo moderno. A muchos les gustaría ‘responderle’ a Putin y los chinos (ni qué decir de ISIS) con la creencia de que la confrontación y la beligerancia convertirán al mundo en un lugar más seguro.
John Gartner, profesor de psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, ve a Trump como un ejemplo por excelencia de un personaje estadounidense específico: el emprendedor dominante, arriesgado y carismático.
Gartner es autor de dos libros: “The Hypomanic Edge” y “In Search of Bill Clinton: A Psychological Biography”, en los que propone el concepto de “una forma genética de manía leve” para describir a reconocidos personajes estadounidenses que van desde Alexander Hamilton a Andrew Carnegie, y de Clinton a Donald Trump.
Este estado leve o subclínico — “que no por ello deja de ser una enfermedad. Es un temperamento”— es característico de muchos de los más exitosos hombres de Estados Unidos, sostiene Gartner. Y menciona algunas de sus características distintivas:
Es un hombre lleno de ideas. Tiene objetivos claros, es impaciente e imparable. Canaliza su energía para lograr ambiciones totalmente grandilocuentes. Casi siempre duerme poco. Se siente brillante, especial, elegido, tal vez incluso destinado a cambiar el mundo. Puede ser eufórico. Se irrita con facilidad ante obstáculos insignificantes. Le gusta tomar riesgos. Derrocha en su vida personal y de negocios. Tiene un comportamiento sexual inadecuado. Algunas veces es impulsivo y sus actos pueden tener consecuencias dolorosas.
Trump hace que los votantes blancos de la clase trabajadora, su base de apoyo, “se sientan seguros”, me dijo Gartner en una entrevista telefónica.
A diferencia de la mayoría de los candidatos republicanos, Trump rechaza recortes a la Seguridad Social y Medicare, programas que cuentan con todo el apoyo de la clase trabajadora blanca. Y, aunque le ha hecho guiños al movimiento antiaborto, no trata de imponer una moralidad sexual represiva (después de todo, se ha casado en tres ocasiones).
Gartner advierte que las cualidades que “pueden servir para ganar una elección no son lo mismo que tener capacidad para gobernar”. Los individuos hipomaniacos no necesariamente son buenos presidentes, dijo, salvo que su “energía, optimismo, e impulso” estén equilibrados por capacidades de las que, en su opinión, Trump podría carecer:
la capacidad de estudiar y evaluar, cooperar, ser meticuloso, cauteloso, poner atención al detalle, la habilidad de tomar una decisión firme con base en el razonamiento.
Lise Van Susteren, psiquiatra forense en Washington, D.C., argumentó en una entrevista telefónica que Trump desempeña distintos roles para hombres y mujeres:
Actualmente, las mujeres sienten una inseguridad enorme, se sienten amenazadas por la violencia aleatoria y generalizada de los tiroteos de Colorado y las decapitaciones de víctimas inocentes por parte de ISIS. Para las mujeres, Trump representa seguridad.
Para los hombres blancos con pocos estudios, añadió Van Susteren:
los últimos ocho años han sido humillantes. Se han visto abatidos por factores económicos y no han podido ganar lo que necesitan, ya que creen que los trabajos que quieren son desempeñados por inmigrantes. Al mismo tiempo, estos votantes creen que nos están dando una paliza en el Medio Oriente. Para los hombres blancos, Trump ofrece la posibilidad de recuperar su hombría. Transmite una gran seguridad.
W. Keith Campbell, profesor de psicología en la Universidad de Georgia, hizo notar en una entrevista que:
Los niveles de confianza están más bajos que nunca. La gente quiere un liderazgo fuerte, y Trump aparenta ser un líder fuerte.
Campbell, quien se desmarcó de los “académicos liberales”, añadió que “cuando hablo con la gente común y corriente” la idea de “abrir las puertas a la inmigración cuando tanta gente está luchando por conseguir un buen trabajo parece políticamente insensata. ¿Por qué deberíamos traer a 200.000 sirios?”
Los opositores de Trump no reconocen que sus aparentes vulnerabilidades (su arrogancia, narcisismo, intimidación, su gritería) han sido fortalezas en una campaña primaria que ha desafiado lo políticamente correcto, tanto en la izquierda como en la derecha.
Por el momento, Trump encabeza las encuestas de votantes para las primarias republicanas en un 30 por ciento. Por sorprendente que parezca, tal vez es más sorprendente que más del 66 por ciento de los votantes republicanos encuestados eligieron a otro candidato.
Gane o pierda, Trump habrá ayudado a que millones de estadounidenses estén conscientes de su insatisfacción y los ha preparado para expresar su resentimiento en las urnas. Las emociones que ha despertado y de las que se ha beneficiado no desaparecerán.
Si Trump no logra nada más, habrá comprobado que es una bola de demolición capaz de echar por tierra los esfuerzos de los líderes republicanos, y sus consultores, para suavizar las aristas de su partido desde las elecciones de 2012.

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