La regla huele a negocio/ Emma Riverola
El
Periódico | 28 de febrero de 2016..
¿A
qué huelen las cosas que no huelen? A finales de los años 90 un espot de
‘salvaslips’ utilizaba un tono naíf para comercializar un producto que
neutralizaba el olor de la regla. ¿A qué huelen los sueños? ¿Y las risas? ¿Y
las nubes? Aunque la publicidad fue largamente parodiada, formaba parte de una
estrategia de comunicación que trabajaba por liberar la regla y sus productos
de higiene del lastre del tabú. Se trataba de hablar de la menstruación no solo
de un modo directo, sino también amable, divertido e, incluso, poético.
Ya
nadie –o casi nadie– en nuestra sociedad se incomoda al plantarse frente al
lineal de productos para la regla y elegir entre la variada gama de envases y
marcas. Las novedades se suceden. Compresas con alas. Con perfume. Envoltorios
de llamativos colores… Su normalización la ha cubierto de un aura de
frivolidad, de moda. Quizá demasiado, con esa tendencia a infantilizar los
productos de uso femenino. A utilizar un lenguaje tan simple como emotivo, tan
ñoño como insultante. Pero, en cualquier caso, más allá de la comunicación, el
uso de compresas y tampones dista mucho de ser un capricho. Es un producto
básico. Necesario. Imprescindible.
Hoy,
la regla no huele a aire ni a nubes ni a risas. Huele, básicamente, a negocio.
Y de los gordos. Cada mujer tendrá una media de 507 periodos a lo largo de su
vida. 507 veces que deberá introducir en su cesta de la compra unos productos
que, aunque su uso es inevitable, están penalizados por un IVA del 10%. La
periodista Celia Blanco inició una campaña para exigir que en España se reduzca
al 4%, el tipo que grava los productos de primera necesidad. Su iniciativa en
change.org ya suma más de 111.000 apoyos.
Como
EL PERIÓDICO ha informado en las últimas semanas, el debate está abierto en
numerosos países. En Canadá, después de una campaña de movilización en la red,
se consiguió la exención del impuesto. En Francia, el tipo ha bajado del 20% al
5,5%. En Inglaterra, donde el gravamen es del 5%, se aspira a su eliminación.
La lista se extiende a más países de Europa y, ahora, son nuestros políticos
los que empiezan a incluir la palabra menstruación en su vocabulario. Durante
la campaña electoral, solo Alberto Garzón (IU) la utilizó.
La
menstruación solo la tienen las mujeres, pero ¿es cosa de mujeres? La pregunta
sería peregrina si la expresión cosas de mujeres no estuviera cargada de
connotaciones reduccionistas. Frente a la universalidad de las cosas de
hombres, los asuntos de las mujeres a menudo se enfrentan a una contradictoria
visión excluyente. O bien son rebajados a cuestiones de segundo orden y
tratados con un tono de condescendencia, de frivolidad, con ese paternalismo
tan patriarcal, o bien se cambia de foco y pasan a incluir temas de gran calado
social como la violencia machista. Lacra que nos afecta a todos y que seguirá
lacerando a la sociedad si el compromiso para combatirla no lo lideran hombres
y mujeres.
Detrás
de la llamada ‘tasa del tampón’ hay mucho más que un simple tanto por ciento de
IVA. Ese producto elaborado con materiales absorbentes, fibras prensadas de
rayón o algodón, que recoge los restos de sangre, tejido endometrial y otros
fluidos vaginales, forma parte, desde hace más de 30 años, de la vida cotidiana
de la mujer. Al darle el tratamiento fiscal de producto no necesario, se está
considerando la menstruación como algo superfluo, no importante o, peor aún, se
la pone en el saco de las menudencias de las que no hace falta hablar. Una forma
de contribuir a su silencio. A esa antigua asociación con la impureza que ha
prevalecido durante siglos. A su vergüenza social.
Hay
otros puntos de vista. También se alzan voces detractoras de la reducción del
IVA. Algunas, no tanto por el producto en sí, sino por las consecuencias de la
rebaja de gravámenes en general. Es evidente que si disminuyen los ingresos
públicos, también se reducen las posibilidades de invertir ese dinero en
proyectos sociales, de contribuir al bienestar de todos.
El
razonamiento sería impecable si la cuestión de género no se intuyera detrás de
ese inexplicable 10% de IVA a un producto cuyo uso resulta imprescindible. Lo
cierto es que la tasa del tampón viene a engrosar la llamada ‘tasa rosa’, esa
que encarece los productos que son pasados por el tamiz femenino. Así, unas
cuchillas indicadas para mujeres son más caras que el mismo producto en su
versión masculina.
Ser
mujer es más caro, pero ganamos menos que los hombres. En España, la brecha
salarial entre unos y otros ya alcanza el 24%. No ha dejado de crecer durante
la crisis y ahora es la más alta de los últimos seis años. Por sectores, las
mujeres se concentran en aquellos de salarios más bajos y van desapareciendo
según se incrementan los sueldos. Para cobrar lo mismo que un hombre, una mujer
tendría que trabajar 88 días más. Encima, en ese tiempo extra tendría tres
veces la regla. Un chollo, ser mujer…
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