13 sept 2021

En el corazón de Europa, reclamo del Papa para la integración: “Ninguno puede aislarse, como individuo o nación”

En el corazón de Europa, reclamo del Papa para la integración: “Ninguno puede aislarse, como individuo o nación”

En Eslovaquia, dijo que “la fraternidad es lo que necesitamos para promover una integración cada vez más necesaria”

La Nación, 13 de septiembre de 2021


Elisabetta Piqué. CORRESPONSAL EN ITALIA

La presidenta Zuzana Caputova le da la bienvenida al Papa en Bratislava (Photo by JOE KLAMAR / AFP)

La presidenta Zuzana Caputova le da la bienvenida al Papa en Bratislava 

BRATISLAVA.- En la segunda jornada de su primer viaje pospandemia y posoperación, el Papa, que se mostró una vez más en gran forma, llamó a Eslovaquia, un país joven, que nació hace 28 años al separarse sin conflictos de la República Checa, a ser un mensaje de paz y fraternidad “en el corazón de Europa”.

“Fraternidad es lo que necesitamos para promover una integración cada vez más necesaria. Esta urge ahora, en un momento en el que, después de durísimos meses de pandemia, se plantea, junto a muchas dificultades, una anhelada reactivación económica, favorecida por los planes de recuperación de la Unión Europea”, dijo Francisco, en un discurso que pronunció por la mañana en el bellísimo jardín del Palacio Presidencial, ante la presidenta de Eslovaquia, la joven exabogada Zuzana Caputova, autoridades, miembros de la sociedad civil y el cuerpo diplomático.

“Todavía se puede correr el riesgo de dejarse arrastrar por la prisa y la seducción de las ganancias, generando una euforia pasajera que, más que unir, divide”, advirtió también Francisco, que subrayó que “la sola recuperación económica no es suficiente en un mundo donde todos estamos conectados, donde todos habitamos una tierra media”.

“Que este país, mientras en varios frentes siguen luchas por la supremacía, reafirme su mensaje de integración y de paz, y Europa se distinga por una solidaridad que, atravesando las fronteras, pueda volver a llevarla al centro de la historia”, urgió el Papa.

En otra jornada en la que tuvo otro baño de afecto de la gente después de meses encerrado debido una pandemia que demostró que “ninguno puede aislarse, ya sea como individuo o como nación”, como también dijo, el Papa fue muy elogiado por la presidenta Caputova, exabogada de 48 años, con la que se reunió por la mañana en privado y que lo recibió con todos los honores.

Fue por su invitación e impulso que el exarzobispo de Buenos Aires decidí visitar Eslovaquia, uno de los países más pequeños del Viejo Continente -con un territorio más chico que la provincia de Jujuy y poco más de 5 millones de habitantes- y en ese sentido, periférico, después de pasar ayer por Budapest para clausurar el Congreso Eucarístico Internacional.

Famosa por su defensa del ambiente y su lucha en contra de la corrupción, en su discurso de bienvenida Caputova definió a Francisco “una de las más grandes autoridades morales y espirituales de la humanidad contemporánea”. Al margen de agradecerle una visita de tres días que significa para Eslovaquia tener puestos los ojos de todo el mundo, coincidió con él en que el único camino para seguir adelante en un mundo “muy interconectado, pero trágicamente dividido”, es “trabajar juntos y humanidad”.

El Papa del fin del mundo no ocultó estar encantado tanto con Caputova, como con Eslovaquia, país en el que se quedará hasta el miércoles, que vio muchas transiciones y lleno de historia. De hecho, fue frontera del Imperio romano, lugar de interacción entre el cristianismo occidental y oriental, gran Moravia, reino húngaro y parte de Checoslovaquia desde 1945 hasta 1993, cuando se separó de forma consensuada.

“¡Le digo a la presidenta que Eslovaquia es una poesía!”, exclamó Francisco, evidentemente entusiasmado, cuando en la antigua catedral gótica de San Martino -cuyo campanario domina la ciudad vieja de Brastislava y donde fueron coronados 11 soberanos-, tuvo una reunión con obispos, sacerdotes, monjas, religiosos y seminaristas, que lo ovacionaron al llegar.

Amén de llamar a Eslovaquia a ser un mensaje de paz y fraternidad para el resto de Europa, Francisco en su discurso, consciente de estar en una zona del continente reacia a recibir migrantes y refugiadoa, la invitó especialmente a hacerse cargo de los más débiles. “Que nadie sea estigmatizado o discriminado. La mirada cristiana no ve en los más frágiles una carga o un problema, sino hermanos y hermanas a quienes acompañar y cuidar”, recordó.

Lanzó, por otro lado, un llamado a que “las leyes se apliquen a todos por igual, sobre la base de una justicia que no esté nunca en venta”.

“Y para que la justicia no permanezca como una idea abstracta, sino que sea concreta como el pan, es necesario emprender una seria lucha contra la corrupción y que ante todo se fomente e imponga la legalidad”, indicó. Aludió así, a los escándalos no sólo de corrupción, conectados también con el sistema judicial, que se vivieron en los últimos años en Eslovaquia y que protagonizó el partido Smer, que estuvo en el poder 12 años.

“El de la corrupción y el de la reforma de la Justicia, que se vio implicada en varios casos salidos a flote, son temas super grandes que a la gente le preocupa mucho”, explicó a LA NACION Kristina Votrubova, periodista del diario Postoj.

Fiel reflejo de la buena forma pese a la cirugía al colon del 4 de julio pasado, en una Bratislava revolucionada por su presencia -mucha seguridad, tránsito cerrado, helicópteros que revoloteaban por el cielo y vallas-, el Papa descolocó a los policías estilo SWAT vestidos de negro y pasamontañas que lo cuidan, cuando hizo detener su auto y se bajó para saludar a unas jóvenes madres con niños que esperaban verlo pasar.

“Todavía no lo podemos creer que se haya detenido, les regaló a los chicos rosarios, nos sorprendió, pero confirmó, así, su espontaneidad... Es un gran Papa”, dijo a LA NACION, con lágrimas en los ojos de emoción, María Ivanicova, ama de casa y madre de Jozef (2) y Elizabeth (4).

En un país donde el 73% de la población es católico y la Iglesia bastante conservadora y rígida, en su reunión con obispos, sacerdotes, seminaristas, en la catedral, Francisco reclamó apertura de corazón y mente.

“¡La Iglesia no es una fortaleza, una potencia, un castillo situado en alto que mira el mundo con distancia y suficiencia!”, les recordó, jugando con la imagen del antiguo castillo que domina, desde una colina sobre el Danubio, esta capital.

“El centro de la Iglesia no es la Iglesia! Salgamos de la preocupación excesiva por nosotros mismos, por nuestras estructuras, por cómo nos mira la sociedad. Adentrémonos en cambio en la vida real de la gente y preguntémonos: ¿cuáles son las necesidades y las expectativas de nuestro pueblo? ¿Qué se espera de la Iglesia”, planteó? Y fue más allá. Pidió creatividad, alegría, “no atrincherarse en un catolicismo defensivo”, de juzgar y acusar y libertad.

“Una Iglesia que no deja espacio a la aventura de la libertad, incluso en la vida espiritual, corre el riesgo de convertirse en un lugar rígido y cerrado. Tal vez algunos están acostumbrados a esto, pero a muchos otros, sobre todo en las nuevas generaciones, no les atrae una propuesta de fe que no les deje su libertad interior, una Iglesia en la que sea necesario que todos piensen del mismo modo y obedezcan ciegamente”, apuntó.

En otra jornada larga, Francisco incluyó como siempre en su intensa agenda a los heridos de ayer y de hoy. Visitó al Centro Belén, en el barrio periférico de Petrzalka, un edificio de dos pisos donde religiosas de la Madre Teresa de Calcuta atienden y ayudan a personas sin techo, indigentes, necesitados y, sobre todo, discapacitados.

Luego, en una ceremonia en la plaza Rybné námestie, adyacente a la catedral de San Martino, donde solía existir una sinagoga que fue demolida en 1969, durante el régimen comunista y se levanta un memorial, recordó, ante miembros de la comunidad judía, el Holocausto, que también marcó a fuego este país, ya que los nazis exterminaron a más de 100.000 judíos eslovacos. Bratislava, que durante siglos fue un importante centro de la vida judía, en efecto, en 1940 contaba 15.000 judíos, de los que solo sobrevivieron 3500.

“Queridos hermanos, la historia de ustedes es nuestra historia, sus dolores son nuestros dolores”, aseguró Francisco, que, como hizo ayer en Budapest volvió a condenar con fuerza “toda forma de antisemitismo”.

Elisabetta Piqué

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