En el noveno mes de su pontificado, Joseph Ratzinger, Benedicto XVI publicó este miércoles 25 de enero su primera encíclica, Deus caritas est (Dios es amor).
La encíclica es un documento de 79 página que reflexiona sobre el amor, el eros e individuo y culmina con algo muy parecido a un manifiesto para el activismo cristiano. "Desvanecido el sueño" marxista y ante las dificultades causadas por la globalización económica..., "la doctrina social de la Iglesia se ha convertido en una indicación fundamental".
Deus caritas est, retoma parte del trabajo teórico de los papas antecesores para engarzar amor, caridad y justicia en una misma tesis y para definir el nuevo papel de la iglesia católica: no al margen de la política, sino por encima de ella; empeñada en obras sociales aunque la justicia sea "tarea de la política"; capaz de "purificar" la razón pública para evitar que caiga en la "ceguera ética".
La encíclica se divide en dos partes. La primera se refiere al amor individual. Entre los múltiples significados de la palabra "destaca "como arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma". En un cierto punto, asegura que "a la imagen del Dios monoteísta corresponde el matrimonio monógamo", como "icono de la relación de Dios con su pueblo".
Y defiende el eros, el amor erótico, debatiendo con Friedrich Nietzsche, según el cual el cristianismo "hizo degenerar el eros en vicio". "El cristianismo, ¿ha destruido verdaderamente el eros?", se pregunta Benedicto XVI. Y se responde, como era de esperar, que no. Lo que ocurre, dice, es que "el eros ebrio e indisciplinado no es elevación sino caída", porque el eros "necesita disciplina y purificación para dar al hombre no el placer de un instante, sino un modo para pregustar en cierta manera lo más alto de su existencia". De esta forma, el eros mundano se convierte en "ágape", el amor fundado en la fe. "El amor", concluye, "es ocuparse del otro". Y agrega: "Cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios".
La segunda parte, sobre el amor ejercido por la Iglesia, se remonta a los primeros siglos de la era cristiana para mostrar que "el ejercicio de la caridad, junto con la administración de los Sacramentos y el anuncio de la Palabra, se confirmó desde el principio como uno de sus ámbitos esenciales". Y se detiene largamente en el siglo XIX, una época en la que, admite, "los representantes de la Iglesia percibieron sólo lentamente que el problema de la estructura justa de la sociedad se planteaba de un modo nuevo". También hace referencia a una clásica crítica marxista, según la cual las obras de caridad cristiana sólo consiguen suavizar la injusticia y perpetuarla: "A un mundo mejor se contribuye haciendo el bien ahora y en primera persona, con pasión y donde sea posible, independientemente de estrategias y programas de partido".
"El marxismo había presentado la revolución mundial como la panacea para los problemas sociales (...) Ese sueño se ha desvanecido. "El orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política", dice Benedicto XVI. "La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia".
Para el arzobispo Paul Josef Cordes, presidente del Consejo Pontificio Cor Unum, existe el peligro de que las entidades católicas de caridad se olviden de su relación con la Iglesia, ya que, "sin un sólido fundamento teológico las grandes agencias eclesiales podrían correr el riesgo, en la práctica, de disociarse de la Iglesia y de debilitar sus lazos con los obispos: podrían preferir el que se les identifique como organismos no gubernamentales", reconoció "En estos casos, su filosofía no se distinguiría de la Cruz Roja o de las agencias de la ONU".
Para el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, William J. Levada: "el Santo Padre ha escogido el amor como tema de su primera encíclica, pues la palabra "amor" hoy está muy deslucida, ajada y abusada", y, sin embargo, "es una palabra primordial".
Pqara el cardenal Renato Raffaele Martino, presidente del Consejo de Justica y Paz la encíclica plantea al mundo contemporáneo del meollo del mensaje cristiano. "Al recordar que Dios es caridad, el Santo Padre invita a todos a ir al centro de la fe cristiana".
Sobre la "tarea de la Iglesia para la construcción de un justo orden social", por "despertar las fuerzas espirituales y morales". Respondiendo a una pregunta sobre la denuncia del marxismo, en el número 27 de la encíclica, Martino explicó que "el marxismo condenaba las acciones de la Iglesia en favor de los pobres porque el sueño era el de una sociedad justa en la que todos pudieran tener lo suyo"
Hans Küng, teologo alemán consideró "justas e importantes" las palabras del Papa sobre el amor y la justicia, pero pidió que las aplique dentro de la Iglesia.
La encíclica puede consultarse en:
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