Publicado en LA VANGUARDIA, 19/12/2007;
Pocos análisis elaborados por los servicios de inteligencia de Estados Unidos han causado más perplejidad que el dedicado a las ambiciones nucleares de Irán. El sumario de un documento secreto, denominado National intelligence estimate, NIE, publicado por el Consejo Nacional de Inteligencia de ese país, ha causado gran revuelo por sus indudables consecuencias sobre la política exterior de Washington. Sobre todo, tratándose de la evaluación consensuada de 16 servicios de inteligencia y porque, al estimar que Teherán suspendió el desarrollo de los elementos militares de su programa nuclear en el 2003, constituye una desconcertante retractación del informe de inteligencia elaborado en el 2005, según el cual Irán estaba empeñada en adquirir capacidad nuclear.
¿Han cometido los servicios de inteligencia estadounidenses otro error de interpretación, como aquellos a los que nos tiene acostumbrados? En el informe que nos ocupa hay demasiados “es posible…”, “podría ser…”, “es razonable suponer que…”. No pocos cuestionan el informe, que según algunos expertos no se basa en información sólida sobre lo que está sucediendo en Irán, sino en supuestos. Sus críticos consideran que los servicios norteamericanos no tienen comprensión sobre lo que realmente sucede en Irán.
Los errores de los servicios de inteligencia de Estados Unidos en el pasado son incontables ( “una gran reputación y un terrible récord”, según el ex agente de la CIA Donald Gregg). En un pasado no muy lejano los servicios estadounidenses fallaron en sus análisis sobre las tendencias en Oriente Medio, sobre todo en Iraq, Irán, Libia, etcétera. Por ejemplo, nunca pudo demostrarse la posesión de armamento no convencional por parte de Sadam Husein, causa principal de la invasión de Iraq. Un libro publicado recientemente, Legacy of ashes: The history of the CIA, está dedicado enteramente a reseñar los fallos del espionaje estadounidense. “Un libro muy divertido”, escribe irónicamente un periodista.
El Gobierno de Mahmud Ahmadineyad, que continúa con su plan de desarrollo de misiles de largo alcance, está acelerando su programa de enriquecimiento de uranio y retiene su opción para producir bombas nucleares, lo que indudablemente “deja la puerta abierta” para ello en el futuro, si así se lo propone, señala el informe. Posee la infraestructura necesaria.
El NIE ha menoscabado sensiblemente los esfuerzos de la Administración del presidente Bush para agravar la postura internacional contra el régimen iraní, en un momento en el que la Unión Europea y Estados Unidos parecían avanzar en sus esfuerzos por obtener el apoyo de los grandes valedores de Irán, Rusia y China, para una nueva ronda de sanciones. La comunidad internacional se verá en dificultades para neutralizar las motivaciones de Teherán. Pero a la vez, el informe ha servido para justificar a quienes consideran que la vía diplomática funciona. En su defensa salió el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Steve Hudley, para quien el informe prueba que, sin duda, se puede resolver el problema por la vía diplomática, “tal como lo intenta Washington, sin necesidad de hacer uso de la fuerza”.
El peligro iraní no pasó, según el prestigioso cotidiano israelí Haaretz. "El informe de inteligencia norteamericano es una estimación que no aumenta ni reduce el temor, y no contiene señal alguna de cambio de política o que pueda tranquilizar”, editorializa el periódico, agregando que “de hecho, el informe determina que si Irán quiere desarrollar la bomba, lo puede hacer y sería peligroso subestimar sus intenciones”. Los servicios de inteligencia israelíes, que admitieron que “ha habido diferencias de interpretación con sus colegas norteamericanos sobre la misma información”, no dudan: el propósito del régimen iraní es adquirir armamento nuclear. No hay explicación lógica alguna para las gigantescas inversiones de Irán en su programa nuclear. También los demás países de Oriente Medio, para quienes los designios hegemónicos de Teherán significan una amenaza concreta, desconfían de las intenciones de su régimen. No obstante han preferido mantener un ruidoso silencio, pese a que su agresiva y ambiciosa política ha convertido a Irán en una potencia regional que influye destructivamente en sus focos más conflictivos.
Es evidente que el NIE no posibilita juzgar a ciencia cierta las intenciones del régimen de los ayatolás. Sus autores lo reconocen cuando establecen que no se puede determinar si es intención de Irán reanudar el desarrollo de armas nucleares en el futuro. ¿Dónde está la verdad? El informe debería ser recibido con el mismo grado de escepticismo con que en el pasado se recibieron informes alarmistas sobre el tema. El régimen de Teherán tiene una gran experiencia en el encubrimiento de actividades e instalaciones clandestinas, por lo que la estimación de que el programa nuclear militar iraní ha sido congelado tiene un valor muy limitado. Una vez desarrollado un exitoso programa nuclear civil, la transición a uno militar es relativamente fácil. Los expertos se preguntan después de la publicación del informe si la suspensión es total o parcial, temporal o permanente, o si las actividades han sido transferidas a otros sitios donde podrían ser reanudadas en cualquier momento. No hay garantía de que no estemos ante una nueva maniobra de desinformación
¿Han cometido los servicios de inteligencia estadounidenses otro error de interpretación, como aquellos a los que nos tiene acostumbrados? En el informe que nos ocupa hay demasiados “es posible…”, “podría ser…”, “es razonable suponer que…”. No pocos cuestionan el informe, que según algunos expertos no se basa en información sólida sobre lo que está sucediendo en Irán, sino en supuestos. Sus críticos consideran que los servicios norteamericanos no tienen comprensión sobre lo que realmente sucede en Irán.
Los errores de los servicios de inteligencia de Estados Unidos en el pasado son incontables ( “una gran reputación y un terrible récord”, según el ex agente de la CIA Donald Gregg). En un pasado no muy lejano los servicios estadounidenses fallaron en sus análisis sobre las tendencias en Oriente Medio, sobre todo en Iraq, Irán, Libia, etcétera. Por ejemplo, nunca pudo demostrarse la posesión de armamento no convencional por parte de Sadam Husein, causa principal de la invasión de Iraq. Un libro publicado recientemente, Legacy of ashes: The history of the CIA, está dedicado enteramente a reseñar los fallos del espionaje estadounidense. “Un libro muy divertido”, escribe irónicamente un periodista.
El Gobierno de Mahmud Ahmadineyad, que continúa con su plan de desarrollo de misiles de largo alcance, está acelerando su programa de enriquecimiento de uranio y retiene su opción para producir bombas nucleares, lo que indudablemente “deja la puerta abierta” para ello en el futuro, si así se lo propone, señala el informe. Posee la infraestructura necesaria.
El NIE ha menoscabado sensiblemente los esfuerzos de la Administración del presidente Bush para agravar la postura internacional contra el régimen iraní, en un momento en el que la Unión Europea y Estados Unidos parecían avanzar en sus esfuerzos por obtener el apoyo de los grandes valedores de Irán, Rusia y China, para una nueva ronda de sanciones. La comunidad internacional se verá en dificultades para neutralizar las motivaciones de Teherán. Pero a la vez, el informe ha servido para justificar a quienes consideran que la vía diplomática funciona. En su defensa salió el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Steve Hudley, para quien el informe prueba que, sin duda, se puede resolver el problema por la vía diplomática, “tal como lo intenta Washington, sin necesidad de hacer uso de la fuerza”.
El peligro iraní no pasó, según el prestigioso cotidiano israelí Haaretz. "El informe de inteligencia norteamericano es una estimación que no aumenta ni reduce el temor, y no contiene señal alguna de cambio de política o que pueda tranquilizar”, editorializa el periódico, agregando que “de hecho, el informe determina que si Irán quiere desarrollar la bomba, lo puede hacer y sería peligroso subestimar sus intenciones”. Los servicios de inteligencia israelíes, que admitieron que “ha habido diferencias de interpretación con sus colegas norteamericanos sobre la misma información”, no dudan: el propósito del régimen iraní es adquirir armamento nuclear. No hay explicación lógica alguna para las gigantescas inversiones de Irán en su programa nuclear. También los demás países de Oriente Medio, para quienes los designios hegemónicos de Teherán significan una amenaza concreta, desconfían de las intenciones de su régimen. No obstante han preferido mantener un ruidoso silencio, pese a que su agresiva y ambiciosa política ha convertido a Irán en una potencia regional que influye destructivamente en sus focos más conflictivos.
Es evidente que el NIE no posibilita juzgar a ciencia cierta las intenciones del régimen de los ayatolás. Sus autores lo reconocen cuando establecen que no se puede determinar si es intención de Irán reanudar el desarrollo de armas nucleares en el futuro. ¿Dónde está la verdad? El informe debería ser recibido con el mismo grado de escepticismo con que en el pasado se recibieron informes alarmistas sobre el tema. El régimen de Teherán tiene una gran experiencia en el encubrimiento de actividades e instalaciones clandestinas, por lo que la estimación de que el programa nuclear militar iraní ha sido congelado tiene un valor muy limitado. Una vez desarrollado un exitoso programa nuclear civil, la transición a uno militar es relativamente fácil. Los expertos se preguntan después de la publicación del informe si la suspensión es total o parcial, temporal o permanente, o si las actividades han sido transferidas a otros sitios donde podrían ser reanudadas en cualquier momento. No hay garantía de que no estemos ante una nueva maniobra de desinformación
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