La idea del Creciente Fértil/Said Aburish, escritor y biógrafo de Sadam Husein, autor de Naser, el último árabe
Publicado en LA VANGUARDIA, 08/04/2008;
Pese a declaraciones en contra, la situación de Oriente Medio sigue agravándose. Las esperanzas de reconciliación entre iraquíes suníes y chiíes se marchitan y se aleja más que nunca un acuerdo negociado sobre el problema palestino.
En ambos casos, los responsables políticos y diplomáticos tampoco logran alcanzar acuerdos, porque no simpatizan o no se inspiran confianza, factor que reduce el margen de maniobra para firmar la paz o llegar a posibles soluciones. Por añadidura, tras unos y otros pueblos de la región se agazapa la imperial figura de Estados Unidos, su respaldo a Israel y sus intereses petroleros.
Tras 50 años de intentos tibios y otros totalmente sinceros de solucionar estos problemas - y porque dejar a los protagonistas a su albur aún empeora las cosas-, es hora de considerar la imposición de una solución.
De lo contrario, la región y el mundo entero se verán aquejados por la sinrazón imperante en Oriente Medio.
Pese a sus manifestaciones en contra, Estados Unidos trata, de hecho, de imponer soluciones al conflicto de Iraq y al palestino-israelí. Pero Estados Unidos no puede lograr tal objetivo por sí solo, porque otras partes involucradas no están “en el ajo”. Sólo si otras partes participan efectivamente en el conflicto podrá funcionar una solución impuesta al ser aceptada por todos sus patrocinadores. Lo ideal sería contar con una sola solución para ambos problemas; es decir, un plan de utilidad doble o común. Desde el principio, tal solución deberá contar con el respaldo de Estados Unidos, la UE, Rusia, China, la Liga Árabe, Israel e Irán. Y deben comprometerse asimismo los gobiernos en el poder o partidos fuertes de cada país interesados en la cuestión. En el caso de los países comprometidos directamente, lo menos que cabe esperar es un compromiso de no socavar los planes de paz.
El citado plan de paz de utilidad doble destinado a acabar con el trastorno generado por Palestina e Iraq se cifraría de hecho en la creación de una confederación comprendida por Israel, los territorios palestinos, Líbano, Siria, Iraq y Jordania (opcionalmente, Kuwait), que se denominaría el Creciente Fértil.
Los artículos de la confederación, permanentemente vinculantes, darían garantías a Israel, Líbano y el Kurdistán sobre sus fronteras y su composición étnica y religiosa. A Israel, en particular, deberá garantizársele que el Creciente Fértil seguirá asegurándole lo que ya tiene en el día de hoy, además de una paz auténtica y mayores oportunidades económicas en Oriente Medio en su conjunto. Tal enfoque contaría con la salvaguarda de garantías de las Naciones Unidas, estatus especial sin plena representación y fuerzas de seguridad propias (multilingües, en árabe, hebreo o kurdo), pero no fuerzas armadas. En principio los habitantes de estos territorios podrían trabajar y establecerse en cualquier lugar (judíos en Bagdad, kurdos en todas partes…), pero ciertos grupos no podrían asentarse en sus territorios para evitar choques de tipo étnico-religioso. Israel mantendría su condición judía, el Kurdistán su condición kurda y Líbano recuperaría su papel de enclave cristiano.
La confederación incorporaría ciertos rasgos de los sistemas políticos estadounidense, canadiense y suizo. Poseería una Cámara Baja de representación proporcional y una Cámara Alta como el Senado estadounidense, con igual número de representantes por cada Estado. El presidente, o presidente de la federación, sería elegido por la Cámara Alta y cada Estado tendría idéntica opción a tal fin. La federación sería de carácter laico, sin prerrequisitos ni exclusiones, de tal modo que el presidente podría ser un cristiano libanés, un kurdo o un judío.
Los obstáculos para llevarlo a la práctica son enormes. Sin embargo, son menores que los que se alzan en medio de la senda hacia una solución en los casos de Iraq y Palestina, porque la creación de una confederación despejaría buena parte de los obstáculos que entorpecen la solución de los casos iraquí y palestino. Los beneficios incluirían una amplia paz árabe-israelí. Al Creciente Fértil le resultaría más fácil ceder territorio a Israel y a una Palestina hambrienta de tierras. Los refugiados árabes encontrarían fácil acomodo en Siria e Iraq.
La entidad en cuestión conduciría asimismo a la paz en Iraq o crearía un Estado suficientemente fuerte como para imponer su voluntad sobre Iraq sin interferencias externas. Además, no representaría una amenaza para otros países como Arabia Saudí e Israel, realidad que dificultó las cosas en el pasado.
El Creciente Fértil podría promover una buena gestión del agua, que implica compartir los recursos en una cuestión que es fuente potencial de conflictos. Resultaría fructífera una colaboración entre la tecnología israelí y la mano de obra árabe. La rotación de cultivos y la escasa competencia beneficiarían a la agricultura. El Creciente Fértil se convertiría en el destino más atractivo del mundo (Jerusalén, Belén, Damasco, Petra, Palmira, Babilonia…).
El petróleo iraquí y sirio - de extracción barata- se transportaría al Mediterráneo en provecho de todos y se desarrollaría una industria petroquímica.
El Creciente Fértil, de mayoría suní, garantizaría los derechos de los chiíes.
Esta propuesta no es tan disparatada como puede parecer. La mayor oposición provendría de dirigentes locales que podrían verse marginados. Pero su posible fracaso realza el valor de la iniciativa. Árabes, judíos y kurdos se sentirían confortados a la hora de hacer frente a las mentes miopes y egoístas enemigas de la paz. Indudablemente, resulta preferible a una problemática paz iraquí o palestina.
En ambos casos, los responsables políticos y diplomáticos tampoco logran alcanzar acuerdos, porque no simpatizan o no se inspiran confianza, factor que reduce el margen de maniobra para firmar la paz o llegar a posibles soluciones. Por añadidura, tras unos y otros pueblos de la región se agazapa la imperial figura de Estados Unidos, su respaldo a Israel y sus intereses petroleros.
Tras 50 años de intentos tibios y otros totalmente sinceros de solucionar estos problemas - y porque dejar a los protagonistas a su albur aún empeora las cosas-, es hora de considerar la imposición de una solución.
De lo contrario, la región y el mundo entero se verán aquejados por la sinrazón imperante en Oriente Medio.
Pese a sus manifestaciones en contra, Estados Unidos trata, de hecho, de imponer soluciones al conflicto de Iraq y al palestino-israelí. Pero Estados Unidos no puede lograr tal objetivo por sí solo, porque otras partes involucradas no están “en el ajo”. Sólo si otras partes participan efectivamente en el conflicto podrá funcionar una solución impuesta al ser aceptada por todos sus patrocinadores. Lo ideal sería contar con una sola solución para ambos problemas; es decir, un plan de utilidad doble o común. Desde el principio, tal solución deberá contar con el respaldo de Estados Unidos, la UE, Rusia, China, la Liga Árabe, Israel e Irán. Y deben comprometerse asimismo los gobiernos en el poder o partidos fuertes de cada país interesados en la cuestión. En el caso de los países comprometidos directamente, lo menos que cabe esperar es un compromiso de no socavar los planes de paz.
El citado plan de paz de utilidad doble destinado a acabar con el trastorno generado por Palestina e Iraq se cifraría de hecho en la creación de una confederación comprendida por Israel, los territorios palestinos, Líbano, Siria, Iraq y Jordania (opcionalmente, Kuwait), que se denominaría el Creciente Fértil.
Los artículos de la confederación, permanentemente vinculantes, darían garantías a Israel, Líbano y el Kurdistán sobre sus fronteras y su composición étnica y religiosa. A Israel, en particular, deberá garantizársele que el Creciente Fértil seguirá asegurándole lo que ya tiene en el día de hoy, además de una paz auténtica y mayores oportunidades económicas en Oriente Medio en su conjunto. Tal enfoque contaría con la salvaguarda de garantías de las Naciones Unidas, estatus especial sin plena representación y fuerzas de seguridad propias (multilingües, en árabe, hebreo o kurdo), pero no fuerzas armadas. En principio los habitantes de estos territorios podrían trabajar y establecerse en cualquier lugar (judíos en Bagdad, kurdos en todas partes…), pero ciertos grupos no podrían asentarse en sus territorios para evitar choques de tipo étnico-religioso. Israel mantendría su condición judía, el Kurdistán su condición kurda y Líbano recuperaría su papel de enclave cristiano.
La confederación incorporaría ciertos rasgos de los sistemas políticos estadounidense, canadiense y suizo. Poseería una Cámara Baja de representación proporcional y una Cámara Alta como el Senado estadounidense, con igual número de representantes por cada Estado. El presidente, o presidente de la federación, sería elegido por la Cámara Alta y cada Estado tendría idéntica opción a tal fin. La federación sería de carácter laico, sin prerrequisitos ni exclusiones, de tal modo que el presidente podría ser un cristiano libanés, un kurdo o un judío.
Los obstáculos para llevarlo a la práctica son enormes. Sin embargo, son menores que los que se alzan en medio de la senda hacia una solución en los casos de Iraq y Palestina, porque la creación de una confederación despejaría buena parte de los obstáculos que entorpecen la solución de los casos iraquí y palestino. Los beneficios incluirían una amplia paz árabe-israelí. Al Creciente Fértil le resultaría más fácil ceder territorio a Israel y a una Palestina hambrienta de tierras. Los refugiados árabes encontrarían fácil acomodo en Siria e Iraq.
La entidad en cuestión conduciría asimismo a la paz en Iraq o crearía un Estado suficientemente fuerte como para imponer su voluntad sobre Iraq sin interferencias externas. Además, no representaría una amenaza para otros países como Arabia Saudí e Israel, realidad que dificultó las cosas en el pasado.
El Creciente Fértil podría promover una buena gestión del agua, que implica compartir los recursos en una cuestión que es fuente potencial de conflictos. Resultaría fructífera una colaboración entre la tecnología israelí y la mano de obra árabe. La rotación de cultivos y la escasa competencia beneficiarían a la agricultura. El Creciente Fértil se convertiría en el destino más atractivo del mundo (Jerusalén, Belén, Damasco, Petra, Palmira, Babilonia…).
El petróleo iraquí y sirio - de extracción barata- se transportaría al Mediterráneo en provecho de todos y se desarrollaría una industria petroquímica.
El Creciente Fértil, de mayoría suní, garantizaría los derechos de los chiíes.
Esta propuesta no es tan disparatada como puede parecer. La mayor oposición provendría de dirigentes locales que podrían verse marginados. Pero su posible fracaso realza el valor de la iniciativa. Árabes, judíos y kurdos se sentirían confortados a la hora de hacer frente a las mentes miopes y egoístas enemigas de la paz. Indudablemente, resulta preferible a una problemática paz iraquí o palestina.
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