18 may 2009

México no aprendió de la epidemia

México no aprendió de la epidemia/Joaquim Ibarz, es corresponsal en América Latina de La Vanguardia, 17/05/2009;
Si México no tiene más epidemias es porque la providencia es generosa. Durante una semana, la capital del país estuvo paralizada por drásticas medidas sanitarias dictadas para prevenir la extensión de la nueva gripe. Levantada la alerta, como si nada hubiera sucedido, millones de niños volvieron a escuelas sin servicios higiénicos y decenas de miles de vendedores ambulantes regresaron a las aceras a ofrecer alimentos contaminados, sin tapabocas, sin ninguna medida de higiene. Millones de personas cuyos ingresos no les alcanzan para acudir a un restaurante, se ven obligadas a comer de pie, en plena calle, rodeadas de suciedad y contaminación.
El precario estado de las escuelas públicas mexicanas es aún más grave. Después de dos semanas de cierre, muchos padres colaboraron con los maestros para limpiar a fondo las aulas. En muchos casos ese esfuerzo voluntarioso no fue suficiente. Autoridades escolares, maestros y progenitores expresaron su preocupación por la falta de servicios en miles de centros docentes, donde falta el agua y se carece de sistema de drenaje o sanitarios, lo que mantiene latente el riesgo de enfermedades contagiosas.
Lo más grave y preocupante de estas carencias infames es la respuesta insultante que dio el ministro de Educación, Alonso Lujambio, al plantearle las malas condiciones sanitarias de muchos centros de enseñanza pública.
"Cada escuela debe encontrar el mejor modo de enfrentar el problema del agua", dijo el ministro, como si el Estado no tuviera ninguna responsabilidad en las carencias tercermundistas que sufren millones de niños mexicanos.
Más tarde, Lujambio dijo un dislate aún más peligroso. Recomendó aplicar antivirales a todo niño que presente síntomas de gripe, sin esperar los análisis del laboratorio. "No vamos a esperar 10 días hasta tener la confirmación indubitable, los vamos a medicar desde el principio", dijo el ministro. Los médicos han advertido que aplicar antivirales con base en la sospecha o la apariencia y no en la confirmación científica, propicia el fortalecimiento de los virus y debilita al organismo para cuando se llegue a dar el caso de una infección real.
"¿Se habrá dado cuenta el ministro de la barbaridades que dice? ¿O piensa que entre los mejores métodos para enfrentar el problema del agua están los de colocar "diablitos (tomas clandestinas) para el agua", "ordeñas ilegales" o, en el extremo, esperar a que los niños evolucionen hasta convertirse en camellos humanos para que carguen su propia agua para lavarse las manos y asear los baños?", se pregunta el comentarista Ricardo Alemán en el diario "El Universal".
La prensa criticó al ministro por esta manera tan burda de minimizar el problema que sufren miles de escuelas públicas que no cuentan con el servicio elemental de agua para el aseo de las manos y, mucho menos, para los servicios sanitarios.
Una ocurrencia propia de la prehistoria
"El ministro Lujambio se aventó una ocurrencia propia de la prehistoria, una ofensa mayor, cuando debió responder al problema del agua en las escuelas de todo el país", subraya Alemán.
Según informes oficiales publicados en estos días, 26.000 escuelas de todo México no cuentan con agua, en tanto que 23.000 no disponen de instalaciones sanitarias, ni siquiera fosas sépticas. Se calcula que el 40% de las escuelas del Distrito Federal tampoco tienen servicio de agua. Estas cifras aterradoras son una bofetada para el México desarrollista, para ese multimillonario sindicato de maestros que regala vehículos de lujo a los dirigentes más sumisos a los dictados de la lideresa Elba Ester Gordillo, conocida como Doña Perpetua, paradigma de la corrupción. Frente al lujo exorbitante de los líderes magisteriales, millones de niños mexicanos estudian, reciben su formación básica y aprenden los primeros fundamentos formativos en verdaderos muladares. Como dijo el escritor Gabriel Zaid, "México es el país más perfectamente subdesarrollado del mundo; tenemos espacios de primer mundo y otros, la mayoría, de república bananera".
La declaración de Lujambio produjo perplejidad e indignación. El ministro evidenció que ignora que la mayoría de las escuelas mexicanas están de pie casi de milagro –con muy escasos programas de mantenimiento-, no sabe que la papelería que utilizan los maestros proviene de las cada vez más escasas cuotas voluntarias de los padres de los alumnos; que conserjes, vigilantes o encargados de las escuelas se llevan a sus casas el escaso equipo de limpieza que se entrega, y que el agua y la luz que se consume en las escuelas públicas no lo paga nadie.
El líder del sindicato de Trabajadores de la Educación de Morelos (un estado con 400.000 alumnos) denunció que el regreso a clases estuvo plagado de irregularidades. Señaló que en muchas escuelas no hay agua potable y que los sanitarios son muy deficientes.
En Querétaro, la presidenta de la Asociación de Padres de Familia, Elizabeth Castañón, expresó su preocupación porque más de mil escuelas no cuentan con sistema de drenaje ni con servicios sanitarios.
En los barrios populares de Chihuahua, las escuelas carecen servicios sanitarios. Los niños fueron a clase con cubetas llenas de agua para poder lavarse las manos.
De igual manera, se podría hacer un largo recorrido por las numerosas escuelas de toda la República Mexicana que carecen de lo más indispensable.
El otro problema ligado a la falta de higiene, y que puede provocar un rebrote de la epidemia, es la existencia de decenas de miles de vendedores callejeros de comida. Su número aumenta en forma paralela a la profundización de la crisis económica que sufre México, que se ha agravado por la ausencia casi total de turistas en playas y ciudades coloniales. Marcelo Ebrard, el alcalde del Distrito Federal que obligó a todos los restaurantes de la capital a cerrar durante una semana, permite ahora que los ambulantes regresen a las aceras para ofrecer alimentos en pésimas condiciones sanitarias.
Un tema social que implica corrupción, extorsiones y mafias
La venta ambulante es un problema socioeconómico que implica corrupción, extorsiones y mafias. La pobreza y falta de formación, escolar y de principios, son un buen caldo de cultivo. Los líderes de los ambulantes –la mayoría son multimillonarios – hacen ostentación de sus relaciones con políticos y funcionarios de alto nivel, a los que regularmente tienen que entregar una mordida.
Tan sólo en la Ciudad de México, unos 500.000 ambulantes ofrecen comida que preparan en primitivas cocinillas instaladas en las aceras; otros venden todo tipo de productos ligados a la ilegalidad: contrabando, copias de marcas conocidas o, simplemente, mercancía robada. El área que rodea la enorme plaza mayor, el Zócalo, corazón simbólico de México, se parece a un gigantesco mercadillo de trueque. La venta ambulante está descontrolada, admiten las autoridades. Sin embargo, en los últimos años se han logrado avances notables. Se ha recuperado espacio público en el centro virreinal, previo desalojo de los vendedores. Pero es una gota en medio de un océano de economía informal.
Lo que al observador casual puede parecer caótico, no es tal. La venta ambulante está muy organizada. Quienes ocupan un puesto en la acera pagan varios euros al día a unos dirigentes que dividen los territorios tras llegar a arreglos económicos con funcionarios de la alcaldía. Algunos partidos, en especial el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) toman de rehenes o se aprovechan de los vendedores ambulantes, les chantajean con permisos, les ofrecen no ser molestados por las autoridades, a cambio de entrega de mordidas y de darles su apoyo en campañas y manifestaciones.
La disputa del territorio puede ocasionar tremendas trifulcas entre distintos caporales. Alejandra Barrios, cabecilla de uno de los mayores grupos de vendedores ambulantes de Ciudad de México, estuvo 27 meses tras las rejas, acusada de la muerte del esposo de la lideresa de ambulantes en el conflictivo barrio de Tepito. La riña a balazos con la dirigente rival tuvo amplia repercusión en los medios.
Los capos controlan las aceras como si fueran de su propiedad
Los capos de los ambulantes controlan las aceras como si fueran de su propiedad. Nadie puede instalar su puesto si, previamente, no les ha entregado el estipendio acordado. Por la vía de los hechos, y gracias a la complacencia de la autoridad, se han apoderado de lugares muy concurridos, impidiendo el paso a los locales de los comerciantes establecidos, que pagan impuestos, luz, agua, y crean empleos. Pocos de los que trabajan en el sector informal tributan por sus negocios o ingresos. Es una de las razones por las que México, una de las 12 economías más grandes del mundo, aparece junto a países como Sri Lanka cuando se trata de recolectar impuestos para pagar la educación, la infraestructura y los servicios públicos básicos. A su vez, esta falta de rigor fiscal perjudica la competitividad global del país.
Caminando con grandes dificultades por el Eje Central, sorteando puestos de tacos de cerdo y de falsas zapatillas Nike, el periodista puede ver docenas de cables eléctricos que los ambulantes conectan en los postes cercanos para disponer de energía eléctrica sin pagar un peso. La basura impera por todos lados. El agua sucia de vasos y platos mal lavados se vierte sobre el asfalto, sin miramientos. Las calles aledañas aún están más cochinas, con desperdicios por todas partes. "La zona tiene un olor muy especial, aquí huele siempre a rancio y suciedad", comentó Soledad Márquez, empleada de un comercio formal bloqueado por los ambulantes. "Somos prisioneros de nuestra propia comunidad", dijo otra vecina exasperada.
La suciedad no sólo se circunscribe
al centro histórico. Los puestos de comida están por doquier, cerrando los accesos al metro; uno no puede caminar por calles y avenidas sin percibir olores no deseados. En muchos lugares hemos visto como dueños de farmacias y otros locales han colocado enormes macetas en las aceras para ocupar el espacio e impedir que se instalen ambulantes.
Oficinistas, empleados de comercios, trabajadores de talleres, son clientes de los puestos ambulantes porque en menos de 20 minutos pueden saciar el hambre a bajo precio.
"Aunque aquí hay muchas oficinas del Gobierno y tiendas de lujo, los puestos de comida de los ambulantes son los que tienen más demanda. Los trabajadores no ganamos mucho, no podemos ir al restaurante", dice Pedro Villa, que trabaja en el piso 29 de la Torre Latinoamericana.
"De lejos es fácil decir pobres ancianos y mujeres que no encuentran otro trabajo, pero la mayoría de los ambulantes son jóvenes que podrían buscar otra chamba", comenta Luis Reyes, dueño de una tienda de óptica. "No se trata de una lucha entre pobres buenos (comercio informal) y ricos malos (empresarios con comercios formales), sino de recuperar para nuestra ciudad una dimensión más humana, más limpia, sin tener que pasar un vía crucis para ingresar a nuestro local. ¿Hasta cuándo van a tolerar estos puestos de comida contaminada e insalubre? Ebrard lo permite por puro clientelismo, para aprovecharse del voto cautivo de los ambulantes", recalcó Luis Reyes.
Lejana y casi invisible, queda la entrada de los comercios formales de comida, música, ropa y electrodomésticos; sus ofertas pasan desapercibidas entre el griterío de los ambulantes que se disputan los clientes. El dueño de un comercio, que paga impuestos federales, estatales y municipales; que mantiene a empleados; que tiene que afrontar los gastos de luz, agua, contadores, etc. Se muestra impotente al ver cómo, día tras día, los vendedores callejeros, que no pagan tributos ni servicios públicos, bloquean la entrada a su establecimiento.
Los dirigentes empresariales se quejan de que las industrias pierden competitividad con los vendedores ilegales. Señalan que los ambulantes son muy perjudiciales para México porque reducen los ingresos fiscales y provocan pérdidas de empleos en el sector formal. Las áreas urbanas de México sienten la presión de la explosión de vendedores ambulantes, degradando la calidad de vida de los residentes.
Los ambulantes rechazan la acusación de que son delincuentes o están relacionados con pequeños narcotraficantes. La madre soltera Juana Tapia mantiene a sus tres hijos gracias a su puesto callejero de comida. Dice que no tiene ninguna ayuda del gobierno, ni patrón ni familia que la saque de apuros cuando los niños enferman o tiene que pagar la luz. "No hay trabajo, e incluso si lo hubiera nadie va a contratar a alguien como yo, sin educación", dice con pragmatismo.

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