Obama y la alianza con Israel/Mateo Madridejos, periodista e historiador
EL PERIÓDICO, 17/05/2009;
“Si Obama es serio, debería actuar con energía ante Israel”, escribió Aaron David Miller, en la revista Newsweek, en enero último, pocos días antes de que el nuevo presidente se instalara en la Casa Blanca. El análisis de Miller estaba inspirado por un concienzudo estudio del Council of Foreign Relations (CFR), titulado precisamente Restoring the balance (Restableciendo el equilibrio), que había preconizado una nueva estrategia de EEUU en Oriente Próximo para dar al traste con la hiriente parcialidad o desequilibrio en favor de Israel de los últimos 16 años, cuyos resultados más visibles son la ebullición y la cólera en el mundo árabe y el debilitamiento irremediable de los intereses norteamericanos e israelís.Ahora asistimos a grandes maniobras entre bastidores sobre el endémico conflicto de Palestina porque EEUU trata de reavivar el proceso de paz estancado desde el 2000. En Jerusalén reconocen que la coordinación con la Casa Blanca se halla en franco declive, hasta el punto de que el enlace con Washington aún no contactó con el general James L. Jones, consejero jefe de Seguridad de Obama. Los últimos incidentes se produjeron cuando el departamento de Estado exigió a Israel la firma del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y anunció tratos directos con Damasco sin consultar con los israelís.
¿A QUÉ SE DEBE este brusco viraje en las relaciones de EEUU con el país que tiene que defender en cualquier circunstancia de la hostilidad de sus vecinos? En primer lugar, a la existencia de un Gobierno de coalición ultranacionalista de derecha y extrema derecha, poco sensible al carisma de Obama, dirigido por Benyamín Netanyahu, que rechaza la creación de un Estado palestino, y cuya figura más controvertida es el ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, de origen ruso, gorila de discoteca en su Moldavia natal, notorio por su xenofobia y su bravucone- ría, que amenaza a diario con la deportación de los palestinos de Israel.Lieberman acaba de realizar una gira europea, sin que se conozca ninguna protesta o algún escrúpulo de sus interlocutores, para vender la estrategia de “primero Irán”, a fin de impedir por todos los medios que el régimen de los ayatolás se dote del arma nuclear. Esa prioridad entrañaría el aplazamiento indefinido de la cuestión del Estado palestino por el que abogan tanto la Unión Europa como EEUU y Rusia. Le Monde se atreve a sospechar que el plan de Lieberman puede estar destinado a “ocultar el objetivo realmente perseguido: impedir para siempre, por la colonización, la posibilidad de un Estado palestino”.
EL FAMOSO American Israel Public Affairs Committee (AIPAC), potente grupo de presión proisraelí en el Congreso norteamericano, cuyos tentáculos llegan a más de la mitad de los parlamentarios, se reunió en Washington y manifestó su obsesión por los progresos nucleares de Teherán, pero se inquietó también tanto por el clima enrarecido de las relaciones con el Gobierno israelí como por el trasfondo intelectual y estratégico que presiona a favor de una corrección del rumbo en cuyo horizonte se perfilan la reconciliación de las facciones palestinas y un Estado en Cisjordania y Gaza. “¿Acaso esta Administración se va a comportar como la de Carter?”, preguntó retóricamente alarmado un congresista de Nueva York.En vísperas de una crucial visita de Netanyahu a Washington, tras una atenta lectura de la prensa norteamericana y de los análisis de las grandes lumbreras (Gelb, Kissinger, Haass, Brzezinski, Zakaria), cabe preguntarse, como hace el especialista Michael Hirsch, si se va a producir el descarrilamiento del tren blindado de los vínculos inquebrantables entre EEUU e Israel, aunque concluye que ningún político israelí que pretenda seguir en el poder puede perder el respaldo de la superpotencia que garantiza la seguridad de su país. Queda por saber, sin embargo, hasta dónde llegará Obama en su intento de persuasión.Las conclusiones en las esferas de poder apuntan a que los norteamericanos deben equilibrar su po- lítica, de manera que la seguridad de Israel sea compatible con el juego limpio hacia los árabes. EEUU debe actuar más como un mediador que como un ciego y parcial escudero de Israel. Cualquier impulso pacificador pasa por detener la colonización judía en los territorios palestinos, derribar la muralla y acabar con la visión quimérica de un Gran Israel, como dejó dicho James Baker en 1991. Obama tiene que evitar tanto los graves errores de Bush cuanto la prolongada pasividad de Clinton. La herencia es devastadora: progreso incesante del islamismo radical entre los palestinos y creciente intransigencia y militarización de la sociedad israelí, como se refleja en el Gobierno de Netanyahu-Lieberman.
NETANYAHU preconiza la guerra contra Irán mientras reduce la cuestión palestina a un problemático plan de desarrollo para que todo siga igual. Tiene aliados poderosos en Washington, pero los sectores del establishment que rodean a Obama están persuadidos de que el statu quo en Palestina –expansión colonial y violencia endémica– envenena o liquida las perspectivas de la solución de los dos estados, ensombrece a largo plazo el judaísmo de Israel y perjudica los intereses de la superpotencia en declive. El desenlace de esta batalla de estrategias es incierto porque la alianza de EEUU e Israel no está en entredicho.
¿A QUÉ SE DEBE este brusco viraje en las relaciones de EEUU con el país que tiene que defender en cualquier circunstancia de la hostilidad de sus vecinos? En primer lugar, a la existencia de un Gobierno de coalición ultranacionalista de derecha y extrema derecha, poco sensible al carisma de Obama, dirigido por Benyamín Netanyahu, que rechaza la creación de un Estado palestino, y cuya figura más controvertida es el ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, de origen ruso, gorila de discoteca en su Moldavia natal, notorio por su xenofobia y su bravucone- ría, que amenaza a diario con la deportación de los palestinos de Israel.Lieberman acaba de realizar una gira europea, sin que se conozca ninguna protesta o algún escrúpulo de sus interlocutores, para vender la estrategia de “primero Irán”, a fin de impedir por todos los medios que el régimen de los ayatolás se dote del arma nuclear. Esa prioridad entrañaría el aplazamiento indefinido de la cuestión del Estado palestino por el que abogan tanto la Unión Europa como EEUU y Rusia. Le Monde se atreve a sospechar que el plan de Lieberman puede estar destinado a “ocultar el objetivo realmente perseguido: impedir para siempre, por la colonización, la posibilidad de un Estado palestino”.
EL FAMOSO American Israel Public Affairs Committee (AIPAC), potente grupo de presión proisraelí en el Congreso norteamericano, cuyos tentáculos llegan a más de la mitad de los parlamentarios, se reunió en Washington y manifestó su obsesión por los progresos nucleares de Teherán, pero se inquietó también tanto por el clima enrarecido de las relaciones con el Gobierno israelí como por el trasfondo intelectual y estratégico que presiona a favor de una corrección del rumbo en cuyo horizonte se perfilan la reconciliación de las facciones palestinas y un Estado en Cisjordania y Gaza. “¿Acaso esta Administración se va a comportar como la de Carter?”, preguntó retóricamente alarmado un congresista de Nueva York.En vísperas de una crucial visita de Netanyahu a Washington, tras una atenta lectura de la prensa norteamericana y de los análisis de las grandes lumbreras (Gelb, Kissinger, Haass, Brzezinski, Zakaria), cabe preguntarse, como hace el especialista Michael Hirsch, si se va a producir el descarrilamiento del tren blindado de los vínculos inquebrantables entre EEUU e Israel, aunque concluye que ningún político israelí que pretenda seguir en el poder puede perder el respaldo de la superpotencia que garantiza la seguridad de su país. Queda por saber, sin embargo, hasta dónde llegará Obama en su intento de persuasión.Las conclusiones en las esferas de poder apuntan a que los norteamericanos deben equilibrar su po- lítica, de manera que la seguridad de Israel sea compatible con el juego limpio hacia los árabes. EEUU debe actuar más como un mediador que como un ciego y parcial escudero de Israel. Cualquier impulso pacificador pasa por detener la colonización judía en los territorios palestinos, derribar la muralla y acabar con la visión quimérica de un Gran Israel, como dejó dicho James Baker en 1991. Obama tiene que evitar tanto los graves errores de Bush cuanto la prolongada pasividad de Clinton. La herencia es devastadora: progreso incesante del islamismo radical entre los palestinos y creciente intransigencia y militarización de la sociedad israelí, como se refleja en el Gobierno de Netanyahu-Lieberman.
NETANYAHU preconiza la guerra contra Irán mientras reduce la cuestión palestina a un problemático plan de desarrollo para que todo siga igual. Tiene aliados poderosos en Washington, pero los sectores del establishment que rodean a Obama están persuadidos de que el statu quo en Palestina –expansión colonial y violencia endémica– envenena o liquida las perspectivas de la solución de los dos estados, ensombrece a largo plazo el judaísmo de Israel y perjudica los intereses de la superpotencia en declive. El desenlace de esta batalla de estrategias es incierto porque la alianza de EEUU e Israel no está en entredicho.
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