Morente punto y final/AMELIA CASTILLA
El País Semanal, 15/05/2011
El dolor es tan fuerte que su familia aún no puede escuchar sus cantes ni ver las imágenes que se grabaron los días previos a su fallecimiento. La muerte sorprendió a Enrique Morente en un momento mágico de su carrera. Aurora Carbonell, su esposa, viste de luto riguroso. Ha perdido peso y su voz suena con menos registro que de costumbre pero se mantiene de pie, "que no es poco". No ha visto el documental en el que participan ella misma y sus hijos. No se siente con fuerza para soportar las imágenes en las que se les ve como una familia feliz paseando sonrientes por el Albaicín o participando juntos en una fiesta flamenca. Y lo mismo sucede con la banda sonora.
Aurora no ha escuchado ningún cante de Enrique Morente desde que falleció el pasado 13 de diciembre. En esta fase de su vida, La Pelota, nombre con el que se la conocía cuando se dedicaba al baile, sobrevive "en el silencio". "Supongo que el dolor funciona como un reloj y que llegará una hora en que pueda enfrentarme a ello. Fue todo tan trágico, es terrible no poder despedirse de alguien a quien quieres; no sabía que me hacía tanta falta mi marido", cuenta a su paso por Madrid para recoger el premio que la Comunidad de Madrid ha concedido al cantaor. Le acompañan su yerno Javier Conde y su hija Estrella, que también luce luto. La primogénita de la dinastía parte en un rato para Badajoz, donde actúa esa misma tarde. Ha retomado su carrera como cantaora y compagina las galas con la grabación de un nuevo disco que ya tenía medio acabado con su padre como productor. Juntos habían ensayado la Habanera imposible de Carlos Cano que Estrella interpretó con un desgarro infinito en el entierro de su padre, un homenaje difícil de olvidar.
También ella, una mujer fuerte como su madre, acostumbrada a subir al escenario, sufre del mismo síndrome. Cinco meses después de esa pérdida, Estrella trataba de explicar su desconsuelo en el Museo Reina Sofía durante el estreno del documental que grabó a lo largo del último año de su vida: "Yo no he visto a mi padre enfermo, ni con una medicina en la mesilla de noche. Porque solo le vi en un hospital y ya no le vi más. Y yo no sé dónde está mi padre. Y lloro porque no me importa llorar, porque esto es un calvario, levantarnos cada mañana sin él es un sacrificio, nos hemos quedado sin alma".
Enrique Morente (Granada, 1942-Madrid, 2010) creó su propio sello, Discos Pobreticos, y había grabado con casi todas las grandes compañías, pero firmó en los últimos tiempos una licencia exclusiva con Universal. Desde la compañía, Fernando Crespo pasó los últimos cinco años pegado al cantaor y él fue quien le convenció para recuperar las canciones de Pablo de Málaga, que se habían publicado en una edición limitada, y volver a montarlas en un documental y un disco. "Enrique era como Camarón, cantaba siempre las mismas cosas, pero unas veces las hacía por rumbas y otras por bulerías", recuerda Crespo.
En marzo del pasado año arrancó la película en Granada y estaba previsto que se cerrara en un concierto en directo en la localidad madrileña de Buitrago del Lozoya. Pero una tormenta de verano, de esas que refrescan el ambiente sofocante, cambió el rumbo de la cinta. En la grabación suena por bulerías la voz de Morente como un quejío despidiéndose -"Adiós Málaga la bella / Voy a recoger el mundo / No pintaré más la flecha / Ni la hora escrita en el columpio"-, se ven las gotas que caen cada vez más fuerte y enseguida se escucha el "¡Ámonos!" del maestro. No salen disparados, pero en segundos el escenario se vacía de guitarristas, con Rafael Riqueni a la cabeza, palmeros y bailaores. El técnico sigue filmando el diluvio mientras el equipo se pone a cubierto. Sucedió el pasado 2 de julio, frente al castillo de Buitrago del Lozoya.
Con 40 minutos grabados antes del diluvio, en torno a la relación de Eugenio Arias (1909-2008), "el barbero de Picasso", en el museo que lleva el nombre del pintor, y el equipo empapado e inutilizable ante el imprevisible chaparrón, el cantaor propuso dar un giro radical a la película y trasladarse a El Bañuelo (Granada) con su familia. Para todos fue una sorpresa porque hasta entonces nunca le había gustado mezclar su vida familiar y flamenca. Emilio R. Barrachina, director del documental, recuerda que la grabación fue un mano a mano con el artista. Solía comentar que la película debía quedar como una boda en la que todas las escenas pareciesen improvisadas y naturales. Y así transcurría el rodaje. Humilde como solo los genios son capaces de mostrarse, estupendo conversador, con un sentido del humor agudísimo y una personalidad desbordante, el cantaor se iba ganando al equipo.
En los baños árabes de la ciudad que lo vio nacer, apoyado por el clan Morente al completo con la excepción de Aurora, se grabaron canciones y escenas memorables: el cantaor por tangos interpreta Amparo, llámame Amparo, seguido de Estrella versionando Señorita; su otra hija, Soleá, debuta con Palabras para Julia, y Quique, el pequeño de sus tres vástagos, que se había hecho habitual en la formación que acompañaba a su padre, interpreta Soleá. El disco concluye con Autorretrato en el Liceo de Barcelona.
Lo de la enfermedad llegó casi al final. Cuando se habían conseguido los permisos para grabar en el Museo Reina Sofía frente al Guernica. Al cantaor le interesaba especialmente el emblemático cuadro y los bocetos previos. Solía decir que el que quisiera ver Las señoritas de Avignon, que se fuera al MOMA. Allí, sin que el whisky faltara en ningún momento, se rodaron las últimas escenas.
Sus problemas de estómago venían de lejos, pero nunca les había dado mayor importancia. Comenzaron a realizarle pruebas en el hospital Doce de Octubre de Madrid. A unos les dijo que tenía "pólipos"; a otros, que le iban a quitar un "bicho en el esófago", pero en todos los casos lo contó como de pasada y quitando hierro al asunto. De hecho, trabajó hasta el último minuto. Con el pijama bajo el brazo supervisó el premontaje del documental, recortó algunas escenas de las canciones de sus hijos y cerró citas para "enseguida", en cuanto saliera del hospital.
Cuentan que deseaba aplazar la intervención quirúrgica hasta después de las Navidades, pero los médicos, por problemas de agenda, le instaron a pasar cuanto antes por el quirófano. Probablemente solo el cantaor conocía el alcance de la enfermedad. "Todo ha salido bien, le hemos quitado un tumor como una bola de pimpón, pero este se come el turrón en casa", les espetó a los familiares del cantaor uno de los cirujanos, en uno de esos comunicados telegrama que dan los doctores, todavía vestidos de verde y con zuecos, cuando atraviesan las puertas del quirófano. Todo iba bien, pero unas horas después se encontraba en coma irreversible.
La muerte, especialmente cuando alcanza de manera inesperada a alguien no demasiado mayor, deja muchas puertas abiertas. En el caso de Morente, un huracán con la cabeza siempre bullendo de planes, capaz de sacarle punta a todo y de inventarse cien proyectos por minuto, mucho más.
entre sus planes figuraba grabar un disco dedicado a Antonio Vega. Tras su participación en el madrileño Palacio de los Deportes en el homenaje al músico, donde deslumbró con su interpretación de El ángel caído, abrió un nuevo paréntesis en su carrera; la vida y obra del líder de Nacha Pop le interesaban tanto como para dedicarle un álbum completo. De su continuo paso por La Unión, en el Festival del Cante de las Minas, quedó prendado de los cantes mineros. Quería grabar un álbum con Sting, Bono y hasta Tom Jones, antiguos compañeros del gremio. Todo ello al margen del material que guardaba en el estudio de su casa, en el barrio de casas encaladas del Albaicín. En el ordenador reposan muchos proyectos en marcha y sin concluir del todo que algún día tendrán que ser analizados y ordenados por expertos para darles salida.
Morente, el documental que lleva en cartelera varias semanas, salió con 36 copias y ha tenido más de 50.000 espectadores. Cuando agote su plazo de proyecciones seguirá la ruta de los festivales por Shanghái, Londres, Nueva York, Chicago y Buenos Aires, entre otras ciudades del mundo. Con el visto bueno de la familia, la discográfica anuncia también un nuevo disco y DVD para las próximas Navidades. El cantaor dejó inacabados dos proyectos más, uno con su hija Soleá y otro con Quique, cuyo destino final aún se desconoce.
Morir joven y de manera repentina trae consigo también un irremediable proceso de mitificación del personaje. Además de los premios y dedicatorias de cualquier evento flamenco que se precie, una calle de Granada llevará su nombre, se le ha galardonado con un premio de la música y en unos días saldrá a la venta Omega, una biografía oral del álbum que unió a Enrique Morente, Lagartija Nick y Leonard Cohen.
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