Abrazos y definiciones
Peña Nieto, como su homólogo español Mariano Rajoy, ha optado por no mostrar sus cartas, incluso por no avanzar en el Congreso
Columna Razones/Jorge Fernández Menéndez
Excélsior, 10 de octubre de 2011;
El que será muy probablemente el próximo presidente del gobierno español, el conservador Mariano Rajoy, candidato del Partido Popular para las próximas elecciones de noviembre, cerró la Convención Nacional de su partido, el sábado, con una ovación, el apoyo de todas las corrientes internas y sin haber presentado una sola propuesta concreta de cómo afrontará el gobierno y, por ende, la crisis que vive su país. Lleva ventaja sobre el PSOE y sus estrategas le han dicho que no debe arriesgar nada. La prensa española dice que Rajoy le ha pedido a sus votantes algo así como “un acto de fe” y si las cosas no cambian en un mes todo indica que los electores le extenderán ese cheque en blanco.
No es muy diferente a lo que está haciendo el PRI. El sábado, en su Consejo Político Nacional, la nota, la que ocupó todas las primeras planas de la prensa nacional, fue el “abrazo” entre Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones. Incluso mis amigos de Milenio titularon que, gracias a ese abrazo, habían concluido 24 años de rupturas priistas, algo un poco arriesgado de decir, sobre todo si tomamos en cuenta que en el mismo Consejo se estipuló hasta el próximo 8 de febrero la elección del candidato priista.
En buena medida es verdad. Si bien el “abrazo” no tuvo nada de espontáneo, lo cierto es que cierra la brecha de una posible ruptura, misma que estaba latente, más por la actitud de algunos miembros de cada equipo, que por la decisión de los dos aspirantes priistas. Pero el proceso no está a salvo de rupturas: el verdadero desafío está en las listas de candidatos a senadores y diputados que tendrán que estar antes de esa elección interna, sobre todo si, como es previsible, el PRI establece una alianza con el Partido Verde y con Nueva Alianza. Por eso lo importante no es sólo que habrá una elección abierta, sino que con ese mecanismo el candidato Peña podrá estar en precampaña desde diciembre próximo y de esa forma aglutinar sectores y reducir las divergencias por las candidaturas.
Y muy probablemente no exista un cisma en el partido como sí los ha habido en los últimos cinco sexenios, pero podrían darse deserciones o abstinencias de diferentes grupos en la campaña electoral. Por eso habrá que ver quién acompañará a Peña en esa precampaña: no puede ser un Everardo Moreno, como ocurrió con Roberto Madrazo hace seis años. En ese sentido el problema es otro: las definiciones. Manlio no cuenta con márgenes importantes para competir realmente en la elección interna, pero sí con una sólida base programática que ha construido a lo largo de estos años, que va desde lo fiscal y lo energético hasta la reforma política. Peña Nieto, como su homólogo español Mariano Rajoy, ha optado por no mostrar sus cartas, incluso por no avanzar en el Congreso con propuestas presentadas por el PRI, como la reforma laboral y la política. Lo que se pide es, parafraseando a la prensa española, un “acto de fe” basado en el cansancio político de dos sexenios de gobiernos panistas, con la certeza de que el PRI sabrá gobernar. Tiene lógica, sobre todo porque así le dejará las manos libres a una futura administración priista si ese partido regresa a Los Pinos.
El punto es que, si Manlio va de contendiente, mostrará su programa y ello obligará a Peña a tomar definiciones en esos temas y deberá confrontarse, aunque sea amistosamente, con Manlio en los debates internos. Si el aspirante que contienda con Peña no es el sonorense, se tendrá que buscar alguien con cierto peso para que el proceso no sea visto como una farsa. De todas formas, la campaña (incluida la elección interna) es muy larga como para repetir el silencio de Rajoy (las españolas duran apenas poco más de un mes). Por eso, habrá que insistir en que se deberían tomar decisiones desde ahora que vayan mostrando algunas cartas en el priismo. Hace ya unos meses, Humberto Moreira había dicho que el PRI sacaría adelante las reformas pendientes. Y como se lo recuerda cada día Javier Lozano en Twitter, lo cierto es que ni una sola de ellas se ha siquiera discutido en la Cámara de Diputados (en la de Senadores el ritmo es otro porque allí lo impone Beltrones), y no creo que eso le beneficie a Peña Nieto. Cuando se tiene tanta ventaja se puede ser más generoso políticamente, hacia adentro y hacia afuera, avanzando con la agenda que tiene al país, en medio de una crisis internacional, sin demasiadas armas para defenderse.
Un comentario final: el PRI gana mucho con la designación de Enrique Jackson como secretario técnico de su Consejo Nacional. Es uno de los mejores cuadros de ese partido y que ha vivido en carne propia los costos de las luchas internas de hace seis años. Por cierto, ¿qué hubiera sucedido en el 2006 con Jackson de precandidato del Tucom, en lugar de Arturo Montiel?
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